Hermoso diálogo entre Samuel y Elí para
meditar en nuestra vida sobre la necesidad de que tengamos alguien que nos
ayude a discernir lo que sentimos, que nos ayude a ver el camino que tenemos
que seguir, para no seguir los cantos de sirenas que, muchas veces, nos llevan
a lugares que parecen lindos, pero que no plenifican nuestra vida.
Samuel comenzó a escuchar a Dios, comenzó
a discernir un llamado, pero no sabía quién le hablaba, por eso iba hacia Elí
que era a quien tenía cerca. Se repitió esta realidad en tres momentos, hasta
que Elí se dio cuenta que era la voz de Dios lo que escuchaba Samuel. Por eso
Elí lo guió para poder escuchar y, sobre todo, para poder responder.
Y ahí está la clave de si estamos
dispuestos a escuchar, pero más dispuestos a responder a esa Voz. Siempre en
nuestro corazón escuchamos la Voz de Dios, aunque, muchas veces, no la
reconozcamos, por eso vamos por la vida buscando ecos de esos sonidos, por eso
hay muchos que siguen sonidos parecidos pero que no son los verdaderos. Y responden
a esas voces, pero sin saber que algunas de ellas no le dan lo que realmente
necesitan sino lo que ellas quieren vender.
Sí, hoy estamos escuchando muchos falsos
profetas que nos llevan a ofrecer muchos sacrificios, pero a cambio de nada en
nuestra vida. Muchos creen que han encontrado el camino de la verdad y de la
vida, pero cuando miran hacia adentro encuentran vacío y nada. Simplemente
porque han aceptado una satisfacción temporal, una alegría pasajera, el gozo
del momento y el placer del instante. Pero dentro sigue sonando algo, algo que
nos lleva a la búsqueda constante de la felicidad, de la plenitud, del
encontrar aquello que nos de seguridad, esperanza, confianza en el futuro.
No, no hay una edad para poder escuchar,
como tampoco la hay para responder. Sólo necesitamos un corazón capaz de
reconocer la voz y encontrar a quien le ayude a escuchar y a responder, porque
las dos cosas caminan unidad: la escucha y la respuesta. Porque hay muchos que
han escuchado pero se han hecho los sordos, y hay otros que no han sabido guiar
por el buen camino. Por eso la reflexión de la palabra y la Gracia ayudan a
abrir los oídos y a disponer el corazón para escuchar, pero también
necesitamos, muchas veces, alguien que nos ayude a ver, alguien que nos de
elementos para saber discernir, y ahí, sí que
necesitamos la fuerza del Espíritu Santo para poder responder con
claridad y libremente al llamado, como lo hizo Samuel:
“El
Señor se presentó y llamó como las veces anteriores:
-«¡Samuel,
Samuel!»
Respondió
Samuel:
-«Habla,
que tu siervo escucha.»
Samuel
creció. El Señor estaba con él, y no dejó que se frustrara ninguna de sus
palabras. Todo Israel, desde Dan hasta Berseba, supo que Samuel era un
autentico profeta del Señor”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.