martes, 27 de febrero de 2018

No somos tan santos...

"Aunque vuestros pecados sean como escarlata, quedarán blancos como nieve; aunque sean rojos como la púrpura, quedarán como lana".
¡Qué difícil que es creer en la limpieza de corazón que hace Dios con el pecador! En realidad creemos que cuando nos confesamos quedamos limpios, pero no creemos que cuando otro se confiesa alcanza la conversión. Lo que pensamos para nosotros no siempre lo pensamos para nuestro hermanos, nos hemos vuelto, por nuestro pecado y orgullo más justicieros que Dios mismo, sabiendo que así como nosotros podemos convertirnos, también nuestro hermano puedo hacerlo.
El dedo acusador de nuestras manos muy rápidamente se levanta para acusar al pecador, pero pocas veces se nos habre la mano para y el corazón para recibir con amor a quién se ha convertido de sus errores, sino que le seguimos colgando la placa de pecador durante toda su vida.
«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen. Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar".
No sólo para los sumos sacerdotes y los escribas dijo Jesús esta exhortación, sino que viendo que el pecado ha dejado herida nuestra conducta, también lo dice para cada uno de nosotros, pues también somos de liar pesadas cargas a los hombros de los demás, pero no somos capaces de ayudar a los demás a encontrar su camino de conversión, pero, sobre todo cuando hablamos de amor y misericordia no somos capaces de vivirla con los demás, sino que sólo lo queremos para que lo tengan con nosotros.
Así, en este tiempo de cuaresma tenemos que mirar no el pecado de mi hermano, sino mi propia conducta que es impropia hacia mis hermanos, que no vivo lo que digo, sino que vivo lo contrario a lo que pienso y profeso. Por eso el Señor me dice:
«Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Dejad de hacer el mal, aprended a hacer el bien. Buscad la justicia, socorred al oprimido, proteged el derecho del huérfano, defended a la viuda. Venid entonces, y discutiremos - dice el Señor -.
Hagamos de nuestra vida un espejo de la vida del Señor, pues así como el Señor abrío sus brazos en la Cruz para abrazarnos a todos, aún cuando estábamos en pecado, que nuestra misericordia sea tan grande para con nuestros hermanos así como Él la tuvo con nosotros, para que sólo sembremos el amor y la justicia, porque la justicia sin amor es injusta en nuestra vida. No dejemos que la espina del pecado y la ceguera del orgullo nos haga cada día más pecadores creyendo que somos cada día más santos.

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