El Señor le dijo a Samuel, cuando iba a elegir a David para Rey:
"No te fijes en las apariencias ni en lo elevado de su estatura porque lo he descartado. No se trata de lo que vea el hombre. Pues el hombre mira a los ojos, mas el Señor mira el corazón».
Claro que para nosotros, simples mortales, es muy difícil mirar el corazón del hombre, y, por más que nos esforcemos nunca vamos a llegar a tener la mirada que tiene el Señor. Pero, claro es que tampoco podemos de dejar de tener en cuenta lo que nos dice Dios.
Nuestras miradas siempre apuntan a lo que vemos, a lo que oímos, a lo que, en realidad, nos interesa de cada persona: si es nuestra intención mirar bien intentamos ver las buenas intenciones, pero si nuestra intención no es esa buscamos siempre algo que nos diga lo que queremos ver. Se podría decir que es nuestra naturaleza, porque nuestra naturaleza está viciada de pecado, y cada vez tenemos que aprender a discernir, porque, aunque nos creamos los mejores del mundo, ya en ese sentido hemos puesto un punto en contra.
Sí, es cierto y es algo que tenemos que aprender a educar en nosotros mismos: nuestros prejuicios, que no siempre serán malos prejuicios, sino que también los hay muy buenos prejuicios. Pero siempre un prejuicio sobre alguien es algo que quizás, no exista porque lo he "armado" sin conocer al otro, sea porque quiero que sea bueno o porque quiero que sea malo.
Por eso el Señor le pide a Samuel que sepa escuchar lo que Él le dice, porque Él lo va a guiar y no es que busque alguien de mal aspecto, sino que busca a alguien "de acuerdo a su corazón". Pero ¿podemos nosotros ver el corazón de nuestro hermano? No podemos ver su corazón, pero sabemos que "de la abundancia del corazón hablan los labios", y por eso, antes de juzgar o prejuzgar debemos aprender a escuchar, a ver qué dice, qué hace, cómo vive. Así los primeros discípulos le dijeron a Jesús: "muéstranos donde vives... Venid y lo veréis", le respondió Jesús.
Porque es muy importante para conocer al otro, estar con el otro, no sólo escuchar lo que me dicen del otro, o dejarme convencer por la primera impresión, sino que el tiempo me ayudará a saber quién es el otro.
Por que para poder ayudarlo, para poder compartir el camino tenemos que saber si queremos caminar juntos, si queremos caminar para el mismo lado, y sobre todo si estamos dispuestos a caminar. A veces queremos obligar a los demás a hacer cosas que no sólo no quieren, sino que no son para ellos.
Si Samuel se dejaba llevar por su propio instinto hubiera ungido Rey al que le pareciera pero no era esa la Voluntad de Dios, sino que Dios había mirado otro corazón, y el corazón de David era semejante al de Él.
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