sábado, 16 de enero de 2016

Dios sigue confiando en nosotros, confiemos más en Él

Hay dos hermosos relatos hoy, la elección de Saúl como Rey del pueblo hebreo y la elección de Leví por parte de Jesús, como apóstol. ¿Por qué son hermosas? Por que en las dos veo cómo Dios, cuando lo dejamos, hace lo que mejor le parece sin preocuparse de quién es la persona, de cómo es, qué ha vivido, o cuáles son sus pecados, sólo confía en que en su corazón vea disponibilidad, pues de lo demás se encarga Él.
Somos nosotros los que ponemos resistencia al llamado, a la Gracia, a Dios no le importa lo que hemos hecho o que dejamos de hacer, le importa que hayamos descubierto su llamada, su Amor para nosotros y que estemos dispuestos a vivir en Fidelidad a la Vida que Él nos quiere dar.
Saúl de la nada fue proclamado Rey del pueblo de Israel, sin más ni más. Dios no le preguntó a quién quería, o qué quería, simplemente lo llamó, lo ungió y lo envió. Lo mismo pasó con Leví y Jesús, aunque los "más santos y doctos" se oponían y hablaban en contra de Él, a Jesús no le pareció importante pues ellos tenían el corazón llenos de prejuicios y por eso no descubrieron a Dios en Jesús, pero Leví que no era alguien querido por el pueblo, fue querido por Dios, y ante el llamado de Jesús no dudó en dejar todo y seguirlo, pues ante el Amor nadie puede resistirse, salvo aquellos que se aman más a sí mismos que a Dios.
Y ahí vemos la mano amorosa, misericordiosa, del Padre y del Hijo que sólo ven el interior del corazón de cada uno, y no les importa lo que podamos o no podamos hacer, Ellos saben quienes somos y nos aman por lo que somos, por eso nos llaman, nos ungen y nos envían "como ovejas en medio de lobos" para llevar un hermoso mensaje: el de la Salvación.
Por eso, si supiéramos lo privilegiados que somos al haber sido ungidos por Dios como hijos suyos, a imagen de Jesús, no dudaríamos en amarlo sobre todas las cosas y a poner nuestras vidas en sus Manos, pues Él es el único capaz de llevar nuestras vidas a su plenitud, de darnos en herencia la vida eterna, y de llenarnos de todos los bienes espirituales y celestiales necesarios para alcanzar la felicidad que anhelamos.
No es que nos volvamos arrogantes por sabernos elegidos, sino que el sabernos elegidos nos vuelve responsables, porque hemos descubierto que hemos sido llamados para una misión: anunciar un Camino de Salvación para todos los hombres, y ese Camino lo mostramos con nuestra propia vida, una vida de Fidelidad, de Obediencia a Señor, de Obediencia a Su Voluntad.
No es que nos creamos los mejores del mundo, sino que sabemos que porque no somos los mejores Él nos ha dado su Gracia para que vayamos y demos fruto en abundancia, según la entrega de cada uno en amor a los hermanos y a Dios, en un camino de ofrecimiento constante de nuestra vida para la vida del mundo.
No es que los demás sean menos que nosotros, sino que nosotros tenemos que aprender a valorar lo que tenemos y lo que somos, porque el Don de la Fe que nos ha sido dado nos ayuda a descubrir que por nuestro pecado el Hijo Único de Dios se entregó a sí mismo para que nosotros, muertos al pecado, podamos vivir como hijos de Dios, y como el Hijo poder ofrecer nuestro pobreza y así "completar lo que el Hijo comenzó en la Cruz", pues nuestro dolor se une a Su Dolor y se transforma en Gracia para quienes la necesiten.
Sí, Dios tiene la desgracia de estar locamente enamorados de nosotros y de creer ciegamente en nosotros, aunque nosotros no estemos locamente enamorados de Él ni creamos ciegamente en Él, pero Él seguirá insistiendo, cada día, en que nos Ama y que por nosotros, cada día, sobre el altar se entrega y se nos da como Alianza y Pan de Vida, para que creamos y vivamos para Él, y por Él llevemos la Vida al mundo.

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