miércoles, 13 de enero de 2016

Saber escuchar para responder

Hermoso diálogo entre Samuel y Elí para meditar en nuestra vida sobre la necesidad de que tengamos alguien que nos ayude a discernir lo que sentimos, que nos ayude a ver el camino que tenemos que seguir, para no seguir los cantos de sirenas que, muchas veces, nos llevan a lugares que parecen lindos, pero que no plenifican nuestra vida.
Samuel comenzó a escuchar a Dios, comenzó a discernir un llamado, pero no sabía quién le hablaba, por eso iba hacia Elí que era a quien tenía cerca. Se repitió esta realidad en tres momentos, hasta que Elí se dio cuenta que era la voz de Dios lo que escuchaba Samuel. Por eso Elí lo guió para poder escuchar y, sobre todo, para poder responder.
Y ahí está la clave de si estamos dispuestos a escuchar, pero más dispuestos a responder a esa Voz. Siempre en nuestro corazón escuchamos la Voz de Dios, aunque, muchas veces, no la reconozcamos, por eso vamos por la vida buscando ecos de esos sonidos, por eso hay muchos que siguen sonidos parecidos pero que no son los verdaderos. Y responden a esas voces, pero sin saber que algunas de ellas no le dan lo que realmente necesitan sino lo que ellas quieren vender.
Sí, hoy estamos escuchando muchos falsos profetas que nos llevan a ofrecer muchos sacrificios, pero a cambio de nada en nuestra vida. Muchos creen que han encontrado el camino de la verdad y de la vida, pero cuando miran hacia adentro encuentran vacío y nada. Simplemente porque han aceptado una satisfacción temporal, una alegría pasajera, el gozo del momento y el placer del instante. Pero dentro sigue sonando algo, algo que nos lleva a la búsqueda constante de la felicidad, de la plenitud, del encontrar aquello que nos de seguridad, esperanza, confianza en el futuro.
No, no hay una edad para poder escuchar, como tampoco la hay para responder. Sólo necesitamos un corazón capaz de reconocer la voz y encontrar a quien le ayude a escuchar y a responder, porque las dos cosas caminan unidad: la escucha y la respuesta. Porque hay muchos que han escuchado pero se han hecho los sordos, y hay otros que no han sabido guiar por el buen camino. Por eso la reflexión de la palabra y la Gracia ayudan a abrir los oídos y a disponer el corazón para escuchar, pero también necesitamos, muchas veces, alguien que nos ayude a ver, alguien que nos de elementos para saber discernir, y ahí, sí que  necesitamos la fuerza del Espíritu Santo para poder responder con claridad y libremente al llamado, como lo hizo Samuel:
“El Señor se presentó y llamó como las veces anteriores:
-«¡Samuel, Samuel!»
Respondió Samuel:
-«Habla, que tu siervo escucha.»
Samuel creció. El Señor estaba con él, y no dejó que se frustrara ninguna de sus palabras. Todo Israel, desde Dan hasta Berseba, supo que Samuel era un autentico profeta del Señor”.


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