sábado, 11 de agosto de 2018

Poca fe

"Jesús contestó:
«¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros, ¿hasta cuándo tendré que soportaros? Traédmelo».
¿Hoy podría decir lo mismo Jesús sobre nosotros? Creo que sí, que podría decir lo mismo que dijo aquél día cuando los apóstoles no pudieron hacer el milagro de la sanación de ese niño. Y no es que se haya enfadado por el milagro en sí, sino por lo que realmente dijo y por lo que les contestó después:
«Por vuestra poca fe. En verdad os digo que, si tuvierais fe como un grano de mostaza, le diríais a aquel monte: “Trasládate desde ahí hasta aquí”, y se trasladaría. Nada os sería imposible».
¿Poca fe? Sí, poca fe. Aunque la fe no se puede pesar, ni calcular su cantidad, Jesús habla de poca fe porque en la vida se ve cuándo uno tiene fe suficiente como para hacer grandes milagros. Porque en realidad la Fe es algo inmaterial, pero siempre hablamos de tener poca fe cuando no podemos vivir algo que el Señor nos está pidiendo o está permitiendo en nuestras vidas.
Y ¿de dónde nos viene más o menos fe? La Fe es un Don de Dios que se nos da, pero no todos están dispuestos a recibirlo, y no todos están dispuestos a conservarlo y madurarlo, por eso es que, muchas veces hablamos de poco o de no tener.
La Fe nace de la relación con Dios, su Gracia nos ayuda a conservar y madurar, por eso necesitamos esa relación personal y constante con el Señor, para que nuestra vida de Fe vaya madurando. Y cuánto más en Gracia estoy más puede madurar mi vida de Fe.
Y ¿qué es estar en Gracia? Estamos en Gracia cuando rezamos y meditamos su Palabra. Cuando nos alimentamos con el Pan de la Vida. Y, fundamentalmente cuando vivimos en fidelidad a los Mandamientos y los Consejos Evángelicos. Por eso mismo, sabiendo, lo débiles que somos y que estamos siempre sorteando tentaciones y que, muchas otras veces, caemos, el Señor nos ha dejado el Sacramento de la Reconciliación (la confesión sacramental) que es el sacramento que renueva en nosotros la Gracia y nos fortalece para seguir recorriendo el Camino de la Santidad.
Y, de manera extaordinaria la Eucaristía es el sacramento más precioso y lleno de Gracia, pues es la Vida misma de nuestra Señor que se nos da en el Pan de la Vida. Y llegar a Él con "el corazón contrito y humillado" es el mejor sustento para nuestra vida de Fe. Porque Él es quien se nos da como Verdadero Alimento que fortalece nuestra Vida de Gracia para que alcancemos la meta de nuestra santidad, que es el mayor de los milagros que podamos realizar, y lo hacemos confiando en su Amor y su Gracia.

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