"En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
«Si quieres, puedes limpiarme».
"Si, quieres..." a pesar del dolor que llevaba en su cuerpo y, seguramente, en su alma por estar enfermo, pero más aún por estar separado de sus seres queridos (porque tenía que vivir apartado de la comunidad en las afueras del pueblo), no quiere obligar a Jesús a hacer un milagro, sino que desde su dolor, pero desde su humildad le pide que lo "limpie".
Este enfermo de lepra nos enseña que la humildad y la disposición del corazón es lo que hace que Dios pueda obrar conforme a Su Voluntad y no a la nuestra, porque no somos nosotros quienes obligamos a Dios, ni siquiera Dios nos obliga a nosotros, pues en ningún momento Dios nos obliga a hacer algo, sino que nos ha dado el Don de la Libertad para actuar según nuestra conciencia.
"Si, quieres" Señor puedes hacer esto conmigo. Pero mirad otra cosa: el enfermo no le pide que lo sane de su enfermedad, sino que le pide que "lo limpie", pues para ellos la enfermedad era signo de impureza del alma que se mostraba en el cuerpo, por eso "si quieres, puedes limpiarme". Y nos ayuda a ver que cuando nuestro corazón está "limpio" nuestros ojos pueden ver mejor la realidad, pero cuando nuestro pecado se acumula todo se va viendo con menos claridad, vamos cambiando nuestra forma de mirar a los demás y a Dios mismo. Pero cuando tenemos la disposición de ir a que Dios nos "limpie" nos re-encontramos con su Gracia y vuelve la paz a nuestro corazón. Una paz que nos ayuda a volver a ser parte de una comunidad, parte de una familia, nos ayuda a reconciliarnos con nosotros mismos, con los demás y con Dios.
Y el corazón puro y limpio nos ayuda a demostrar, como Jesús, un hermoso sentimiento hacia los demás: la compasión, el poder padecer con el otro para poder ayudarlo o acompañarlo en su dolor. No nos toca a nosotros poder sanar o limpiar los corazones de los demás, pero sí con nuestra palabra y nuestra compañía poder llevar Paz y consuelo a los que sufren en su alma y en su cuerpo. Y esa actitud de compadernos del dolor del nuestros hermanos nos da motivos para poder elevar nuestra oración al Señor, pues nuestra oración es también consuelo para el que sufre.
"Quiero, queda limpio", le dijo el Señor y le pidió que cumpliera lo que Moisés disponía. Volver a la paz del corazón por la reconciliación no nos deja libre de seguir siendo obedientes y fieles a la Voluntad de Dios, sino que nos fortalece para vivir en Dios, pues el milagro no es sólo estar limpio, sino ser Fieles y Obedientes como Jesús.
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