"Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».
Jesús nos invita a vivir la perfección de Dios y eso nos parece imposible e irrealizable porque no somos Dios, aunque quisiéramos serlo y muchas veces parece que lo somos, pero no no somos dioses, somos simples seres humanos.
Pero tampoco es cierto que somos simples seres humanos, sino que somos hijos de Dios, porque Jesús, el Hijo de Dios, nos hizo hijos por su muerte y resurrección, por lo tanto hay en nosotros algo divino que nos hace divinos.
Desde el día de nuestro bautismo hay en nosotros una presencia divina: el Espíritu Santo que se nos ha dado, y es ese Espíritu el que nos ayuda a buscar la perfección de Dios en nuestra vida, pues esa perfección que nos exige Cristo, cuando decidimos seguirle, no es algo que no podamos alcanzar, sino que es algo que ya está en nosotros pero que todavía no nos hemos puesto a usarlo.
Es como esos regalos importantes que nos hacen muchas veces y que los tenemos guardados en un armario porque aún no nos hemos puesto a leer el manual de instrucciones. O como cuando compramos un movil de los más modernos pero lo usamos sólo para hablar por teléfono porque no nos gustan las nuevas tecnologías. Todo tiene muchas funciones pero no me he puesto a estudiarlo y o no lo uso o lo uso lo menos posible.
Así, igual nos pasa con la perfección a la que nos llama el Señor, que no es otra perfección que la perfección en el Amor, la más difícil de todas las perfecciones a las que podemos y debemos aspirar, porque Dios es Amor, y como hijos de Dios, nosotros también somos amor. Sí, imperfecto, pero no por eso nos debemos quedar sentados en el sofá de la imperfección sino levantarnos para comenzar a recorrer ese camino.
Y, sí, también, a todos nos cuesta perdonar a ciertas personas que nos han ofendido o nos han hecho daño, pero debemos seguir pidiendo por ellas al Padre y pidiendo al Padre para que nos ayude a perdonar, a abrir nuestro corazón al Amor y poder reconcilarnos para alcanzar la perfección que Jesús nos pide. Esa perfección que nos hace diferntes de los que no tienen el Espíritu Santo que los hace exclamar ¡Abba! ¡Padre! y por eso mismo hemos de buscar el camino de perfección que el Padre ha pensado para nosotros. Y en esa Camino alcanzaremos la meta a la que el Señor nos pide llegar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.