Hoy me ha gustado mucho una frase de San Ireneo:
"Por lo que se refiere a Dios nada hay sin sentido, nada que no tenga su significado y su razón de ser. Y por esto los antiguos hombres debían consagrarle los diezmos de sus bienes; pero nosotros, que ya hemos alcanzado la libertad, ponemos al servicio del Señor la totalidad de nuestros bienes, dándolos con libertad y alegría, aun los de más valor, pues lo que esperamos vale más que todos ellos; echamos en el cepillo de Dios todo nuestro sustento, imitando así el desprendimiento de aquella viuda pobre del evangelio".
Por dos cosas me parece buena para reflexionar esta frase. Una de ellas es lo primero que dice: en "Dios nada hay sin sentido, nada que no tenga su significado y su razón de ser". Claro que nosotros queremos que en el acto le encontremos sentido y explicaciones a las cosas que nos pasan o que pasan en la vida de otros y que nos duelen a nosotros, pero no todo lo podemos responder tan instantáneamente como quisiéramos, sino que todo en Dios, aparte del sentido y significado, todo tiene su tiempo.
Si ante las cosas que suceden nos detenemos más tiempo en la oración y la reflexión, no es que le encontremos rápidamente el sentido, sino que encontraremos la paz necesaria para que podamos aceptar el sentido y el significado que las cosas que Dios nos pide o permite vivir tienen.
Muchas veces creemos que todo tiene que tener un sentido y significado, o mejor dicho, que todo lo tenemos que entender, pero muchas veces, como dice el Evangelio de María tenemos que guardar las cosas en el silencio del corazón, pues es allí donde se nos ayudará a ver su sentido y significado.
Y la otra cosa que me gusta de este párrafo de San Ireneo es acerca de la ofrenda que le hacemos al Señor, pero no sólo la ofrenda de nuestros bienes materiales, sino la ofrenda de nuestra vida. Y mirad: los esclavos se rigen por el rigor de las órdenes, en cambio los libres viven en la libertad de su voluntad. Pero muchas veces que no le entregamos al Señor nuestra libertad, sino que sólo le damos lo justo para cumplir: en minutos para rezar, en minutos para ir a misa, en minutos para... En cambio Él libremente nos entregó su Vida para que nosotros tuviéramos vida en abundancia, pero sólo la tendremos en abundancia si abundantemente nos entregamos a Él y, como María, dejamos que Él obre según Su Voluntad.
Él fue generoso en su entrega, por eso nos pide que también seamos generosos entregándonos a Él.
sábado, 23 de enero de 2016
viernes, 22 de enero de 2016
La fuerza del Amor
Una hermosa frase que en labios de David se tiene que hacer vida en nuestros labios:
"Después de esto, David se levantó, salió de la cueva y gritó detrás de Saúl: «¡Mi señor, el rey!» Saúl miró hacia atrás, y David, inclinándose con el rostro en tierra, se postró y le dijo: «¿Por qué haces caso a los rumores de la gente, cuando dicen que David busca tu ruina? Hoy has visto con tus propios ojos que el Señor te puso en mis manos dentro de la cueva. Aquí se habló de matarte, pero yo tuve compasión de ti y dije: "No extenderé mi mano contra mi señor, porque es el ungido del Señor".
¿Por qué hermosa frase para nuestros labios? Por que todos los que están a nuestro lado, sean amigos o enemigos, son ungidos del Señor, son nuestros hermanos y, más de una vez, nos dejamos llevar por los dimes y diretes de la gente y apuntamos el dardo mortal de nuestras lenguas sobre aquellos que son nuestros hermanos.
Y no podemos decir: porque me lo dijeron, sino que en cada comentario y en cada acción que hago, es mi elección hablar bien o mal de los demás. Por eso mismo Jesús nos dice: "lo que hiciste con el más pequeño de mis hermanos conmigo lo hicisteis", es decir, todos los hombres son Jesús, por eso el hablar mal de los demás, es hacer daño con nuestras palabras a la fama de nuestros hermanos, es un daño que le hacemos a Jesús que está en nuestros corazones.
No es fácil poder ver el rostro de Jesús en el rostro de nuestros hermanos, sobre todo cuando creemos o sabemos que nos han hecho daño, pero por eso necesitamos la Gracia del Espíritu del Amor para poder "amar a nuestros enemigos y a los que nos persiguen", porque "si aman a quienes os aman ¿qué mérito tienen? Eso también lo hacen los paganos" por eso "Yo os digo: amad a vuestros enemigos..." Para poder alcanzar el valor heroico del amor tenemos que comenzar por lo pequeño de cada día, el amor que se demuestra en seguir los malos comentarios de los demás, en no hablar mal de los demás, en no "matar" a los demás con nuestras lenguas.
"Después de esto, David se levantó, salió de la cueva y gritó detrás de Saúl: «¡Mi señor, el rey!» Saúl miró hacia atrás, y David, inclinándose con el rostro en tierra, se postró y le dijo: «¿Por qué haces caso a los rumores de la gente, cuando dicen que David busca tu ruina? Hoy has visto con tus propios ojos que el Señor te puso en mis manos dentro de la cueva. Aquí se habló de matarte, pero yo tuve compasión de ti y dije: "No extenderé mi mano contra mi señor, porque es el ungido del Señor".
¿Por qué hermosa frase para nuestros labios? Por que todos los que están a nuestro lado, sean amigos o enemigos, son ungidos del Señor, son nuestros hermanos y, más de una vez, nos dejamos llevar por los dimes y diretes de la gente y apuntamos el dardo mortal de nuestras lenguas sobre aquellos que son nuestros hermanos.
Y no podemos decir: porque me lo dijeron, sino que en cada comentario y en cada acción que hago, es mi elección hablar bien o mal de los demás. Por eso mismo Jesús nos dice: "lo que hiciste con el más pequeño de mis hermanos conmigo lo hicisteis", es decir, todos los hombres son Jesús, por eso el hablar mal de los demás, es hacer daño con nuestras palabras a la fama de nuestros hermanos, es un daño que le hacemos a Jesús que está en nuestros corazones.
No es fácil poder ver el rostro de Jesús en el rostro de nuestros hermanos, sobre todo cuando creemos o sabemos que nos han hecho daño, pero por eso necesitamos la Gracia del Espíritu del Amor para poder "amar a nuestros enemigos y a los que nos persiguen", porque "si aman a quienes os aman ¿qué mérito tienen? Eso también lo hacen los paganos" por eso "Yo os digo: amad a vuestros enemigos..." Para poder alcanzar el valor heroico del amor tenemos que comenzar por lo pequeño de cada día, el amor que se demuestra en seguir los malos comentarios de los demás, en no hablar mal de los demás, en no "matar" a los demás con nuestras lenguas.
jueves, 21 de enero de 2016
El amor siembra amor
A veces un texto bíblico puede ser hermoso porque habla de algo lindo, presenta una realidad esperanzadora, pero también, como en el día de hoy, es hermoso porque presenta dos situaciones totalmente distintas pero que nos ofrecen un hermoso ejemplo de amor y de amistad, así como también el peligro de la envidia, cuando nos dejamos vencer por ella.
El valor y acto heroico de David de matar a Goliat le valió el halago de todo el pueblo, un pueblo que por el ardor del momento lo elevó mucho más alto que el Rey, un Rey que amaba a David, pero que vencido por la envidia y el orgullo herido juró matarlo, pues tantas alabanzas a David por su valor le hacían sombra al Rey.
Pero ante ese apetito de venganza de Saúl, surge el valor de la amistad de Jonatan, hijo de Saúl, por David a quien avisó del peligro de la venganza de Saúl.
Si podría decir que ante un hecho tan duro y difícil, surgiría en el corazón de cualquiera otro deseo de venganza, de cuidarnos, pero el amor hizo que se buscara la concordia, la paz.
Y así, hoy nos enseña este hermoso texto que ante la muerte que produce la envidia debemos anteponer el amor de la amistad que busca la paz, la unidad, la concordia. Es algo que no nos debemos olvidar porque, algunas veces, no ayudamos con nuestros consejos sino que echamos gasolina al fuego, en lugar de agua. Si realmente nuestra amistad, nuestro amor es verdadero siempre intentaremos hacer que la paz reine en los corazones, debemos ser mediadores de paz, de unidad, sembradores del Espíritu entre la gente, no dejarnos llevar por deseos de venganza, de discordia, de soberbia.
Jonatán podía pensar que no era de su interés contarle a David los planes de su padre, pero no es que Jonatán no quisiera a su padre ni lo respetara, pero sabía que el corazón de Saúl estaba herido por la vanidad, por eso intenta y lo logra, ayudar a que nazca la paz en esa relación.
Es algo que no debemos olvidar en nuestra vida: somos instrumentos de paz, instrumentos de amor, de concordia, buscadores de verdad y justicia.
El valor y acto heroico de David de matar a Goliat le valió el halago de todo el pueblo, un pueblo que por el ardor del momento lo elevó mucho más alto que el Rey, un Rey que amaba a David, pero que vencido por la envidia y el orgullo herido juró matarlo, pues tantas alabanzas a David por su valor le hacían sombra al Rey.
Pero ante ese apetito de venganza de Saúl, surge el valor de la amistad de Jonatan, hijo de Saúl, por David a quien avisó del peligro de la venganza de Saúl.
Si podría decir que ante un hecho tan duro y difícil, surgiría en el corazón de cualquiera otro deseo de venganza, de cuidarnos, pero el amor hizo que se buscara la concordia, la paz.
Y así, hoy nos enseña este hermoso texto que ante la muerte que produce la envidia debemos anteponer el amor de la amistad que busca la paz, la unidad, la concordia. Es algo que no nos debemos olvidar porque, algunas veces, no ayudamos con nuestros consejos sino que echamos gasolina al fuego, en lugar de agua. Si realmente nuestra amistad, nuestro amor es verdadero siempre intentaremos hacer que la paz reine en los corazones, debemos ser mediadores de paz, de unidad, sembradores del Espíritu entre la gente, no dejarnos llevar por deseos de venganza, de discordia, de soberbia.
Jonatán podía pensar que no era de su interés contarle a David los planes de su padre, pero no es que Jonatán no quisiera a su padre ni lo respetara, pero sabía que el corazón de Saúl estaba herido por la vanidad, por eso intenta y lo logra, ayudar a que nazca la paz en esa relación.
Es algo que no debemos olvidar en nuestra vida: somos instrumentos de paz, instrumentos de amor, de concordia, buscadores de verdad y justicia.
miércoles, 20 de enero de 2016
Vencer al gigante
Muchas veces creemos que las batallas que tenemos frente a nosotros son más grandes que nosotros mismos, pero, cuando hay confianza en la elección de Dios. La lectura de la hazaña de David frente a Goliat nos ayuda a descubrir que no es la fuerza del hombre lo que puede convertir al hombre, sino que es la confianza en la Providencia de Dios quien puede ayudarnos a enfrentar los grandes temores, y ayudarnos en las grandes batallas.
"David le respondió:
-«Tú vienes contra mi con espada, lanza y jabalina. En cambio, yo voy contra ti en nombre del Señor del universo, Dios de los escuadrones de Israel al que has insultado. El Señor te va a entregar hoy en mis manos, te mataré, te arrancaré la cabeza y hoy mismo entregaré tu cadáver y los del ejército filisteo a las aves del cielo y a las fieras de la tierra. Y toda la tierra sabrá que hay un Dios de Israel. Todos los aquí reunidos sabrán que el Señor no salva con espada ni lanza, porque la guerra es del Señor y os va a entregar en nuestras manos».
Nos desanimamos, muchas veces, frente a situaciones que desconocemos, o frente a oscuridades que nos suceden el camino, sin ponernos a silenciar el corazón y encontrarnos con Quién nos pide, día a día, avanzar en la confianza, crecer en la oscuridad y fortalecernos en la Cruz.
Es Dios quién nos ha elegido para ser sus apóstoles y herederos del Reino, para vencer las tinieblas con la fuerza de la Luz del Espíritu que habita en nosotros.
Sí, seguramente en el camino nos encontraremos con quienes quieran hacernos creer que no somos nadie, simplemente porque creemos en Dios. Sino que cuanto más piedras nos tiren y cuanto más quieran oscurecer nuestra fe, nosotros tenemos que saber vencer a los gigantes del mundo con las simples armas del Amor, de la Verdad y de la Paz, pues en el corazón elegido por Dios no hay rencores, ni odios, ni venganza, sino solamente el deseo de ser sembradores de Fe, Esperanza y Caridad.
"David le respondió:
-«Tú vienes contra mi con espada, lanza y jabalina. En cambio, yo voy contra ti en nombre del Señor del universo, Dios de los escuadrones de Israel al que has insultado. El Señor te va a entregar hoy en mis manos, te mataré, te arrancaré la cabeza y hoy mismo entregaré tu cadáver y los del ejército filisteo a las aves del cielo y a las fieras de la tierra. Y toda la tierra sabrá que hay un Dios de Israel. Todos los aquí reunidos sabrán que el Señor no salva con espada ni lanza, porque la guerra es del Señor y os va a entregar en nuestras manos».
Nos desanimamos, muchas veces, frente a situaciones que desconocemos, o frente a oscuridades que nos suceden el camino, sin ponernos a silenciar el corazón y encontrarnos con Quién nos pide, día a día, avanzar en la confianza, crecer en la oscuridad y fortalecernos en la Cruz.
Es Dios quién nos ha elegido para ser sus apóstoles y herederos del Reino, para vencer las tinieblas con la fuerza de la Luz del Espíritu que habita en nosotros.
Sí, seguramente en el camino nos encontraremos con quienes quieran hacernos creer que no somos nadie, simplemente porque creemos en Dios. Sino que cuanto más piedras nos tiren y cuanto más quieran oscurecer nuestra fe, nosotros tenemos que saber vencer a los gigantes del mundo con las simples armas del Amor, de la Verdad y de la Paz, pues en el corazón elegido por Dios no hay rencores, ni odios, ni venganza, sino solamente el deseo de ser sembradores de Fe, Esperanza y Caridad.
martes, 19 de enero de 2016
Aprender a mirar el corazón
El Señor le dijo a Samuel, cuando iba a elegir a David para Rey:
"No te fijes en las apariencias ni en lo elevado de su estatura porque lo he descartado. No se trata de lo que vea el hombre. Pues el hombre mira a los ojos, mas el Señor mira el corazón».
Claro que para nosotros, simples mortales, es muy difícil mirar el corazón del hombre, y, por más que nos esforcemos nunca vamos a llegar a tener la mirada que tiene el Señor. Pero, claro es que tampoco podemos de dejar de tener en cuenta lo que nos dice Dios.
Nuestras miradas siempre apuntan a lo que vemos, a lo que oímos, a lo que, en realidad, nos interesa de cada persona: si es nuestra intención mirar bien intentamos ver las buenas intenciones, pero si nuestra intención no es esa buscamos siempre algo que nos diga lo que queremos ver. Se podría decir que es nuestra naturaleza, porque nuestra naturaleza está viciada de pecado, y cada vez tenemos que aprender a discernir, porque, aunque nos creamos los mejores del mundo, ya en ese sentido hemos puesto un punto en contra.
Sí, es cierto y es algo que tenemos que aprender a educar en nosotros mismos: nuestros prejuicios, que no siempre serán malos prejuicios, sino que también los hay muy buenos prejuicios. Pero siempre un prejuicio sobre alguien es algo que quizás, no exista porque lo he "armado" sin conocer al otro, sea porque quiero que sea bueno o porque quiero que sea malo.
Por eso el Señor le pide a Samuel que sepa escuchar lo que Él le dice, porque Él lo va a guiar y no es que busque alguien de mal aspecto, sino que busca a alguien "de acuerdo a su corazón". Pero ¿podemos nosotros ver el corazón de nuestro hermano? No podemos ver su corazón, pero sabemos que "de la abundancia del corazón hablan los labios", y por eso, antes de juzgar o prejuzgar debemos aprender a escuchar, a ver qué dice, qué hace, cómo vive. Así los primeros discípulos le dijeron a Jesús: "muéstranos donde vives... Venid y lo veréis", le respondió Jesús.
Porque es muy importante para conocer al otro, estar con el otro, no sólo escuchar lo que me dicen del otro, o dejarme convencer por la primera impresión, sino que el tiempo me ayudará a saber quién es el otro.
Por que para poder ayudarlo, para poder compartir el camino tenemos que saber si queremos caminar juntos, si queremos caminar para el mismo lado, y sobre todo si estamos dispuestos a caminar. A veces queremos obligar a los demás a hacer cosas que no sólo no quieren, sino que no son para ellos.
Si Samuel se dejaba llevar por su propio instinto hubiera ungido Rey al que le pareciera pero no era esa la Voluntad de Dios, sino que Dios había mirado otro corazón, y el corazón de David era semejante al de Él.
"No te fijes en las apariencias ni en lo elevado de su estatura porque lo he descartado. No se trata de lo que vea el hombre. Pues el hombre mira a los ojos, mas el Señor mira el corazón».
Claro que para nosotros, simples mortales, es muy difícil mirar el corazón del hombre, y, por más que nos esforcemos nunca vamos a llegar a tener la mirada que tiene el Señor. Pero, claro es que tampoco podemos de dejar de tener en cuenta lo que nos dice Dios.
Nuestras miradas siempre apuntan a lo que vemos, a lo que oímos, a lo que, en realidad, nos interesa de cada persona: si es nuestra intención mirar bien intentamos ver las buenas intenciones, pero si nuestra intención no es esa buscamos siempre algo que nos diga lo que queremos ver. Se podría decir que es nuestra naturaleza, porque nuestra naturaleza está viciada de pecado, y cada vez tenemos que aprender a discernir, porque, aunque nos creamos los mejores del mundo, ya en ese sentido hemos puesto un punto en contra.
Sí, es cierto y es algo que tenemos que aprender a educar en nosotros mismos: nuestros prejuicios, que no siempre serán malos prejuicios, sino que también los hay muy buenos prejuicios. Pero siempre un prejuicio sobre alguien es algo que quizás, no exista porque lo he "armado" sin conocer al otro, sea porque quiero que sea bueno o porque quiero que sea malo.
Por eso el Señor le pide a Samuel que sepa escuchar lo que Él le dice, porque Él lo va a guiar y no es que busque alguien de mal aspecto, sino que busca a alguien "de acuerdo a su corazón". Pero ¿podemos nosotros ver el corazón de nuestro hermano? No podemos ver su corazón, pero sabemos que "de la abundancia del corazón hablan los labios", y por eso, antes de juzgar o prejuzgar debemos aprender a escuchar, a ver qué dice, qué hace, cómo vive. Así los primeros discípulos le dijeron a Jesús: "muéstranos donde vives... Venid y lo veréis", le respondió Jesús.
Porque es muy importante para conocer al otro, estar con el otro, no sólo escuchar lo que me dicen del otro, o dejarme convencer por la primera impresión, sino que el tiempo me ayudará a saber quién es el otro.
Por que para poder ayudarlo, para poder compartir el camino tenemos que saber si queremos caminar juntos, si queremos caminar para el mismo lado, y sobre todo si estamos dispuestos a caminar. A veces queremos obligar a los demás a hacer cosas que no sólo no quieren, sino que no son para ellos.
Si Samuel se dejaba llevar por su propio instinto hubiera ungido Rey al que le pareciera pero no era esa la Voluntad de Dios, sino que Dios había mirado otro corazón, y el corazón de David era semejante al de Él.
lunes, 18 de enero de 2016
Obediencia y no sacraficios
El Señor le dijo a Saúl:
«¿Quiere el Señor holocaustos y sacrificios
o quiere que se obedezca su voz?
La obediencia vale más que el sacrificio;
la docilidad, más que la grasa de carneros.
Como pecado de hechicería es la rebeldía;
como crimen de idolatría es la contumacia".
Un tema que, para todos, es muy urticante: la obediencia a Dios. Nos gusta, quizás, todo lo que atañe a nuestra religión, a nuestra fe, a lo que podemos pedir y a lo que nos puede dar el Señor, pero cuando nos pide algo que no nos gusta, o cuando Su Voz dice algo que no está dentro de nuestros parámetros, simplemente hacemos lo que nos da la gana. Preferimos ofrecerle cualquier otra cosa al Señor, menos la negación a nosotros mismos, que es lo que implica la obediencia.
Por que obedecer implicar renunciar a nuestro yo, a nuestro querer, a lo que nos parece, a lo que nos gusta, y ponernos a trabajar, primero en la escucha de Su Palabra para luego poder hacer Su Voluntad. Claro que no es fácil. Claro que resulta difícil hacer la Voluntad de Dios, pero ése es el Camino que hemos decidido recorrer cuando hemos decidido ser cristianos.
Quizás no desobedezcamos a Dios haciendo grandes y crueles pecados, sino que muchas veces la desobediencia está en no escuchar Su Voz, en hacer oídos sordos a lo que Dios nos dice en Su Palabra, en lo que Dios nos dice por nuestros hermanos, en lo que Dios nos dice a través de los signos de los tiempos. Porque, simplemente, creemos que ser cristianos es cumplir con ciertos requisitos sociales: bautismo, comunión, misa, alguna que otra oración por ahí, y alguna que otra cosilla con olor cristiano.
Pero no, no creo que Jesús haya querido nacer, crecer, predicar, y entregarse a la muerte de Cruz para que nosotros simplemente pongamos "cara de cristiano" y tengamos el corazón vacío de Cristo.
No, Jesús no se entregó para poner un remiendo a una religión que se había quedado sin Dios, sino que por su muerte y resurrección nos dio la posibilidad de re-crear al Hombre, de transformarnos en Hombres Nuevos, con mentalidad nueva basada en la Palabra de Dios, Palabra Viva y Verdadera, que da Vida y renueva la Faz de la Tierra. Y así no "sólo quien dice: ¡Señor, Señor! entrará en el Reino de los Cielos, sino quien escuche la Palabra de Dios y la practique".
Claro que para eso tenemos que creer que La Palabra de Dios, es Palabra de Dios y no solamente palabra de hombres religiosos, porque la palabra de los hombres no da Vida, en cambio la Palabra de Dios da Vida Nueva. Y es esa Palabra la que hace de la vida vieja, una Vida Nueva llena de Luz, capaz de iluminar las tinieblas del Mundo para que el Hombre encuentre el Camino a la Paz, al Amor, a la Vida.
«¿Quiere el Señor holocaustos y sacrificios
o quiere que se obedezca su voz?
La obediencia vale más que el sacrificio;
la docilidad, más que la grasa de carneros.
Como pecado de hechicería es la rebeldía;
como crimen de idolatría es la contumacia".
Un tema que, para todos, es muy urticante: la obediencia a Dios. Nos gusta, quizás, todo lo que atañe a nuestra religión, a nuestra fe, a lo que podemos pedir y a lo que nos puede dar el Señor, pero cuando nos pide algo que no nos gusta, o cuando Su Voz dice algo que no está dentro de nuestros parámetros, simplemente hacemos lo que nos da la gana. Preferimos ofrecerle cualquier otra cosa al Señor, menos la negación a nosotros mismos, que es lo que implica la obediencia.
Por que obedecer implicar renunciar a nuestro yo, a nuestro querer, a lo que nos parece, a lo que nos gusta, y ponernos a trabajar, primero en la escucha de Su Palabra para luego poder hacer Su Voluntad. Claro que no es fácil. Claro que resulta difícil hacer la Voluntad de Dios, pero ése es el Camino que hemos decidido recorrer cuando hemos decidido ser cristianos.
Quizás no desobedezcamos a Dios haciendo grandes y crueles pecados, sino que muchas veces la desobediencia está en no escuchar Su Voz, en hacer oídos sordos a lo que Dios nos dice en Su Palabra, en lo que Dios nos dice por nuestros hermanos, en lo que Dios nos dice a través de los signos de los tiempos. Porque, simplemente, creemos que ser cristianos es cumplir con ciertos requisitos sociales: bautismo, comunión, misa, alguna que otra oración por ahí, y alguna que otra cosilla con olor cristiano.
Pero no, no creo que Jesús haya querido nacer, crecer, predicar, y entregarse a la muerte de Cruz para que nosotros simplemente pongamos "cara de cristiano" y tengamos el corazón vacío de Cristo.
No, Jesús no se entregó para poner un remiendo a una religión que se había quedado sin Dios, sino que por su muerte y resurrección nos dio la posibilidad de re-crear al Hombre, de transformarnos en Hombres Nuevos, con mentalidad nueva basada en la Palabra de Dios, Palabra Viva y Verdadera, que da Vida y renueva la Faz de la Tierra. Y así no "sólo quien dice: ¡Señor, Señor! entrará en el Reino de los Cielos, sino quien escuche la Palabra de Dios y la practique".
Claro que para eso tenemos que creer que La Palabra de Dios, es Palabra de Dios y no solamente palabra de hombres religiosos, porque la palabra de los hombres no da Vida, en cambio la Palabra de Dios da Vida Nueva. Y es esa Palabra la que hace de la vida vieja, una Vida Nueva llena de Luz, capaz de iluminar las tinieblas del Mundo para que el Hombre encuentre el Camino a la Paz, al Amor, a la Vida.
domingo, 17 de enero de 2016
Fieles a los dones y a la misión
“Hay diversidad
de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un
mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo
en todos.
Pero a cada cual
se le otorga la manifestación el Espíritu para el bien común”.
Una hermosa realidad de la que nos hace
tomar conciencia San Pablo: ocupar cada uno el lugar que Dios le ha asignado en
el Plan de Salvación, pues para eso nos ha dado sus dones, a cada uno según su
misión. Una hermosa realidad que nos transforma en algo mucho más maravilloso y
más grande de lo que podemos llegar a pensar o imaginar, pues así todos
formamos un solo proyecto, y, si cada uno, cumple con su parte y misión
podremos llevar a cabo el Proyecto de Dios para el mundo y la creación.
A veces a muchos nos produce envidias o
recelos no poder estar en el lugar del otro, o no poder hacer lo que hace mi
hermano, pero miremos el Evangelio de hoy, cada uno cumple su parte y su
misión, y aunque Jesús le responda de un modo que no nos guste a María, así
también cada uno hace la Voluntad de Dios. María como medianera de las Gracias,
Jesús como instrumento de la Gracia y del poder de Dios.
En el plano humano surgen, por las
envidias y comparaciones, las divisiones, las enemistades y así se va
destruyendo el Proyecto de Dios, pues Él nos quiere unidos, siendo Uno con el
Padre y el Hijo en el Espíritu Santo. Pero, cuando sólo miramos la realidad con
ojos humanos y no lo vemos desde Dios, la mentalidad del mundo de hoy nos gana la partida, y lo que tendría que
ser una Comunidad de personas que se aman, pasa a ser un mero grupo de gente
que, si pudiera estar sin el otro mejor, generando competencias, divisiones,
discusiones y toda clase de disputas, simplemente por no aceptar que el otro es
diferente y que Dios le ha otorgado un carisma y una misión distinta.
Hoy estamos frente a un mundo en el que
luchamos por conseguir el mejor puesto, la mejor posición, un nombre famoso e
importante y, sin embargo, Dios nos ha llamado a ser la pequeña semilla que
sembrada en tierra fértil da mucho fruto, no por sí misma, sino porque muere a
sí misma y deja que el creador realice con ella grandes cosas.
En el Evangelio de hoy nadie es más que
nadie, simplemente cada uno fiel a su lugar y misión, sin querer nadie destacar
más que el otro, lograron no sólo hacer el mejor vino, sino llevar la alegría y
el gozo ante una situación que podría haber sido difícil para aquellos que
estaban viviendo la alegría de la boda.
Por eso nosotros también estamos llamados
a conocernos y a conocer el proyecto y la misión que Dios tiene para cada uno,
por eso si somos Fieles a la Vida que Él nos ha dado y nos pide vivir,
llegaremos juntos a formar un Reino de personas que se aman y que llevan a los
hombres la Salvación, pues muestran el camino que conduce a la Vida.
sábado, 16 de enero de 2016
Dios sigue confiando en nosotros, confiemos más en Él
Hay dos hermosos relatos hoy, la elección de Saúl como Rey del pueblo hebreo y la elección de Leví por parte de Jesús, como apóstol. ¿Por qué son hermosas? Por que en las dos veo cómo Dios, cuando lo dejamos, hace lo que mejor le parece sin preocuparse de quién es la persona, de cómo es, qué ha vivido, o cuáles son sus pecados, sólo confía en que en su corazón vea disponibilidad, pues de lo demás se encarga Él.
Somos nosotros los que ponemos resistencia al llamado, a la Gracia, a Dios no le importa lo que hemos hecho o que dejamos de hacer, le importa que hayamos descubierto su llamada, su Amor para nosotros y que estemos dispuestos a vivir en Fidelidad a la Vida que Él nos quiere dar.
Saúl de la nada fue proclamado Rey del pueblo de Israel, sin más ni más. Dios no le preguntó a quién quería, o qué quería, simplemente lo llamó, lo ungió y lo envió. Lo mismo pasó con Leví y Jesús, aunque los "más santos y doctos" se oponían y hablaban en contra de Él, a Jesús no le pareció importante pues ellos tenían el corazón llenos de prejuicios y por eso no descubrieron a Dios en Jesús, pero Leví que no era alguien querido por el pueblo, fue querido por Dios, y ante el llamado de Jesús no dudó en dejar todo y seguirlo, pues ante el Amor nadie puede resistirse, salvo aquellos que se aman más a sí mismos que a Dios.
Y ahí vemos la mano amorosa, misericordiosa, del Padre y del Hijo que sólo ven el interior del corazón de cada uno, y no les importa lo que podamos o no podamos hacer, Ellos saben quienes somos y nos aman por lo que somos, por eso nos llaman, nos ungen y nos envían "como ovejas en medio de lobos" para llevar un hermoso mensaje: el de la Salvación.
Por eso, si supiéramos lo privilegiados que somos al haber sido ungidos por Dios como hijos suyos, a imagen de Jesús, no dudaríamos en amarlo sobre todas las cosas y a poner nuestras vidas en sus Manos, pues Él es el único capaz de llevar nuestras vidas a su plenitud, de darnos en herencia la vida eterna, y de llenarnos de todos los bienes espirituales y celestiales necesarios para alcanzar la felicidad que anhelamos.
No es que nos volvamos arrogantes por sabernos elegidos, sino que el sabernos elegidos nos vuelve responsables, porque hemos descubierto que hemos sido llamados para una misión: anunciar un Camino de Salvación para todos los hombres, y ese Camino lo mostramos con nuestra propia vida, una vida de Fidelidad, de Obediencia a Señor, de Obediencia a Su Voluntad.
No es que nos creamos los mejores del mundo, sino que sabemos que porque no somos los mejores Él nos ha dado su Gracia para que vayamos y demos fruto en abundancia, según la entrega de cada uno en amor a los hermanos y a Dios, en un camino de ofrecimiento constante de nuestra vida para la vida del mundo.
No es que los demás sean menos que nosotros, sino que nosotros tenemos que aprender a valorar lo que tenemos y lo que somos, porque el Don de la Fe que nos ha sido dado nos ayuda a descubrir que por nuestro pecado el Hijo Único de Dios se entregó a sí mismo para que nosotros, muertos al pecado, podamos vivir como hijos de Dios, y como el Hijo poder ofrecer nuestro pobreza y así "completar lo que el Hijo comenzó en la Cruz", pues nuestro dolor se une a Su Dolor y se transforma en Gracia para quienes la necesiten.
Sí, Dios tiene la desgracia de estar locamente enamorados de nosotros y de creer ciegamente en nosotros, aunque nosotros no estemos locamente enamorados de Él ni creamos ciegamente en Él, pero Él seguirá insistiendo, cada día, en que nos Ama y que por nosotros, cada día, sobre el altar se entrega y se nos da como Alianza y Pan de Vida, para que creamos y vivamos para Él, y por Él llevemos la Vida al mundo.
Somos nosotros los que ponemos resistencia al llamado, a la Gracia, a Dios no le importa lo que hemos hecho o que dejamos de hacer, le importa que hayamos descubierto su llamada, su Amor para nosotros y que estemos dispuestos a vivir en Fidelidad a la Vida que Él nos quiere dar.
Saúl de la nada fue proclamado Rey del pueblo de Israel, sin más ni más. Dios no le preguntó a quién quería, o qué quería, simplemente lo llamó, lo ungió y lo envió. Lo mismo pasó con Leví y Jesús, aunque los "más santos y doctos" se oponían y hablaban en contra de Él, a Jesús no le pareció importante pues ellos tenían el corazón llenos de prejuicios y por eso no descubrieron a Dios en Jesús, pero Leví que no era alguien querido por el pueblo, fue querido por Dios, y ante el llamado de Jesús no dudó en dejar todo y seguirlo, pues ante el Amor nadie puede resistirse, salvo aquellos que se aman más a sí mismos que a Dios.
Y ahí vemos la mano amorosa, misericordiosa, del Padre y del Hijo que sólo ven el interior del corazón de cada uno, y no les importa lo que podamos o no podamos hacer, Ellos saben quienes somos y nos aman por lo que somos, por eso nos llaman, nos ungen y nos envían "como ovejas en medio de lobos" para llevar un hermoso mensaje: el de la Salvación.
Por eso, si supiéramos lo privilegiados que somos al haber sido ungidos por Dios como hijos suyos, a imagen de Jesús, no dudaríamos en amarlo sobre todas las cosas y a poner nuestras vidas en sus Manos, pues Él es el único capaz de llevar nuestras vidas a su plenitud, de darnos en herencia la vida eterna, y de llenarnos de todos los bienes espirituales y celestiales necesarios para alcanzar la felicidad que anhelamos.
No es que nos volvamos arrogantes por sabernos elegidos, sino que el sabernos elegidos nos vuelve responsables, porque hemos descubierto que hemos sido llamados para una misión: anunciar un Camino de Salvación para todos los hombres, y ese Camino lo mostramos con nuestra propia vida, una vida de Fidelidad, de Obediencia a Señor, de Obediencia a Su Voluntad.
No es que nos creamos los mejores del mundo, sino que sabemos que porque no somos los mejores Él nos ha dado su Gracia para que vayamos y demos fruto en abundancia, según la entrega de cada uno en amor a los hermanos y a Dios, en un camino de ofrecimiento constante de nuestra vida para la vida del mundo.
No es que los demás sean menos que nosotros, sino que nosotros tenemos que aprender a valorar lo que tenemos y lo que somos, porque el Don de la Fe que nos ha sido dado nos ayuda a descubrir que por nuestro pecado el Hijo Único de Dios se entregó a sí mismo para que nosotros, muertos al pecado, podamos vivir como hijos de Dios, y como el Hijo poder ofrecer nuestro pobreza y así "completar lo que el Hijo comenzó en la Cruz", pues nuestro dolor se une a Su Dolor y se transforma en Gracia para quienes la necesiten.
Sí, Dios tiene la desgracia de estar locamente enamorados de nosotros y de creer ciegamente en nosotros, aunque nosotros no estemos locamente enamorados de Él ni creamos ciegamente en Él, pero Él seguirá insistiendo, cada día, en que nos Ama y que por nosotros, cada día, sobre el altar se entrega y se nos da como Alianza y Pan de Vida, para que creamos y vivamos para Él, y por Él llevemos la Vida al mundo.
viernes, 15 de enero de 2016
Volver a elegirlo como Rey de mi vida
"El Señor dijo a Samuel:
-«Escucha la voz del pueblo en todo cuanto te digan. No es a ti a quien rechazan, sino a mí, para que no reine sobre ellos.»
Siempre encontramos una excusa lógica para que el Señor no reine en nuestras vidas, y más en los tiempos de tinieblas en los que (como dice un refrán) "todos los gatos son pardos", nos da lo mismo quién reine, porque de todos modos hacemos lo que queremos.
Por eso Dios le dijo al pueblo, por medio de Samuel, cuáles iban a ser las consecuencias de tal elección, pero ya el pueblo estaba decidido a no querer tener a Dios por Rey, sino que querían uno de su misma gente. El corazón del pueblo se había cerrado, y no lograron comprender lo que Dios le quería decir, pues no hay nadie como Él para conocer las necesidades de sus hijos, no hay nadie como el padre para saber qué necesitan los hijos. Pero muchas veces los hijos no queremos escuchar el parecer de los padres, pues ya nos creemos demasiados capaces para decidir por nosotros mismos, y los creemos a nuestros padres demasiado mayores para hacerles caso.
Y así, por no saber escuchar la voz de la Sabiduría vamos muchas veces a los tumbos por la vida, descubriendo que nos hemos equivocado pero no lo queremos reconocer, pues pareciera que reconocer los errores es perder fortaleza, dignidad, cuando, en realidad, es todo lo contrario. Cuando aprendo a reconocer los errores y a pedir perdón, es cuando más me fortalezco porque significa que voy madurando, que voy aceptando que no siempre tengo la razón y, sobre todo, que hay alguien que por la experiencia de vida tiene más sabiduría que yo.
Así vemos lo lindo que es el evangelio de hoy. Porque es bueno reconocer que necesitamos que alguien nos ayude para alcanzar los objetivos que soñamos, que necesitamos dejarnos conducir hacia nuestros ideales, porque, más de una y dos veces, no podemos llegar por nuestros propios medios. Y más cuando nos sentimos sin fuerzas o dolidos por tantos contratiempos de la vida. No es que Dios no quiera darnos una mano, sino que necesitamos reconocer que nos tienen que ayudar a llegar a Él, que, aunque no creamos, hay quienes nos ayudan a creer y a alcanzar los milagros que me ayudan a caminar, a levantarme de mi postración y descubrir el gozo de la Mano del Señor sobre mi vida.
Son los más cercanos, quienes abrazando mi vida la elevan y la acercan a la Gracia para que me sane, para que me fortalezca y me ayude a ponerme en pie, y, sobre todo, que me ayuden a reconocer la grandeza de Aquél que me ha dado todo y que quiere seguir siendo el Rey de mi vida, pues Él es el Señor que vino a mí para darme Vida y Vida en abundancia.
-«Escucha la voz del pueblo en todo cuanto te digan. No es a ti a quien rechazan, sino a mí, para que no reine sobre ellos.»
Siempre encontramos una excusa lógica para que el Señor no reine en nuestras vidas, y más en los tiempos de tinieblas en los que (como dice un refrán) "todos los gatos son pardos", nos da lo mismo quién reine, porque de todos modos hacemos lo que queremos.
Por eso Dios le dijo al pueblo, por medio de Samuel, cuáles iban a ser las consecuencias de tal elección, pero ya el pueblo estaba decidido a no querer tener a Dios por Rey, sino que querían uno de su misma gente. El corazón del pueblo se había cerrado, y no lograron comprender lo que Dios le quería decir, pues no hay nadie como Él para conocer las necesidades de sus hijos, no hay nadie como el padre para saber qué necesitan los hijos. Pero muchas veces los hijos no queremos escuchar el parecer de los padres, pues ya nos creemos demasiados capaces para decidir por nosotros mismos, y los creemos a nuestros padres demasiado mayores para hacerles caso.
Y así, por no saber escuchar la voz de la Sabiduría vamos muchas veces a los tumbos por la vida, descubriendo que nos hemos equivocado pero no lo queremos reconocer, pues pareciera que reconocer los errores es perder fortaleza, dignidad, cuando, en realidad, es todo lo contrario. Cuando aprendo a reconocer los errores y a pedir perdón, es cuando más me fortalezco porque significa que voy madurando, que voy aceptando que no siempre tengo la razón y, sobre todo, que hay alguien que por la experiencia de vida tiene más sabiduría que yo.
Así vemos lo lindo que es el evangelio de hoy. Porque es bueno reconocer que necesitamos que alguien nos ayude para alcanzar los objetivos que soñamos, que necesitamos dejarnos conducir hacia nuestros ideales, porque, más de una y dos veces, no podemos llegar por nuestros propios medios. Y más cuando nos sentimos sin fuerzas o dolidos por tantos contratiempos de la vida. No es que Dios no quiera darnos una mano, sino que necesitamos reconocer que nos tienen que ayudar a llegar a Él, que, aunque no creamos, hay quienes nos ayudan a creer y a alcanzar los milagros que me ayudan a caminar, a levantarme de mi postración y descubrir el gozo de la Mano del Señor sobre mi vida.
Son los más cercanos, quienes abrazando mi vida la elevan y la acercan a la Gracia para que me sane, para que me fortalezca y me ayude a ponerme en pie, y, sobre todo, que me ayuden a reconocer la grandeza de Aquél que me ha dado todo y que quiere seguir siendo el Rey de mi vida, pues Él es el Señor que vino a mí para darme Vida y Vida en abundancia.
jueves, 14 de enero de 2016
Saber pedir perdón para saber perdonar
"En aquel tiempo, se acerca a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
-«Si quieres, puedes limpiarme.»
Compadecido, extendió la mano y lo tocó, diciendo:
-«Quiero: queda limpio.»
Siguiendo un hilo conductor en las lecturas de este comienzo de año, la liturgia nos presenta un nuevo capítulo en nuestra vida espiritual: reconocer nuestra necesidad de purificarnos.
Así como sabemos cuándo nuestra ropa o nuestra casa está sucia y necesita de una buena limpieza, también sabemos cuándo nuestra alma necesita de la Gracia para re-encontrarse con el Señor, en plena Luz.
Exigimos muchas veces muchas cosas de parte de Dios, de parte del Señor. Exigimos muchos milagros y signos para poder ver o realizar algo que nos gusta o que queremos. Pero no siempre pedimos al Señor la Gracia de poder no sólo limpiarnos, sino de poder discernir lo bueno de lo malo, el pecado de la gracia, el defecto de la virtud.
Hoy no siempre descubrimos cuándo hemos dejado de vivir en la Gracia de Dios, pues al estar inmersos en las tinieblas del mundo, no nos damos cuenta de que no estamos viviendo en la Voluntad de Dios, sino en la obediencia a las leyes del mundo que no son de Dios.
Por eso, cuando la Luz del Señor llega a nosotros, y cuanto más nos acercamos a Su Amor, más vamos descubriendo nuestra debilidad y nuestro error. Por eso Él nos vuelve a recordar su misericordia frente a nuestra debilidad, su fortaleza frente a nuestras tentaciones, su Gracia frente a nuestro pecado.
No ha de ser para nosotros un motivo de escándalo o alejamiento de Dios es reconocernos débiles y pecadores, sino todo lo contrario, como el leproso del Evangelio es una oportunidad más para poder llegar hasta el Señor a suplicar su ayuda para perdonarnos y poder pedir perdón.
Perdonarnos porque debemos reconocernos débiles, reconocernos con nuestros errores y amarnos, así como nos Ama el Señor, pues, como dice San Pablo, en mis debilidades se manifiesta su grandeza. Y gracias a nuestras debilidades recurrimos a su Poder y Gracia.
Y gracias al perdón podemos encontrar la fuerza para poder pedir perdón a quienes hemos dañado con nuestras palabras, con nuestras obras o con nuestras omisiones. Y así volver a la Unión Mística con el Amor, Amor a nuestro Dios y Señor, amor a nuestros hermanos.
Y no tener vergüenza de reconocernos así, porque así podemos experimentar siempre el amor del perdón y podremos, también, nosotros perdonar de corazón a quienes nos ofenden, pues en la medida en que perdonamos a nuestros hermanos el Señor nos perdona a nosotros, y en la medida en que amamos a nuestros hermanos así el Señor nos Ama a nosotros.
Por eso el camino de nuestra santidad es un camino en el que siempre habrá o necesitaremos un tiempo de reflexión, de reconocimiento de nuestras debilidades y fortalezas, y un tiempo de perdón y reconciliación, con el Señor y con nuestros hermanos.
-«Si quieres, puedes limpiarme.»
Compadecido, extendió la mano y lo tocó, diciendo:
-«Quiero: queda limpio.»
Siguiendo un hilo conductor en las lecturas de este comienzo de año, la liturgia nos presenta un nuevo capítulo en nuestra vida espiritual: reconocer nuestra necesidad de purificarnos.
Así como sabemos cuándo nuestra ropa o nuestra casa está sucia y necesita de una buena limpieza, también sabemos cuándo nuestra alma necesita de la Gracia para re-encontrarse con el Señor, en plena Luz.
Exigimos muchas veces muchas cosas de parte de Dios, de parte del Señor. Exigimos muchos milagros y signos para poder ver o realizar algo que nos gusta o que queremos. Pero no siempre pedimos al Señor la Gracia de poder no sólo limpiarnos, sino de poder discernir lo bueno de lo malo, el pecado de la gracia, el defecto de la virtud.
Hoy no siempre descubrimos cuándo hemos dejado de vivir en la Gracia de Dios, pues al estar inmersos en las tinieblas del mundo, no nos damos cuenta de que no estamos viviendo en la Voluntad de Dios, sino en la obediencia a las leyes del mundo que no son de Dios.
Por eso, cuando la Luz del Señor llega a nosotros, y cuanto más nos acercamos a Su Amor, más vamos descubriendo nuestra debilidad y nuestro error. Por eso Él nos vuelve a recordar su misericordia frente a nuestra debilidad, su fortaleza frente a nuestras tentaciones, su Gracia frente a nuestro pecado.
No ha de ser para nosotros un motivo de escándalo o alejamiento de Dios es reconocernos débiles y pecadores, sino todo lo contrario, como el leproso del Evangelio es una oportunidad más para poder llegar hasta el Señor a suplicar su ayuda para perdonarnos y poder pedir perdón.
Perdonarnos porque debemos reconocernos débiles, reconocernos con nuestros errores y amarnos, así como nos Ama el Señor, pues, como dice San Pablo, en mis debilidades se manifiesta su grandeza. Y gracias a nuestras debilidades recurrimos a su Poder y Gracia.
Y gracias al perdón podemos encontrar la fuerza para poder pedir perdón a quienes hemos dañado con nuestras palabras, con nuestras obras o con nuestras omisiones. Y así volver a la Unión Mística con el Amor, Amor a nuestro Dios y Señor, amor a nuestros hermanos.
Y no tener vergüenza de reconocernos así, porque así podemos experimentar siempre el amor del perdón y podremos, también, nosotros perdonar de corazón a quienes nos ofenden, pues en la medida en que perdonamos a nuestros hermanos el Señor nos perdona a nosotros, y en la medida en que amamos a nuestros hermanos así el Señor nos Ama a nosotros.
Por eso el camino de nuestra santidad es un camino en el que siempre habrá o necesitaremos un tiempo de reflexión, de reconocimiento de nuestras debilidades y fortalezas, y un tiempo de perdón y reconciliación, con el Señor y con nuestros hermanos.
miércoles, 13 de enero de 2016
Saber escuchar para responder
Hermoso diálogo entre Samuel y Elí para
meditar en nuestra vida sobre la necesidad de que tengamos alguien que nos
ayude a discernir lo que sentimos, que nos ayude a ver el camino que tenemos
que seguir, para no seguir los cantos de sirenas que, muchas veces, nos llevan
a lugares que parecen lindos, pero que no plenifican nuestra vida.
Samuel comenzó a escuchar a Dios, comenzó
a discernir un llamado, pero no sabía quién le hablaba, por eso iba hacia Elí
que era a quien tenía cerca. Se repitió esta realidad en tres momentos, hasta
que Elí se dio cuenta que era la voz de Dios lo que escuchaba Samuel. Por eso
Elí lo guió para poder escuchar y, sobre todo, para poder responder.
Y ahí está la clave de si estamos
dispuestos a escuchar, pero más dispuestos a responder a esa Voz. Siempre en
nuestro corazón escuchamos la Voz de Dios, aunque, muchas veces, no la
reconozcamos, por eso vamos por la vida buscando ecos de esos sonidos, por eso
hay muchos que siguen sonidos parecidos pero que no son los verdaderos. Y responden
a esas voces, pero sin saber que algunas de ellas no le dan lo que realmente
necesitan sino lo que ellas quieren vender.
Sí, hoy estamos escuchando muchos falsos
profetas que nos llevan a ofrecer muchos sacrificios, pero a cambio de nada en
nuestra vida. Muchos creen que han encontrado el camino de la verdad y de la
vida, pero cuando miran hacia adentro encuentran vacío y nada. Simplemente
porque han aceptado una satisfacción temporal, una alegría pasajera, el gozo
del momento y el placer del instante. Pero dentro sigue sonando algo, algo que
nos lleva a la búsqueda constante de la felicidad, de la plenitud, del
encontrar aquello que nos de seguridad, esperanza, confianza en el futuro.
No, no hay una edad para poder escuchar,
como tampoco la hay para responder. Sólo necesitamos un corazón capaz de
reconocer la voz y encontrar a quien le ayude a escuchar y a responder, porque
las dos cosas caminan unidad: la escucha y la respuesta. Porque hay muchos que
han escuchado pero se han hecho los sordos, y hay otros que no han sabido guiar
por el buen camino. Por eso la reflexión de la palabra y la Gracia ayudan a
abrir los oídos y a disponer el corazón para escuchar, pero también
necesitamos, muchas veces, alguien que nos ayude a ver, alguien que nos de
elementos para saber discernir, y ahí, sí que
necesitamos la fuerza del Espíritu Santo para poder responder con
claridad y libremente al llamado, como lo hizo Samuel:
“El
Señor se presentó y llamó como las veces anteriores:
-«¡Samuel,
Samuel!»
Respondió
Samuel:
-«Habla,
que tu siervo escucha.»
Samuel
creció. El Señor estaba con él, y no dejó que se frustrara ninguna de sus
palabras. Todo Israel, desde Dan hasta Berseba, supo que Samuel era un
autentico profeta del Señor”.
lunes, 11 de enero de 2016
Llamados a lo extraordinario de la fe
Comenzamos un nuevo tiempo litúrgico: Tiempo Ordinario o Tiempo durante el Año. Un tiempo que aunque sea Ordinario o común, no deja de ser importante en nuestras vidas. Quizás sea el Tiempo al que menos le prestamos atención, porque muchos sólo van a Misa para Fiestas Patronales, Navidades o Pascua, y, en todo caso, para los entierros o funerales, dejando de lado lo que es lo importante: el resto del año.
Es como si dijésemos que sólo comemos para las Navidades o Fiestas, que los demás días lo pasamos con un vasito de agua. Claro que en Navidades y Fiestas comemos como si fuera la Última Cena, pero eso no nos sirva para mantenernos alimentados todo el año.
Por eso, al comenzar el año litúrgico la lectura nos ofrece este Evangelio del llamado de los apóstoles, porque es ahora cuando se va a manifestar si en realidad hemos aceptado el llamado del Señor. Por que cuando vamos a Misa no es sólo para alimentarnos y "quedar bien" con Dios, sino que es para fortalecer nuestra fe, para renovar nuestra esperanza y concretar nuestro amor a Dios, y al salir de la Misa comenzar a dar todo lo que he recibido.
Jesús llama a cada uno de los apóstoles y ellos "dejándolo todo lo siguieron". Pero ¿por qué lo siguieron si aún no lo conocían? Por que es lo que en la vida normal diríamos: amor a primera vista. Cuando el Señor toca el corazón del hombre ese toque se vuelve irresistible, no es posible ocultar o no escuchar el llamado (aunque muchos/as se hacen los sordos y pretenden silenciar la Voz que los llama)
Así, cuando hemos escuchado Su Voz, cuando su Corazón se ha abierto a mi corazón, cuando Su Gracia ha llegado a mi alma, la vida cambia, pues al Amor ¿quién no lo ama? Si todos estamos anhelando ese Amor, esa Vida, esa Luz que encienda, que vigorice, que ilumine nuestra vida, porque no sabemos cómo vivir, porque nos hundimos cada día en nuestras propias tinieblas y, más de una vez, nos alejamos de la Luz, de la Vida, del Amor sin darnos cuenta que Quien nos llama no es el Juez sino el Padre.
A partir de hoy sin adornos navideños, sin campanas que suenen a fiesta, sin banquetes y sin ruidos a fiesta, tenemos que vivir lo extraordinario de nuestra Fe que es la alegría de sabernos llamados a llevar la Alegría de la Navidad a cada día de nuestra vida, y a cada hermano que la necesite y no la encuentre. Pues cada día en el que despunta el alba se abre una nueva oportunidad de encuentro con el Señor; cada día que vuelve a brillar el Sol en nuestro corazón se enciende la Luz del Espíritu para que ilumine la vida de nuestros hermanos.
Y así, como decía Santa Teresita: hago extraordinarias las cosas ordinarias y hago sobrenaturales las cosas naturales, pues es el Señor que está en mi corazón quien me lleva a vivir la Alegría de la Fe, la Alegría de haber sido Amado y llamado por Dios.
Es como si dijésemos que sólo comemos para las Navidades o Fiestas, que los demás días lo pasamos con un vasito de agua. Claro que en Navidades y Fiestas comemos como si fuera la Última Cena, pero eso no nos sirva para mantenernos alimentados todo el año.
Por eso, al comenzar el año litúrgico la lectura nos ofrece este Evangelio del llamado de los apóstoles, porque es ahora cuando se va a manifestar si en realidad hemos aceptado el llamado del Señor. Por que cuando vamos a Misa no es sólo para alimentarnos y "quedar bien" con Dios, sino que es para fortalecer nuestra fe, para renovar nuestra esperanza y concretar nuestro amor a Dios, y al salir de la Misa comenzar a dar todo lo que he recibido.
Jesús llama a cada uno de los apóstoles y ellos "dejándolo todo lo siguieron". Pero ¿por qué lo siguieron si aún no lo conocían? Por que es lo que en la vida normal diríamos: amor a primera vista. Cuando el Señor toca el corazón del hombre ese toque se vuelve irresistible, no es posible ocultar o no escuchar el llamado (aunque muchos/as se hacen los sordos y pretenden silenciar la Voz que los llama)
Así, cuando hemos escuchado Su Voz, cuando su Corazón se ha abierto a mi corazón, cuando Su Gracia ha llegado a mi alma, la vida cambia, pues al Amor ¿quién no lo ama? Si todos estamos anhelando ese Amor, esa Vida, esa Luz que encienda, que vigorice, que ilumine nuestra vida, porque no sabemos cómo vivir, porque nos hundimos cada día en nuestras propias tinieblas y, más de una vez, nos alejamos de la Luz, de la Vida, del Amor sin darnos cuenta que Quien nos llama no es el Juez sino el Padre.
A partir de hoy sin adornos navideños, sin campanas que suenen a fiesta, sin banquetes y sin ruidos a fiesta, tenemos que vivir lo extraordinario de nuestra Fe que es la alegría de sabernos llamados a llevar la Alegría de la Navidad a cada día de nuestra vida, y a cada hermano que la necesite y no la encuentre. Pues cada día en el que despunta el alba se abre una nueva oportunidad de encuentro con el Señor; cada día que vuelve a brillar el Sol en nuestro corazón se enciende la Luz del Espíritu para que ilumine la vida de nuestros hermanos.
Y así, como decía Santa Teresita: hago extraordinarias las cosas ordinarias y hago sobrenaturales las cosas naturales, pues es el Señor que está en mi corazón quien me lleva a vivir la Alegría de la Fe, la Alegría de haber sido Amado y llamado por Dios.
domingo, 10 de enero de 2016
Su Bautismo, nuestra Vida
Hoy finaliza el Tiempo (litúrgico) de Navidad, con una hermosa solemnidad: el Bautismo del Señor. Son solemnidades dentro de nuestra liturgia que no siempre valoramos, y tienen para nuestra vida un contenido muy rico (como siempre) pero me gustan muchos estas fiestas y, particularmente, la del Bautismo.
Me gusta esta fiesta porque nos hace recordar a nuestro Bautismo, sí nuestro bautismo, que, generalmente, no recordamos y tampoco hacemos el esfuerzo por saber el día en que fuimos bautizados, siendo que, para nuestra vida de fe, el bautismo es el día más importante porque es el día de nuestro nacimiento a la vida divina.
¿Por qué Jesús fue a bautizarse? El bautismo de Juan no era, como bien el dice, en Espíritu Santo y fuego, sino que así sería el bautismo de Jesús, por eso el mismo Juan Bautista le pide a Jesús que sea Él quien lo bautice, y no al revés. Pero Jesús, habiendo tomado la condición de Hombre en todo menos en el pecado, quiso vivir todo con los demás hombres a fin de santificar todo lo que nosotros tendríamos que vivir.
El Bautismo de Jesús no sólo es una manifestación de Dios a los hombres: "y vino un voz del cielo: - “Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco", sino que Él santifica las aguas para que luego esas mismas aguas nos purifiquen y santifiquen a nosotros.
Y así como en ese instante "mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma", también en nuestro bautismo desciende el Espíritu Santo a nosotros y nos transforma en hijos de Dios gracias al Hijo.
Por eso hoy es una Solemnidad preciosa, porque podemos unirnos a Jesús, bajar con Él a las aguas del Jordán y orando junto a Él recibir el Espíritu Santo que nos purifique, que nos santifique, porque después de ese día Él comenzó a anunciar el Reino de los Cielos, comenzó su misión evangelizadora con el fuego y la fuerza del Espíritu Santo.
Así, desde el día de nuestro bautismo, también nosotros, somos enviados con el fuego y la fuerza del Espíritu Santo a anunciar a todos los hombres la Buena Noticia, con el gozo de no sólo llamarnos sino ser en verdad hijos de Dios, y poder dar testimonio de Jesús en todo momento y lugar, pues hemos sido llamados y hemos respondido que Sí al Padre, por eso también el Padre se complace en nosotros, pues somos sus hijos y "nos ha bendecido con toda clase de bienes espirituales y celestiales" "para que seamos santos e irreprochables ante Él por el Amor", para ser capaces, con Su Gracia, de renovar nuestra vida y la del mundo entero.
Por todo esto y por mucho más es tan importante recordar y celebrar el día de nuestro bautismo, porque ese día es el primer día de nuestro Camino en Santidad, es el primer día en que fuimos sepultados con Cristo y resucitamos con Cristo a la Vida Nueva de hijos de Dios, para que, junto a Él, demos Vida Nueva al Hombre y al Mundo.
Anda, busca tu fecha de bautismo y celebra ese día, para que el gozo de sabernos hijos de Dios se manifieste en nuestra vida.
Me gusta esta fiesta porque nos hace recordar a nuestro Bautismo, sí nuestro bautismo, que, generalmente, no recordamos y tampoco hacemos el esfuerzo por saber el día en que fuimos bautizados, siendo que, para nuestra vida de fe, el bautismo es el día más importante porque es el día de nuestro nacimiento a la vida divina.
¿Por qué Jesús fue a bautizarse? El bautismo de Juan no era, como bien el dice, en Espíritu Santo y fuego, sino que así sería el bautismo de Jesús, por eso el mismo Juan Bautista le pide a Jesús que sea Él quien lo bautice, y no al revés. Pero Jesús, habiendo tomado la condición de Hombre en todo menos en el pecado, quiso vivir todo con los demás hombres a fin de santificar todo lo que nosotros tendríamos que vivir.
El Bautismo de Jesús no sólo es una manifestación de Dios a los hombres: "y vino un voz del cielo: - “Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco", sino que Él santifica las aguas para que luego esas mismas aguas nos purifiquen y santifiquen a nosotros.
Y así como en ese instante "mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma", también en nuestro bautismo desciende el Espíritu Santo a nosotros y nos transforma en hijos de Dios gracias al Hijo.
Por eso hoy es una Solemnidad preciosa, porque podemos unirnos a Jesús, bajar con Él a las aguas del Jordán y orando junto a Él recibir el Espíritu Santo que nos purifique, que nos santifique, porque después de ese día Él comenzó a anunciar el Reino de los Cielos, comenzó su misión evangelizadora con el fuego y la fuerza del Espíritu Santo.
Así, desde el día de nuestro bautismo, también nosotros, somos enviados con el fuego y la fuerza del Espíritu Santo a anunciar a todos los hombres la Buena Noticia, con el gozo de no sólo llamarnos sino ser en verdad hijos de Dios, y poder dar testimonio de Jesús en todo momento y lugar, pues hemos sido llamados y hemos respondido que Sí al Padre, por eso también el Padre se complace en nosotros, pues somos sus hijos y "nos ha bendecido con toda clase de bienes espirituales y celestiales" "para que seamos santos e irreprochables ante Él por el Amor", para ser capaces, con Su Gracia, de renovar nuestra vida y la del mundo entero.
Por todo esto y por mucho más es tan importante recordar y celebrar el día de nuestro bautismo, porque ese día es el primer día de nuestro Camino en Santidad, es el primer día en que fuimos sepultados con Cristo y resucitamos con Cristo a la Vida Nueva de hijos de Dios, para que, junto a Él, demos Vida Nueva al Hombre y al Mundo.
Anda, busca tu fecha de bautismo y celebra ese día, para que el gozo de sabernos hijos de Dios se manifieste en nuestra vida.
sábado, 9 de enero de 2016
Una vida de Amor, es vida de entrega
"Queridos míos,
si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros.
Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros,
Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros".
Es, para mí, lo mejor que nos han dicho y nos han pedido: una vida en el Amor, pero es lo más difícil que nos han pedido vivir.
Claro que siempre todo lo bueno cuesta caro y, creo, que es por eso que muchas veces andamos comprando baratijas, incluso, en la vida de fe, en la vida cristiana, en la vida del amor.
Y lo vemos todos los días porque, hoy por hoy, a cualquier cosa le llaman amor.
Así es que, nosotros, los que hemos sido llamados a vivir con intensidad el verdadero Amor, no lo llegamos a vivir. Los que anhelamos vivir no lo llegamos a vivir. Los que predicamos vivirlo no llegamos a su plenitud. ¿Por qué es tan difícil vivir este Amor?
Lamentablemente la respuesta es muy fácil (pero no por eso deja de ser difícil, también, claro) porque nos olvidamos del precepto primero para vivir el amor: "niégate a tí mismo".
Sí, una vida de Amor intenso con el de Dios comienza por la negación a uno mismo. Cuando en el amor pensamos primero en nosotros eso ya no es amor, es otra cosa, pero no amor. Sino mirad por qué se rompen tantas "relaciones de amor", por qué se dejan de querer los amigos, por qué se rompen las familias o las parejas. Hoy no estamos acostumbrados a "dar la vida" por quienes amamos.
Hoy antes del amor está la libertad personal. Si el amor me ata a alguien o a algo, ya paso del amor, prefiero una vida libre sin ataduras, en donde yo pueda hacer lo que quiera, como quiera y cuando quiera, donde nadie me reclame nada y donde no tenga que dar cuenta a nadie de nada de lo que hago. Entonces ¿cómo poder pensar en el Amor al otro y al Otro si lo único que amo es a mi propio yo?
Por eso, en la Última Cena, dejándonos un hermoso testimonio Jesús nos da un nuevo mandamiento: "amaos unos a otros como Yo os he amado" y no "no hay amor más grande que dar la vida por los amigos", pero Él nos dio su Vida siendo nosotros aún pecadores, e, incluso, en la Cruz pidió perdón por quienes lo estaban matando.
Hoy nosotros no somos capaces ni siquiera de pedir perdón por haber obrado mal, queremos que nos perdonen pero nunca sale de nuestros labios la frase: pido perdón por haber obrado mal, o alguna parecida. No. Incluso cuando alguien obra mal tenemos que alabarlo porque ha sido valiente de saltarse los límites de las buenas costumbres.
Está claro que tenemos que saber perdonar, y en el fondo del perdón está el Amor, también. Pero el Padre del Hijo Pródigo no salió a buscarlo, sino que se quedó esperándolo y cuando volvió y pidió perdón lo amó más que antes. Pero esperó que el hijo pudiera razonar y pensar que lo que había hecho estaba mal.
Nuestra vida de amor, la que nos exige el Evangelio, no es un amor sensible afectivo, de telenovela, sino un amor efectivo que es capaz de entregarse por entero, dar la vida como lo hizo Jesús por nosotros.
si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros.
Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros,
Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros".
Es, para mí, lo mejor que nos han dicho y nos han pedido: una vida en el Amor, pero es lo más difícil que nos han pedido vivir.
Claro que siempre todo lo bueno cuesta caro y, creo, que es por eso que muchas veces andamos comprando baratijas, incluso, en la vida de fe, en la vida cristiana, en la vida del amor.
Y lo vemos todos los días porque, hoy por hoy, a cualquier cosa le llaman amor.
Así es que, nosotros, los que hemos sido llamados a vivir con intensidad el verdadero Amor, no lo llegamos a vivir. Los que anhelamos vivir no lo llegamos a vivir. Los que predicamos vivirlo no llegamos a su plenitud. ¿Por qué es tan difícil vivir este Amor?
Lamentablemente la respuesta es muy fácil (pero no por eso deja de ser difícil, también, claro) porque nos olvidamos del precepto primero para vivir el amor: "niégate a tí mismo".
Sí, una vida de Amor intenso con el de Dios comienza por la negación a uno mismo. Cuando en el amor pensamos primero en nosotros eso ya no es amor, es otra cosa, pero no amor. Sino mirad por qué se rompen tantas "relaciones de amor", por qué se dejan de querer los amigos, por qué se rompen las familias o las parejas. Hoy no estamos acostumbrados a "dar la vida" por quienes amamos.
Hoy antes del amor está la libertad personal. Si el amor me ata a alguien o a algo, ya paso del amor, prefiero una vida libre sin ataduras, en donde yo pueda hacer lo que quiera, como quiera y cuando quiera, donde nadie me reclame nada y donde no tenga que dar cuenta a nadie de nada de lo que hago. Entonces ¿cómo poder pensar en el Amor al otro y al Otro si lo único que amo es a mi propio yo?
Por eso, en la Última Cena, dejándonos un hermoso testimonio Jesús nos da un nuevo mandamiento: "amaos unos a otros como Yo os he amado" y no "no hay amor más grande que dar la vida por los amigos", pero Él nos dio su Vida siendo nosotros aún pecadores, e, incluso, en la Cruz pidió perdón por quienes lo estaban matando.
Hoy nosotros no somos capaces ni siquiera de pedir perdón por haber obrado mal, queremos que nos perdonen pero nunca sale de nuestros labios la frase: pido perdón por haber obrado mal, o alguna parecida. No. Incluso cuando alguien obra mal tenemos que alabarlo porque ha sido valiente de saltarse los límites de las buenas costumbres.
Está claro que tenemos que saber perdonar, y en el fondo del perdón está el Amor, también. Pero el Padre del Hijo Pródigo no salió a buscarlo, sino que se quedó esperándolo y cuando volvió y pidió perdón lo amó más que antes. Pero esperó que el hijo pudiera razonar y pensar que lo que había hecho estaba mal.
Nuestra vida de amor, la que nos exige el Evangelio, no es un amor sensible afectivo, de telenovela, sino un amor efectivo que es capaz de entregarse por entero, dar la vida como lo hizo Jesús por nosotros.
viernes, 8 de enero de 2016
No temas, confía
El Evangelio de hoy nos presenta una situación que pareciera que no tiene nada que ver con nuestras vidas, pero eso a simple vista, y si profundizamos un poco vamos a ver que algo tiene que ver. Claro, eso nos pasa siempre que leemos la Palabra de Dios, a vuelo de pájaro no nos dice nada, y por eso tenemos que dedicarle un poco más de tiempo para saber leer no entrelíneas sino dejar que la Palabra me hable y no hablarle yo a la Palabra. Porque a veces uno va a que le digan lo que quiere oír, por eso no escucha lo que le dicen porque no es lo que quiero, pero si presto atención, lo que me dicen es lo que necesito.
Pero bueno, vayamos al ruedo, porque lo que hoy a mí me atrae de esta Palabra es la situación de los apóstoles: ven una situación complicada, porque la gente ya tiene hambre y necesitarían irse a algún lugar para encontrar alimento. Eso es una realidad: tenemos un problema, ¿a quién recurrimos? ¿qué hacemos? Hacemos lo lógico: que se vayan a sus casa y busquen comida, por eso le decimos a Jesús: dile a la gente que se vaya a comer. Todo muy lógico y simple.
Pero Dios no tiene la misma lógica y simpleza que nosotros, por eso Jesús les responde: "Denles ustedes de comer". ¿Cómo? ¿Qué estás diciendo? Pero... ¿si yo no puedo hacer eso, el problema es muy grande! No tengo tanta capacidad para hacer eso. Si sólo tenemos cinco panes y dos pescados ¿qué es eso para tanta gente?
Y Dios no se ahoga en un vaso de agua, y simplemente nos dice: pues traédmelos. Y se produce el gran milagro de la multiplicación y todos quedan contentos y conformes. Eso si, no hay que desperdiciar los dones de Dios, por eso "recoged en canastas lo que sobra".
Cuando confiamos en Dios sabemos que no hay problemas para los problemas, pues como decía un amigo: si un problema tiene solución no es problema, y si no tiene solución ¡para que te vas a hacer problema! Pero en nuestra relación con Dios, siempre Él nos va a salir con la misma respuesta: Tú puedes con mi Gracia. Pero primero "escúchame". Porque la confianza en Dios es "confianza en Dios", no que confío en Dios y hago lo que quiero, sino que voy a Él a buscar Su Gracia, primero para saber si esto que me está agobiando es algo de lo que yo me tengo que ocupar, y si es así, Dios me va a decir "no temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino". Y si va a darnos el Reino, o mejor dicho, si nos ha dado el Reino, no nos va a conceder lo necesario para solucionar nuestros pequeños o grandes problemas?
Pero a no olvidarnos que todo lo podemos en Aquél que nos conforta, y quien nos conforta no somos nosotros mismos, sino que es Aquél que dio su Vida para que tuviéramos Vida y Vida en abundancia.
Pero bueno, vayamos al ruedo, porque lo que hoy a mí me atrae de esta Palabra es la situación de los apóstoles: ven una situación complicada, porque la gente ya tiene hambre y necesitarían irse a algún lugar para encontrar alimento. Eso es una realidad: tenemos un problema, ¿a quién recurrimos? ¿qué hacemos? Hacemos lo lógico: que se vayan a sus casa y busquen comida, por eso le decimos a Jesús: dile a la gente que se vaya a comer. Todo muy lógico y simple.
Pero Dios no tiene la misma lógica y simpleza que nosotros, por eso Jesús les responde: "Denles ustedes de comer". ¿Cómo? ¿Qué estás diciendo? Pero... ¿si yo no puedo hacer eso, el problema es muy grande! No tengo tanta capacidad para hacer eso. Si sólo tenemos cinco panes y dos pescados ¿qué es eso para tanta gente?
Y Dios no se ahoga en un vaso de agua, y simplemente nos dice: pues traédmelos. Y se produce el gran milagro de la multiplicación y todos quedan contentos y conformes. Eso si, no hay que desperdiciar los dones de Dios, por eso "recoged en canastas lo que sobra".
Cuando confiamos en Dios sabemos que no hay problemas para los problemas, pues como decía un amigo: si un problema tiene solución no es problema, y si no tiene solución ¡para que te vas a hacer problema! Pero en nuestra relación con Dios, siempre Él nos va a salir con la misma respuesta: Tú puedes con mi Gracia. Pero primero "escúchame". Porque la confianza en Dios es "confianza en Dios", no que confío en Dios y hago lo que quiero, sino que voy a Él a buscar Su Gracia, primero para saber si esto que me está agobiando es algo de lo que yo me tengo que ocupar, y si es así, Dios me va a decir "no temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino". Y si va a darnos el Reino, o mejor dicho, si nos ha dado el Reino, no nos va a conceder lo necesario para solucionar nuestros pequeños o grandes problemas?
Pero a no olvidarnos que todo lo podemos en Aquél que nos conforta, y quien nos conforta no somos nosotros mismos, sino que es Aquél que dio su Vida para que tuviéramos Vida y Vida en abundancia.
jueves, 7 de enero de 2016
Camino de conversión, camino de Gracia
Cuando Jesús comienza su predicación evangélica, dice el Evangelio, comienza con esta exhortación:
"Convertíos, porque está cerca el Reino de los Cielos".
A veces nos parece muy cansador hablar siempre de lo mismo: la conversión, porque es un tema que no nos gusta demasiado, pues parece que siempre estemos viviendo mal y en pecado. Por un lado es verdad que es cansador escuchar siempre lo mismo, pero también es cierto que nuestra vida, día a día, va retomando caminos ya vividos y, cometiendo los mismos errores una y otra vez.
Pero, por otro lado, en la vida misma, hacemos cosas una y otra vez por las mismas causas: la rutina diaria es algo que nos resulta cansador y, más de una vez, agobiante. Y ¿qué vamos a hacer: cambiar la rutina? No, no tenemos por qué cambiar una rutina, salvo que la rutina sea mala y nos lleve al pecado o al error, pero si la rutina es buena ¿por qué cambiarla? Hay que ponerle vida a la rutina.
Por esta razón San Juan en su carta nos recomienda algo:
"Queridos míos: no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo".
¿Como saber si un espíritu viene de Dios? San Pablo nos lo muestra: "El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí".
Y mirad, sólo ese hecho de mirar si lo que estoy haciendo procede del Espíritu Santo, sólo ese hecho ya es un comienzo de conversión constante. Lo cual no quiere decir que esté pecando o haciendo mal las cosas, sino que vivo sabiendo que puedo equivocarme o no vivir en el Espíritu.
Sí, nuestra vida es un camino de santidad, y por eso mismo es un camino de conversión constante porque "estamos en el mundo, pero no somos del mundo", y el mundo nos presenta, siempre, su propio espíritu para vivir, y como el espíritu del mundo es producido por el padre de la mentira, el perfecto seductor, sus cosas nos seducen, nos invaden, nos tientan constantemente, pero sus frutos no son los mismos que los del Espíritu Santo.
Así, no es que debemos hacer cada día una rutina de vida diferente para no agobiarnos, sino que a la rutina que Dios nos pide vivir la vivimos desde su Espíritu y así es Él mismo quien le da Vida a lo que diariamente hacemos.
Ese camino constante de conversión es un camino que constantemente da buenos frutos, para mí y para aquellos que lo necesiten, pues todo lo que le ofrezco al Padre como entrega diaria Él nos lo devuelve en Gracia sobre Gracia.
Sí, es cansador hablar siempre de conversión, pero es gratificante saber que en este camino, día a día, no sólo crezco en gracia y santidad, sino que también puedo ofrecer lo que diariamente hago para la conversión de otros y para la salvación de muchos, pues todo puesto en las Manos de Dios se transforma en regalos de Gracias.
"Convertíos, porque está cerca el Reino de los Cielos".
A veces nos parece muy cansador hablar siempre de lo mismo: la conversión, porque es un tema que no nos gusta demasiado, pues parece que siempre estemos viviendo mal y en pecado. Por un lado es verdad que es cansador escuchar siempre lo mismo, pero también es cierto que nuestra vida, día a día, va retomando caminos ya vividos y, cometiendo los mismos errores una y otra vez.
Pero, por otro lado, en la vida misma, hacemos cosas una y otra vez por las mismas causas: la rutina diaria es algo que nos resulta cansador y, más de una vez, agobiante. Y ¿qué vamos a hacer: cambiar la rutina? No, no tenemos por qué cambiar una rutina, salvo que la rutina sea mala y nos lleve al pecado o al error, pero si la rutina es buena ¿por qué cambiarla? Hay que ponerle vida a la rutina.
Por esta razón San Juan en su carta nos recomienda algo:
"Queridos míos: no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo".
¿Como saber si un espíritu viene de Dios? San Pablo nos lo muestra: "El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí".
Y mirad, sólo ese hecho de mirar si lo que estoy haciendo procede del Espíritu Santo, sólo ese hecho ya es un comienzo de conversión constante. Lo cual no quiere decir que esté pecando o haciendo mal las cosas, sino que vivo sabiendo que puedo equivocarme o no vivir en el Espíritu.
Sí, nuestra vida es un camino de santidad, y por eso mismo es un camino de conversión constante porque "estamos en el mundo, pero no somos del mundo", y el mundo nos presenta, siempre, su propio espíritu para vivir, y como el espíritu del mundo es producido por el padre de la mentira, el perfecto seductor, sus cosas nos seducen, nos invaden, nos tientan constantemente, pero sus frutos no son los mismos que los del Espíritu Santo.
Así, no es que debemos hacer cada día una rutina de vida diferente para no agobiarnos, sino que a la rutina que Dios nos pide vivir la vivimos desde su Espíritu y así es Él mismo quien le da Vida a lo que diariamente hacemos.
Ese camino constante de conversión es un camino que constantemente da buenos frutos, para mí y para aquellos que lo necesiten, pues todo lo que le ofrezco al Padre como entrega diaria Él nos lo devuelve en Gracia sobre Gracia.
Sí, es cansador hablar siempre de conversión, pero es gratificante saber que en este camino, día a día, no sólo crezco en gracia y santidad, sino que también puedo ofrecer lo que diariamente hago para la conversión de otros y para la salvación de muchos, pues todo puesto en las Manos de Dios se transforma en regalos de Gracias.
miércoles, 6 de enero de 2016
La Vida en Dios: nuestro mejor regalo
De los sermones de San León Magno:
"...la estrella hizo salir de su lejano país a los tres magos, para que conocieran y adoraran al Rey de cielo y tierra. Su docilidad es para nosotros un ejemplo que nos exhorta a todos a que sigamos, según nuestra capacidad, las invitaciones de la gracia, que nos lleva a Cristo.
Todos, amadísimos hermanos, debéis esforzaros en este empeño, a fin de que brilléis como hijos de la luz en el reino de Dios, al cual se llega por la integridad de la fe y por las buenas obras; por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina con Dios Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén".
La vida de fe es una invitación de Dios a vivir algo nuevo, no es una obligación a aceptar, sino una invitación. Pero cuando se acepta una invitación no es el invitado el que pone las reglas, sino el que invita. Por eso, cuando Dios nos invitó a seguirlo nos dio de antemano las reglas para seguirlo y, también, nos dijo cuál era el sentido de la invitación.
Los Reyes cuando comenzaron a seguir la estrella sabían que algo grande estaba por comenzar, pero no sabían qué era lo que iban a buscar. Pero al encontrarlo se postraron ante Él y lo adoraron como el Nuevo Rey y por eso le ofrecieron lo que tenían, y, aunque no eran judíos igual el Señor les advirtió lo que debían hacer.
Y es hermoso que aún siendo adultos sigamos sintiéndonos un poco niños en este día de Reyes, porque sólo el corazón inocente del niño es capaz de contemplar la grandeza de este día, como lo hicieron los Magos de Oriente y como lo hicieron los pastores al acudir al pesebre: encontraron a un Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre, pero fue una señal suficiente para creer y salir a anunciar con gozo lo que habían encontrado.
Esa es hoy nuestra invitación: acercarnos al Niño que ha nacido; acercarnos al Niño que nos da la Vida; acercarnos al Niño que alimenta nuestra Vida con Su Vida, para que podamos salir gozosos a anunciar la Buena Noticia de la Salvación.
El mayor de los regalos es, para nosotros, la Vida Nueva que se nos ha dado en el bautismo; es la Vida Nueva que se nos da en la Palabra de Dios; es la Vida Nueva que se nos da en el Pan de la Eucaristía, entonces no dejemos de abrir, cada día, los regalos divinos que nos ha dado nuestro Padre Celestial y rindámonos como niños ante el hermoso misterio de la Vida que ilumina nuestra vida, así como la estrella el camino de los Magos.
"...la estrella hizo salir de su lejano país a los tres magos, para que conocieran y adoraran al Rey de cielo y tierra. Su docilidad es para nosotros un ejemplo que nos exhorta a todos a que sigamos, según nuestra capacidad, las invitaciones de la gracia, que nos lleva a Cristo.
Todos, amadísimos hermanos, debéis esforzaros en este empeño, a fin de que brilléis como hijos de la luz en el reino de Dios, al cual se llega por la integridad de la fe y por las buenas obras; por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina con Dios Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén".
La vida de fe es una invitación de Dios a vivir algo nuevo, no es una obligación a aceptar, sino una invitación. Pero cuando se acepta una invitación no es el invitado el que pone las reglas, sino el que invita. Por eso, cuando Dios nos invitó a seguirlo nos dio de antemano las reglas para seguirlo y, también, nos dijo cuál era el sentido de la invitación.
Los Reyes cuando comenzaron a seguir la estrella sabían que algo grande estaba por comenzar, pero no sabían qué era lo que iban a buscar. Pero al encontrarlo se postraron ante Él y lo adoraron como el Nuevo Rey y por eso le ofrecieron lo que tenían, y, aunque no eran judíos igual el Señor les advirtió lo que debían hacer.
Y es hermoso que aún siendo adultos sigamos sintiéndonos un poco niños en este día de Reyes, porque sólo el corazón inocente del niño es capaz de contemplar la grandeza de este día, como lo hicieron los Magos de Oriente y como lo hicieron los pastores al acudir al pesebre: encontraron a un Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre, pero fue una señal suficiente para creer y salir a anunciar con gozo lo que habían encontrado.
Esa es hoy nuestra invitación: acercarnos al Niño que ha nacido; acercarnos al Niño que nos da la Vida; acercarnos al Niño que alimenta nuestra Vida con Su Vida, para que podamos salir gozosos a anunciar la Buena Noticia de la Salvación.
El mayor de los regalos es, para nosotros, la Vida Nueva que se nos ha dado en el bautismo; es la Vida Nueva que se nos da en la Palabra de Dios; es la Vida Nueva que se nos da en el Pan de la Eucaristía, entonces no dejemos de abrir, cada día, los regalos divinos que nos ha dado nuestro Padre Celestial y rindámonos como niños ante el hermoso misterio de la Vida que ilumina nuestra vida, así como la estrella el camino de los Magos.
martes, 5 de enero de 2016
Ante la inteligencia humana la sabiduría divina
Dice San Juan en su primera carta:
" Queridos hermanos:
Este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros.
No seamos como Caín, que procedía del Maligno y asesinó a su hermano. ¿Y por qué lo asesinó? Porque sus obras eran malas, mientras que las de su hermano eran justas.
No os sorprenda, hermanos, que el mundo os odie; nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte".
Recupero este párrafo de la carta de hoy porque me parece que nos quiere hacer recordar nuestra realidad de cada día, sí, parece que son muchos los que sienten odio por los cristianos, por la Iglesia. Hay algunos que lo hacen explícito y persiguen y matan cruelmente a los cristianos en muchas partes del mundo. Hay otros que no tienen ese valor y los hacen (según ellos creen) inteligentemente queriendo cambiar las tradiciones cristianas que forman parte de la cultura de los pueblos.
Y ¿qué es lo que se proponen? Algo que en 21 siglos nadie ha podido: borrar del mapa mundial a Cristo, a su Palabra y no entienden que no podrán. No entienden (y a veces tampoco lo hacemos nosotros -es lo peor) que la Iglesia no es obra nuestra, sino que es obra de Dios, que está sostenida por el Espíritu Santo y que ni de adentro ni de afuera han podido destruirla.
Pero además, muchos buscan y pretenden que respondamos con las mismas armas, que nos convirtamos en Caín y comencemos a responder con violencia, pues el cansancio de tanta burla y persecución terminan cansando a cualquiera. Pero no, nosotros no podemos responder con las mismas armas, pues sólo un arma se nos ha dado: el Amor, "este es el mensaje que habéis oído desde el principio que nos amemos unos a otros".
Claro que amar no significa que yo acepte las "inteligentes burlas" que hoy hacen muchos sobre mi fe, sobre mi vida cristiana, no. ¿Cuál es mi respuesta? Vivir con mayor radicalidad lo que creo, y, sobre todo, haciendo lo que hacían los primeros cristianos: no arrodillarnos ante los nuevos dioses que nos quieren imponer, no acompañar con nuestra presencia los gestos y los espectáculos que vayan en contra de mi fe, y, sobre todo, no dar publicidad gratuita a aquello que está en contra de mi fe.
Y, sobre todo en este Tiempo de Navidad que estamos transitando, tenemos que recordar quiénes somos y qué se nos ha confiado, dice san Agustín:
"Ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Aquellos tesoros de sabiduría y ciencia, aquellas riquezas divinas, son llamados así porque ellos nos bastarán. Y aquella gran bondad es llamada así porque nos saciará. Muéstranos, pues, al Padre, y eso nos bastará".
Dejemos de lado las "inteligentes burlas" del mundo pues nosotros tenemos un tesoro de sabiduría que nos basta y sobra para poder alcanzar la plenitud de nuestra vida, de nuestro ser Hijos de Dios, pues el Hijo se hizo hombre por nosotros, y nosotros no debemos dejar que apaguen la Luz de la Sabiduría y la Verdad que el Padre ha puesto en nuestro corazón, y con ella iluminar las tinieblas de la "inteligencia" humana.
" Queridos hermanos:
Este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros.
No seamos como Caín, que procedía del Maligno y asesinó a su hermano. ¿Y por qué lo asesinó? Porque sus obras eran malas, mientras que las de su hermano eran justas.
No os sorprenda, hermanos, que el mundo os odie; nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte".
Recupero este párrafo de la carta de hoy porque me parece que nos quiere hacer recordar nuestra realidad de cada día, sí, parece que son muchos los que sienten odio por los cristianos, por la Iglesia. Hay algunos que lo hacen explícito y persiguen y matan cruelmente a los cristianos en muchas partes del mundo. Hay otros que no tienen ese valor y los hacen (según ellos creen) inteligentemente queriendo cambiar las tradiciones cristianas que forman parte de la cultura de los pueblos.
Y ¿qué es lo que se proponen? Algo que en 21 siglos nadie ha podido: borrar del mapa mundial a Cristo, a su Palabra y no entienden que no podrán. No entienden (y a veces tampoco lo hacemos nosotros -es lo peor) que la Iglesia no es obra nuestra, sino que es obra de Dios, que está sostenida por el Espíritu Santo y que ni de adentro ni de afuera han podido destruirla.
Pero además, muchos buscan y pretenden que respondamos con las mismas armas, que nos convirtamos en Caín y comencemos a responder con violencia, pues el cansancio de tanta burla y persecución terminan cansando a cualquiera. Pero no, nosotros no podemos responder con las mismas armas, pues sólo un arma se nos ha dado: el Amor, "este es el mensaje que habéis oído desde el principio que nos amemos unos a otros".
Claro que amar no significa que yo acepte las "inteligentes burlas" que hoy hacen muchos sobre mi fe, sobre mi vida cristiana, no. ¿Cuál es mi respuesta? Vivir con mayor radicalidad lo que creo, y, sobre todo, haciendo lo que hacían los primeros cristianos: no arrodillarnos ante los nuevos dioses que nos quieren imponer, no acompañar con nuestra presencia los gestos y los espectáculos que vayan en contra de mi fe, y, sobre todo, no dar publicidad gratuita a aquello que está en contra de mi fe.
Y, sobre todo en este Tiempo de Navidad que estamos transitando, tenemos que recordar quiénes somos y qué se nos ha confiado, dice san Agustín:
"Ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Aquellos tesoros de sabiduría y ciencia, aquellas riquezas divinas, son llamados así porque ellos nos bastarán. Y aquella gran bondad es llamada así porque nos saciará. Muéstranos, pues, al Padre, y eso nos bastará".
Dejemos de lado las "inteligentes burlas" del mundo pues nosotros tenemos un tesoro de sabiduría que nos basta y sobra para poder alcanzar la plenitud de nuestra vida, de nuestro ser Hijos de Dios, pues el Hijo se hizo hombre por nosotros, y nosotros no debemos dejar que apaguen la Luz de la Sabiduría y la Verdad que el Padre ha puesto en nuestro corazón, y con ella iluminar las tinieblas de la "inteligencia" humana.
lunes, 4 de enero de 2016
Somos apóstoles y misioneros de la Vida
"Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice:
«Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)».
Nosotros, como Andrés, hemos conocido el Amor de Dios, nos hemos arrodillado frente a Él, hemos adorado al Niño y hemos renovado nuestra Fe. Ahora nos toca ir a anunciar al Mesías, anunciar que hemos encontrado al Cristo.
El Don de la Fe que hemos recibido y que, día a día, intentamos vivir no es un Don para nosotros solos, sino que es un Don y una Misión, por eso al celebrar la Navidad, la liturgia nos va llevando por un proceso de conocimiento de nuestra propia identidad para que podamos reconocernos llamados a dar testimonio de lo que creemos.
Claro es que para poder dar testimonio de lo que creemos tenemos, primero, que conocer qué creemos. Es un proceso de conocimiento, de aceptación de un misterio que llena de sentido la vida. Este proceso lo vemos en este relato evangélico pues después que Juan Bautista señala a Jesús como el Cordero de Dios, sigue así:
"Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús.
Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta:
«¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron:
«Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?».
Él les dijo:
«Venid y veréis».
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron en él aquel día; era como la hora décima".
Así, en el encuentro personal con Jesús nace un vínculo, el vínculo del Amor, con el Don de la FE, que no sólo llena nuestra vida de sentido sino que nos alienta para salir a anunciar, a no quedarnos viviendo en silencio lo que hemos hallado, sino a que otros puedan encontrar lo que nosotros estamos viviendo.
Somos, así, apóstoles, misioneros del Amor que ha venido a nosotros y haciéndose Hombre como nosotros, menos en el pecado, nos ha dado una Vida Nueva, que queremos compartir con el todos nuestros hermanos.
Hacemos así realidad aquello que nos decía Jesús: "vosotros sois la luz del mundo... y una luz no es para ponerla debajo de la mesa, sino sobre ella para que ilumine a todos", la Luz que nace en nuestro corazón por haber conocido y creído en Jesús, es la luz que damos con nuestras palabras y vida a todos los que están junto a nosotros.
Que la Luz de la Navidad siga brillando, cada día, en nuestros corazones para llevar a todos la Buena Noticia de la Vida Nueva que nace, cada día, que nos abrimos al Espíritu del Señor y, como María, buscamos Su Voluntad para hacerla vida.
«Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)».
Nosotros, como Andrés, hemos conocido el Amor de Dios, nos hemos arrodillado frente a Él, hemos adorado al Niño y hemos renovado nuestra Fe. Ahora nos toca ir a anunciar al Mesías, anunciar que hemos encontrado al Cristo.
El Don de la Fe que hemos recibido y que, día a día, intentamos vivir no es un Don para nosotros solos, sino que es un Don y una Misión, por eso al celebrar la Navidad, la liturgia nos va llevando por un proceso de conocimiento de nuestra propia identidad para que podamos reconocernos llamados a dar testimonio de lo que creemos.
Claro es que para poder dar testimonio de lo que creemos tenemos, primero, que conocer qué creemos. Es un proceso de conocimiento, de aceptación de un misterio que llena de sentido la vida. Este proceso lo vemos en este relato evangélico pues después que Juan Bautista señala a Jesús como el Cordero de Dios, sigue así:
"Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús.
Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta:
«¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron:
«Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?».
Él les dijo:
«Venid y veréis».
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron en él aquel día; era como la hora décima".
Así, en el encuentro personal con Jesús nace un vínculo, el vínculo del Amor, con el Don de la FE, que no sólo llena nuestra vida de sentido sino que nos alienta para salir a anunciar, a no quedarnos viviendo en silencio lo que hemos hallado, sino a que otros puedan encontrar lo que nosotros estamos viviendo.
Somos, así, apóstoles, misioneros del Amor que ha venido a nosotros y haciéndose Hombre como nosotros, menos en el pecado, nos ha dado una Vida Nueva, que queremos compartir con el todos nuestros hermanos.
Hacemos así realidad aquello que nos decía Jesús: "vosotros sois la luz del mundo... y una luz no es para ponerla debajo de la mesa, sino sobre ella para que ilumine a todos", la Luz que nace en nuestro corazón por haber conocido y creído en Jesús, es la luz que damos con nuestras palabras y vida a todos los que están junto a nosotros.
Que la Luz de la Navidad siga brillando, cada día, en nuestros corazones para llevar a todos la Buena Noticia de la Vida Nueva que nace, cada día, que nos abrimos al Espíritu del Señor y, como María, buscamos Su Voluntad para hacerla vida.
domingo, 3 de enero de 2016
Testigos de la Luz
Este segundo Domingo de Navidad nos invita a varias cosas, pero me voy a quedar con una sola. El Evangelio dice sobre San Juan Bautista:
"Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz".
Si bien Juan Bautista comienza a anunciar la llegada del Mesías justo antes que Jesús comience su vida pública, es importante poder rescatarlo en este momento, días después de su nacimiento. Por que al nacer Jesús es en el mundo es cuando comienza a Nacer la Luz para los hombres, por ese motivo se unen los dos anuncios de un Nacimiento.
Así como hace unos días los escribas le preguntaban a Juan Bautista "¿Tú quién eres?", hoy el evangelista nos dice: "venía como testigo, para dar testimonio de la luz... no era él la luz, sino que daba testimonio de la luz".
Fijaos que Juan Bautista nunca estuvo con Jesús más que el día en que este fue a bautizarse al Jordan y bajó sobre Él el Espíritu Santo, pero ya ese mismo Espíritu había hecho "hablar" a Juan Bautista cuando lo recibió estando en el seno de Isabel: "cuando el niño saltó de alegría en su seno". Ya desde ese momento el Espíritu impulsa a Juan Bautista a anunciar al Mesías, por que estaba abierto al Espíritu y se dejaba conducir por Él.
Así aunque nunca lo escuchó al Mesías igualmente lo anunció, porque el Espíritu Santo le anunciaba lo que había que decir y predicar.
Y así, de este mismo modo y como él, ha de ser nuestra vida. Aunque no hemos sido tocados por el Espíritu Santo en el seno de nuestras madres, el mismo Espíritu nos ha cubierto con su sombra y habita en nosotros desde el día de nuestro Bautismo. Es decir que, desde ese día, si lo dejáramos libre en nuestra vida el Espíritu nos indicaría lo que hemos de hacer y decir, haría de nosotros, como con Juan Bautista, testigos de la Luz, porque su Luz está en nosotros y busca salir a la vida por medio de nuestras obras y de nuestra voz.
No somos la Luz, no somos perfectos, pero hemos sido llamados para ser Luz del mundo, y, como dice el Señor: "la luz no es para ponerla debajo de la mesa, sino sobre ella para que ilumine a todos los de la casa". Pero tenemos que tener en cuenta que "no somos la Luz", porque muchas veces nos juega en contra el creer que somos la luz y cuando la soberbia y la arrogancia nos gana la partida, pierde brillo la Luz de Cristo e intentamos ser nosotros la verdadera luz.
Sí, tenemos una importante misión, hemos sido elegidos para algo muy grande, pero por eso debemos tener la humildad de decir, como María: "el Señor hizo por mí grandes cosas", no soy yo quien obra maravillas, sino que es el Señor que obra por mi intermedio.
Pero no perdamos el hilo y lo importante: Dios nos ha llamado para ser Testigos de la Luz, para ser Luz en el mundo, no permitamos que aceptando las tinieblas y siendo parte de ellas, no seamos capaces de iluminar el las oscuridades de aquellos que buscan el Camino.
"Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz".
Si bien Juan Bautista comienza a anunciar la llegada del Mesías justo antes que Jesús comience su vida pública, es importante poder rescatarlo en este momento, días después de su nacimiento. Por que al nacer Jesús es en el mundo es cuando comienza a Nacer la Luz para los hombres, por ese motivo se unen los dos anuncios de un Nacimiento.
Así como hace unos días los escribas le preguntaban a Juan Bautista "¿Tú quién eres?", hoy el evangelista nos dice: "venía como testigo, para dar testimonio de la luz... no era él la luz, sino que daba testimonio de la luz".
Fijaos que Juan Bautista nunca estuvo con Jesús más que el día en que este fue a bautizarse al Jordan y bajó sobre Él el Espíritu Santo, pero ya ese mismo Espíritu había hecho "hablar" a Juan Bautista cuando lo recibió estando en el seno de Isabel: "cuando el niño saltó de alegría en su seno". Ya desde ese momento el Espíritu impulsa a Juan Bautista a anunciar al Mesías, por que estaba abierto al Espíritu y se dejaba conducir por Él.
Así aunque nunca lo escuchó al Mesías igualmente lo anunció, porque el Espíritu Santo le anunciaba lo que había que decir y predicar.
Y así, de este mismo modo y como él, ha de ser nuestra vida. Aunque no hemos sido tocados por el Espíritu Santo en el seno de nuestras madres, el mismo Espíritu nos ha cubierto con su sombra y habita en nosotros desde el día de nuestro Bautismo. Es decir que, desde ese día, si lo dejáramos libre en nuestra vida el Espíritu nos indicaría lo que hemos de hacer y decir, haría de nosotros, como con Juan Bautista, testigos de la Luz, porque su Luz está en nosotros y busca salir a la vida por medio de nuestras obras y de nuestra voz.
No somos la Luz, no somos perfectos, pero hemos sido llamados para ser Luz del mundo, y, como dice el Señor: "la luz no es para ponerla debajo de la mesa, sino sobre ella para que ilumine a todos los de la casa". Pero tenemos que tener en cuenta que "no somos la Luz", porque muchas veces nos juega en contra el creer que somos la luz y cuando la soberbia y la arrogancia nos gana la partida, pierde brillo la Luz de Cristo e intentamos ser nosotros la verdadera luz.
Sí, tenemos una importante misión, hemos sido elegidos para algo muy grande, pero por eso debemos tener la humildad de decir, como María: "el Señor hizo por mí grandes cosas", no soy yo quien obra maravillas, sino que es el Señor que obra por mi intermedio.
Pero no perdamos el hilo y lo importante: Dios nos ha llamado para ser Testigos de la Luz, para ser Luz en el mundo, no permitamos que aceptando las tinieblas y siendo parte de ellas, no seamos capaces de iluminar el las oscuridades de aquellos que buscan el Camino.
sábado, 2 de enero de 2016
¿Tú quién eres?
"¿Tú quién eres?" le preguntaba la gente a Juan el Bautista. Y es, también, una hermosa pregunta para nosotros, para comenzar el año porque muchas veces al comenzar el año nos hacemos interesantes propósitos, pero la mayoría de ellos no los cumplimos o no llegamos ni siquiera a pensarlos al segundo día del año.
Y ¿qué tiene que ver la pregunta con los propósitos? Mucho, porque muchas veces los propósitos están lejos de mí porque no están en el mismo camino que Dios quiere que recorra, o, mejor dicho, los propósitos de mi vida tienen que estar en consonancia con la Voluntad de Dios para mi vida.
Al responder a la pregunta voy a saber si lo que quiero es ser Fiel a la Vida que Dios me pide vivir o, simplemente, hacer lo que me venga en gana cuando quiera. Por que si he descubierto que mi vida cristiana no sólo es llamarme cristiano sino serlo en realidad, entonces mi vida ya no es mía, sino que he descubierto que mi vida es de Dios, para Dios y por Dios, por eso acepto la llamada de Dios a vivir en santidad: "sed santos porque Vuestro Padre Celestial es Santo", nos dice el Señor.
Pero si sólo vivo el cristianismo como parte de ritos tradicionales para cumplir con algo que siempre he hecho, entonces lo que vaya a vivir cada día simplemente será lo que yo tenga ganas de hacer, y, aunque haga cosas buenas no serán Voluntad de Dios, porque no me intereso por saber si es lo que Él quiere para mí o no.
Cuando acepto el llamado de Jesús a seguirlo, como los apóstoles, dejo todo para poder seguirlo, pero en serio, no sólo en momentos puntuales, como puede ser una hora por semana en la Misa, sino que dejo todo para seguirlo todos los días de mi vida.
Entonces, ahí podré responder a la pregunta "¿tú quién eres?" soy un apóstol de Jesucristo, soy su seguidor porque Él me ha llamado y dije: "Aquí estoy, Señor, para hacer Tu Voluntad". A partir de ahí no seré yo quien haga los propósitos para el año, sino que mi único propósito será ser Fiel a la Voluntad de Dios, buscar en cada momento su Voluntad para alcanzar la meta que Él mismo quiere para mí: la santidad.
Sí, la santidad. Porque la santidad no es para algunas personas que ya han muerto, sino que los santos fueron personas vivas como nosotros, como cada uno, que vivió en su lugar, tuvo su trabajo, su profesión, su vocación particular, pero que descubrió que el sentido de su vida estaba en poder responder con sinceridad al llamado del Señor. A partir de ahí comienza ese hermoso camino de búsqueda de la voluntad de Dios y de conversión constante de nuestra vida.
Por que a pesar de nuestros errores y caídas podemos alcanzar, para nosotros, ese hermoso ideal de la santidad, porque vamos, día a día, olvidándonos de nosotros mismos para aceptar la Voluntad de Dios para nuestras vidas. Y al disponernos a vivirla, al buscar ese Camino ya Dios nos concede su Gracia para que podamos ver, para que podamos aceptar y para que, a pesar de nuestras debilidades y defectos, podamos realizarla, dándonos el gozo y la paz al alma.
Así, al comenzar el año nuestra respuesta a esta pregunta nos dará la pauta de cuáles serán nuestro propósitos para continuar transitando cada día de este y de todos los años.
Y ¿qué tiene que ver la pregunta con los propósitos? Mucho, porque muchas veces los propósitos están lejos de mí porque no están en el mismo camino que Dios quiere que recorra, o, mejor dicho, los propósitos de mi vida tienen que estar en consonancia con la Voluntad de Dios para mi vida.
Al responder a la pregunta voy a saber si lo que quiero es ser Fiel a la Vida que Dios me pide vivir o, simplemente, hacer lo que me venga en gana cuando quiera. Por que si he descubierto que mi vida cristiana no sólo es llamarme cristiano sino serlo en realidad, entonces mi vida ya no es mía, sino que he descubierto que mi vida es de Dios, para Dios y por Dios, por eso acepto la llamada de Dios a vivir en santidad: "sed santos porque Vuestro Padre Celestial es Santo", nos dice el Señor.
Pero si sólo vivo el cristianismo como parte de ritos tradicionales para cumplir con algo que siempre he hecho, entonces lo que vaya a vivir cada día simplemente será lo que yo tenga ganas de hacer, y, aunque haga cosas buenas no serán Voluntad de Dios, porque no me intereso por saber si es lo que Él quiere para mí o no.
Cuando acepto el llamado de Jesús a seguirlo, como los apóstoles, dejo todo para poder seguirlo, pero en serio, no sólo en momentos puntuales, como puede ser una hora por semana en la Misa, sino que dejo todo para seguirlo todos los días de mi vida.
Entonces, ahí podré responder a la pregunta "¿tú quién eres?" soy un apóstol de Jesucristo, soy su seguidor porque Él me ha llamado y dije: "Aquí estoy, Señor, para hacer Tu Voluntad". A partir de ahí no seré yo quien haga los propósitos para el año, sino que mi único propósito será ser Fiel a la Voluntad de Dios, buscar en cada momento su Voluntad para alcanzar la meta que Él mismo quiere para mí: la santidad.
Sí, la santidad. Porque la santidad no es para algunas personas que ya han muerto, sino que los santos fueron personas vivas como nosotros, como cada uno, que vivió en su lugar, tuvo su trabajo, su profesión, su vocación particular, pero que descubrió que el sentido de su vida estaba en poder responder con sinceridad al llamado del Señor. A partir de ahí comienza ese hermoso camino de búsqueda de la voluntad de Dios y de conversión constante de nuestra vida.
Por que a pesar de nuestros errores y caídas podemos alcanzar, para nosotros, ese hermoso ideal de la santidad, porque vamos, día a día, olvidándonos de nosotros mismos para aceptar la Voluntad de Dios para nuestras vidas. Y al disponernos a vivirla, al buscar ese Camino ya Dios nos concede su Gracia para que podamos ver, para que podamos aceptar y para que, a pesar de nuestras debilidades y defectos, podamos realizarla, dándonos el gozo y la paz al alma.
Así, al comenzar el año nuestra respuesta a esta pregunta nos dará la pauta de cuáles serán nuestro propósitos para continuar transitando cada día de este y de todos los años.
viernes, 1 de enero de 2016
Conservar la cosas en el corazón
¡Feliz comienzo del año del Señor 2016!
Que hermoso que la liturgia nos lleve a comenzar el nuevo año de la mano de María, Madre de Dios, Madre de la Iglesia, Madre Nuestra. Hermoso porque la presencia de la Madre en nuestras vidas nos llena de seguridad, de gozo, nos da confianza para caminar porque vamos, como niños pequeños agarrados de Su Mano, y Ella (si la dejamos, claro) nos lleva por senderos seguros y claros hacia el Señor, viviendo cada día en santidad.
Y en este día me gusta mucho la cualidad que señala Lucas de María:
"María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón".
Hubo muchas cosas en la vida de María que no comprendió en su momento, que no entendía, pero varias veces el Evangelista señala lo mismo de María: conservar las cosas y meditarlas en el corazón. Llevar todo lo vivido a lo más íntimo de nuestro corazón, ahí donde el silencio es diálogo de Amor con el Señor, allí donde el silencio va sumergiendo todo lo vivido en las aguas cristalinas de la Gracia, para que purificadas de todo lo que no es de Dios puedan transformarse en fértil tierra donde se asiente la Palabra de Dios, y nos de la Sabiduría necesaria para seguir transitando el Camino de la Vida.
Por que conservar las cosas en el corazón, llevarlas al silencio de Dios nos ayudarán a aprender de todo, de lo bueno y de lo malo, de lo triste y de lo alegre, del dolor y del gozo, de la oscuridad y de la Luz, porque llevarlas al silencio de Dios nos ayudará a que no se conviertas las malas experiencias en rencores, en dolores que no curan, en venganzas de la vida, en malos recuerdos que se transformen en odio, sino que todo, por la Gracia de Dios, se transforme en Gracia, en Dones de sabiduría que nos ayuden a crecer en humildad, en pequeñez ante Dios, en serenidad para afrontar los momentos duros que nos pida vivir el Señor.
Comenzar el Año hablando con María y pidiéndole que nos ayude a aprender de Ella, a descubrir el misterio de Su Inmaculado Corazon, es el deseo más hermoso para este Año, porque sólo ha sido una noche que pasó, pero el día continúa y la vida sigue su curso hacia la Vida, pero ya que hemos dado este paso de un 2015 a un 2016, que se note que hemos subido un escalón más en la hermosa escalera de la santidad.
Que hermoso que la liturgia nos lleve a comenzar el nuevo año de la mano de María, Madre de Dios, Madre de la Iglesia, Madre Nuestra. Hermoso porque la presencia de la Madre en nuestras vidas nos llena de seguridad, de gozo, nos da confianza para caminar porque vamos, como niños pequeños agarrados de Su Mano, y Ella (si la dejamos, claro) nos lleva por senderos seguros y claros hacia el Señor, viviendo cada día en santidad.
Y en este día me gusta mucho la cualidad que señala Lucas de María:
"María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón".
Hubo muchas cosas en la vida de María que no comprendió en su momento, que no entendía, pero varias veces el Evangelista señala lo mismo de María: conservar las cosas y meditarlas en el corazón. Llevar todo lo vivido a lo más íntimo de nuestro corazón, ahí donde el silencio es diálogo de Amor con el Señor, allí donde el silencio va sumergiendo todo lo vivido en las aguas cristalinas de la Gracia, para que purificadas de todo lo que no es de Dios puedan transformarse en fértil tierra donde se asiente la Palabra de Dios, y nos de la Sabiduría necesaria para seguir transitando el Camino de la Vida.
Por que conservar las cosas en el corazón, llevarlas al silencio de Dios nos ayudarán a aprender de todo, de lo bueno y de lo malo, de lo triste y de lo alegre, del dolor y del gozo, de la oscuridad y de la Luz, porque llevarlas al silencio de Dios nos ayudará a que no se conviertas las malas experiencias en rencores, en dolores que no curan, en venganzas de la vida, en malos recuerdos que se transformen en odio, sino que todo, por la Gracia de Dios, se transforme en Gracia, en Dones de sabiduría que nos ayuden a crecer en humildad, en pequeñez ante Dios, en serenidad para afrontar los momentos duros que nos pida vivir el Señor.
Comenzar el Año hablando con María y pidiéndole que nos ayude a aprender de Ella, a descubrir el misterio de Su Inmaculado Corazon, es el deseo más hermoso para este Año, porque sólo ha sido una noche que pasó, pero el día continúa y la vida sigue su curso hacia la Vida, pero ya que hemos dado este paso de un 2015 a un 2016, que se note que hemos subido un escalón más en la hermosa escalera de la santidad.
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