lunes, 9 de septiembre de 2019

El gozo de la Cruz

"Hermanos:
Ahora me alegro de mi sufrimiento por vosotros: así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha nombrado servidor".
La Cruz, el sufrimiento no es algo valioso para nadie, ni tan siquiera para los cristianos, sobre todo porque como humanos no soportamos el sufrimiento, pues vemos en el una desgracia para quien lo tiene. Pero, cuando lo miramos a la Luz del Espíritu y nos conduce la mirada hacia la Cruz de Cristo, tenemos que comenzar a pensar como san Pablo: el sufrimiento, la cruz es una bendición para quien la recibe porque nos asocia a Jesús Crucificado y hace que todo sea parte del mismo plan de salvación.
Sabemos por la revelación que la crucifixión de Jesús fue un plan de Dios Padre para salvarnos del pecado, por eso, Pablo se alegra de sufrir "por nosotros" y "a favor de la iglesia", porque asocia su sufrimiento a la Cruz de Jesús, así es cuando el sufrimiento y la cruz, de cada día, cobran un sentido sobrenatural y, aunque sigue siendo dolorosa, se vuelve gozo para el espíritu que camina en santidad.
Cada uno de nosotros (siempre lo repito y no me cansaré de hacerlo) fuimos incorporados al Cuerpo Místico de Cristo bajo el signo de la Cruz, pues es la primera señal que se realiza antes del bautismo. Y, en muchos momentos del día, nos hacemos la señal de la Cruz, porque el Señor nos ha salvado por la Cruz, y, como dice san Pablo "completamos en nuestra carne lo que falta los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia", en favor de la humanidad. Porque nuestro servicio a los hombres es seguir los pasos de Jesús, es vivir como Jesús, y el único camino de salvación y redención es la entrega de nuestra vida.
Claro es que no siempre los sufrimientos y la cruz vienen físicamente, sino que también, en muchos la Cruz es en el alma, el dolor moral y espiritual, la oscuridad del alma, la sequedad, el pecado son, muchas veces, grandes cruces que no vemos pero que se sienten con mucho dolor en quien las padece. Por eso no renunciamos a la entrega cotidiana en favor de auqellos que llevan cruces pesadas, pero, sobre todo, asumimos nuestras cruces ofreciéndoselas al Padre como lo hizo Jesús en el Huerto de los Olivos: "Padre, si es posible que pase de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la Tuya".

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.