"El Señor dijo a Salomón:
«Por haber portado así conmigo, siendo infiel al pacto y a los mandatos que te di, te voy a arrancar el reino de las manos para dárselo a un siervo tuyo".
Al final de su días, cuando ya mayor, Salomón se dejó seducir por los dioses de sus mujeres y rompió, de esa manera, la alianza que había sellado con Dios, esa Alianza por la que había sido bendecido con el don de la Sabiduría como no lo había en ningún hombre sobre la tierra.
Nos pasa que hay momentos en que nuestras alianzas son selladas con mucha energía y entrega, pero llegan otros momentos en los que, también, somos tentados por otras realidades, por otros dioses y, sin pensarlo ni razonarlo, nos vamos detrás de ellos, dejándo de lado lo que un día nos propusimos y queríamos vivir.
Salomón tenía la sabiduría necesaria para poder discernir sobre lo que estaba haciendo, pero, sin embargo, se dejó seducir por otras realidades. ¿Quién tiene la culpa de esa seducción el seductor o el que se deja seducir? Quien se deja seducir es quien debe responder de lo que hace, así como el seductor, pero cada uno responderá de acuerdo a la alianza que haya pactado.
Salomón había sellado Alianza con el Dios de Israel, con el Dios de su padre David, y por eso es Dios quien castiga su infidelidad, quien así como le había entregado el Reino se lo quita para dárselo a quien puede volver a guiarlo por el Camino de la Fe que había elegido el mismo pueblo.
Es por eso que Jesús le responde a la mujer pagana:
«Deja que se sacien primero los hijos. No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos».
Porque Él había venido a saciar el hambre de los hijos de Israel, a mostrarles el Camino de regreso al Padre, de volver a ser Fieles a la Palabra dada a Dios para ser el Pueblo de su heredad.
Y también es muy valiosa y la tenemos que tener en cuenta la respuesta de la mujer:
«Señor, pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños», porque no siempre valoramos el regalo que nos ha hecho el Padre Celestial. No valoramos los dones de la fe, la esperanza, la caridad. No tenemos en cuenta que todo lo que podemos llegar a vivir si somos Fieles a la Vida que Jesús nos regaló desde la Cruz.
Y, sin embargo, muchas veces somos como los "perros del hortelano" que no comen ni dejan comer.
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