domingo, 17 de enero de 2016

Fieles a los dones y a la misión

“Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos.
Pero a cada cual se le otorga la manifestación el Espíritu para el bien común”.
Una hermosa realidad de la que nos hace tomar conciencia San Pablo: ocupar cada uno el lugar que Dios le ha asignado en el Plan de Salvación, pues para eso nos ha dado sus dones, a cada uno según su misión. Una hermosa realidad que nos transforma en algo mucho más maravilloso y más grande de lo que podemos llegar a pensar o imaginar, pues así todos formamos un solo proyecto, y, si cada uno, cumple con su parte y misión podremos llevar a cabo el Proyecto de Dios para el mundo y la creación.
A veces a muchos nos produce envidias o recelos no poder estar en el lugar del otro, o no poder hacer lo que hace mi hermano, pero miremos el Evangelio de hoy, cada uno cumple su parte y su misión, y aunque Jesús le responda de un modo que no nos guste a María, así también cada uno hace la Voluntad de Dios. María como medianera de las Gracias, Jesús como instrumento de la Gracia y del poder de Dios.
En el plano humano surgen, por las envidias y comparaciones, las divisiones, las enemistades y así se va destruyendo el Proyecto de Dios, pues Él nos quiere unidos, siendo Uno con el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo. Pero, cuando sólo miramos la realidad con ojos humanos y no lo vemos desde Dios, la mentalidad del mundo de  hoy nos gana la partida, y lo que tendría que ser una Comunidad de personas que se aman, pasa a ser un mero grupo de gente que, si pudiera estar sin el otro mejor, generando competencias, divisiones, discusiones y toda clase de disputas, simplemente por no aceptar que el otro es diferente y que Dios le ha otorgado un carisma y una misión distinta.
Hoy estamos frente a un mundo en el que luchamos por conseguir el mejor puesto, la mejor posición, un nombre famoso e importante y, sin embargo, Dios nos ha llamado a ser la pequeña semilla que sembrada en tierra fértil da mucho fruto, no por sí misma, sino porque muere a sí misma y deja que el creador realice con ella grandes cosas.
En el Evangelio de hoy nadie es más que nadie, simplemente cada uno fiel a su lugar y misión, sin querer nadie destacar más que el otro, lograron no sólo hacer el mejor vino, sino llevar la alegría y el gozo ante una situación que podría haber sido difícil para aquellos que estaban viviendo la alegría de la boda.

Por eso nosotros también estamos llamados a conocernos y a conocer el proyecto y la misión que Dios tiene para cada uno, por eso si somos Fieles a la Vida que Él nos ha dado y nos pide vivir, llegaremos juntos a formar un Reino de personas que se aman y que llevan a los hombres la Salvación, pues muestran el camino que conduce a la Vida.

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