"Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz".
Si bien Juan Bautista comienza a anunciar la llegada del Mesías justo antes que Jesús comience su vida pública, es importante poder rescatarlo en este momento, días después de su nacimiento. Por que al nacer Jesús es en el mundo es cuando comienza a Nacer la Luz para los hombres, por ese motivo se unen los dos anuncios de un Nacimiento.
Así como hace unos días los escribas le preguntaban a Juan Bautista "¿Tú quién eres?", hoy el evangelista nos dice: "venía como testigo, para dar testimonio de la luz... no era él la luz, sino que daba testimonio de la luz".
Fijaos que Juan Bautista nunca estuvo con Jesús más que el día en que este fue a bautizarse al Jordan y bajó sobre Él el Espíritu Santo, pero ya ese mismo Espíritu había hecho "hablar" a Juan Bautista cuando lo recibió estando en el seno de Isabel: "cuando el niño saltó de alegría en su seno". Ya desde ese momento el Espíritu impulsa a Juan Bautista a anunciar al Mesías, por que estaba abierto al Espíritu y se dejaba conducir por Él.
Así aunque nunca lo escuchó al Mesías igualmente lo anunció, porque el Espíritu Santo le anunciaba lo que había que decir y predicar.
Y así, de este mismo modo y como él, ha de ser nuestra vida. Aunque no hemos sido tocados por el Espíritu Santo en el seno de nuestras madres, el mismo Espíritu nos ha cubierto con su sombra y habita en nosotros desde el día de nuestro Bautismo. Es decir que, desde ese día, si lo dejáramos libre en nuestra vida el Espíritu nos indicaría lo que hemos de hacer y decir, haría de nosotros, como con Juan Bautista, testigos de la Luz, porque su Luz está en nosotros y busca salir a la vida por medio de nuestras obras y de nuestra voz.
No somos la Luz, no somos perfectos, pero hemos sido llamados para ser Luz del mundo, y, como dice el Señor: "la luz no es para ponerla debajo de la mesa, sino sobre ella para que ilumine a todos los de la casa". Pero tenemos que tener en cuenta que "no somos la Luz", porque muchas veces nos juega en contra el creer que somos la luz y cuando la soberbia y la arrogancia nos gana la partida, pierde brillo la Luz de Cristo e intentamos ser nosotros la verdadera luz.
Sí, tenemos una importante misión, hemos sido elegidos para algo muy grande, pero por eso debemos tener la humildad de decir, como María: "el Señor hizo por mí grandes cosas", no soy yo quien obra maravillas, sino que es el Señor que obra por mi intermedio.
Pero no perdamos el hilo y lo importante: Dios nos ha llamado para ser Testigos de la Luz, para ser Luz en el mundo, no permitamos que aceptando las tinieblas y siendo parte de ellas, no seamos capaces de iluminar el las oscuridades de aquellos que buscan el Camino.
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