domingo, 26 de mayo de 2024

Un mandato de Jesús

"Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado".

El domingo pasado celebramos, para culminar el Tiempo de Pascua, la Solemnidad de Pentecostés, la Venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles y María. Este domingo, ya comenzado el Tiempo Ordinario (de la liturgia católica) lo iniciamos con otra solemnidad: La Santísima Trinidad, y la liturgia, nos invita a recordar el mandato que Jesús les dio a los discípulos y, por supuesto, a nosotros también, de ir y hacer discípulos de Cristo en todos los pueblos: el mandato de la misión universal de la Iglesia.
Un mandato que, sin querer, consciente o inconscientemente, guiados por la fe o por la tradición, nuestros abuelos y padres han ido cumpliendo cuando nos llevaban a la Iglesia a recibir el bautismo. Ellos, siguiendo la tradición y el camino de la fe de los antepasados nos transmitieron, a su manera, el don de la Fe, una Fe que está muy arraigada en nuestras tierras y en nuestra tradición y, aunque muchos quieran quitar a la Iglesia de en medio de la sociedad, sigue siendo germen de nuevas vocaciones a la santidad.
Hoy en día, como vamos viendo todos los días, la vida social cristiana va desapareciendo y eso produce una cierta desesperanza en los que formamos, desde hace mucho tiempo, la vida eclesial. Pero, sin embargo, seguimos recibiendo a los niños para ser bautizados, para recibir la Primera Comunión, sigue habiendo bodas sacramentales, confesiones, se sigue recibiendo la Unción para los enfermos, y, sobre todo, se siguen celebrando las fiestas de los patronos de nuestros pueblos y ¡tantos otros más!
Igualmente, ante la desesperanza o la esperanza de seguir “vivos” necesitamos fortalecer y volver a evangelizarnos, necesitamos, o, mejor dicho, nuestra sociedad del siglo XXI necesita de nuestro compromiso con nuestra fe, o, mejor dicho, con el mandato evangélico de llevar la Buena Noticia a todos los hombres. Pero, tengamos en cuenta que no debemos modificar el evangelio, sino aggiornarlo a los tiempos que vivimos, pues para muchos habría que cambiar el evangelio y adaptarlo al mundo, y, sin embargo, lo que debemos hacer es adaptar el mundo al evangelio. ¿Por qué? Porque si miramos bien, ¿hacia dónde va la sociedad actual? ¿Por vivir la libertad que vive está yendo por el mejor de los caminos? Por eso, no debemos adaptar el evangelio al mundo, sino saber adaptar nuestra manera de predicarlo, para que el mundo encuentre en Él un mensaje de Vida.

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