lunes, 30 de septiembre de 2019

Sin respeto no llegamos al Amor

«El que acoge a este niño en mi nombre, me acoge a mi; y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado. Pues el más pequeño de vosotros es el más importante».
Varias veces hace referencia, el Señor, al espíritu de niños: si no os hacési como niños no entraréis en el Reino de los Cielos... El espíritu de niños es un espíritu de confianza en la providencia, de obediencia a la voz del Padre, pero, sobre todo, un espíritu sano y puro que no sabe de maldades, sino que mira desde la inocencia de su corazón.
Porque la inocencia que nos da el Espíritu para llegar a ser niños, es lo que nos permite no luchar entre nosotros, no crear diferencias, no generar disputas que conducen a la división, a la indiferencia, a la arrogancia, a la soberbia y terminan destruyendo todo aquello que el Señor quería hacer fructificar con nuestra vida de hijos de Dios.
"Entonces Juan tomó la palabra y dijo:
«Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y, se lo hemos prohibido, porque no anda con nosotros».
Es el Espíritu Santo quien tiene el poder para purificarnos del pecado original de querer ser los "dioses" del momento, porque es así, la espina del pecado original nos ha dejado, todavía, ese deseo en el corazón: "no hay nadie mejor que yo" y yo sólo yo pienso y hago bien las cosas, porque yo soy dios en la tierra (exagerando un poco, pero el resultado es ese)
Si nos miramos un poco más concienzudamente o miramos a nuestro alrededor, vamos a descubrir cuántos hay que siguen diciendo y calificando: "estos no son de los nuestros". ¿Por qué no son de los nuestros? ¿Por que no piensan como tú? ¿Por que no se visten igual que tú? ¿Por que no viven igual que tú? ¿Cuál es la vara de medida hacia tu hermano? ¿Mides la vida de tu hermano con la misma vara con la que mides tu vida?
Porque eso nos los dijo el Señor: "con la vara que midiereis seréis medidos".
Y aún, a muchos, les queda el descaro de exigir respeto cuando no respetan las ideas difrentes, el modo de querer vivir... Todos, por gracia de Dios, pensamos diferentes, pero en la Unidad de la iglesia todos debemos buscar un mismo Ideal: ser Fieles a la Voluntad de Dios y no al mundo. Y, sin embargo, no nos despojamos de pensar mundano de estos tiempos, sino que nos dejamos llevar por los mismos pensamientos y por las mismas faltas de respto hacia los demás. Cuando, en realidad, no es que tengamos que respetar al otro, no porque no debamos respetarlo, sino porque el respeto es lo mínimo que debemos vivir los cristianos, porque el cristiano está llamado a más que eso: "amaos los unos a los otros como yo os he amado", "en esto conocerán que sois mis discípulos: en la medida en que os améis unos a otros". El respetarnos es el primer escalón y si no lo vivimos, menos vamos a vivir el Amor.

domingo, 29 de septiembre de 2019

El muerto ya resucitó

«¡Ay de los que se sienten seguros en Sión, y confiados en la montaña de Samaría!
Se acuestan en lechos de marfil; se arrellanan en sus divanes, comen corderos de rebaño y terneras del establo; tartamudean como insensatos e inventan como David instrumentos musicales; beben el vino en elegantes copas, se ungen con el mejor de los aceites pero no se conmueven para nada por la ruina de la casa de José".
La riqueza de la que acusa el Antiguo Testamento como Jesús en la parábola, no es la riqueza del dinero material, sino la riqueza de la seguridad interior que me hace insensible al otro, que no me permite conmoverme por el dolor de mi prójimo. Esa es la riqueza de la que Jesús acusa el hombre de la parábola, que teniendo tanto no tuvo "tiempo" de fijarse en la necesidad del que estaba tirado a su puerta. Vivimos tan ensimismados, preocupados por el mañana que no vamos insensibilizando ante el dolor del prójimo, o, simplemente, hemos dejado que nuestro corazón sea insensible "porque a mí nadie me ha ayudado".
Hay muchas manera de volver insensible el corazón, sin embargo, el Señor pudo conmoverse ante el dolor de nuestro pecado y, por eso, se entregó por obediencia hasta la muerte y muerte de Cruz, dándonos así una Nueva Vida que nace del Amor de Dios.
Y es esa Vida la que Él quiere que viviamos aquí en la Tierra como en el Cielo, por eso le decía al rico de la parábola: tienen a Moisés y los profetas que los escuchen. Pero cuando estamos tan centrados en nosotros mismos no somos capaces de escuchar lo que otros me dicen, y menos si lo que me dicen va "en contra" de mis propios planes, proyectos o quiere hacerme salir de zona de confort.
Dios nos ha ido dando muestras, a lo largo de la historia, de cuánto se preocupa por la salvación del Hombre, por mi salvación, pero escucharlo signficaría tener que convertir mi corazón y aceptar su Palabra y su Voluntad, lo cual sería tener que renunciar a mí mismo y seguirlo. Pero eso iría en contra de mis planes y de lo "bueno" que me muestra el mundo para vivir. Por eso mismo, aunque digo que soy hijo de Dios no me detengo a escuchar a mi Padre, pues lo que Él me está diciendo no va por el mismo camino que quiero recorrer, junto al mundo.
Hoy es un día para tomar una decisión en mi vida: o soy del mundo o soy de Dios, o vivo como el mundo o vivo como Dios, porque El Muerto ya resucitó ¿seré capaz de escuchar lo que me dice y aceptar lo que me pide?

sábado, 28 de septiembre de 2019

El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios

De los Tratados de san Hilario, obispo, sobre los salmos

    La acequia de Dios va llena de agua, preparas los trigales, riegas los surcos, tu llovizna los deja mullidos. No cabe duda alguna de cuál sea la acequia a la que se refiere nuestro texto, pues el profeta dice de ella: El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios. Y el mismo Señor afirma en el Evangelio. En aquel que beba del agua que yo le dé, se convertirá ésta en manantial, cuyas aguas brotan para comunicar vida eterna. Y también: Quien crea en mí, como ha dicho la Escritura, brotarán de su seno torrentes de agua viva. Esto lo dijo del Espíritu Santo, que habían de recibir los que a él se unieran por la fe. Esta acequia de Dios va, pues, llena de agua. En efecto, el Espíritu Santo nos inunda con sus dones y así, por obra suya, la acequia de Dios, brotando del manantial divino, derrama agua abundante sobre todos nosotros.
    Y además, tenemos también un manjar. ¿De qué manjar se trata? De aquel, sin duda, que ya en este mundo nos dispone para gozar de la comunión de Dios, por medio de la comunión del cuerpo de Cristo, comunión que nos prepara para tener nuestra parte en aquel lugar donde reina ya este santísimo cuerpo. Esto es precisamente lo que significan las palabras del salmo que siguen a continuación: Preparas los trigales, y los valles se visten de mieses; porque en realidad, aunque ya estemos salvados desde ahora por este alimento, con todo, él nos prepara también para la vida futura.
    Para quienes hemos renacido por medio del santo bautismo este alimento constituye nuestro mayor gozo, pues él nos aporta ya los primeros dones del Espíritu Santo, haciéndonos penetrar en la inteligencia de los misterios divinos y en el conocimiento de las profecías; este alimento nos hace hablar con sabiduría, nos da la firmeza de la esperanza y nos confiere el don de curaciones. Estos dones nos van penetrando, y son como las gotas de una lluvia que va cayendo poco a poco para que luego demos fruto abundante.

viernes, 27 de septiembre de 2019

Por qué eres cristiano?

"Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó:
«¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos contestaron:
«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.»
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Hoy escuchamos muchas cosas acerca del cristianismo y de los cristianos, y por eso se me ocurría que hoy, Jesús, nos podría preguntar: Y vosotros ¿qué pensais que es ser cristiano? ¿Por qué eres cristiano?
Dos preguntas que nos tenemos responder en serio ¿por qué? Porque hoy en día se quiere vivir un cristianismo que. no está basado en las palabras de Cristo, en la vida de Cristo, sino en lo que el mundo dice que tenemos que vivir.
Es cierto que los cristianos somos hombres en pecado, y que el pecado seguirá existiendo en nosotros, pero eso no quita que debamos seguir insistiendo en vivir en un camino de santidad. Porque existe el pecado no debemos defenderlo como algo bueno que nos lleve a cambiar la vida de la Gracias por la vida del pecado, si Jesús murió para matar en la Cruz el Pecado Original, y darnos una Nueva Vida en la Gracia.
Hoy creo que no sé por qué queremos ser cristianos y no vivir como Cristo, no hacer caso a las palabras de Jesús. Hoy, para muchos cristianos, no nos importa el Evangelio ni la Palabra de Dios contenida en las Sagradas Escrituras, porque aceptamos lo que dice el mundo: "eso ya no es para esta época, hay que actualizarse".
¿Acutalizar la Palabra de Dios y aceptar lo que es contrario a Su Ley? ¿Cuando aceptaste ser cristiano no sabías qué es lo que aceptabas? "Quien quiera venir detras de mí, niéguese a sí mismo, cargue su cruz de cada día y sígame", fueron las palabras de Jesús al invitarlo a seguirlo, porque sabía que no podríamos ser sus discípulos si no aceptabámos sus palabras, y para aceptarlas teníamos que renunciar al mundo en el que vivimos. Y eso que dijo hace emás de 2000 años aún sigue vigente, porque la Palabra de Dios es eterna y vida, no pasa jamás.
Por eso vuelvo a la misma pregunta que hoy, creo, nos hace Jesús: "Y vosotros ¿quién decís que soy? ¿Qué es ser cristiano? ¿Por qué eres cristiano?"

jueves, 26 de septiembre de 2019

Nos conformamos con ser buenitos

«Esto dice el Señor del universo: Este pueblo anda diciendo:
"No es momento de ponerse a construir la casa del Señor"».
La palabra del Señor vino por medio del profeta Ageo:
«¿Y es momento de vivir en casas lujosas mientras el templo es una ruina?"
Es el comienzo de la profecía de Ageo y, parece que el Señor le había pedido al pueblo construir el Templo, pero, como siempre, hay algunos que son agoreros y comienzan a sembrar la duda sobre la Voluntad de Dios. Los había hace muchos siglos y los sigue habiendo hoy: gente que no quiere "moverse" ante la novedad del Evangelio, ante la novedad de la Voluntad de Dios. Novedad porque Dios siempre nos sugiere algo nuevo para nuestras vidas, algo nuevo porque es algo para hoy, para este momento y, como el momento, es cambiante entonces lo que Dios nos va pidiendo es diferente en cada etapa de la historia.
¿Qué me hace pensar esto? En aquella famosa frase que, en estos días, ha dicho el Papa Francisco y, que muchas veces la hemos querido destruir de nuestras comunidades: si toda la vida se hizo así para qué lo vamos a cambiar.
La comodidad de los conocido o de lo que me implica poco esfuerzo es una tentación muy fuerte en la vida de los humanos, en la vida de los hijos de Dios. Y, sobre todo, es una tentación para que no me quiten el "poder" que tengo de saber que esto lo hago yo y siempre lo seguiré haciendo yo.
Sin embargo Dios nos invita, constantemente, a salir de "nuestra zona de confort", porque siempre nos invita a renunciar a nosotros mismos para discernir cuál es Su Voluntad en cada momento, en cada día. Algunas veces nos pedirá construir el templo, otras veces veces salir de nuestras tierras, otras veces... Y si realmente confiamos en Su Providencia sabremos que en todo momento Él cuenta con la Gracia suficiente para que pueda realizar su Voluntad.
Por eso, en la profecía le reclama el Señor al pueblo que vivan en casas lujosas pero que Él no tenga una morada digna en donde poder encontrarse con su pueblo. Ellos ya estaban cómodos con sus casas, y no querían ya hacer el esfuerzo de salir a construir la Casa del Señor.
Nosotros, muchas veces, estamos muy cómodos como estamos y no nos interesa salir a buscar la Voluntad de Dios, para seguir construyendo nuestra vida en santidad. Nos conformamos con ser "buenitos" y no con alcanzar la santidad. He ahí la cuestión....

miércoles, 25 de septiembre de 2019

Reconstruir el templo de Dios

"Porque somos esclavos, pero nuestro Dios no nos ha abandonado en nuestra esclavitud, sino que nos ha otorgado el favor de los reyes de Persia, nos ha dado y respiro para reconstruir el el templo de nuestro Dios y restaurar sus ruinas y nos ha proporcionado un refugio seguro en Judá y Jerusalén".
Hace unos días, en el Congreso Nacional de Misiones, se realizó una vigilia por los migrantes, de modo especial por aquellos que son traídos a Europa (o a cualquier parte) y son vendidos como esclavos: la trata de personas. Aún hoy, en este siglo XXI, sin querer somos cómplices de la esclavitud más vergonzosa del hombre ¿por qué? Porque somos conscientes de lo que significa ser libre y de lo que significa ser esclavo, porque somos conscientes de que lo que hacemos o no hacemos va en contra de la dignidad del ser humano, del hombre, del varón y de la mujer.
Pero no hablemos sólo de la trata de personas, que ya es lo más grave que puede hacer un hombre, sino de la esclavitu que, muchas veces, vivimos y de la que Jesús vino a liberarnos: el pecado. Sí, es la peor de las esclavitudes que trae o nos lleva a la concreción de muchas otras mayores, y nace, simplemente, del no reconocernos pecadores, de no darnos cuenta que no siempre nuestras actitudes o palabras son realizadas o dichas para ayudar a crecer a nuestros hermanos.
En la lectura del libro de Esdras nos habla de que Dios tuvo compasión de su pueblo y les dio un respiro para poder reconstruir el Templo de Jerusalen que se había destruído, y eso era un gozo para el pueblo porque tendrían dónde poder adorar a su Dios y Señor. Jesús, con su muerte y resurrección, destruyó el pecado y la muerte y nos hizo capaces de reconstruir el templo vivo de Dios: nuestro propio cuerpo, nuestro propio ser humano, dándonos una Vida Nueva por medio del bautismo, de modo que, desde ese día, somos Templos Vivos del Espíritu Santo, y piedras Vivas del Templo Santo de Dios.
Y así podemos ver que no sólo el hombre tiene derecho a su dignidad por ser simplemente hombre, sino que, como bautizados, tenemos el derecho de cuidar y respetar el Templo Santo de Dios. Por eso mismo, cuando el Señor nos habla del juicio final nos hace pensar que seremos juzgados en el amor al prójimo, y, dentro de ese prójimo, están todos aquellos que han sido llamados por Dios a la vida, y a la Vida.
Todo esto me ha hecho pensar que no sólo tenemos que pedir por aquellos que son vendidos como esclavos en la trata de personas, sino que tenemos que cuidar a quien tenemos a nuestro lado para que no caiga en las redes de nuestras habladurías, de nuestras críticas, de nuestro prejuicios, y liberarlos y liberarnos de las ataduras del pecado, ya sea de obra o de omisión, porque, muchas veces, no liberamos a nuestros hermanos de las ataduras que otros hacen de su dignidad, y nos sumamos con la palabra o el silencio a los que abusan de su poder, de sus críticas, de sus rencores, odios o, simplemente, son cantamañanas que se dejan llevar por la lengua de otros.

martes, 24 de septiembre de 2019

La iglesia como vid

Del sermón de san Agustín, obispo, sobre los pastores

Las ovejas se desperdigaron y vagaron sin rumbo por montes y altos cerros; mis ovejas
se dispersaron por toda la tierra. ¿Qué quiere decir: Se dispersaron por toda la tierra? Son
las ovejas que apetecen las cosas terrenas y, porque aman y están prendadas de las cosas
que el mundo estima, se niegan a morir, para que su vida quede escondida en Cristo. Por
toda la tierra, porque se trata del amor de los bienes de la tierra, y de ovejas que andan
errantes por toda la superficie de la tierra. Se encuentran en distintos sitios; pero la
soberbia las engendró a todas como única madre, de la misma manera que nuestra única
madre, la Iglesia católica, concibió a todos los fieles cristianos esparcidos por el mundo
entero.
No tiene, por tanto, nada de sorprendente que la soberbia engendre división, del mismo
modo que la caridad engendra la unidad. Sin embargo, es la misma madre católica y el
pastor que mora en ella quienes buscan a los descarriados, fortalecen a los débiles, curan
a los enfermos y vendan a los heridos, por medio de diversos pastores, aunque unos y
otros no se conozcan entre sí. Pero ella sí que los conoce a todos, puesto que con todos
está identificada.
Efectivamente, la Iglesia es como una vid que crece y se difunde por doquier; mientras
que las ovejas descarriadas son como sarmientos inútiles, cortados a causa de su
esterilidad por la hoz del labrador, no para destruir la vid, sino para purificarla. Los
sarmientos aquellos, allí donde fueron podados, allí se quedan. La vid, en cambio, sigue
creciendo por todas partes, sin ignorar ni uno solo de los sarmientos que permanecen en
ella, de los que junto a ella quedaron podados.
Por eso, precisamente, sigue llamando a los alejados, ya que el Apóstol dice de las
ramas arrancadas: Dios tiene poder para injertarlos de nuevo. Lo mismo si te refieres a las
ovejas que se alejaron del rebaño, que si piensas en las ramas arrancadas de la vid, Dios
no es menos capaz de volver a llamar a las uvas y de volver a injertar a las otras porque él
es el supremo pastor, el verdadero labrador. Mis ovejas se dispersaron por toda la tierra,
sin que nadie, de aquellos malos pastores, las buscase siguiendo su rastro. Por eso,
pastores, escuchad la palabra del Señor: ¡Lo juro por mi vida! —oráculo del Señor—.
Fijaos cómo comienza. Es como si Dios jurase con el testimonio de su vida. ¡Lo juro por mi
vida! —oráculo del Señor—. Los pastores murieron, pero las ovejas están seguras, porque
el Señor vive. Por mi vida —oráculo del Señor—. ¿Y quiénes son los pastores que han
muerto? Los que buscaban su interés y no el de Cristo. ¿Pero es que llegará a haber y se
podrá encontrar pastores que no busquen su propio interés, sino el de Cristo? Los habrá
sin duda, se los encontrará con seguridad, ni faltan ni faltarán.

lunes, 23 de septiembre de 2019

Piedras del edificio eterno

De los escritos de san Pío de Pietralcina, presbítero

    Mediante asiduos golpes de cincel salutífero y cuidadoso despojo, el divino Artífice busca preparar piedras para construir un edificio eterno, como nuestra madre, la santa Iglesia Católica, llena de ternura, canta en el himno del oficio de la dedicación de una iglesia. Y así es en verdad.
    Toda alma destinada a la gloria eterna puede ser considerada una piedra constituida para levantar un edificio eterno. Al constructor que busca erigir una edificación le conviene ante todo pulir lo mejor posible las piedras que va a utilizar en la construcción. Lo consigue con el martillo y el cincel. Del mismo modo el Padre celeste actúa con las almas elegidas que, desde toda la eternidad, con suma sabiduría y providencia, han sido destinadas para la erección de un edificio eterno. El alma, si quiere reinar con Cristo en la gloria eterna, ha de ser pulida con golpes de martillo y cincel, que el Artífice divino usa para preparar las piedras, es decir, las almas elegidas. ¿Cuáles son estos golpes de martillo y cincel? Hermana mía, las oscuridades, los miedos, las tentaciones, las tristezas del espíritu y los miedos espirituales, que tienen un cierto olor a enfermedad, y las molestias del cuerpo.
    Dad gracias a la infinita piedad del Padre eterno que, de esta manera, conduce vuestra alma a la salvación. ¿Por qué no gloriarse de estas circunstancias benévolas del mejor de todos los padres? Abrid el corazón al médico celeste de las almas y, llenos de confianza, entregaos a sus santísimos brazos: como a los elegidos, os conduce a seguir de cerca a Jesús en el monte Calvario. Con alegría y emoción observo cómo actúa la gracia en vosotros.
    No olvidéis que el Señor ha dispuesto todas las cosas que arrastran vuestras almas. No tengáis miedo a precipitaros en el mal o en la afrenta de Dios. Que os baste saber que en toda vuestra vida nunca habéis ofendido al Señor que, por el contrario, ha sido honrado más y más.
    Si este benevolentísimo Esposo de vuestra alma se oculta, lo hace no porque quiera vengarse de vuestra maldad, tal como pensáis, sino porque pone a prueba todavía más vuestra fidelidad y constancia y, además, os cura de algunas enfermedades que no son consideradas tales por los ojos carnales, es decir, aquellas enfermedades y culpas de las que ni siquiera el justo está inmune. En efecto, dice la Escritura: “Siete veces cae el justo” (Pr 24, 16).
    Creedme que, si no os viera tan afligidos, me alegraría menos, porque entendería que el Señor os quiere dar menos piedras preciosas... Expulsad, como tentaciones, las dudas que os asaltan... Expulsad también las dudas que afectan a vuestra forma de vida, es decir, que no escucháis los llamamientos divinos y que os resistís a las dulces invitaciones del Esposo. Todas esas cosas no proceden del buen espíritu sino del malo. Se trata de diabólicas artes que intentan apartaros de la perfección o, al menos, entorpecer el camino hacia ella. ¡No abatáis el ánimo!
    Cuando Jesús se manifieste, dadle gracias; si se oculta, dadle gracias: todas las cosas son delicadezas de su amor. Os deseo que entreguéis el espíritu con Jesús en la cruz: “Todo está cumplido” (Jn 19, 30).

domingo, 22 de septiembre de 2019

Solo el Señor

"Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».
"Quien quiera venir detrás de mí: niéguese a sí mismo...", nos decía Jesús cuando nos hizo la la invitación para ser cristianos, para comenzar a caminar el camino de la santidad. Y ¿por qué digo esto? Porque cuando pensamos en esa frase del evangelio: no se puede servir a Dios y al dinero, no se puede servir a dos señores, creemos que los dos señores que habla Jesús son los que están fuera de mí, pero yo tamibén soy, muchas veces, el señor de mi vida.
Bueno, no muchas veces, siempre soy el señor de mi vida si no he tomado real conciencia de que mi vida le pertence a Dios desde el momento que he decidido ser cristiano (y no habla sólo para consagrados y curas) sino desde el momento que he sido consceinte de mi consagración bautismal, tengo que saber que ya mi vida es de Dios.
Es por eso que Jesús, antes que tomemos la decisión de seguirlo, de ser cristiano, nos pone condiciones sin las cuales no se puede emprender ese Camino: niégate a tí mismo, porque hay que tener un Solo Señor. Y sólo el Señor es el Señor, sólo Dios es Dios, y mi vida ya está consagrada a Él, por eso decimos "que se haga Tu Voluntad en la tierra como en el Cielo", porque mi vida, como dice Jesús: es hacer la Voluntad del que me envió.
Sí, y a partir del día de mi bautismo (que es lo que tendrían que decirme mis padres y padrinos cuando comienzo a entender algo) soy enviado al mundo para anunciar, con mi vida, la alegría del Evangelio, pero no anunciarla con palabras solamente sino anunciarla con mi propia vida: "quien me ve a mí ve a mi padres, ¿crees esto?", le dijo Jesús a Felipe. Y nosotros tendríamos que decírselo a la gente: quien me ve a mí, ve a Jesús ¿crees esto?
Ufff!! pero ¡qué difícil es eso! Claro que es difícil. Y mucho más difícil es cuando yo, que digo que soy cristiano, no tengo al Señor como Señor de mi vida, sino que le dijo alguno momentos del día ser Señor, o, en algunos casos, sólo lo reconozco Señor cuando necesito un milagro para mi vida. Y no debe ser así: o es el Señor de mi vida o no lo es: "que tu sí sea sí y que te no sea no", nos pide el Señor. Por eso en este tiempo tenemos que volver a discernir y examinarnos: ¿Es el Señor el Señor de mi vida? ¿Sólo el Señor es el Señor o sólo es una frase linda que queda bien?

sábado, 21 de septiembre de 2019

Lo amó y lo eligió

De las Homilías de san Beda el Venerable, presbítero

    Jesús vio a un hombre, llamado Mateo, sentado ante la mesa de cobro de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Lo vio más con la mirada interna de su amor que con los ojos corporales. Jesús vio al publicano y, porque lo amó, lo eligió, y le dijo: Sígueme. «Sígueme», que quiere decir: imítame.» Le dijo: «Sígueme», más Que con sus pasos, con su modo de obrar. Porque, quien dice que está siempre en Cristo debe andar de continuo como él anduvo.
    Él -continúa el texto sagrado- se levantó y lo siguió. No hay que extrañarse del hecho de que aquel recaudador de impuestos, a la primera indicación imperativa del Señor, abandonase su preocupación por las ganancias terrenas y, dejando de lado todas sus riquezas, se adhiriese al grupo que acompañaba a aquel que él veía carecer en absoluto de bienes. Es que el Señor, que lo llamaba por fuera con su voz, lo iluminaba de un modo interior e invisible para que lo siguiera, infundiendo en su mente la luz de la gracia espiritual, para que comprendiese que aquel que aquí en la tierra lo invitaba a dejar sus negocios temporales era capaz de darle en el cielo un tesoro incorruptible.
    Y sucedió que, estando Jesús a la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores vinieron a colocarse junto a él y a sus discípulos. La conversión de un solo publicano fue una muestra de penitencia y de perdón para muchos otros publicanos y pecadores. Ello fue un hermoso y verdadero presagio, ya que Mateo, que estaba destinado a ser apóstol y maestro de los gentiles, en su primer trato con el Señor arrastró en pos de sí por el camino de la salvación a un considerable grupo de pecadores. De este modo, ya en los inicios de. su fe, comienza su ministerio de evangelizador que luego, llegado a la madurez en la virtud, había de desempeñar. Pero, si deseamos penetrar más profundamente el significado de estos hechos, debemos observar que Mateo no sólo ofreció al Señor un banquete corporal en su casa terrena, sino que le preparó, por su fe y por su amor, otro banquete mucho más grato en la casa de su interior, según aquellas palabras del Apocalipsis: Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno escucha mi voz y me abre la puerta entraré en su casa, cenaré con él y él conmigo.
   
Nosotros escuchamos su voz, le abrimos la puerta y lo recibimos en nuestra casa, cuando de buen grado prestamos nuestra asentimiento a sus advertencias, ya vengan desde fuera, ya desde dentro, y ponemos por obra lo que conocemos que es voluntad suya. Él entra para cenar con nosotros y nosotros con él. porque por el don de su amor habita en el corazón de los elegidos para saciarlos con la luz de su continua presencia, haciendo que sus deseos tiendan cada vez más hacia las cosas celestiales y deleitándose él mismo en estos deseos como en un manjar sabrosísirno.

viernes, 20 de septiembre de 2019

Vanidad intelectual

"Querido hermano:
Esto es lo que tienes que enseñar y recomendar.
Si alguno enseña otra doctrina y no se aviene a las palabras sanas de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que es conforme a la piedad, es un orgulloso y un ignorante, que padece la enfermedad de plantear cuestiones y discusiones sobre palabras; de ahí salen envidias, polémicas, blasfemias, malévolas suspicacias, altercado interminables de hombres corrompidos en la mente y privados de la verdad, que piensan que la piedad es un medio de lucro".
Sigue enseñando san Pablo a Timoteo y nos abre a una cuestión que se da mucho entre nosotros: creernos más sabios que Dios o que Jesús, y por eso le hacemos decir, muchas veces, a la Palabra de Dios, cosas que no dice. Los hombres (los estudiosos) creemos que porque hemos leído muchos libros y obtenido muchos títulos, podemos ser más sabios que el Señor y así hacerle decir cosas que nunca ha querido decir. Incluso hacemos planteos a los demás que, como decía el mismo Jesús: "no somos capaces de ayudar a llevar las cargas que ponemos sobre los hombros de los demás".
Somos muy especiales los que nos creemos más que los demás, porque hemos dejado entrar la espina de la vanidad a nuestra vida y nos hemos convertido en los "doctores" de la Palabra de Dios y así tenemos, o creemos tener, autoridad para decir lo que nos parece y no lo que Dios quiere que digamos. En definitiva, como los hombres del mundo, nos creemos más que Dios y por eso podemos decir, de parte de Dios (claro está) cosas que Él mismo no diría.
Es ahí cunado, como dice san Pablo, "salen envidias, polémicas, blasfemias, malévolas suspicacias, altercados interminables de hombres corrompidos en la mente y privados de la verdad". Las divisiones que se producen en las comunidades cristianas, ya sean laicales, socerdotales o de consagrados, porque nos "alineamos" detrás de una ideología de tal o cual "doctor de la ley", y no nos ponemos a pensar si eso es Voluntad de Dios o no. Así las divisiones entre hermanos comienzan a surgir y lo que Jesús nos había pedido vivir no llegamos, a veces, ni siquiera a intentarlo: "por esto conoceran que sois mis testigos: en la medida en que se amen unos a otros".

miércoles, 18 de septiembre de 2019

Buscad los intereses de Cristo

Del Sermón de san Agustín, obispo, Sobre los pastores

    Ya hemos explicado lo que significa beber la leche, veamos ahora lo que quiere decir cubrirse con la lana. Quien ofrece leche ofrece alimento, quien ofrece lana ofrece honores. Y son precisamente estas dos cosas las que desean del pueblo aquellos que se apacientan a sí mismos y no a las ovejas. Buscan el dinero con que remediar sus necesidades y la aureola del honor con que cubrirse de alabanzas.
    En efecto, por medio de la imagen del vestido queda bien significado el honor, pues el vestido sirve para cubrir la desnudez. Y como todo hombre es débil y está desnudo, también son débiles y están desnudos vuestros pastores. ¿Quiénes son, en realidad, los que os presiden, sino hombres semejantes a vosotros? Corno vosotros están revestidos de carne, como vosotros son mortales, como vosotros comen, duermen, se levantan del sueño; como vosotros nacieron y como vosotros morirán. Si, pues, piensas un poco en lo que son de sí mismos los pastores, verás que son simplemente hombres. Si, pues, les das un honor superior al que corresponde a un hombre es como si cubrieras su desnudez.
    Ved sino cómo Pablo considera el honor que recibió del pueblo santo de Dios como si fuera un vestido de esta índole, cuando dice: Me recibisteis como a un enviado de Dios. Porque puedo aseguraros que, de haberos sido posible, los ojos mismos os habríais arrancado para dármelos. Pero a pesar de ser tan grande el honor que de ellos había recibido, ¿acaso para que no menguara este honor o disminuyeran sus alabanzas, dejó de reprenderlos cuando se apartaron del buen camino? Si hubiera obrado de esta forma, también hubiera sido de aquellos pastores que se apacientan a sí mismos, no a las ovejas.
    En este caso se hubiera dicho a sí mismo: «¿Qué me importa a mí esto? Que cada cual obre según le plazca. Mi vida y mi sustento están a salvo, mi honor no peligra; tengo leche y tengo lana; esto me es suficiente. Que cada cual se arregle como pueda.» ¿Puedes decir que lo tienes ya todo si cada cual debe arreglarse como pueda? En este caso no puedo yo hacerte obispo y te admitiré solamente como uno del pueblo: Cuando un miembro sufre, todos sufren con él.
    Por tanto, el Apóstol, después de haber recordado cómo se comportaron con él, para que no pareciera que ya se había olvidado del honor que recibió, da testimonio de que lo habían recibido como a un enviado de Dios, y que, de haberles sido posible, se hubieran arrancado los mismos ojos para dárselos. Pero, a pesar de ello, no deja de acercarse a la oveja enferma y corrompida, no deja de limpiar sus heridas, no rehúsa curar su podredumbre. Así que -dice-, ¿me he convertido en enemigo vuestro por deciros la verdad? He aquí, pues, que bebió de la leche de las ovejas como hemos recordado más arriba, y se vistió con su lana, pero ello sin descuidar el bien de las ovejas. No buscaba, en efecto, sus intereses personales, sino los de Cristo Jesús.

martes, 17 de septiembre de 2019

Humos en la cabeza

Cuando san Pablo le escribe a Timoteo acerca de la elección de los obispos, hay una frase que llama la atención, y dice:
"Que no sea alguien recién convertido a la fe, por si se le sube a la cabeza y es condenado lo mismo que el diablo".
Se le subieron los humos a la cabeza, decimos, a veces, de ciertas personas que se creen que porque tienen un título, o han conseguido algo en la vida, ya pueden estar por sobre todos y pisar a cualquiera "con su sabiduría" o con su... vaya a saber con qué...
Pero es cierto, y sobre todo en estos tiempos que corren, hay mucha gente que se cree más que otros y, en algunos casos, quieren ocupar lugares que no le corresponden. El sábado decía en una homilía que, muchas veces, "los curas queremoa ser obispos, los obispos papas, los concejales alcaldes, los alcaldes presidentes...", porque nos creemos más capaces de los que ocupan los cargos ¿por qué? Por que los humos se nos subieron a la cabeza.
El orgullo mal vivido nos lleva a la vanidad, y la vanidad nos termina convirtiendo en soberbios que sólo buscan estar un esavalón por encima de todos. Y eso lo vemos con mucha facilidad en algunos y en nuestra propia vida, de la cual tamibén tenemos que dar cuenta, porque no sólo tenemos que mirar a quien está enfrente nuestro para saber si los humos se le han subido a la cabeza, sino que hay que mirar nuestros propios humos para ver si están en el lugar indicado.
Por eso el Señor nos pide, constantemente, crecer en la virtud de la humildad, no para menospreciarnos, sino para que aprendamos a ocupar el lugar que nos corresponde, y desde ahí poder mostrar un estilo de vida adecuado y coherente, porque cuando se disipan los humos que se nos subieron a la cabeza, apareceremos tal cual somos ante el mundo y eso será una gran caída para el ego, pues cuando nos hemos construido un pedestal de humo, las caídas pueden ser muy estrepitosas.
"El que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado".
Pero es bueno recordar que la virtud de la humildad no es menospreciarnos, o dejar que nos pisoteen, sino que sabiendo quién soy ocupar mi lugar en la sociedad con mucha altura, sin creer que soy más que nadie, sino saber que Dios me ha puesto en ese lugar y en este tiempo porque ha pensado una misión particular que sólo yo puedo realizar, y, para la cual, tengo la Gracia suficiente y necesaria. Porque con buscar mi propia identidad y saber bien quién soy, tendré el lugar que me corresponde y en ese luguar Dios me ensalzará en la medida que Él lo crea, porque "El miró la pequeñez de su servidora, me llamarán Feliz todas las generaciones, porque el Todopoderoso ha obras grandes por mí".
Con aprender a encontrar tu misión y saber quién eres ya tenemos un gran trabajo, y ser coherente con esa misión, será un camino que nos santificará. Por eso no quieras ser quién no eres, sino que con ser quien Dios quiere que sea, es más que suficiente para dar una gran respuesta al mundo.

lunes, 16 de septiembre de 2019

Tu palabra basta para sanarme

«Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque también yo soy un hombre sometido a una autoridad y con soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; y a mi criado: "Haz esto", y lo hace».
Al oír esto, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo:
«Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe».
Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano".
Recordáis lo que decimos en la Misa, después de la consagración del Pan y del Vino:
- ¡Este es el misterio de la FE!
- Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
Pues bien, de este pasaje evangélico se ha tomado esa respuesta. Una respuesta que es una afirmación de lo que creemos, de lo que necesitamos y de lo que practicamos.
"Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe", eso también lo dice, Jesús, por nosotros pero ¿tenemos tanta fe? ¿Cómo se mide la fe? La única forma de medir la fe es por nuestro estilo de vida. Sí, porque no hay una medida de fe más que la vida del que tiene fe, porque mi forma de hablar, de moverme, de hacer la cosas, de tratar a la gente hablarán de lo que creo y de en quien creo.
Si realmente tenemos la fe del centurión romano entonces sabremos que nuestra vida se desarrollará en unidad con el Señor, porque Él no sólo nos ha hablado desde lejos, sino que ha entrado en nuestra casa, en nuestra vida para sanar nuestras enfermedades y liberarnos de la opresión de nuestros pecados: egoísmos, vanidades, orgullos, envidias, desaveniecias, peleas, rencores... y tantas otras pestes que se nos van pegando del día a día.
Si el enfermo se curó sólo por la palabra que Jesús le dirigió a la distancia, ¡cuánto más nuestra alma es sanada cuando recibimos a Jesús en la Eucaristía! ¡Cuántas Gracias se derraman en nuestros corazones cuando Él llega a nuestros labios y a nuestro corazón al recibir Su Cuerpo! Pero si con una sola vez que comulgaramos con la fe del centurión estaríamos salvados y santificados. Y, sin embargo, aún queremos más signos y milagros.
Cuantos más milagros pedimos es porque confiamos en la Palabra del Señor, es porque poco hemos conocido el Amor de la Providencia de Jesús, porque "si una palabra tuya bastará para sanarme", ¿porque sigo insistiendo en algo que Dios no quiere concederme?¿Es que Dios es tan malo que no quiere darme lo que le pido? ¿No será acaso, como dice san Pablo: no recibis porque no sabeis pedir?
¡Cuánto que se nos da cuando nos acercamos al altar y es Jesús mismo quien se nos entrega en la Eucaristía! ¿Acaso necesitamos más que a Jesús mismo en su Cuerpo, Alma, Sangre y Divinidad? Si su palabra basta para sanarnos...

domingo, 15 de septiembre de 2019

Los dolores de María

Hoy, 15 de setiembre, se celebra en muchos lugares la fiesta de la Virgen de los Dolores, una emotiva devoción a los Dolores de la Madre junto a la Cruz de Jesús. Una imagen que nos lleva hasta el Corazón sufriente de una madre que se despide de su Hijo y tiene la fuerza de permanecer de pie junto al sufrimiento de su único hijo. Pero también nos lleva a mirar al Hijo que desde la Cruz nos entrega a María como Madre para cada uno de nosotros. Un ofrecimiento el de Jesús no sólo de su propia vida en la cruz, sino también del amor de María, del Amor de la Madre, para que, nosotros como Él, tengamos siempre su cercanía, su consuelo, su fortaleza. Y, sobre todo, una nueva misión para María, una misión que acepta desde el silencio de su corazón: abrazar a todos los hombres como lo abrazaba a Jesús, consolar a todos como lo hacía con Jesús, sostenernos a todos como lo sostuvo a Jesús, en definitiva encontrar en nuestros rostros el rostro de Jesús.
Una misión que no sólo será para María, sino que también será para nosotros: que María pueda descubrir en nosotros al Hijo que Dios le entregó, al Hijo Único que nos la entrego como Madre.
Y junto a este pensamiento hay, en las lecturas de este domingo, una actitud y una virtud que se repiten desde Dios Padre a los hijos pequeños: el arrepentimiento. En la primera lectura, ante Moisés, Dios se arrepiente de encender su cólera sobre el Pueblo de Israel, en la carta de San Pablo, él nos habla de su conversión y de su encuentro con Jesús; y en el evangelio nos muestra la parábola del hijo pródigo que arrepentido vuelve a casa de su Padre. Y en cada momento, luego del arrepentimiento nos muestra la alegría de volver a encontrarse, cada uno, con la alegría del perdón, del abrazo con el otro, del encuentro consigo mismo.
Es cierto que se necesita mucha fuerza para alcanzar el arrepentimiento, pues para arrepentirnos neceistamos reconocer que nos hemos equivocado, y eso, por nuestro egoísmo, orgullo y vanidad, no siempre lo logramos. El caso es que cuando no nos arrepentimos y no pedimos perdón seguimos con ese nudo en nuestro corazón y se va viendo en nuestro rostro la angustia, el dolor, el sinsabor de saber que hay algo que aún no está bien, que hay algo que podría solucionar pero que no puedo, o no quiero. Y esa angustia no nos deja alcanzar la total felicidad del re-encuentro con la verdad, con el amor, con la alegría de sanar la herida que produjo una actitud, una palabra, un desencuentro.

sábado, 14 de septiembre de 2019

Elevado por amor

"Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna".
Elevar al Hijo del hombre, para muchos elevar significa alcanzar altos puestos, y así, también, lo pensaban los discípulos de Jesús: "quiero que cuando estés en tu reino mis hijos estén uno a tu derecha y otro a tu izquierda", le pidió la madre de los hijos de Zebedeo a Jesús. Todos querían que Jesús fuera un Rey, un Emperador. Y es ese tipo de poder el que aún está guardado en nuestros corazones, todos queremos tener poder para poder ser alguien.
Sin embargo, el poder de Jesús no radica o no es un poder humano, sino un poder espiritual, por eso no tuvo una corona de oro, sino una corona de espinas; no tuvo un trono dorado sino una cruz de madera; y su cetro fueron los clavos que recibió en sus manos y pies. Y aún así, aunque no nos cansamos de mirar y besar la Cruz de Cristo seguimos buscando cómo poder dominar, cómo poder mandar sobre los demás, cómo poder demostrar nuestro poder.
¿Cómo demostró el poder Jesús? "Por medio del sufrimiento, siendo hijo, aprendió lo que significa obedecer". El poder de la obediencia al Padre, por amor. Ese fue el gran poder de Jesús: reconocer su propio lugar y saber que era el Padre quien tenía el poder absoluto y así "obedeciendo hasta la muerte en cruz" alcanzó al resurrección y la vida.
Hoy exaltamos la Cruz de Cristo no como método de dolor y crueldad, sino como camino de redención, para que la Cruz de cada día no nos desanime ni nos derribe, sino que sea, para cada uno, una fuerza de salvación, un camino de perfección y redención.

viernes, 13 de septiembre de 2019

Para mi la vida es Cristo y la muerte una ganancia

De las homilías de san Juan Crisósotomo, obispo

    Muchas son las olas que nos ponen en peligro, y una gran tempestad nos amenaza: sin embargo, no tememos ser sumergidos porque permanecemos de pie sobre la roca. Aun cuando el mar se desate, no romperá esta roca; aunque se levanten las olas, nada podrán contra la barca de Jesús. Decidme, ¿qué podemos temer? ¿La muerte? Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia. ¿El destierro? Del Señor es la tierra y cuanto la llena. ¿La confiscación de los bienes? Nada trajimos al mundo; de modo que nada podemos llevamos de él. Yo me río de todo lo que es temible en este mundo y de sus bienes. No temo !a muerte ni envidio las riquezas. No tengo deseos de vivir, si no es para vuestro bien espiritual. Por eso, os hablo de lo que sucede ahora exhortando vuestra caridad a la confianza.
    ¿No has oído aquella palabra del Señor: Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos? Y allí donde un pueblo numeroso esté reunido por los lazos de la caridad ¿no estará presente el Señor? Él me ha garantizado su protección, no es en mis fuerzas que me apoyo. Tengo en mis manos su palabra escrita. Éste es mi báculo, ésta es mi seguridad, éste es mi puerto tranquilo. Aunque se turbe el mundo entero, yo leo esta palabra escrita que llevo conmigo, porque ella es mi muro y mi defensa. ¿Qué es lo que ella me dice? Yo estaré siempre con vosotros hasta el fin del mundo.
    Cristo está conmigo, ¿qué puedo temer? Que vengan a asaltarme las olas del mar y la ira de los poderosos; todo eso no pesa más que una tela de araña. Si no me hubiese retenido el amor que os tengo, no hubiese esperado a mañana para marcharme. En toda ocasión yo digo: «Señor, hágase tu voluntad: no lo que quiere éste o aquél, sino lo que tú quieres que haga.» Éste es mi alcázar, ésta es mi roca inamovible, éste es mi báculo seguro. Si esto es lo que quiere Dios, que así se haga. Si quiere que me quede aquí, le doy gracias. En cualquier lugar donde me mande, le doy gracias también.
    Además, donde yo esté estaréis también vosotros, donde estéis vosotros estaré también yo: formamos todos un solo cuerpo, y el cuerpo no puede separarse de la cabeza, ni la cabeza del cuerpo. Aunque estemos separados en cuanto al lugar, permanecemos unidos por la caridad, y ni la misma muerte será capaz de desunimos. Porque, aunque muera mi cuerpo, mi espíritu vivirá y no echará en olvido a su pueblo.
    Vosotros sois mis conciudadanos, mis padres, mis hermanos, mis hijos, mis miembros, mi cuerpo y mi luz, una luz más agradable que esta luz material. Porque, para mí, ninguna luz es mejor que la de vuestra caridad. La luz material me es útil en la vida presente, pero vuestra caridad es la que va preparando mi corona para el futuro.

jueves, 12 de septiembre de 2019

Santos y amados

"Hermanos:
Como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia.
Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo.
Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad consumada.
Que la paz de Cristo reine en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados en un solo cuerpo.
Sed también agradecidos. La Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente.
Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados.
Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él".
No podía resumir la palabra de san Pablo de hoy, porque es un decálogo para nuestra vida cristiana. Decálogo que no se entiende si le quitamos las primeras palabras: "como elegidos de Dios, santos y amados". A partir de esta afirmación de san Pablo es que tenemos que comprender la exigencia del evangelio: elegidos de Dios, santos y amados.
"No sois vosotros los que elegisteis sino que yo os he elegí", "Dios nos elegió desde antes de la creación del mundo para que seamos santos e irreprochables en su presencia por el amor", "Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna".
Esa es la razón por la que, en nuestra vida, tengamos que ser muy exigentes a la hora de vivir los valores del evangelio, a la hora de madurar en nuestra fe, y, sobre todo, cuando nos examinamos frente a Dios y a nosotros mismos. Porque no sólo debemos ser buenas personas, sino que estamos llamados y elegidos para ser santos, para ser Luz, Sal y Fermento en el mundo, para dar testimonio claro y concreto de un estilo de vida que Jesús vivió primero y que nos eligió a nosotros para que lo mostremos al mundo.
Y no nos quedemos en la tonta frase de decir: "es muy difícil lo que Dios nos pide", porque mucho más le pidió a su Hijo, a María, y sin embargo, dejándo de lado sus miedos y vacilaciones se entregaron de lleno a la vivencia de la Voluntad de Dios. Nosotros también contamos con el mismo Espíritu que nos ilumina y fortalece, y la Gracia que Jesús nos regaló desde la Cruz y la Resurrección para poder alcanzar la verdadera santidad que el Padre sueña para nosotros.

miércoles, 11 de septiembre de 2019

Ser humano para ser santo

"Hermanos:
Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.
En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría".
Se podría decir que la carta a los colesenses, como todo en la Sagrada Escritura, es una catequesis para iniciarnos en la vida cristiana. Pero veo muy claro que esta carta la tenemos que tener más a la vista, para poder comprender cómo tenemos que esforzarnos los cristianos por vivir diariamente, y dónde tenemos que tener puesta la mirada para no caer en la hipocresía de decir que somos cristianos pero que, en realidad, somos mundanos.
¿Cuándo hemos resucitado con Cristo? El día de nuestro bautismo el Espíritu Santo que se nos ha dado nos ha renovado en el espíritu y nos ha concedido una Vida Nueva. Los tres momentos en los que cae agua sobre la cabeza del bautizado, son símbolo de los tres días que Jesús estuvo muerto en el sepulcro, y al salir nos dio Vida Nueva con su resurrección. Por eso, a partir del día de nuestro bautismo gozamos de una Vida Nueva iluminada por la Luz de la Resurrección de Jesucristo, ya no somos sólo hijo de hombre, sino que Dios nos ha hecho hijos en el Hijo, somos hijos de Dios.
Por eso es tan necesario que los padres y padrinos comprendan cuál es la grandeza del Don que se nos da en el bautismos, para que, con el paso de los años, no se pierda lo esencial de nuestra vida de fe, de nuestra vida cristiana, y los padres junto a los padrinos, puedan enseñar a sus hijos y ahijados, qué significa ser cristiano.
¿Cuáles son los bienes de arriba? Son todos los valores humanos que Jesús, con su muerte y resurrección a plenificado y les ha dado la luz del Espíritu. Por eso, primero tengo que aprender a vivir los Valores Humanos, para que, con la Gracia de Dios, pueda sobrenaturalizarlos y alcanzar las virtudes que el Señor tiene preparadas para nosotros. Pero, si no soy capaz de vivir los valores humanos (que hoy día nos estamos, también, olvidando de vivir) nunca podré alcanzar la vida sobrenatural, porque no habrá naturaleza sobre la que acentar la Gracia, pues la Gracia plenifica lo que ya está en nosotros.
Porque de qué me sirve ir todos los días a misa, estar en la iglesia, ser consgarado (cura o monja...) si no soy capaz de vivir la honestidad, la fidelidad, la magnanimidad, etc. Cuando sea fiel a los valores humanos, entonces podré vivir los valores sobrenaturales y alcanzar, así, la verdadera santidad de vida.

martes, 10 de septiembre de 2019

Vanas seducciones mundanas

"Hermanos:
Ya que habéis aceptado a Cristo Jesús, el Señor, proceded unidos a él, arraigados y edificados en él, afianzados en la fe que os enseñaron, y rebosando agradecimiento.
Cuidado con que nadie os envuelva con teorías y con vanas seducciones de tradición humana, fundadas en los elementos del mundo y no en Cristo".
Creo que no cabrían más explicaciones sobre este texto, pero no puedo con mi sentir pastoral de no dar ninguna. Pero creo que san Pablo, o mejor dicho, Dios por medio de san Pablo, no puede ser más explícito en aquella hora y, sbore todo, en esta hora que estamos viviendo.
Sí, porque si san Pablo lo veía hace más de dos mil años el peligro de que los cristianos se dejaran seducir por los elementos del mundo y no por los de Cristo, ¿qué podemos decir de este tiempo que vivimos? ¿Cuántas cosas: pensamientos, formas de ser, formas de vivir, ideas o ideologías, vamos aceptando los cristianos que no son cristianas?
¿Alguna vez nos hemos puesto a analizar si las ideologías o ideas que aceptamos en nuestras vidas son propias del cristianismo? ¿Alguna vez nos hemos parado para saber si lo que estamos apoyando con nuestras propuestas o con nuestra vida es propia del cristianismo? ¿Somos conscientes que muchas de las obras, proyectos, o movimientos de protestas de hoy no son para nada cristianos?
¿Está bien que un cristiano esté alineado a ideología que no están de acuerdo a la moral cristiana, ni tan siquiera al evangelio? Es que no nos damos cuenta, muchas veces que ser cristiano es vivir de acuerdo al Evangelio de Cristo y no a la ideología del momento, ni tan siquiera puedo hacer que la Palabra de Dios se haga eco de tantas ideología que hoy pululan por el mundo, porque muchas hasta van en contra de la vida humana. ¿Cómo ser parte de algo que va en contra de lo que digo que creo? ¿Cómo apoyar algo que, incluso, está en contra de mi propio estilo de vida, si es que en verdad me digo que soy cristiano?
"No se puede amar a dos señores", decía Cristo, y no sólo se refería al dinero y al espíritu, sino al mundo y a Dios, al bien y al mal, a lo moral y a lo inmoral. Por eso, al finalizar la Biblia el Señor en el Apocalipsis nos dice: "que tu sí sea sí, y que tu no sea no. Se frío o caliente, pues a los tibios los vomitaré de mi boca". Y hoy, lamentablemente, muchos creen que porque apoyan a las nuevas ideología del mundo son grand es cristianos, y no se dan cuenta que apoyando las ideología del mundo están en contra del Evangelio que dicen que creen.

lunes, 9 de septiembre de 2019

El gozo de la Cruz

"Hermanos:
Ahora me alegro de mi sufrimiento por vosotros: así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha nombrado servidor".
La Cruz, el sufrimiento no es algo valioso para nadie, ni tan siquiera para los cristianos, sobre todo porque como humanos no soportamos el sufrimiento, pues vemos en el una desgracia para quien lo tiene. Pero, cuando lo miramos a la Luz del Espíritu y nos conduce la mirada hacia la Cruz de Cristo, tenemos que comenzar a pensar como san Pablo: el sufrimiento, la cruz es una bendición para quien la recibe porque nos asocia a Jesús Crucificado y hace que todo sea parte del mismo plan de salvación.
Sabemos por la revelación que la crucifixión de Jesús fue un plan de Dios Padre para salvarnos del pecado, por eso, Pablo se alegra de sufrir "por nosotros" y "a favor de la iglesia", porque asocia su sufrimiento a la Cruz de Jesús, así es cuando el sufrimiento y la cruz, de cada día, cobran un sentido sobrenatural y, aunque sigue siendo dolorosa, se vuelve gozo para el espíritu que camina en santidad.
Cada uno de nosotros (siempre lo repito y no me cansaré de hacerlo) fuimos incorporados al Cuerpo Místico de Cristo bajo el signo de la Cruz, pues es la primera señal que se realiza antes del bautismo. Y, en muchos momentos del día, nos hacemos la señal de la Cruz, porque el Señor nos ha salvado por la Cruz, y, como dice san Pablo "completamos en nuestra carne lo que falta los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia", en favor de la humanidad. Porque nuestro servicio a los hombres es seguir los pasos de Jesús, es vivir como Jesús, y el único camino de salvación y redención es la entrega de nuestra vida.
Claro es que no siempre los sufrimientos y la cruz vienen físicamente, sino que también, en muchos la Cruz es en el alma, el dolor moral y espiritual, la oscuridad del alma, la sequedad, el pecado son, muchas veces, grandes cruces que no vemos pero que se sienten con mucho dolor en quien las padece. Por eso no renunciamos a la entrega cotidiana en favor de auqellos que llevan cruces pesadas, pero, sobre todo, asumimos nuestras cruces ofreciéndoselas al Padre como lo hizo Jesús en el Huerto de los Olivos: "Padre, si es posible que pase de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la Tuya".

domingo, 8 de septiembre de 2019

No es lo mismo...

"En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
«Si alguno viene viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío".
A la gente que acompañaba a Jesús, Él les dijo estas palabras, y eso lo tenemos que tener muy en claro, porque, generalmente, cuando hablamos de renunciar a nosotros mismos se cree que Jesús se lo dijo a sólo a los apóstoles, y por eso, se piensa que eso es sólo para los curas y los religiosos, o las relgiosas y los consagrados. No la renuncia a uno mismo para seguir a Jesús, es para "todos aquellos que lo quieran seguir". Ahora si no quieres seguir a Jesús... eso es otra cosa, pero si lo quieres seguir, ya sabes las condiciones.
Y estas condiciones para el seguimiento de Cristo, es decir, para ser cristianos son condiciones esenciales, es decir que si no aceptas estas condiciones no puedes ser cristiano. Hoy en día creemos que podemos ser cristianos y aceptar que todo se puede vivir o se puede vivir como uno quiera. Y no es así, ¿dónde dice Jesús que podemos vivir de cualquier manera? ¿dónde dice Jesús que podemos aceptar la moda del mundo para hacer lo que queramos y no lo que Dios nos pide?
Claro que no renunciamos para perder la vida y dejar de ser personas, sino que renunciamos a nosotros mismos para llegar a ser Hombres en plenitud. Y eso lo sabemos porque María, la Virgen Madre de Jesús nos lo ha demostrado con su propia vida. "He aquí la esclava del Señor, que se cumpla en mí según has dicho", y María ha sido la perfectísima porque se dejó modelar por Dios, dejó que el Señor guiara su vida y en cada momento pudo seguir siendo Fiel, hasta la Cruz de su Hijo.
Está claro que no es un camino fácil, pero Ella y su Hijo lo recorrieron, por eso nos invitan a hacerlo a nosotros y Jesús lo pone como condición sin la cual no se puede alcanzar el Reino, y no se puede ser su discípulo.
Hoy en día vemos que es una condición que no sólo no la viven muchos laicos, sino que tampoco la vivimos muchos consagrados (llámase curas, mojas, religiiosas, religiosos, consagrados...) pareciera que la renuncia a nosotros mismos ha pasado de moda que se nos ha olvidado que forma parte de la vida cristiana, y por eso, la obediencia a nuestros superiores no es algo que tenga mucho valor en la vida eclesial. Y todo porque en el mundo se nos está predicando que el mejor camino es la libertad de hacer lo que te de la gana, ¡total todo da lo mismo!
Y no han sido esa las Palabras que escuchamos de parte de Jesús, no es lo mismo...

sábado, 7 de septiembre de 2019

Felicidad del Reino

Del Sermón de san León Magno, papa, Sobre las bienaventuranzas

    Después de haber encomiado el Señor la bienaventuranza de la pobreza, prosiguió diciendo: Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. El llanto al que aquí se promete el consuelo eterno nada tiene que ver con la tristeza de este mundo, ni hay que creer que las lágrimas que derraman los hijos de los hombres, cuando en su tristeza lloran, a nadie hagan feliz. Es muy distinta la razón de las lágrimas de las que aquí se habla, muy otra la causa de este llanto de los santos. La tristeza religiosa es la que llora los pecados propios o bien las faltas ajenas; esta tristeza no es ni tan sólo la que se lamenta ante el castigo con que Dios nos amenaza, sino que se duele simplemente ante la iniquidad que los hombres cometen, pues sabe que es mucho más digno de compasión el que hace el mal que quien lo sufre, porque el inicuo, con su pecado, se hace reo de castigo, en cambio, el justo, con su paciencia, merece la gloria.
    A continuación el Señor añadió: Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Aquí se promete la posesión de la tierra a los sufridos y mansos, a los humildes y modestos, y a los que están dispuestos a soportar toda clase de injurias. No se debe estimar pequeña o de baja calidad esta herencia, como si fuera algo diverso del reino de los cielos, pues, en realidad, aquí se trata de aquellos que van a entrar en el reino de Dios. En efecto, la tierra prometida a los sufridos, y cuya posesión se dará a los mansos, no es otra sino los propios cuerpos de los santos, los cuales, como premio de su humildad, serán transformados en la resurrección feliz y se verán revestidos de una gloriosa inmortalidad. Esta carne, revestida así de inmortalidad, en nada contrariará ya al espíritu, antes bien, vivirá siempre en unidad perfecta y en consentimiento pleno con el querer del alma. Entonces realmente el hombre exterior será la posesión pacífica e inmutable del hombre interior.
    Esta tierra, pues, la poseerán los sufridos con una paz perfecta y sin que nada disminuya nunca el gozo de esta posesión, pues, entonces, esto corruptible se vestirá de incorrupción, y esto mortal se vestirá de inmortalidad; de este modo el castigo se habrá convertido en premio y lo que era carga se habrá tornado honor.

viernes, 6 de septiembre de 2019

La novedad de lo antiguo

"Les dijo también una parábola:
«Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque, si lo hace se rompe y al viejo no le cuadra la pieza del nuevo. el nuevo.
Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque, si lo hace, el vino nuevo reventará los odres y se derramará, y los odres se estropearán.
A vino nuevo, odres nuevos".
Estaba pensando en esta parábola y no se entiende cuando venimos hablando de ser cristiano desde que tenemos uso de razón (que no es mi caso), sino que Jesús se lo hablaba a gente que no era cristiana, sino que cuestionaba lo que Jesús hacía. Y lo cuestionaba porque no entendía la novedad de lo que Jesús venía a traer al mundo, porque la Palabra que Jesús predicaba era "algo nuevo" para ellos, y por eso no podían aceptar lo nuevo porque no podían quitarse lo que se había hecho viejo. Que, en realidad, eso es lo que le criticaba Jesús a los fariseos, escribas y doctores de la Ley: haber hacer "envejecido" la religión, es decir, algo que era una novedad para el mundo, pasados los años se había transformado en algo que no servía para la salvación, porque se habían dedicado a "vaciar" de contenido la Ley de Moisés y los Profetas, tanto que al venir el Mesías anunciado no lo pudieron reconocer.
Es así que no pueden adherir a lo nuevo sin dejar atrás lo viejo, o, mejor dicho, no quieren desprenderse de lo viejo para aceptar lo nuevo, por eso "no se puede poner un parche nuevo en un vestido viejo, ni un parche viejo en un vestido nuevo, porque no durarán unidos".
Y así nos pasa en nuestra vida: no podemos vivir la Novedad del Evangelio porque no dejamos la vida del mundo, es decir, aquello que no es de Dios no lo podemos unir a lo que es de Dios, "no se puede servir a dos señores, porque llegará el momento en que amarás a uno y odiarás a otro".
Pero, también, hay una frase que me llamó la atención y es la del final de la parábola:
"Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: "El añejo es mejor"».
Entonces, ¿en qué quedamos? ¿aceptar la novedad o aceptar lo antiguo? Es que Jesús no vino a abolir la Ley y los Profetas, sino a darle plenitud, por eso aceptar, con todo el corazón, con toda la mente, y con todo el entendimiento, el Evangelio de Jesús es vivir en plenitud la Ley y los Profetas. Porque Jesús vino a vivir lo que Dios había anunciado desde un principio, así lo orignal de Cristo es que no vino a "cumplir con la Ley", sino que vino a Vivir la Ley y los Profetas. Y ese es el vino añejo que es más sabroso que el nuevo. Por eso cuando muchos quieren hacer "nuevo" el evangelio, pierden lo mejor de lo que Jesús vino a traer: la novedad del anuncio original, que es lo que nos salvará en verdad, porque es la Palabra de Dios que se hizo Vida para que nosotros tuviéramos Vida en abundancia.

jueves, 5 de septiembre de 2019

Una conducta digna del Señor

"Hermanos:
No dejamos de orar por vosotros y de pedir que consigáis un conocimiento perfecto de su voluntad con toda sabiduría e inteligencia espiritual.
De esta manera vuestra conducta será digna del Señor, agradándole en todo; fructificando en toda obra buena, y crecimiento en el conocimiento de Dios, fortalecidos plenamente según el poder de su gloria para soportar todo con paciencia y magnanimidad, con alegría, dando gracias a Dios Padre, que os ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz".
San Pablo le habla a los colosenses, pero también nos hace recordar nuestra "obligación" de orar por nuestros hermanos, de dar gracias por los hermanos que el Señor nos ha dado y que nos acompañan en este Caminar hacia el Señor en santidad. Un Caminar que no siempre resulta fácil y cómodo, sino que tiene muchas vueltas, subidas, bajadas, tropiezos, caídas pero que, si tomamos conciencia de la comunión de los santos, nos resultará más fructíficero si descubrimos nuestra comunión y sabemos que no estamos solos en este caminar.
"No dejamos de orar por vosotros y de pedir que consigáis un conocimiento perfecto de su voluntad con toda sabiduría e inteligencia espiritual".
¡Qué importante es este párrafo! Conseguir un conocimiento perfecto de la Voluntad de Dios, pero no sólo un conocimiento intelectual sino un conocimiento que nos convenza de que así tenemos que vivir, que así seremos verdaderamente sus hijos, porque el Hijo lo vivió así: "mi alimento es hacer la Voluntad de mi Padre". Porque, en este caminar, muchas veces, creemos que porque ya hemos recorrido un trecho es suficiente y nos dejamos llevar por nuestros sentimientos, gustos y proyectos, dejando de lado la Voluntad de Dios, su Querer para nosotros, y su proyecto para nuestra misión.
Por eso, cuando nos esforzamos por "conseguir un conocimiento perfecto de Su Voluntad", nuestra "conducta será más difna del Señor, agradándolo en todo". Porque de eso se trata, al no sólo llamarnos cristianos, sino al serlo de verdad, nuestra vida tiene que ser digna de Cristo, no digna del mundo, porque del mundo son muchos, y ya Jesús nos lo dijo: "estáis en el mundo pero no sois del mundo". Por eso, en este continuo caminar tenemos que ir quitando de nuestra vida el vivir mundano y esforzarnos por el vivir cristiano.
Segurmente, no será fácil el camino, pero seremos "fortaleccidos plenamente según el poder de su gloria para soportar todo con paciencia y magnanimidad, con alegría, dando gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz". Él nos ha dado y nos seguirá dando la fortaleza y la sabiduría para que el Caminar sea gozoso y seguro hacia la meta soñada.

miércoles, 4 de septiembre de 2019

Cristo se refería a su propio cuerpo

Del Comentario de Orígenes, presbítero, sobre el evangelio de san Juan

    Destruid este templo y yo lo levantaré en tres días. Creo que en esta frase los judíos representan a los hombres carnales, entregados a la vida de los sentidos. Indignados al ver que Jesús había arrojado a los que con sus actos convertían la casa del Padre en lugar de negocios, pedían al Hijo de Dios, a quien ellos no reconocían, un signo con el que probara su autoridad para obrar de esta forma. El Salvador les dio entonces una respuesta en la que se refería tanto a su cuerpo como al templo sobre el que ellos preguntaban. En efecto, al decir ellos: ¿Qué señal nos das que justifique lo que haces?, Jesús responde: Destruid este templo y yo lo levantaré en tres días.
    Según mi parecer, tanto el templo como el cuerpo de Cristo pueden llamarse, con toda verdad, figura de la Iglesia, pues la Iglesia, construida de piedras vivas, edificada como templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, cimentada sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y teniendo al mismo Cristo Jesús como piedra angular, puede llamarse templo con toda razón. Por ello la Escritura afirma de los fieles: Vosotros sois cuerpo de Cristo, y sois miembros unos de otros. Por tanto, aunque el buen orden de las diversas piedras viniera a derribarse, aunque los huesos de Cristo fueran dispersados por las embestidas de la persecución, o los tormentos con que nos amenazan los perseguidores pretendieran destruir la unidad de este templo, el templo sería nuevamente reconstruido y el cuerpo resucitaría al tercer día, es decir, pasado el día del mal que se avecina y el de la consumación que lo seguirá.
    Porque llegará ciertamente un tercer día y en él nacerá un cielo nuevo y una tierra nueva, cuando estos huesos, es decir, la casa toda de Israel, resucitarán en aquel solemne y gran domingo en el que la muerte será definitivamente aniquilada. Por ello podemos afirmar que la resurrección de Cristo, que pone fin a su cruz y a su muerte, contiene y encierra ya en sí la resurrección de todos los que formamos el cuerpo de Cristo. Pues de la misma forma que el cuerpo visible de Cristo, después de crucificado y sepultado, resucitó, así también acontecerá con el cuerpo total de Cristo formado por todos sus santos: crucificado y muerto con Cristo, resucitará también como él. Cada uno de los santos dice, pues, como Pablo: Líbreme Dios de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo; por él el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo. Por ello de cada uno de los cristianos puede no sólo afirmarse que ha sido crucificado con Cristo para el mundo, sino también que con Cristo ha sido sepultado, pues, si por nuestro bautismo fuimos sepultados con Cristo, como dice san Pablo, con él también resucitaremos, añade, como para insinuarnos ya las arras de nuestra futura resurrección.