De los Sermones de san Bernardo, abad
Trabajemos para tener el manjar que no se consume: trabajemos en la obra de
nuestra salvación. Trabajemos en la viña del Señor, para hacernos merecedores
del denario cotidiano. Trabajemos para obtener la sabiduría, ya que ella afirma:
Los que trabajan para alcanzarme no pecarán. El campo es el mundo -nos dice
aquel que es la Verdad-; cavemos en este campo; en él se halla escondido un
tesoro que debemos desenterrar. Tal es la sabiduría, que ha de ser extraída de
lo oculto. Todos la buscamos, todos la deseamos.
Si queréis preguntar -dice la Escritura-, preguntad; convertíos, retornad. ¿Te
preguntas de dónde te has de convertir? Refrena tus deseos, hallamos también
escrito. Pero si en mis deseos no encuentro la sabiduría -dices-, ¿dónde la
hallaré? Pues mi alma la desea con vehemencia, y no me contento con hallarla, si
es que llego a hallarla, sino que echo en mi regazo una medida abundante, bien
apretada y bien colmada hasta rebosar. Y esto con razón. Porque, dichoso el
hombre que encuentra sabiduría, el que alcanza inteligencia. Búscala, pues,
mientras puede ser encontrada; invócala, mientras está cerca.
¿Quieres saber cuán cerca está? Cerca está la palabra, en tu boca y en tu
corazón; sólo a condición de que la busques con un corazón sincero. Así es como
encontrarás la sabiduría en tu corazón y tu boca estará llena de inteligencia,
pero vigila que esta abundancia de tu boca no se derrame a manera de vómito.
Si has hallado la sabiduría has hallado la miel; procura no comerla con exceso,
no sea que, harto de ella, la vomites. Come de manera que siempre quedes con
hambre. Porque dice la misma sabiduría: El que me come tendrá más hambre de mí.
No tengas en mucho lo que has alcanzado; no te consideres harto, no sea que
vomites y pierdas así lo que pensabas poseer, por haber dejado de buscar antes
de tiempo. Pues no hay que desistir en esta búsqueda y llamada de la sabiduría,
mientras pueda ser hallada, mientras esté cerca. De lo contrario, como la
miel daña -según dice el Sabio- a los que comen de ella en demasía, así
el que se mete a escudriñar la majestad será oprimido por su gloria.
Del mismo modo que es dichoso el hombre que encuentra sabiduría, así también es
dichoso, o mejor, más dichoso aún, el hombre que es constante en la sabiduría;
esto seguramente se refiere a la abundancia de que hemos hablado antes.
En estas tres cosas se conocerá que tu boca está llena en abundancia de
sabiduría o de prudencia: si confiesas de palabra tu propia iniquidad, si de tu
boca sale la acción de gracias y la alabanza y si de ella salen también palabras
de edificación. En efecto, creemos con el corazón para obtener la justificación
y hacemos con la boca profesión de nuestra fe para alcanzar la salud. Y además,
lo primero que hace el justo al hablar es acusarse a sí mismo; y así, lo que
debe hacer en segundo lugar es ensalzar a Dios, y en tercer lugar (si a tanto
llega la abundancia de su sabiduría) edificar al prójimo.
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