"Consultan mi oráculo a diario, desean conocer mi voluntad. Como si fuera un pueblo que practica la justicia y no descuida el mandato de su Dios, me piden sentencias justas, quieren acercarse a Dios.
“¿Para qué ayunar, si no haces caso; mortificarnos, si no te enteras?”
En realidad, el día de ayuno hacéis vuestros negocios y apremiáis a vuestros servidores; ayunáis para querellas y litigios, y herís con furibundos puñetazos.
No ayunéis de este modo, si queréis que se oiga vuestra voz en el cielo".
Esto que le dice Dios al Pueblo acerca del ayuno lo podríamos extender a todas las prácticas religiosas que hacemos: la eucaristía, el rosario, el via crucis, las procesiones y todo lo demás ¿por qué lo hacemos? ¿para qué lo hacemos? ¿cuál es el sentido para que lo hagamos? Pues de nada sirven todos los sacramentos y los sacramentales, ni las oraciones ni los ayunos y abstinencias, si nuestro corazón sigue lejos de Dios y apartado del amor a los hermanos.
"Este es el ayuno que yo quiero: soltar las cadenas injustas, desatar las corras del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los tuyos.
Entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas, ante ti marchará la justicia, detrás de ti la gloria del Señor".
Éste es el sentido y el fin de todo lo que hacemos en la liturgia y en la vida religiosa de cada uno, todos los instrumentos de oración que el Señor nos ha concedido son para convertir nuestro corazón a Su Voluntad, para que podamos renunciar a nosotros mismos y "hacer la Voluntad de Dios aquí en la tierra como en el Cielo", pues esa es la única forma de cambiar el corazón del hombre, pues cambiando el corazón del hombre podemos cambiar nuestro mundo.
Jesús no entregó su vida en la Cruz y nos dio nueva Vida con su resurrección para llenar nuestros días de oraciones y procesiones, sino que todo lo que vivió y nos dejó como instrumentos de santificación lo hizo para que nosotros pudiéramos vivir como Él en justicia y santidad, en obediencia y amor, llevando a Dios no sólo en la palabra sino en las obras de cada, pues "los hombres viendo nuestras buenas obras glorificarán a Dios".
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