miércoles, 27 de febrero de 2019

No son de los nuestros

«Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros».
En un pqueño texto el Señor nos habla del pecado del hombre de querer adueñarse de lo que le han dado para servir, o de ser quien ponga los límites de quien está y de quien no. Enseguida que nos dan un título, un cargo, o un lugar para hacer algo, pronto nos creemos los dueños de todo y pareciera que nada puede hacerse sin que yo lo quiera o lo apruebe. Y así comenzamos a poner divisiones y muros entre unos y otros.
Por eso mismmo, "Jesús respondió:
«No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro».
¿Por qué tengo que impedir que alguien haga lo mismo que yo? ¿Yo soy acaso el dueño de la Gracia? Si Diios nos ha dado tal cargo u ocupación no es para hacernos los dueños de todo, sino para servir a todos desde el lugar en el que Él me ha puesto, porque, como dijo el Señor: "sabeis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos. No ha de ser así entre vosotros, cino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo, de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos".
El pecado original, junto a nuestra vanidad y egoísmo, nos lleva pensar como seres absolutos que se apropian de algo y no dejan que otros formen parte de lo que el Señor nos ha pedido hacer para el bien de los hermanos. Cuando nos olvidamos que, también nosotros, formamos parte de esta "generación malvada y pervertida" (como nos llama el Señor) caemos en el terrible pecado de hacernos los señores de todo lo que está a nuestro alcance y no dejamos que otros formen parte de la misma misión, cada uno según el carisma que el Señor le ha dado.
"Estos no son de los nuestros", decían los apóstoles, muy seguros de que ellos tenían la razón sobre su juiciio, y sin embargo el Señor da el Espíritu a quien quiere y llama a quien quiere, por eso no somos nosotros quienes hemos de ponerle límites a lo que el Espíritu quiere suscitar, sino estar al servicio de todos, para que unidos en el mismo Espíritu lleguemos a ser Uno en Él para dar testiimonio de lo que somos: hijos del mismo Padre, llamados por Jesús para ser testimonio de su Vida en el mundo, y servir desde el amor a aquellos que buscan salvarse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.