Las vírgenes necias y las prudentes, una hermosa parábola que nos lleva a pensar en nuestra virtud y nuestra capacidad de vivir la virtud, porque vemos cómo Jesús nos lleva a mirar no sólo la virtud de la virginidad sino la capacidad para mirar la realidad. Esa capacidad se demuestra en los echos: las necias y las prudentes.
Las prudentes se pusieron a razonar y pensar qué es lo que tenían que llevar para ese monento, para la situación que estaban viviendo. En cambio las necias sólo vieron a dónde tenían que ir y a quién tenían que esperar, no fueron inteligentes al asumir una misión.
Así vemos que nos está reñida la virutd, la fe con la capacidad intelectual, con la razón, ni menos con la prudencia. Porque en todo momento, si bien tenemos que vivir de la Fe, pero no podemos ser ni imprudentes ni necios.
Lo contrario a necio no sólo es prudencia, sino que también es ser inteligente: tener la capacidad para pensar y razonar lo que somos y lo que vamos a hacer. Y la prudencia nos ayuda a hacer lo debido en el momento oportuno. Porque puede ser que no siempre hagamos lo debido en el momento oportuno, porque en ello se mezcla nuestro temperamento y nuestra capacidad de saber actuar.
Y ahí nos encontramos, también, con ejemplo bien extremos: el que espera tanto el momento oportuno que se le pasa el arroz, y el que por ansiedad o fuerza temperamental dice o hace cosas sin importarle el momento y el lugar.
Sí, es complicado encontrar el momento y el lugar para decir o hacer las cosas. Quizás en algunos casos nunca los encontremos, pero siempre tenemos que estar dispuesto no a hacer lo que queramos sino lo que Dios nos pida. Por eso tenemos que saber estar en relación con Dios para saber "escucharlo", para saber escuchar cuando nos digan "ya llega el esposo" y encender nuestras lámparas.
Pero si estamos tan ocupados en la frivolidad de todos los días, muy metidos en nuestras propias cosas, quizás se nos acabe el aceite de las lámparas y no podamos salir al encuentro del esposo cuando llegue. Quizás no podamos hacer lo que Dios quiere no porque no tengamos la capacidad para hacerlo, sino porque no estuvimos atentos al momento en que Diios quería que lo hiciéramos.
No seamos tan necios de creer todo lo que nos dice el mundo, sino que abramos los ojos y el corazón al Espíritu Santo, para que sea Él quien nos anime y ayude a discernir, quien nos fortalezca para actuar en el momento oportuno, quien nos encienda para poder salir al encuentro de lo que Dios nos pida con todas nuestras fuerzas.
Si cambiamos las palabras podemos llegar a decir que podemos llegar a ser muy rezadores, o devotos de las misas, o muy santos, pero si no somos prudentes y estamos atentos a la Voz del Señor, de nada nos sirve, pues sólo hemos vivido para una cosa pero no para hacer la Voluntad de Dios.
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