“Hay diversidad
de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un
mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo
en todos.
Pero a cada cual
se le otorga la manifestación el Espíritu para el bien común”.
Una hermosa realidad de la que nos hace
tomar conciencia San Pablo: ocupar cada uno el lugar que Dios le ha asignado en
el Plan de Salvación, pues para eso nos ha dado sus dones, a cada uno según su
misión. Una hermosa realidad que nos transforma en algo mucho más maravilloso y
más grande de lo que podemos llegar a pensar o imaginar, pues así todos
formamos un solo proyecto, y, si cada uno, cumple con su parte y misión
podremos llevar a cabo el Proyecto de Dios para el mundo y la creación.
A veces a muchos nos produce envidias o
recelos no poder estar en el lugar del otro, o no poder hacer lo que hace mi
hermano, pero miremos el Evangelio de hoy, cada uno cumple su parte y su
misión, y aunque Jesús le responda de un modo que no nos guste a María, así
también cada uno hace la Voluntad de Dios. María como medianera de las Gracias,
Jesús como instrumento de la Gracia y del poder de Dios.
En el plano humano surgen, por las
envidias y comparaciones, las divisiones, las enemistades y así se va
destruyendo el Proyecto de Dios, pues Él nos quiere unidos, siendo Uno con el
Padre y el Hijo en el Espíritu Santo. Pero, cuando sólo miramos la realidad con
ojos humanos y no lo vemos desde Dios, la mentalidad del mundo de hoy nos gana la partida, y lo que tendría que
ser una Comunidad de personas que se aman, pasa a ser un mero grupo de gente
que, si pudiera estar sin el otro mejor, generando competencias, divisiones,
discusiones y toda clase de disputas, simplemente por no aceptar que el otro es
diferente y que Dios le ha otorgado un carisma y una misión distinta.
Hoy estamos frente a un mundo en el que
luchamos por conseguir el mejor puesto, la mejor posición, un nombre famoso e
importante y, sin embargo, Dios nos ha llamado a ser la pequeña semilla que
sembrada en tierra fértil da mucho fruto, no por sí misma, sino porque muere a
sí misma y deja que el creador realice con ella grandes cosas.
En el Evangelio de hoy nadie es más que
nadie, simplemente cada uno fiel a su lugar y misión, sin querer nadie destacar
más que el otro, lograron no sólo hacer el mejor vino, sino llevar la alegría y
el gozo ante una situación que podría haber sido difícil para aquellos que
estaban viviendo la alegría de la boda.
Por eso nosotros también estamos llamados
a conocernos y a conocer el proyecto y la misión que Dios tiene para cada uno,
por eso si somos Fieles a la Vida que Él nos ha dado y nos pide vivir,
llegaremos juntos a formar un Reino de personas que se aman y que llevan a los
hombres la Salvación, pues muestran el camino que conduce a la Vida.
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