sábado, 10 de febrero de 2018

Con nuestro poco...

La mirada de compasión de Jesús hacia la gente es la que produce el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, no sin antes intentar que sean los apóstoles quienes busquen una respuesta ante esa situación. Es claro que la insinuación que le hace Jesús a los apóstoles acerca de lo que Él ya pensaba hacer, no es para ponerlos a prueba sino para ver cómo reaccionan ellos mismos antes la misma situación.
Los apóstoles aunque ya habían visto las obras de Jesús aún no tienen la suficiente seguridad para "exigir" un nuevo milagro de multiplicación, y por eso sólo piensan en qué es lo que ellos pueden hacer. Y como no tienen en sus manos la respuesta se quedan sin poder solucionar el problema o no encuentran solución a lo que Jesús les pregunta.
Es por eso que el Señor nos enseña con este milagro a no confiar en lo que nosotros somos o tenemos para dar, sino en lo que Él puede hacer con lo poco que somos o con lo poco que tenemos. Y no es cierto que no podamos hacer nunca nada o que no tengamos nunca nada para dar, pues es Él mismo quien nos ha dado algo o nos ha puesto en tal o cual lugar para ofrecer lo que Él mismo nos ha dado y que en Sus Manos lo poco se hace mucho.
Generalmente ante una situación complicada o ante un momento en el que tenemos que dar una respuesta clara y precisa, a veces, nos sentimos como los apóstoles: sin nada que poder ofrecer, miramos nuestras manos y nuestras capacidades y nada poder ofrecer o no sabemos dónde encontrar un camino de salida ante tal o cual situación.
Por eso es que tenemos que recordar este milagro de los panes y los peces: lo poco que tengamos o sepamos hemos de ponerlo en manos del Señor, saber que sólo Él es quien puede hacer el milagro de que lo poco que somos sirva para hacer algo grande: "me llamaran bienaventurada todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí", es lo que también María nos enseña.
No pretende el Señor que nosotros hagamos el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, si no que tengamos la disposición y generosidad suficiente para poner en Sus Manos nuestra vida para que, por Él, podamos servira nuestros hermanos que necesitan de nuestra entrega para recibir la Gracia del Señor que alimente sus necesidades, que safisfaga los deseos de su corazón y llene su alma del Amor de Dios.

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