"Cuando Jeremías acabó de transmitir cuanto el Señor le había ordenado decir a la gente, los sacerdotes, los profetas y todos los presentes lo agarraron y le dijeron:
«Eres reo de muerte. ¿Por qué profetizas en nombre del Señor que este templo acabará como el de Siló, y que esta ciudad quedará en ruinas y deshabitada?».
Y el pueblo se arremolinó en torno a Jeremías en el templo del Señor".
Cuando predicamos la bondad, el amor, lo bueno de Dios todo está bien, pero cuando Dios nos envía para hablar fuerte al pueblo dándoles pautas para el camino de la conversión y haciéndoles ver los errores cometidos, entonces ya el profeta no es bueno. Le pasó a todos los Profetas, le pasó a Jesús, y, segurmanete nos pasa a nosotros con los demás y a los demás con nosotros.
¿Por qué? Porque no nos gusta que nos digan las cosas tal cual son, aunque nos guste decirlas a los demás. Cuando alguien me pone frente a una verdad que no me agrada, cuando me hacen ver que lo que estoy viviendo no está bien, entonces se produce un mí una reacción que, muchas veces, no podemos modificarla y, como le pasó a Jeremías, nos ponemos en contra del instrumento que viene a ayudarnos a la conversión.
Porque no era Jeremías quién quería decir lo que dijo, sino que Dios envió al profeta a hablar, y el fue Fiel a la Voluntad de Dios. Pero no, muchas veces, cuando nos ofuscamos o se nos cierra la mente lo primero que hacemos es atacar al instrumento que nos habla de la Verdad de Dios. Es la reacción que tenemos cuando de repente el sol ilumina nuestros ojos: el sol nos ciega y por eso cerramos los ojos. Cuando la verdad es muy evidente cerramos la mente y el corazón y buscamos la oscuridad de nuestro propio error.
«¿De dónde saca este esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No vivin aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?».
Y se escandalizaban a causa de él".
Aunque las palabras que escuchamos sean las mejores que nos han dicho, y veamos que lo que sale de la boca del profeta es sabiduría que no es propia del hombre, igualmente no podemos aceptarla. Y sí, renunciamos a aceptar la Verdad cuando la Verdad apunta a mi error y pecado, y no sólo negamos la Verdad sino que acusamos al instrumento que nos muestra la Verdad. Y Jesús nos dijo: "sólo la verdad los hará libres", y por eso aún seguimos envueltos en las tinieblas del error, del pacado, de la muerte de los valores no sólo humanos, sino de los valores espirituales y sobrenaturales que nos elevan a la dignidad de hijos de Dios.
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