martes, 14 de agosto de 2018

El profeta

"Entonces me dijo:
«Hijo de hombre, come lo que tienes ahí, cómete este volumen y vete a hablar a la casa de Israel».
Abrí la boca y me dio a comer el volumen, diciéndome:
«Hijo de hombre, alimenta tu vientre y sacia tus entrañas con este volumen que te doy».
Lo comí, y me supo en la boca dulce como la miel".
Para el Profeta, y nosotros también hemos sido ungido para ser profetas, la Palabra de Dios es un alimento necesario para el Cuerpo y para el alma, pero, como todo alimento no es sólo para uno mismo, sino que es para servir a los demás. Así Dios nos presenta la Palabra como algo dulce a nuestros labios y boca para que la podamos aceptar y saborear, aprovechar hasta la última letra para que nos alimente. Y una vez alimentados con la Palabra poder anunciarla a todos los hombres, pues esa es la misión propia del Profeta: anunciar a los hombres la Palabra de Dios.
Así será la misma Palabra la que nos de fuerzas para poder salir y anunciar, para poder esuchar y hablar, porque no siempre el profeta tendrá "ganas" de habar, no siempre el profeta tendrá "ánimos" para anunciar, pero tiene que saber que nada de lo que hará o tiene que hacer es por sí mismo, sino porque es su misión y será la misma Palabra la que lo lleve a anunciar: "¡ay de mí si no predicara!", decía san Pablo. Cuando nos alimentamos con la Palabra de Dios no lo hacemos, vuelvo a insistir, sólo para nuestra salvación sino que el Señor nos ha llamado y nos ha ungido para ser profetas en este mundo, en esta hora y para estos hombres.
Es por eso mimso que Él nos pide que alcancemos un espíritu de niños pequeños, para que aprendamos y sepamos confiar en la Voz del Padre, para que nos dejemos conducir por Su Palabra. Pero no que nos dejemos conducir como seres sin inteligencia y sin razón, sino que será Él mismo quien nos oriente y nos de razones para creer, quien nos ayude a comprender el sentido del mensaje y nos fortalezca para poder llevar a todos los hombres el mensaje de la Esperanza de la Salvación, el mensaje de la alegría del Evangelio, el mensaje del gozo de la santidad.
A veces escuchamos que Dios nos quiere sumisos, y no es así, nos quiere obedientes pero para ellos nos da razones ciertas y creíbles para poder obedecer, no somos animalitos bien adiestrados que hacen las cosas sin razón, sino que nos quieres hombes, varones y mujeres, que sepan discernir y tengan razones suficientes para creer, para vivir y para anunciar con sus vidas lo que creen y lo que viven.
Porque el Profeta no es sólo un altavoz que no sabe lo que dice, sino que es un hijo de Dios que ha aceptado seguir la Voz de su Señor, de su Padre y creciendo como hijo pequeño alcazó la grandeza y la fortaleza de los que han sabido comprar el mejor tesoro para sus vidas: el Reino de los Cielos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.