miércoles, 15 de agosto de 2018

Bendita tú entre las mujeres

Cuando Isabel escucha el saludo de María exclama:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!"
Una frase que, cada día, resuena entre nuestros labios cuando hablamos con María, Nuestra Madre. Una frase que no es sólo una frase sino que es una confesión de fe en la Encarnación del Hijo de Dios en el seno de la Virgen. Es una confesión de fe en la Promesa cumplida de nuestro Dios. Es una confesión de fe que nace de la alegría del corazón que ha sido iluminado por el Espíritu Santo. Por eso no tienen que ser sólo palabras que salen de nuestros labios, sino que tienen que ser dichas con todo el sentido y el sentimiento que tenían cuando salieron del corazón de Santa Isabel.
¿Por qué? Porque forma parte de nuestra vida de fe, y nuestra vida de fe no es algo rutinario, sino que es algo extraordinario porque "no viene ni de la carne ni de la sangre, sino de nuestro Padre de los Cielos", es un Don de Dios que se nos ha dado para poder creer lo que no hemos visto, pero que sabemos que es cierto y que, el saberlo y creerlo, nos llena de alegría el corazón y la vida.
Por eso mismo Isabel decía: "¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».
Hoy nosotros podemos responder a esa pregunta ¿quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Soy su hijo, el hijo que el Hijo le dio a María en la Cruz. Hoy soy el hijo de María porque Jesús así se lo dijo a la Madre. Y ¿por qué la recibo? ¿Porqué me ama tanto María? ¿Por qué no he de vivir en la alegría total de saberme amado por María?
Santa Teresita de Lisieux, hablando con la Virgen María, en sus oraciones, le decía: "puedo decir que yo tengo algo que tú no tenías Madre. Yo te tengo a tí como Madre, por eso puedo decir que soy más feliz que tú". Y es cierto María es nuestra Madre y eso nos tiene que llenar el corazón de alegría y consuelo, pues sabemos que la Madre siempre estará cerca, aún cuando nos alejemos de Ella, aún cuando reneguemos de Ella, Ella siempre estará atenta y vigilante, pues así se lo ha pedido Su Hijo.
Y así con esta alegría inmensa de saber que nuestra Madre, como primicia de todo el género humano, fue asunta a los Cielos en Cuerpo y Alma, para ayudarnos a creer en la Vida Eterna, y para estar desde el Cielo siempre cerca de sus hijos en la tierra, podemos cantar, cada día, junto a Ella, su mismo y hermoso cántico:
"Proclama mi alma la grandeza del Señor.
Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador,
porque ha mirado la humildad de su servidora.
Me llamarán bienevanturada todas las generaciones
porque el todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas.
Su nombres es Santo".

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