viernes, 31 de agosto de 2018

Destruiré la sabiduría

"Hermanos:
No me envió Cristo a bautizar, sino a anunciar el Evangelio, y no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo.
Pues el mensaje de la cruz es necedad para los que se pierden; pero para los que se salvan, para nosotros, es fuerza de Dios.
Pues está escrito:
«Destruiré la sabiduría de los sabios, frustraré la sagacidad de los sagaces».
San Pablo tiene muy claro que para transmitir el mensaje de Jesús no hacen falta muchas palabras, aunque querramos escribir largos y grandes tratados acerca del misterio de Dios, aunque tengamos muchas cartas y documentos papales, si no aceptamos el mensaje de la Cruz nunca entenderemos el mensaje de la Salvación.
Y así se va dando en nuestras vidas, pues, no somos pocos los que a la hora de aceptar la Cruz nos escandalizamos y rechamos a Dios, pues eso no estaba dentro de nuestros planes "cristianos", sino que "a mi Dios no me puede pedir eso".
Es así que, aunque hallamos leído muchos libros, hayamos estudiado en muchos cursos, o hayamos hecho muchos rosarios y misas, si no aceptamos en mensaje Salvador que viene por la Cruz de Cristo, nada han servido, pues es el único mensaje que se nos ha dado y el único que debemos predicar para evangelizar el mundo, pues sin la Cruz no hay Resurrección.
Es cierto que no es la Cruz el final de nuestro camino, ni es lo que Dios quiere que vivamos, pero sí fue y es un instrumentos eficaz para la salvación de las almas, pues en la Cruz Jesús murió y mató el pecado con nosotros, para que nosotros unidos a Él podamos alcanzar la Vida que nos trae su Resurrección. Pero si no nos subimos con Él al leño de la Cruz y con Él ofrecemos nuestro vida al Padre, no alcazamos nuestra salvación.
Es por eso que Pablo dice: "destruiré la sabiduría de los sabios, frustraré la sagacidad de los sagaces", porque los sabios buscan entender y el Señor nos pide aceptar, los sagaces buscan un camino alternativo, y Dios sólo tiene un Camino: Jesús. Es tan simple el Camino que el Señor nos ha marcado que no es difícil comprenderlo y aceptarlo, porque sólo se vive en unidad de Amor con Él.

jueves, 30 de agosto de 2018

Estad en vela

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor".
Es cierto que esta Palabra de Jesús nos puede llevar a pensar en nuestro último día sobre la tierra y, por eso, tenemos que estar en vela, para que ese día no nos sorprenda sin habernos preparado y, sobre todo, sin haber vivido lo suficiente en la Voluntad de Dios o, que es lo peor, sin haber vivido.
Pero también es cierto que nos habla de Fidelidad, de Fidelidad a la Voluntad de Dios, principalmente, para que en todo momento podamos estar preparados para ser Fieles a Dios y no a los hombres. Estar preparados para que no se nos mezclen las ideas ni las ideología que andan pululando a nuestro alrededor y que, como sirenas del mar, nos van cantando bellas canciones al oido que nos alejan del Camino del Señor.
Sí, hay Sirenas del mar que, como en las antiguas leyendas de piratas y corsarios, nos cantan hermosas canciones para hacernos cambiar el rumbo y finalmente "tragarnos" para ser su comida. Así son algunas ideología que con el nombre de Evangelio nos van apartando de la Verdad Revelada, pues si buscamos en el Evangelio no hay ninguna de las cosas que nos quieren hacer creer.
Por eso, también hay que estar preparados: para saber leer entre líneas lo que me quieren vender como verdad, pues no son más que mentiras que nos vamos inventando para hacer lo que se nos da la gana y no lo que Dios quiere, porque si realmente quiséramos hacer lo que Dios quiere no perderíamos el tiempo en inventarnos caminos distintos al Evangelio, pues en el Evangelio tenemos toda la Palabra que nos da Vida, y los consejos evangélicos nos muestran el Verdadero Camino de la Vida, que es Jesucristo.
Hoy escuchamos, en algunos lados, que la Iglesia te quiere sumiso, obediente, pero yo digo que si he aceptado el Camino del Evangelio, habiendo conocido y discernido cuál es la Voluntad de Dios, lo que vivo es en Fidelidad a un Camino. Y debo y tengo que saber discernir por lo que he optado, porque no puede querer vivir dentro de una Comunidad para cambiarle su forma de vivir, si busco estar en Ella es porque ese es el Camino que quiero recorrer, pero si busco otro camino busca otro lugar.
Estad en vela para no dejarnos engañar, para no quedarnos con lo primero que esuchamos o que nos dicen, y, sobre todo, para que el Príncipe de este mundo que se viste con traje de cordero no nos engatuse con sus hermosas frases disfrazadas de evangelio, sino que sepamos escuchar la Voz del Buen Pastor y seguirlo a Él aunque, a veces o siempre, nos sea difícil y complicado.
Estar en vela para saber defender la Verdad a la que nos hemos adherido, la que nos muestra el Camino, la Verdad y la Vida, y no dejar que los falsos profetas nos hagan creer que la Verdad ha cambiado de sentido.

miércoles, 29 de agosto de 2018

Cíñete los lomos

"En aquellos días, me vino esta palabra del Señor:
«Cíñete los lomos: prepárate para decirles todo lo que yo te mande. No les tengas miedo, o seré yo quien te intimide.
Desde ahora te convierto en plaza fuerte, en columna de hierro y muralla de bronce, frente a todo el país".
Cuando Dios llamó a Jeremías le dijo cuál iba a ser su misión y cómo la realizaría, y así mismo cómo sería Él, el Señor, quien trasnformaría su vida para poder así transmitir su Palabra a los hombres, que, a pesar de su debilidad humana, el Señor lo fortalecería para poder ser el Profeta del Señor.
"Cíñete los lomos", una actitud que el Señor le pide a Jeremías, al profeta, para que esté siempre preparado a lo que venga, pues aceptar la Voluntad de Dios no es fácil, pues conlleva una decisión de renunciar a todos los planes y proyectos propios para dejarse conducir por Él. Pero, además, la misión profética que el Señor nos pide nos implicará muchas veces (por no decir todas) ir contracorriente del mundo, y para eso se necesita una fuerte disponibilidad y fuerza de voluntad para mantenerse en el Camino.
Es cierto que para poder llegar a vivir en Fidelidad a la Voluntad de Dios, será el mismo Señor quien nos de su Gracia, pero cada día necesitamos renovar nuestra disponibilidad para hacer Su Voluntad y no la nuestra.
"Ceñirnos los lomos" para que no sean nuestras palabras y nuestros deseos los que prediquemos sino que dejemos que la Palabra del Señor llene nuestro corazón y sea la que salga por nuestros labios, porque, a veces, los enfaados, las envidias, los menosprecios, el egoísmo, la vanidad, el orgullo pueden hacer que la misión del profeta no sea válida pues no ha predicado a Dios sino que se ha predicado a sí mismo, porque se ha olvidado que el pecado original también habita en él.
"No les tengas miedo, o seré yo quien te intimide", es una frase muy fuerte de pare de Dios para el profeta, pues, muchas veces, tenemos miedo o vergüenza para no sólo hablar de Dios en algunos ambientes, sino para denunciar el mal del mundo, para mostrar el Camino seguro, para ayudar al hermano a descubrir un nuevo rumbo para su vida. Tenemos miedo de que nos señales con el dedo, que nos llamen Beatos u otras cosas que pueden sonar mal a nuestros oídos. Pero no te preocupes, eso mismo hicieron con el Señor y sus discípulos, por eso, es el mismo Señor quien nos sostiene en la prueba, quien nos fortalece en la lucha, quien nos ilumina ante la oscuridad del miedo.
"Desde ahora te convierto en plaza fuerte...", si tenemos en cuenta que la misión no es nuestra, sino que es la que el Señor nos pide que realicemos, sabremos que la fortaleza, las palabras, el don de hablar, o lo que tengamos que hacer viene de Él, por eso lo que recibimos es la Paz del alma para poder realizar lo que Él mande, pues aquí, como María somos instrumentos en Sus Manos, somos los Esclavos del Señor para hacer Su Voluntad y no la nuestra.

martes, 28 de agosto de 2018

De las confesiones de San Agutín

Habiéndome convencido de que debía volver a mí mismo, penetré en mi interior, siendo tu mi guía, y ello me fue posible porque tú, Señor, me socorriste. Entré y ví con los ojos de mi alma, de un modo u otro, por encima de la capacidad de estos mismos ojos, por encima de mi mente. una luz inconmutable; no esta luz ordinaria y visible a cualquier hombre, por intensa y clara que fuese y que lo llenara todo con su magnitud. Se trataba de una luz completamente distinta. Ni estaba por encima de mi mente, como el aceite sobre el agua o como el cielo sobre la tierra, sino que estaba en lo más alto. ya que ella fue quien me hizo, y yo estaba en lo más bajo, porque fui hecho por ella. La conoce el que conoce la verdad. ¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad! Tú eres mi Dios, por ti suspiro día y noche. Y, cuando te conocí por vez primera. fuiste tú quien me elevó hacia ti, para hacerme ver que había algo que ver y que yo no era aún capaz de verlo. Y fortaleciste la debilidad de mi mirada irradiando con fuerza sobre mí, y me estremecí de amor y de temor; y me di cuenta de la gran distancia que me separaba de ti, por la gran desemejanza que hay entre tú y yo, como si oyera tu voz que me decía desde arriba: "Soy alimento de adultos: crece, y podrás comerme. Y no me transformarás en substancia tuya, como sucede con la comida corporal, sino que tú te transformarás en mí.»
    Y yo buscaba el camino para adquirir un vigor que me hiciera capaz de gozar de ti, y no lo encontraba, hasta que me abracé al mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también él, el cual está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos, que me llamaba y me decía: Yo soy el camino de la verdad y la vida, y el que mezcla aquel alimento. que yo ha podía asimilar, con la carne, ya que la Palabra se hizo carne, para que, en atención a nuestro estado de infancia, se convirtiera en leche tu sabiduría, por la que creaste todas las cosas.
    ¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé: Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti.

lunes, 27 de agosto de 2018

Confesionoes de San Agustín

Cuando ya se acercaba el día de su muerte -día por ti conocido, y que nosotros ignorábamos-, sucedió, por tus ocultos designios, como lo creo firmemente, que nos encontramos ella y yo solos, apoyados en una ventana que daba al jardín interior de la casa donde nos hospedábamos, allí en Ostia Tiberina, donde, apartados de la multitud, nos rehacíamos de la fatiga del largo viaje, próximos a embarcarnos. Hablábamos, pues, los dos solos, muy dulcemente y, olvidando lo que queda atrás y lanzándonos hacia lo que veíamos por. delante, nos preguntábamos ante la verdad presente, que eres tú, cómo sería la vida eterna de los santos, aquella que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre. Y abríamos la boca de .nuestro corazón, ávidos de las corrientes de tu fuente, la fuente de vida que hay en ti.
    Tales cosas decía yo, aunque no de este modo ni con estas mismas palabras; sin embargo, tú sabes, Señor, que, cuando hablábamos aquel día de estas cosas, y mientras hablábamos íbamos encontrando despreciable este mundo con todos sus placeres, ella dijo:
    «Hijo, por lo que a mí respecta, ya nada me deleita en esta vida. Qué es lo que hago aquí y por qué estoy aún aquí, lo ignoro, pues no espero ya nada de este mundo. Una sola cosa me hacía desear que mi vida se prolongara por un tiempo: el deseo de verte cristiano católico, antes de morir. Dios me lo ha concedido con creces, ya que te veo convertido en uno de sus siervos, habiendo renunciado a la felicidad terrena. ¿Qué hago ya en este mundo?»
    No recuerdo muy bien lo que le respondí, pero al cabo de cinco días o poco más cayó en cama con fiebre. Y, estando así enferma, un día sufrió un colapso y perdió el sentido por un tiempo. Nosotros acudimos corriendo, mas pronto recobró el conocimiento, nOs miró, a mí y a mi hermano allí presentes, y nos dijo en tono de interrogación:
    «¿Dónde estaba?»
    Después, viendo que estábamos aturdidos por la tristeza, nos dijo:
    «Enterrad aquí a vuestra madre.»
    Yo callaba y contenía mis lágrimas. Mi hermano dijo algo referente a que él hubiera deseado que fuera enterrada en su patria y no en país lejano. Ella lo oyó y, con cara angustiada, lo reprendió con la mirada por pensar así, y, mirándome a mí, dijo:
    «Mira lo que dice.»
Luego, dirigiéndose a ambos, añadió:
    «Sepultad este cuerpo en cualquier lugar: esto no os ha de preocupar en absoluto; lo único que os pido es que os acordéis de mí ante el altar del Señor, en cualquier lugar donde estéis.»
    Habiendo manifestado, con las palabras que pudo, este pensamiento suyo, guardó silencio, e iba luchando con la enfermedad que se agravaba.

domingo, 26 de agosto de 2018

Esto os escandaliza?

"En aquel tiempo, muchos de los discípulos de Jesús dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?».
Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:
«¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre vosotros que no creen».
El evangelio de hoy es una continuación del evangelio del Pan de Vida, y por eso muchos discípulos de Jesús decías que "su hablar es duro", porque no podían entender lo que Él les decía, no podían aceptar o comprender de lo que les hablaba.
Es cierto que, muchas veces, no entendemos a Dios, no comprendemos cuál es Su Voluntad y, otras tantas, no aceptamos lo que Él nos pide o nos quiere decir o nos permite vivir. Son estos algunos de los motivos por los que renegamos o renunciamos al Señor, y nos vamos detrás de otros dioses.
Al saber Jesús que hablaban así o que tenían ese pensar sobre lo que Él les estaba hablando es que surge esta esta pregunta afirmación: "esto os escandaliza?". Lo que no entendemos o no comprendemos es el argumento para poder no querer ni entender ni comprender, porque así podemos excusarnos de hacer o de cumplir con algún mandamiento o con la misma Voluntad de Dios.
Pero ante el escándalo de no entender o no comprender, existe la alternativa de preguntar y esperar la respuesta para poder ver con claridad. Por eso se hace visible aquello de que "no hay sordo que el que no quiere oír", para poder decir que cuando no queremos obedecer decimos que no podemos comprender.
Es que Dios nos habla con lenguaje humano de realidades sobrenaturales o místicas, y así el lenguaje humano no puede alcanzar a describir los misterios de la fe. Los discípulos de Jesús no podían, en ese momento, contemporáneos a Él, aceptar que tenían que comer su carne y beber su sangre, para tener vida eterna. Si, a veces, te encuentras con cristianos que aún no lo entienden ¡cómo lo iban a entender ellos!
Pero, vuelvo a lo mismo, no entender o no comprender no me tiene que escandalizar si realmente conozco a quien me está dirigiendo la palabra. Por eso es que hace falta, como le respondía Pedro a Jesús: conocerlo a Él:
"Señor, a ¿quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios".
Es una respuesta de Fe, es el Don de la Fe que se hace palabra y expresa lo que el corazón siente, pero no lo que la mente conoce, sino una experiencia sobrenatural de lo humano. Es por eso que siempre tenemos que pediir el Espíritu Santo antes de decirle No al Señor.

sábado, 25 de agosto de 2018

El padre que ve en lo secreto

Dice Jesús:
"En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen."
"Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame “rabbí”."
Es lógico pensar que ese pasaje de la exhortación de Jesús es sólo para la jerarquía de la Iglesia, pues Jesús se refiere a los escirbas y fariseos, que, en cierta medida, eran una jerarquía del pueblo de Israel.
Pero es para ellos y para todos, porque tomando sus vidas como base les está hablando "a la gente y a sus discípulos". Es cierto que las comparaciones son odiosas, pero él las utiliza para que tengamos como medida para nuestra vida lo que otros hacen, porque, muchas veces, nos es más fácil hacer lo malo que lo bueno, vivir en el pecado que en santidad. Y Jesús vino a hacer nuevas todas las cosas, por eso quiere que no sigamos cometiendo los mismos errores que los anteriores.
La hipocrecía, la falsedad, la vanidad, la soberbia y el egocentrismo son todos defectos y pecados que no están lejos de nuestras vidas y de nuestro corazón, pues permanecen como "una espina" del pecado en nuesttras vidas. Por eso en algún momento Jesús nos dijo: "antes de quitar la paja del ojo de tu hermano saca la viga que está en el tuyo", porque es muy fácil levantar el dedo acusador contra alguien y "desparramar" por el vecindario el pecado de mi vecino, pero es muy difícil salir al encuentro de mi hermano para darle una mano para ayudarle a salir de su pecado.
Es muy natural que, no sólo en la Iglesia, sino también en la vida diaria de nuestra casa, de nuestro trabajo o en cualquier lugar, nos encontremos con quienes quieran hacer notar más de lo necesario lo que hacen, querer recibir honores por lo que se comprometieron a hacer, o enfadarse por no haber tenido un reconocimiento por lo que están haciendo por los demás.
Es cierto que todos tenemos que tener una actitud de agradecimiento hacia todos y todo, pero no podemos hacer las cosas sólo para que nos hagan un baile de honor por haberlo hecho. Y enfadarme porque no se dieron cuenta de cuánto estaba haciendo siendo que, además, he sacado partido de ese hecho.
Es por eso mismo que, para ser Hombres Nuevos, Jesús nos puso una condición para serlo: "quien quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo", la negación a nosotros mismos es la condición y el punto de partida en todo lo que vayamos a hacer, para saber que nada hacemos para complacer nuestro yo, sino que todo lo intenamos hacer para el bien de los demás y, sobre todo, porque es la Voluntad de Dios que lo realice: "y el padre que ve en lo secreto te recompensará".

viernes, 24 de agosto de 2018

De San Juan Crisóstomo

El mensaje de la cruz, anunciado por unos hombres sin cultura, tuvo una virtud persuasiva que alcanzó a todo el orbe de la tierra; y se trataba de un mensaje que no se refería a cosas sin importancia, sino a Dios y a la verdadera religión, a una vida conforme al Evangelio y al futuro juicio, un mensaje que convirtió en sabios a unos hombres rudos e ignorantes. Ello nos demuestra que lo necio de Dios es mas sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.
    ¿En qué sen es más fuerte? En cuanto que invadió el orbe entero y sometió a todos los hombres, produciendo un efecto contrario al que pretendían todos aquellos que se esforzaban en extinguir el nombre del Crucificado, ya que hizo, en efecto, que este nombre obtuviera un mayor lustre y difusión. Ellos, por el contrario, desaparecieron y, aun durante el tiempo en que estuvieron vivos, nada pudieron contra un muerto. Por esto, cuando un pagano dice de mí que estoy muerto, es cuando muestra su gran necedad; cuando él me considera un necio, es cuando mi sabiduría se muestra superior a la suya; cuando me considera débil, es cuando él se muestra más débil que yo. Porque ni los filósofos, ni los maestros, ni mente humana alguna hubiera podido siquiera imaginar todo lo que eran capaces de hacer unos simples publicanos y pescadores.
    Pensando en esto, decía Pablo: Lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. Esta fuerza de la predicación divina la demuestran los hechos siguientes. ¿De dónde les vino a aquellos doce hombres, ignorantes, que vivían junto a lagos, ríos y desiertos, el acometer una obra de tan grandes proporciones y el enfrentarse con todo el mundo, ellos, que seguramente no habían ido nunca a la ciudad ni se habían presentado en público? y más, si tenemos en cuenta que eran miedosos y apocados, como sabemos por la descripción que de ellos nos hace el evangelista, que no quiso-disimular sus defectos, lo cual constituye la mayor garantía de su veracidad. ¿Qué nos dice de ellos? Que, cuando Cristo fue apresado, unos huyeron y otro, el primero entre ellos, lo negó, a pesar de todos los milagros que habían presenciado.
    ¿Cómo se explica, pues, que aquellos que, mientras Cristo vivía, sucumbieron al ataque de los judíos, después, una vez muerto y sepultado, se enfrentaran contra el mundo entero, si no es por el hecho de su resurrección, que algunos niegan, y porque les habló y les infundió ánimos? De lo contrario se hubieran dicho: "¿Qué es esto? No pude salvarse a sí mismo, y ¿nos va a proteger a nosotros? Cuando estaba vivo no se ayudó a sí mismo, y ¿ahora, que está muerto, nos tenderá una mano? Él, mientras vivía, no convenció a nadie, y ¿nosotros, con sólo pronunciar su nombre, persuadiremos a todo el mundo? No sólo hacer, sino pensar algo semejante sería una cosa irracional."
    Todo lo cual es prueba evidente de que, si no lo hubieran visto resucitado y no hubieran tenido pruebas bien claras de su poder, no se hubieran lanzado a una aventura tan arriesgada.

jueves, 23 de agosto de 2018

De Balduino de Cantorbery, obispo

A la salutación angélica, con la que diariamente saludamos, con la devoción que nos es posible, a la santísima Virgen, acostumbramos a añadir: Y bendito es el fruto de tu vientre. Esta cláusula la añadió santa Isabel, después que la Virgen la hubo saludado, repitiendo las últimas palabras de la salutación angélica: Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. Este es el fruto del que dice Isaías: Aquel día el vástago del Señor será joya y gloria, fruto del país, honor y ornamento. Este fruto no es otro que el Santo de Israel, el cual es al mismo tiempo semilla de Abraham, vástago del Señor y flor que sube de la raíz de Jesé, fruto de vida del que hemos participado.
    Bendito, ciertamente, en la semilla y bendito en el vástago, bendito en la flor, bendito en el don, bendito, finalmente, en la acción de gracias y en la confesión. Cristo fue semilla de Abraham y de David, según la carne.
    Él fue el único entre todos los hombres que se vio colmado de toda bondad, ya que se le dio el Espíritu sin medida, de modo que sólo él pudo cumplir toda justicia. Su justicia, en efecto, bastó para todos los pueblos, según está escrito: Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los himnos, ante todos los pueblos.
Éste es el brote de justicia, adornado, para mayor abundancia, con la flor de la gloria. ¿Y qué gloria? La mayor que podamos imaginar o, mejor dicho, mayor que la que podamos imaginar. Un vástago, en efecto, subirá de la raíz de Jesé. ¿Hasta dónde? Hasta lo más alto, ya que Jesucristo está en la gloria de Dios Padre. Su majestad ha sido exaltada sobre los cielos, para que el vástago del Señor sea joya y gloria, y el fruto del país honor y ornamento.
    ¿Y cuál es el fruto que nosotros sacamos de este fruto? De este fruto bendito recibimos el fruto de bendición. De esta semilla, de este vástago, de esta flor, proviene el fruto de bendición que llega hasta nosotros; primeramente como semilla, por la gracia del perdón, después como brote, por el aumento de nuestra justicia, finalmente como flor, por la esperanza o la consecución de la gloria. Bendito, en efecto, por Dios y en Dios, esto es, para que Dios sea glorificado en él; bendito también para nosotros, para que benditos por él seamos glorificados en él, ya que, por la promesa hecha a Abraham, Dios le dio la bendición de todos los pueblos.

miércoles, 22 de agosto de 2018

Entusiasmados por la Vida en Dios

"Me fue dirigida esta palabra del Señor:
«Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel, profetiza y diles:
"¡Pastores!, esto dice el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar las ovejas?".
Creo que hoy, y en todos los tiempos, el Señor diría lo mismo sobre los pastores. No somos tan buenos como nos creemos ni tan malos como nos hacen creer, pero es cierto que no siempre pastoreamos como debemos a las ovejas de nuestro rebaño. Y esa será siempre la realidad de los pastores, porque somos humanos, pero no es esa la respuesta que el Señor necesita de nosotros, sino que necesita nuestra fidelidad a Su Voluntad y no a nuestra voluntad, porque, en algunos casos nos olvidamos que hemos sido llamados por el Señor para cuidar Su Rebaño y no el nuestro, pues nada es nuestro, ni nosotros mismos, sino que pertenecemos al Señor.
Hoy en día cuando miramos tantas noticias tan malas sobre los pastores de la Iglesia, siempre surge el mismo interrogante o la misma afirmación: no sirven para nada, u otra más general es "tendrían que casarse", o hay muchos que cargan contra todos sin dejar títere con cabeza.
Y es cierto no siempre se actúa como se debe. Hay hipocresía en todas las líneas de la vida y de la sociedad, y de eso no nos salvamos ninguna institución humana, porque todas tenemos el pecado en nuestras almas.
Pero también es cierto que en muchos lugares hay gente que intenta y que vive en santidad de vida, que busca con todas sus fuerzas la Voluntad de Dios y la va llevando, día a día contra viento y marea. Pero no son esas pequeñas luces las que se ven en la oscuridad de la noche del mundo, sino que siempre se intenta oscurecer con más oscuridad, siempre se intenta tapar la luz con más oscuridad.
Y ese es nuestro camino hoy, volve a descubrir la Luz de Cristo que hay en nosotros, volver a encontrar el Camino de la Santidad y poder hacer que las pequeñas luces que hay en nuestras vidas, en nuestras comunidades, en nuestra ciudad y en nuestro país comiencen a brillar, porque lo que el Señor quiere con la exhortación que hace a los pastores de Israel y a nosotros mismos, es descubrir que hemos descuidado nuestras vidas espirituales, que nos hemos dejado llevar por la oscuridad del mundo y fuimos apagando el Don de Dios en nosotros.
Porque es cierto que hay pecado en el mundo, que hay oscuridad, que hay tinieblas. Pero también es cierto que hay mucha gente que trabaja por el Reino de Dios, son muchos los que ofrecen diariamente su dolor, su oración, su enfermedad, su tiempo, en definitiva hay muchas ovejas que ofrecen su vida por los pastores y hay muchos pastores que ofrecen sus vidas por las ovejas.
El Príncipe de este mundo quiere que sólo veamos cómo reina la oscuridad y el pecado, pero sabemos que en nuestras vidas Reina y seguirá reinando Cristo, y eso es lo que necesitamos para que, cada día, vayamos a su Encunetro a renovar nuestro entusiasmo por seguir construyendo el Reino de Dios "aquí en la tierra como en el Cielo".

martes, 21 de agosto de 2018

Es difícil para el rico...

Le dice Dios al príncipe de Tiro:
"Se enalteció tu corazón, y dijiste: “Soy un dios y estoy sentado en el trono de los dioses en el corazón del mar”.
Tú que eres hombre y no dios, pusiste tu corazón como el corazón de Dios.
Con tu sabiduría e inteligencia, te has hecho una fortuna; acumulaste tesoros de oro y plata”.
¿Es que Dios no quiere que seamos inteligentes? ¿Es que no quiere que tengamos mejor futuro y más bienes? ¿Es que nos quiere en la ruina y la pobreza y la ignorancia? No, no es eso para nada. No quiere que caigamos en la soberbia de decir que somos los dioses de la tierra y descubrir que, al final de todo, no podemos hacer nada por nuestra propia cuenta. Pero es no hacer nada en el orden espiritual, porque la soberbia, tanto espiritual como material, nos aleja de todo y de todos.
Lo mismo nos quiere hacer ver Jesús en el Evangelio:
«En verdad os digo que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Lo repito: más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de los cielos».
No habla el Señor sólo de la riqueza material, sino de las cosas que en realidad nos atan a nosotros mismos y no nos dejan ser Fieles y disponibles para la Voluntad de Dios, y, de manera especial, para amar y servir a los demás. Porque no sólo somos ricos (o nos lo creemos) en el orden de lo material, porque muchas veces nos encontramos con "gente que no tiene donde caerse muerta" (como se dice habitualmente) pero que su soberbia los hace lejanos a todos y no permiten que nadie les ayude para nada.
Pero también podemos encontrar los ricos espirituales que se creen los mejores en el espíritu porque como ellos no hay ninguno y se creen con el derecho de poder juzgar y condenar a otros que "en apariencia" son peores y sólo tienes una máscara de "beatos".
Están los ricos en "inteligencia" que al haber alcanzado títulos o grados universitarios se las dan de los sabios del mundo y por eso creen que pueden estar varios escalones por encima de la gente, e incluso, por encima de sus padres que les han pagado con su sudor y trabajo los estudios que han alcanzado. O que por tener más capacidades creen que pueden cuestionar a todo el mundo y mostrar las necedades de los que creen lo que ellos no pueden creer.
Están por supuesto los ricos materiales que por creer que tienen mucho van a tener mejor lugar y miran desde arriba de sus hombros a los demás y no son capaces de ofrecer algo por los demás.
Están los ricos "de poder" que creen que pueden dominar a los demás u ocupar el lugar de los demás porque se creen con más poder que otros, y sin embargo el poder no es de ellos ni siquiera lo tienen, sin darse cuenta que el apetito de poder es lo único que poseen.
Y así podríamos seguir haciendo una lista de los diferentes tipos de riquezas con los que nos encontramos, como para que no pensemos que esa parte del evangelio no nos toca a nosotros, sino que tenemos que descubrir cómo vivimos y si, realmente, somos pobres de espíritu como para dejarnos guiar y conducir por la Voluntad de Dios, haciendo que nuestra vida no sea elevada por nuestra soberbia sino por el Espíritu que habita en nosotros y que nos lleva por donde el Padre quiere.

lunes, 20 de agosto de 2018

De los sermones de San Bernardo, abad

El amor basta por sí solo, satisface por sí solo y por causa de sí. Su mérito y su premio se identifican con él mismo. El amor no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica. Amo porque amo, amo por amar. Gran cosa es el amor, con tal de que recurra a su principio y origen, con tal de que vuelva siempre a su fuente y sea una continua emanación de la misma. Entre todas las mociones, sentimientos y afectos del alma, el amor es lo único con que la creatura puede corresponder a su Creador, aunque en un grado muy inferior, lo único con que puede restituirle algo semejante a lo que él le da. En efecto, cuando Dios ama, lo único que quiere es ser amado: si él ama, es para que nosotros lo amemos a él, sabiendo que el amor mismo hace felices a los que se aman entre sí.
    El amor del Esposo, mejor dicho, el Esposo que es amor, sólo quiere a cambio amor y fidelidad. No se resista, pues, la amada en corresponder a su amor. ¿Puede la esposa dejar de amar, tratándose además de la esposa del Amor en persona? ¿Puede no ser amado el que es el Amor por esencia?
    Con razón renuncia a cualquier otro afecto y se entrega de un modo total y exclusivo al amor el alma consciente de que la manera de responder al amor es amar ella a su vez. Porque, aunque se vuelque toda ella en el amor, ¿qué es ello en comparación con el manantial perenne de este amor? No manan con la misma abundancia el que ama y el que es el Amor por esencia, el alma y el Verbo, la esposa y el Esposo, el Creador y la creatura; hay la misma disparidad entre ellos que entre el sediento y la fuente.
    Según esto, ¿no tendrá ningún valor ni eficacia el deseo nupcial, el anhelo del que suspira, el ardor del que ama, la seguridad del que confía, por el hecho de que no puede correr a la par con un gigante, de que no puede competir en dulzura con la miel, en mansedumbre con el cordero, en blancura con el lirio, en claridad con el sol, en amor con aquel que es el amor mismo? De ninguna manera. Porque, aunque la creatura, por ser inferior, ama menos, con todo, si ama con todo su ser, nada falta a su amor, porque pone en juego toda su facultad de amar. Por ello, este amor total equivale a las bodas místicas, porque es imposible que el que así ama sea poco amado, y en esta doble correspondencia de amor consiste el auténtico y perfecto matrimonio. Siempre en el caso de que se tenga por cierto que el Verbo es el primero en amar al alma, y que la ama con mayor intensidad.

domingo, 19 de agosto de 2018

Entre la sabiduría y la sensatez, la locura de Dios

(La Sabiduría) "Ha enviado a sus criados a anunciar en los puntos que dominan la ciudad:
«Vengan aquí los inexpertos»; y a los faltos de juicio les dice: «Venid a comer de mi pan, a beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la inteligencia».
Frente a la Sabiduría Divina somos realmente (y nos tenemos que dar cuenta sin escandalizarnos) inexpertos y faltos de juicio, y, hasta algunos santos se animaron a decir, somos los locos de Dios, como lo llamaban, por ejemplo a San Francisco de Asís. Porque sólo los locos pueden aceptar cosas que, a nivel humano, no pueden existir o creen, en el mundo, que no existen. Y, por otro lado, como en el caso de San Francisco, sólo los locos por una Idea tan descabellada se puede dejar todo lo que se tiene y comenzar a vivir una vida totalmente distinta a la que se estaba llevando.
La Sabiduría divina es locura para el mundo, eso lo sabemos, pero es fuerza y gozo para los que tenemos el Don de creer en el Ella, porque es la Sabiduría Divina la que le da sentido a nuestras vidas, la que ilumina nuestras oscuridades y la que nos hace dar un gran salto en la oscuridad para caer en las Fuertes y Amorosas Manos del Padre que quiere llevar a vivir una Vida Nueva.
Claro que, como siempre, la Sabiduría no se nos presenta de forma clara y diáfana, sino que, a los ojos humanos siempre nos presenta contradicciónes. Y así se nos presenta hoy porque Dios, por san Pablo, nos dice:
"Fijaos bien cómo andáis; no seáis insensatos, sino sensatos, aprovechando la ocasión, porque vienen días malos.
Por eso, no estéis aturdidos, daos cuenta de lo que el Señor quiere".
Frente a un vivir en la locura de Dios, Él mismo nos pide cordura, sobriedad, sensatez. Y es cierto porque no podemos desperdiciar los Dones que la Sabiduría nos da haciendo verdaderas locuras humanas, sino que tenemos que dejarnos llevar por el impulso del Espíritu, que, aunque nos lleve a hacer locuras, será Él quien nos ayude a vivirlas desde la sensatez de Dios, que también será una locura para el mundo. Pero será el Espíritu Santo quien nos oriente y no nuestro afán de ser populares o de querer diferenciarnos del resto o de querer, por nuestros propios medios, buscar la fama y el proselitismo.
Si, siempre las decisiones que toma el Espíritu en nuestras vidas tiene esas contradicciones y nunca sabremos cómo poder vivirlas equilibradamente, pero ahí está nuestro error, no tenemos que ser nosotros quienes tengamos que hacer el equilibrio, sino que tenemos que dejarnos conducir por el Buen Maestro que lleva adelante nuestras vidas, y que las conduce por el Camino de la santidad. Cuando, alimentados y fortalecidos por el Pan de la Vida, tengamos la fortaleza para morir a nosotros mismos y estar en total disposición al impulso del Espíritu Santo, podremos comprender que la Sabiduría de Dios en nosotros será la que produzca el equilibrio entre Su Locura y la sensatez. Sólo hemos de ocuparnos en buscar la Fidelidad a la Voluntad de Dios, lo demás vendrá por añadidura.

sábado, 18 de agosto de 2018

La alegría del niño

"Pues bien, os juzgaré, a cada uno según su proceder, casa de Israel -oráculo del Señor Dios-.
Arrepentíos y convertíos de vuestros delitos, y no tropezaréis en vuestra culpa. Aparta de vosotros los delitos que habéis cometido, renovad vuestro corazón y vuestro espíritu".
Una vez más el Pueblo de Israel se había apartado de las buenas costumbres, de las tradiciones de sus padres y había cometido los pecados de infidelidad a la Alianza. Pero, una vez más, el Señor vuelve a buscarlos, a recordarles el Camino de la Paz que da la reconciliación y la renovación de la Alianza que habían sellado con El.
Y así como se ha dado en la historia del Pueblo de Israel se da siempre con nosotros: cada vez que nos apartamos de la Voluntad de Dios nos alejamos del Camino de la Vida, perdemos la Gracia del Amor, de la Paz, de la Alegría en el Señor. Y es el Señor quien nos espera en el confesionario para volver a renovar nuestros deseos, nuestras fuerzas; para sellar una vez más, por la sangre de Jesús, la Alianza que selló con nosotros.
No es que el Señor quiera mostrarnos nuestros pecados para "machacarnos" constantemente nuestras debilidades e infidelidades, no quiere hacernos daño con el pecado, sino que quiere que recobremos la Belleza de la Gracia, que recobremos la imagen del Hombre Nuevo nacido de las aguas puras del Bautismo y así, como dice el Salmo:
"Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
Enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti".
Es la alegría del que vuelve a nacer por el Sacramento del Perdón, de la Reconciliación. Es la alegría del que siente que vuelve a ser niño pequeño en brazos de su Padre, que lo sostiene, que lo acaricia, que lo abraza porque ha vuelto a la vida. Y ese espíritu, el de la alegría del niño confiado, el que Jesús quiere aprecia en nosotros. Porque el niño que confíado se deja llevar en los Brazos del Padre es el que siempre vuelve a la seguridad del Fuerte, del Amor.
Cuando vamos al confesionario a dejarle al Señor el peso de nuestras culpas, la amargura de nuestros pecados, la oscuridad de nuestras infidelidades, es Él quien nos renueva y nos devuelve la frescura del corazón nuevo, purificado, lleno de ilusiones nuevas para salir a dar al mundo la alegría del Perdón, la alegría de la Salvación, la alegría del niño que se siente amado por su Padre.

viernes, 17 de agosto de 2018

La dureza de nuestros corazones

"Por la dureza de vuetro corazón os permitió Moisés... pero yo os digo..."
Nos obstinamos, muchas veces, en querer transformar la Ley de Dios según nuestro querer y de acuerdo a los tiempos que corren. Por eso los fariseos quisieron ponerlo a prueba a Jesús, para ver si podían seguir haciendo lo que la dureza de sus corazones habían logrado conseguir en otros tiempos. Pero al llevar el planteo a Jesús, Él trasformó lo que era fruto de un no querer ser Fiel a Dios en algo más profundo y lleno de gracia, pues elevó el matrimonio y lo transformó en un sacramento.
Aún no comprendemos no sólo el valor del matrimonio como sacramento, sino el valor de los sacramentos en la vida de la Iglesia y en nuestras propias vidas. Los sacramentos que nos regala Dios por medio de la Iglesia han ido perdiendo su fuerza y su contenido, pues nos hemos acostumbrado a vivir, casi, sin ellos, simplemente porque hemos dejado de formarnos en el espíritu y en los valores propios de nuestra fe.
Hoy da lo mismo hacer una boda civil que un matrimonio sacramental, recibir la Eucaristía que hacer un banquete social, ir a misa o no ir, confesarme o no hacerlo. Todo va dependiendo de lo que "siento", pero no de lo que debo o de lo que realmente significa tal o cual cosa para mi vida de fe. Y, en definitiva, eso es lo que hemos ido dejando de lado: nuestra vida de fe. Nos hemos quedado simplemente para el cumplir con ritos (que en algunos casos parecen sagrados) pero que en definitiva es un cumplir para dejar tranquila mi conciencia, pero que no transforman mi vida.
Por eso, cuando hablamos de una realidad sacarmental no comprendemos que estamos elevando nuestra vida a un plano sobrenatural, que no sólo es un acto social o festivo, sino que hay todo un cúmulo de Gracias de parte de Dios para poder alimentar y sostener mi vida espiritual, para poder alcanzar la meta de la santidad.
Por que, en definitiva, la Gracia que Dios me quiere dar por medio de los sacramentos es para alcanzar la santidad en mi vida, para que mi vida alimentada, fortalecida e iluminada por la Gracia pueda ser Luz, Sal y Fermento en el mundo en que vivo. Pero si me da igual vivir o no vivir un sacramento, si hacerlo como dice la Iglesia o no hacerlo, entonces mi vida cristiana no llegará a iluminar, salar y fermentar el mundo en el que vivo, sino que pasará a ser lo mismo que la masa en la que me encuentro.
Por eso no dudó Jesús en decirle a los fariseos que lo que Moisés les había permitido hacer había sido por la dureza de sus corazons, y que no había sido así desde un principio. Y a nosotros nos dice lo mismo: que no seamos como aquellos que, por no abrirse a la Gracia de Dios, dejaron de lado la Vida en Cristo para dejarse atrapar por la vida del mundo, pues quienes han sido llamados a ser Luz para el mundo se transforman en tinieblas dejando a oscuras el Camino hacia Dios.

jueves, 16 de agosto de 2018

De san Gregorio de Nisa

Él es nuestra paz, él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa. Teniendo en cuenta que Cristo es la paz, mostraremos la autenticidad de nuestro nombre de cristianos si, con nuestra manera de vivir, ponemos de manifiesto la paz que reside en nosotros y que es el mismo Cristo. Él ha dado muerte a la enemistad, como dice el Apóstol. No permitamos, pues, de ningún modo que esta enemistad reviva en nosotros, antes demostremos que está del todo muerta. Dios, por nuestra salvación, le dio muerte de una manera admirable; ahora que yace bien muerta, no seamos nosotros quienes la resucitemos en perjuicio de nuestras almas, con nuestras iras y deseos de venganza.
    Ya que tenemos a Cristo, que es la paz, nosotros también matemos la enemistad, de manera que nuestra vida sea una prolongación de la de Cristo, tal como lo conocemos por la fe. Del mismo modo que él, derribando la barrera de separación, de los dos pueblos creó en su persona un solo hombre, estableciendo la paz, así también nosotros atraigámonos la voluntad no sólo de los que nos atacan desde fuera, sino también de los que entre nosotros promueven sediciones, de modo que cese ya en nosotros esta oposición entre las tendencias de la carne y del espíritu, contrarias entre sí; procuremos, por el contrario, someter a la ley divina la prudencia de nuestra carne, y así, superada esta dualidad que hay en cada uno de nosotros, esforcémonos en reedificarnos a nosotros mismos, de manera que formemos un solo hombre, y tengamos paz en nosotros mismos.
    La paz se define como la concordia entre las partes disidentes. Por esto, cuando cesa en nosotros esta guerra interna, propia de nuestra naturaleza, y conseguimos la paz, nos convertimos nosotros mismos en paz, y así demostramos en nuestra persona la veracidad y propiedad de este apelativo de Cristo.
    Además, considerando que Cristo es la luz verdadera sin mezcla posible de error alguno, nos damos cuenta de que también nuestra vida ha de estar iluminada con los rayos de la luz verdadera. Los rayos del sol de justicia son las virtudes que de él emanan para iluminarnos, para que nos desnudemos de las obras de las tinieblas y andemos como en pleno día, con dignidad, y apartando de nosotros las ignominias que se cometen a escondidas y obrando en todo a plena luz, nos convirtamos también nosotros en luz y, según es propio de la luz, iluminemos a los demás con nuestras obras.
    Y si tenemos en cuenta que Cristo es nuestra santificación, nos abstendremos de toda obra y pensamiento malo e impuro, con lo cual demostraremos que llevamos con sinceridad su mismo nombre, mostrando la eficacia de esta santificación no con palabras, sino con los actos de nuestra vida.

miércoles, 15 de agosto de 2018

Bendita tú entre las mujeres

Cuando Isabel escucha el saludo de María exclama:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!"
Una frase que, cada día, resuena entre nuestros labios cuando hablamos con María, Nuestra Madre. Una frase que no es sólo una frase sino que es una confesión de fe en la Encarnación del Hijo de Dios en el seno de la Virgen. Es una confesión de fe en la Promesa cumplida de nuestro Dios. Es una confesión de fe que nace de la alegría del corazón que ha sido iluminado por el Espíritu Santo. Por eso no tienen que ser sólo palabras que salen de nuestros labios, sino que tienen que ser dichas con todo el sentido y el sentimiento que tenían cuando salieron del corazón de Santa Isabel.
¿Por qué? Porque forma parte de nuestra vida de fe, y nuestra vida de fe no es algo rutinario, sino que es algo extraordinario porque "no viene ni de la carne ni de la sangre, sino de nuestro Padre de los Cielos", es un Don de Dios que se nos ha dado para poder creer lo que no hemos visto, pero que sabemos que es cierto y que, el saberlo y creerlo, nos llena de alegría el corazón y la vida.
Por eso mismo Isabel decía: "¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».
Hoy nosotros podemos responder a esa pregunta ¿quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Soy su hijo, el hijo que el Hijo le dio a María en la Cruz. Hoy soy el hijo de María porque Jesús así se lo dijo a la Madre. Y ¿por qué la recibo? ¿Porqué me ama tanto María? ¿Por qué no he de vivir en la alegría total de saberme amado por María?
Santa Teresita de Lisieux, hablando con la Virgen María, en sus oraciones, le decía: "puedo decir que yo tengo algo que tú no tenías Madre. Yo te tengo a tí como Madre, por eso puedo decir que soy más feliz que tú". Y es cierto María es nuestra Madre y eso nos tiene que llenar el corazón de alegría y consuelo, pues sabemos que la Madre siempre estará cerca, aún cuando nos alejemos de Ella, aún cuando reneguemos de Ella, Ella siempre estará atenta y vigilante, pues así se lo ha pedido Su Hijo.
Y así con esta alegría inmensa de saber que nuestra Madre, como primicia de todo el género humano, fue asunta a los Cielos en Cuerpo y Alma, para ayudarnos a creer en la Vida Eterna, y para estar desde el Cielo siempre cerca de sus hijos en la tierra, podemos cantar, cada día, junto a Ella, su mismo y hermoso cántico:
"Proclama mi alma la grandeza del Señor.
Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador,
porque ha mirado la humildad de su servidora.
Me llamarán bienevanturada todas las generaciones
porque el todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas.
Su nombres es Santo".

martes, 14 de agosto de 2018

El profeta

"Entonces me dijo:
«Hijo de hombre, come lo que tienes ahí, cómete este volumen y vete a hablar a la casa de Israel».
Abrí la boca y me dio a comer el volumen, diciéndome:
«Hijo de hombre, alimenta tu vientre y sacia tus entrañas con este volumen que te doy».
Lo comí, y me supo en la boca dulce como la miel".
Para el Profeta, y nosotros también hemos sido ungido para ser profetas, la Palabra de Dios es un alimento necesario para el Cuerpo y para el alma, pero, como todo alimento no es sólo para uno mismo, sino que es para servir a los demás. Así Dios nos presenta la Palabra como algo dulce a nuestros labios y boca para que la podamos aceptar y saborear, aprovechar hasta la última letra para que nos alimente. Y una vez alimentados con la Palabra poder anunciarla a todos los hombres, pues esa es la misión propia del Profeta: anunciar a los hombres la Palabra de Dios.
Así será la misma Palabra la que nos de fuerzas para poder salir y anunciar, para poder esuchar y hablar, porque no siempre el profeta tendrá "ganas" de habar, no siempre el profeta tendrá "ánimos" para anunciar, pero tiene que saber que nada de lo que hará o tiene que hacer es por sí mismo, sino porque es su misión y será la misma Palabra la que lo lleve a anunciar: "¡ay de mí si no predicara!", decía san Pablo. Cuando nos alimentamos con la Palabra de Dios no lo hacemos, vuelvo a insistir, sólo para nuestra salvación sino que el Señor nos ha llamado y nos ha ungido para ser profetas en este mundo, en esta hora y para estos hombres.
Es por eso mimso que Él nos pide que alcancemos un espíritu de niños pequeños, para que aprendamos y sepamos confiar en la Voz del Padre, para que nos dejemos conducir por Su Palabra. Pero no que nos dejemos conducir como seres sin inteligencia y sin razón, sino que será Él mismo quien nos oriente y nos de razones para creer, quien nos ayude a comprender el sentido del mensaje y nos fortalezca para poder llevar a todos los hombres el mensaje de la Esperanza de la Salvación, el mensaje de la alegría del Evangelio, el mensaje del gozo de la santidad.
A veces escuchamos que Dios nos quiere sumisos, y no es así, nos quiere obedientes pero para ellos nos da razones ciertas y creíbles para poder obedecer, no somos animalitos bien adiestrados que hacen las cosas sin razón, sino que nos quieres hombes, varones y mujeres, que sepan discernir y tengan razones suficientes para creer, para vivir y para anunciar con sus vidas lo que creen y lo que viven.
Porque el Profeta no es sólo un altavoz que no sabe lo que dice, sino que es un hijo de Dios que ha aceptado seguir la Voz de su Señor, de su Padre y creciendo como hijo pequeño alcazó la grandeza y la fortaleza de los que han sabido comprar el mejor tesoro para sus vidas: el Reino de los Cielos.

lunes, 13 de agosto de 2018

Teodoreto de Ciro, obispo

Jesús acude espontáneamente a la pasión que de él estaba escrita y que más de una vez había anunciado a sus discípulos, increpando en cierta ocasión a Pedro por haber aceptado de mala gana este anuncio de la pasión, y demostrando finalmente que a través de ella sería salvado el mundo. Por eso, se presentó él mismo a los que venían a prenderle, diciendo: Yo soy a quien buscáis. Y cuando lo acusaban no respondió, y habiendo podido esconderse, no quiso hacerlo; por más que en otras varias ocasiones en que lo buscaban para prenderlo se esfumó.
    Además, lloró sobre Jerusalén, que con su incredulidad se labraba su propio desastre y predijo su ruina definitiva y la destrucción del templo. También sufrió con paciencia que unos hombres doblemente serviles le pegaran en la cabeza. Fue abofeteado, escupido, injuriado, atormentado, flagelado y, finalmente, llevado a la crucifixión, dejando que lo crucificaran entre dos ladrones, siendo así contado entre los homicidas y malhechores, gustando también el vinagre y la hiel de la viña perversa, coronado de espinas en vez de palmas y racimos, vestido de púrpura por burla y golpeado con una caña, atravesado por la lanza en el costado y, finalmente, sepultado.
    Con todos estos sufrimientos nos procuraba la salvación. Porque todos los que se habían hecho esclavos del pecado debían sufrir el castigo de sus obras; pero él, inmune de todo pecado, él, que caminó hasta el fin por el camino de la justicia perfecta, sufrió el suplicio de los pecadores, borrando en la cruz el decreto de la antigua maldición. Cristo -dice san Pablo- nos redimió de la maldición de la ley, haciéndose maldición por nosotros. Así lo dice la Escritura: «Maldito sea aquel que cuelga del madero.» Y con la corona de espinas puso fin al castigo de Adán, al que se le dijo después del pecado: Maldito el suelo por tu culpa: brotará para ti cardos y espinas.
    Con la hiel, cargó sobre sí la amargura y molestias de esta vida mortal y pasible. Con el vinagre, asumió la naturaleza deteriorada del hombre y la reintegró a su estado primitivo. La púrpura fue signo de su realeza; la caña, indicio de la debilidad y fragilidad del poder del diablo; las bofetadas que recibió publicaban nuestra libertad, al tolerar él las injurias, los castigos y golpes que nosotros habíamos merecido.
    Fue abierto su costado, como el de Adán, pero no salió de él una mujer que con su error engendró la muerte, sino una fuente de vida que vivifica al mundo con un doble arroyo; uno de ellos nos renueva en el baptisterio y nos viste la túnica de la inmortalidad; el otro alimenta en la sagrada mesa a los que han nacido de nuevo por el bautismo, como la leche alimenta a los recién nacidos.

domingo, 12 de agosto de 2018

No critiquéis


“¿No es éste el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?”.
En el mundo que vivimos, y en la época en que estamos, gracias a tantos programas rosas y de cotilleos, creemos que todos podemos saber todo y que todos podemos juzgar a todos, nos metemos dentro de sus vidas íntimas y nos damos el lujo de anunciar lo que van a hacer, lo que van a decir, y juzgamos lo que han hecho y cómo lo hacen. No somos diferentes a los hombres que escuchando a Jesús lo juzgaban y por que sabían cuál era su familia, entonces creían saberlo todo sobre él. Y se equivocaron.
En esta época en que vivimos, donde la información está al alcance de un click (para quien sepa navegar por internet o tener el mando de su televisor), y donde se nos ha hecho creer que todo lo que vemos y pensamos es cierto, nos hemos vuelto un poco tontos por creer que somos dueños de la verdad. Pero, en realidad, somos dueños de una parte de la verdad, pues no podemos, muchas veces, ver más allá de nuestros ojos y, en muchos casos, sólo hemos escuchado una versión de alguien que dijo que le dijeron.
Por eso Jesús le decía a su gente: “No critiquéis”, pues la crítica es la moneda de cambio el tema central de todas nuestras conversaciones en cualquier lugar, pues no hace falta un lugar especial para ponernos a criticar. Y no nos damos cuenta de que en esas críticas faltamos a la verdad, y no porque queramos mentir, sino porque no nos hemos puesto a pensar si lo que estoy diciendo, o lo que me dijeron, es verdad. Me vuelvo, simplemente, un mensajero de dichos de otros y voy sembrando, consciente o inconscientemente, cizaña en lugar de verdad.
¿Puedo juzgar o criticar según lo que ven mis ojos? Poder, podemos, pero ¿no deberíamos primero ponernos a pensar o reflexionar más allá de lo que primeramente me surja? Miremos la escena que nos presenta el evangelio, pues si miramos a los que juzgaron a Jesús vamos a descubrir que en ellos Jesús no era nadie, y así no pudieron recibir de Él la Gracia que Él quería darles. Porque cuando juzgamos de ese modo ya no nos interesa lo que le otro nos dice o nos quiere decir, hemos cerrado con un juicio falso nuestro corazón al mensaje que el otro me quería transmitir.
Por otro lado, a pesar de lo que decían sobre Él, Él seguía instruyendo, sigue ayudando a que comprendamos aquello que no podemos ver, pero que, cuando lo descubrimos se vuelve esencial en nuestras vidas: el Don de la Fe, y el Pan de la Vida.
“Nadie puede venir a mi si no lo atrae el Padre”, es el Padre quien otorga el don de la Fe a quién tiene el corazón dispuesto a creer: “a quien tiene se le dará más todavía”, es por eso que necesitamos abrir nos a la Verdad Revelado, no necesitamos entender sino aceptar que los misterios de la Fe no son comprensibles a la razón humana, sino que son aceptados en aquél que tiene necesidad de creer, porque, como dice el refrán: “no hay peor sordo que el que no quiere oír”, y así cuando alguien no quiere creer siempre va a encontrar excusas para renegar de la fe.
“Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí”, dice el Señor. Y es así, cuando nos encontramos en necesidad, como lo estaban los paganos, los pecadores, los pobres de corazón, ellos podían escuchar en Jesús la Voz del Padre y por eso lo seguían, no sólo por el pan y los milagros, sino porque “nunca habían escuchado a alguien que hablara como él, como quien tiene autoridad”. Pues la Palabra de Jesús es la Voz del Padre, y cuando llega a nuestro corazón se transforma en lo que necesitamos: consuelo, paz, fortaleza, luz, esperanza, alegría, templanza… y sobre todo nos enciende en el deseo de seguirle, de estar junto a Él, de que nos de siempre de esa Agua Viva y de ese Pan de Vida que es Él mismo en la Eucaristía, en Su Palabra.
Por que cuando nuestro corazón se abre al Gran Misterio del Amor de Dios no puede ya descansar sino en Él, buscamos en muchos lados y no encontramos, pero cuando lo encontramos no queremos más separarnos de su lado, porque sólo el Pan vivo que ha bajado del Cielo colma nuestra alma y nos enciende y fortalece, como a Elías, para que todos los días nos levantemos y sigamos recorriendo el Camino de la Vida,  de la Santidad, pues sabemos que sólo en ese Camino encontramos la Vida que anhelamos, y sin saberlo la Luz de la Verdadera Vida se nos hace presente a nuestros ojos, y seguimos, aunque no siempre tengamos todo claro, seguimos marchando, pues nuestros ojos están fijos en las Manos de nuestro Amado, por que sólo Él es quien nos da la Vida Eterna.

sábado, 11 de agosto de 2018

Poca fe

"Jesús contestó:
«¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros, ¿hasta cuándo tendré que soportaros? Traédmelo».
¿Hoy podría decir lo mismo Jesús sobre nosotros? Creo que sí, que podría decir lo mismo que dijo aquél día cuando los apóstoles no pudieron hacer el milagro de la sanación de ese niño. Y no es que se haya enfadado por el milagro en sí, sino por lo que realmente dijo y por lo que les contestó después:
«Por vuestra poca fe. En verdad os digo que, si tuvierais fe como un grano de mostaza, le diríais a aquel monte: “Trasládate desde ahí hasta aquí”, y se trasladaría. Nada os sería imposible».
¿Poca fe? Sí, poca fe. Aunque la fe no se puede pesar, ni calcular su cantidad, Jesús habla de poca fe porque en la vida se ve cuándo uno tiene fe suficiente como para hacer grandes milagros. Porque en realidad la Fe es algo inmaterial, pero siempre hablamos de tener poca fe cuando no podemos vivir algo que el Señor nos está pidiendo o está permitiendo en nuestras vidas.
Y ¿de dónde nos viene más o menos fe? La Fe es un Don de Dios que se nos da, pero no todos están dispuestos a recibirlo, y no todos están dispuestos a conservarlo y madurarlo, por eso es que, muchas veces hablamos de poco o de no tener.
La Fe nace de la relación con Dios, su Gracia nos ayuda a conservar y madurar, por eso necesitamos esa relación personal y constante con el Señor, para que nuestra vida de Fe vaya madurando. Y cuánto más en Gracia estoy más puede madurar mi vida de Fe.
Y ¿qué es estar en Gracia? Estamos en Gracia cuando rezamos y meditamos su Palabra. Cuando nos alimentamos con el Pan de la Vida. Y, fundamentalmente cuando vivimos en fidelidad a los Mandamientos y los Consejos Evángelicos. Por eso mismo, sabiendo, lo débiles que somos y que estamos siempre sorteando tentaciones y que, muchas otras veces, caemos, el Señor nos ha dejado el Sacramento de la Reconciliación (la confesión sacramental) que es el sacramento que renueva en nosotros la Gracia y nos fortalece para seguir recorriendo el Camino de la Santidad.
Y, de manera extaordinaria la Eucaristía es el sacramento más precioso y lleno de Gracia, pues es la Vida misma de nuestra Señor que se nos da en el Pan de la Vida. Y llegar a Él con "el corazón contrito y humillado" es el mejor sustento para nuestra vida de Fe. Porque Él es quien se nos da como Verdadero Alimento que fortalece nuestra Vida de Gracia para que alcancemos la meta de nuestra santidad, que es el mayor de los milagros que podamos realizar, y lo hacemos confiando en su Amor y su Gracia.

viernes, 10 de agosto de 2018

De los sermones de San Agustín

La Iglesia de Roma nos invita hoy a celebrar el triunfo de san Lorenzo, que superó las amenazas y seducciones del mundo, venciendo así la persecución diabólica. Él, como ya se os ha explicado más de una vez, era diácono de aquella Iglesia. En ella administró la sangre sagrada de Cristo, en ella también derramó su propia sangre por el nombre de Cristo. El apóstol san Juan expuso claramente el significado de la Cena del Señor, con aquellas palabras: Como Cristo dio su vida por nosotros, también nosotros, debemos dar nuestra vida por los hermanos. Así lo entendió san Lorenzo; así lo entendió y así lo practicó; lo mismo que había tomado de la mesa del Señor, eso mismo preparo. Amó a Cristo durante su vida, lo imitó en su muerte.
    También nosotros, hermanos, si lo amamos de verdad, debemos imitarlo. La mejor prueba que podemos dar de nuestro amor es imitar su ejemplo, porque Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Según estas palabras de san Pedro, parece como si Cristo sólo hubiera padecido por los que siguen sus huellas, y que la pasión de Cristo sólo aprovechara a los que siguen sus huellas. Lo han imitado los santos mártires hasta el derramamiento de su sangre, hasta la semejanza con su pasión; lo han imitado los mártires, pero no sólo ellos. El puente no se ha derrumbado después de haber pasado ellos; la fuente no se ha secado después de haber bebido ellos.
    Tenedlo presente, hermanos: en el huerto del Señor no sólo hay las rosas de los mártires, sino también los lirios de las vírgenes y las yedras de los casados, así como las violetas de las viudas. Ningún hombre, cualquiera que sea su género de vida, ha de desesperar de su vocación: Cristo ha sufrido por todos. Con toda verdad está escrito de él: Nuestro Salvador quiere que todos los hombres se salven y lleguen al pleno conocimiento de la verdad.
    Entendamos, pues, de qué modo el cristiano ha de seguir a Cristo, además del derramamiento de sangre, además del martirio. El Apóstol, refiriéndose a Cristo, dice: A pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios. ¡Qué gran majestad! Al contrario, se anonadó a sí mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. ¡Qué gran humildad!
    Cristo se rebajó: esto es, cristiano, lo que debes tú procurar. Cristo se sometió: ¿cómo vas tú a enorgullecerte? Finalmente, después de haber pasado por semejante humillación y haber vencido la muerte, Cristo subió al cielo: sigámoslo. Oigamos lo que dice el Apóstol: Si habéis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios.

jueves, 9 de agosto de 2018

Necios o prudentes

Las vírgenes necias y las prudentes, una hermosa parábola que nos lleva a pensar en nuestra virtud y nuestra capacidad de vivir la virtud, porque vemos cómo Jesús nos lleva a mirar no sólo la virtud de la virginidad sino la capacidad para mirar la realidad. Esa capacidad se demuestra en los echos: las necias y las prudentes.
Las prudentes se pusieron a razonar y pensar qué es lo que tenían que llevar para ese monento, para la situación que estaban viviendo. En cambio las necias sólo vieron a dónde tenían que ir y a quién tenían que esperar, no fueron inteligentes al asumir una misión.
Así vemos que nos está reñida la virutd, la fe con la capacidad intelectual, con la razón, ni menos con la prudencia. Porque en todo momento, si bien tenemos que vivir de la Fe, pero no podemos ser ni imprudentes ni necios.
Lo contrario a necio no sólo es prudencia, sino que también es ser inteligente: tener la capacidad para pensar y razonar lo que somos y lo que vamos a hacer. Y la prudencia nos ayuda a hacer lo debido en el momento oportuno. Porque puede ser que no siempre hagamos lo debido en el momento oportuno, porque en ello se mezcla nuestro temperamento y nuestra capacidad de saber actuar.
Y ahí nos encontramos, también, con ejemplo bien extremos: el que espera tanto el momento oportuno que se le pasa el arroz, y el que por ansiedad o fuerza temperamental dice o hace cosas sin importarle el momento y el lugar.
Sí, es complicado encontrar el momento y el lugar para decir o hacer las cosas. Quizás en algunos casos nunca los encontremos, pero siempre tenemos que estar dispuesto no a hacer lo que queramos sino lo que Dios nos pida. Por eso tenemos que saber estar en relación con Dios para saber "escucharlo", para saber escuchar cuando nos digan "ya llega el esposo" y encender nuestras lámparas.
Pero si estamos tan ocupados en la frivolidad de todos los días, muy metidos en nuestras propias cosas, quizás se nos acabe el aceite de las lámparas y no podamos salir al encuentro del esposo cuando llegue. Quizás no podamos hacer lo que Dios quiere no porque no tengamos la capacidad para hacerlo, sino porque no estuvimos atentos al momento en que Diios quería que lo hiciéramos.
No seamos tan necios de creer todo lo que nos dice el mundo, sino que abramos los ojos y el corazón al Espíritu Santo, para que sea Él quien nos anime y ayude a discernir, quien nos fortalezca para actuar en el momento oportuno, quien nos encienda para poder salir al encuentro de lo que Dios nos pida con todas nuestras fuerzas.
Si cambiamos las palabras podemos llegar a decir que podemos llegar a ser muy rezadores, o devotos de las misas, o muy santos, pero si no somos prudentes y estamos atentos a la Voz del Señor, de nada nos sirve, pues sólo hemos vivido para una cosa pero no para hacer la Voluntad de Dios.

miércoles, 8 de agosto de 2018

Dejarnos amar

"Esto dice el Señor:
«Encontró mi favor en el desierto el pueblo que escapó de la espada. Israel camina a su descanso.
El Señor se le apareció de lejos.
Con amor eterno te amé, por eso prolongué mi misericordia para contigo".
Dios por medio de Jeremías quiere darle esperanzas a un Pueblo que está cansando, agotado, agobiado. Palabras de consuelo que fortalecen el caminar, que ayudan a seguir andando hacia la meta esperada y prometida. Por eso el Señor vuelve a recordarle al Pueblo su amor, su misericordia, porque a pesar del sufrimiento por el que ha tenido que pasar, por sus infidelidades, aún el amor sigue presente en el Corazón de Dios, y ese Amor es el que le prodiga constantemente, aunque, por amor, también, debe hacerle pagar el precio de sus infidelidades, por amor le recuerda sus defectos y quiere que llegue a la perfección.
"Porque esto dice el Señor:
«Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por la flor de los pueblos; proclamad, alabad y decid: ¡El Señor ha salvado a su pueblo, ha salvado al resto de Israel!»
Esos gritos de júbilo y alegría se producen cuando reconocemos su presencia en medio nuestro, cuando vemos, a pesar de la oscuridad del camino, la Mano amorosa y fuerte del Señor que sigue sosteniéndonos en todo momento, y nos conduce "por verdes praderas y repara nuestras fuerzas".
Es esa Mano la que buscaba la mujer del evangelio:
"Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:
«Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo».
Una Mano que no era para ella, sino para su hija; ella no pretendía nada para sí misma sino que buscaba el consuelo para su niña, buscaba la misericordia de Dios aunque ella no era del Pueblo del Israel. Y, como siempre, nos parece una respuesta dura la de Jesús, una respuesta falta de compasión:
"Él les contestó:
«Sólo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel».
Sólo cuando nos vemos con el agua al cuello podemos llegar a cruzar los límites de nuestra incredulidad o de nuestas diferencias e ir a buscar lo que necesitamos a quin nos lo puede dar. En esos momentos rechazamos nuestro orgullo y vanidad y somos capaces de aceptar cualquier cosa para conseguir lo deseado.
Jesús no quería humillar a la mujer, sólo quería que naciera en ella el Don de la Fe verdadera, una fe que no todos tenían porque no todos comprendían la verdadera misión de Jesús.
"Él le contestó:
«No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos».
Pero ella repuso:
«Tienes razón, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos».
Jesús le respondió:
«Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas».
Son esos momentos en los que creemos que estamos al límite de nuestras fuerzas en donde el Señor nos hace más fuertes, porque en la humildad y pequeñez del necesitado es cuando el Señor más nos brinda, pues sabe que sólo el corazón pobre es quien mejor responde a su llamado.