Hay pasajes evangélicos que con sólo leer la primera línea ya sabemos por dónde va y lo que va a pasar, son como las películas que hemos visto muchas veces, el final ya lo sabemos y, por eso, corremos el riesgo de dormirnos en la mitad de la película o del libro. Pero siempre nos gusta volver a verlas o leerlos, pues han sido y son importantes, por algo en nuestras vidas.
Creo que con este pasaje del evangelio nos pasa lo mismo y sin embargo, siempre, hay algo nuevo en la Palabra de Dios que puede suscitar en cada uno algo diferente.
Si comenzamos por el principio del párrafa vemo que Jesús, después del milagro (la multiplicación de los panes y peces) despide a toda la gente y a los discípulos y se "va solo a orar al monte". No son pocos los evangelios que nos van recordando esta "necesidad" de Jesús. Pero ¿cómo siendo Dios tiene necesidad de irse a orar? Sí, es Dios, pero es Dios Hijo hecho Hombre y como Hombre tiene necesidad de encuentro con su Padre, necestia en cada momento "descansar" en su Padre, "escuchar" a su Padre, "aprender" de su Padre, "buscar su Voluntad" para seguir siendo obediente. Porque como Hombre quería demostrarnos y mostarnos lo que, cada uno, tenemos que aprender para llegar a vivir como Hijos, pero no lo hace por obligación, lo hace por necesidad: necesita del Padre, y sobre todo necesita descansar en el Padre.
Por otro lado no se detiene a pensar en si va a alcanzar o no a los apóstoles que han salido en la barca hacia otro lado, pues sabe lo que tiene que hacer y sabe cómo va a hacerlo, por que siempre está en relación con el Padre y Él le va acompañando en Su Caminar.
Claro que tampoco hace esas cosas extraordinarias para asombrar a los demás de su poder, pues la vanidad no está en él, sino que quiere "sacar" de sus corazones lo mejor y darnos ejemplos de cómo vivir esos momentos. Por eso, al acercarse a la barca lo primero que les dice es: "no temáis, soy Yo". Porque lo extraordinario, aunque muchas veces lo esperamos y queremos, pero cuando es algo tan extraordinario, puede llegar a asombrarnos a asustarnos, sobre todo el saber que Dios viene hacia mí.
Y en este momento vemos una actitud muy "despechada" de Pedro: "Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti sobre el agua". Poner a prueba al Señor, querer corroborar su identidad poniéndolo a prueba. Y el Señor no tiene problema de saber Quién es, el problema es que nosotros no sabemos si podemos responder a esa misma pregunta: ¿podremos caminar sobre las aguar? ¿Tenemos tanta confianza como para hacer responsables de que al saber que es Dios hagamos lo que nos mande?
Y Pedro, sin dudarlo, se lanza sobre las aguas. No le queda más remedio que hacer lo que ha pedido. Pero no lo mira al Señor, no tiene su mirada puesta en el Señor, porque en realidad lo que quiere es caminar sobre las aguas y no ir en busca del Señor. Y por eso comienza a hundirse.
Muchas queremos ser nosotros nuestros dioses y por eso lo ponemos a prueba, para ver si al no responder nosotros ocupamos su lugar. Pero cuando lo ocupamos y lo quitamos de nuestras vidas descubrimos que nada podemos hacer, y las cosas de todos los días nos vuelven a hundir, nos comienzan a tapar poco a poco.
Pedro pidió ayuda, porque reconoció que no podía hacer lo mismo que Dios sin Dios, pero no siempre tenemos la humildad de pedir ayuda o de reconocer nuestro error...
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