"¡Ay, mi Señor, Dios grande y terrible, que guarda la alianza y es leal con los que lo aman y cumplen sus mandamientos.
Hemos pecado, hemos cometido crímenes y delitos, nos hemos rebelado apartándonos de tus mandatos y preceptos. No hicimos caso a tus siervos los profetas, que hablaban en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra".
El dolor de por los pecados, el dolor por alejarnos de Dios, el dolor por haber metido la pata o por haber realizado algo no debido, es lo que nos ayuda a poder encontrar el camino de la conversión, del crecimiento personal y espiritual. No siempre nos damos cuenta en el momento de lo que estamos haciendo, más aún, cuando tenemos un temperamento que nos hace decir y luego pensar, entonces, muchas veces, pecamos sin pensar, hacemos daño sin querer. Pero cuando nos damos cuenta surge el "dolor del pecado", el dolor por lo que hice.
Pero, también es cierto que, otras veces, por orgullo o vanidad, no puedo reconocer el error, el pecado, no tengo conciencia de pecar o de hacer daño al otro con mis actos o palabras, y así no puedo corregir mis forma de ser, no puedo comenzar un camino de conversión y de perfección.
Es por eso que el Señor, para recorrer este camino de perfección nos ha hoy una pauta que no es nada fácil para nosotros:
«Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros».
No pensamos que lo que le hacemos a nuestros hermanos, a los demás, también somos nosotros quienes podemos recibir la misma acción, las mismas palabras, etc.
Hoy cuando miramos hacia afuera y escuchamos la famosa frase de "libertad de expresión", vemos que sólo funciona para un sólo lado, para el lado de quien quiere insultar o hacer daño con sus palbras, y así no son las reglas del juego de la sociedad humana.
Pero sabemos que tenemos que actuar con misericordia y perdón, tenemos que llegar a poder encauzar nuestra vida, y descubrir el camino que, en este tiempo de cuaresma, el Señor nos está mostrando: reconocer nuestros errores y pecados, y buscar el perdón y la conversión en nuestra vida. Cuando, realmente, me "duelan" los pecados y los errores, será el momento en que la Gracia del Señor me ayude a comenzar el camino de arrepentimiento y conversión.
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