El de hoy es un evangelio tan lleno de enseñanzas y de contenido, se podría decir, sentimental de Jesús, que no me puedo quedar con ninguna frase en concreto, sino con todas.
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor".
Una hermosa declaración de amor hacia nosotros, no sólo hacia los apóstoles y discípulos de aquél momento, sino para todos y para cada uno de nosotros los que nos hemos incorporado, por el bautismo, a Su Cuerpo Místico. Aunque, en realidad, el amor de Dios, tanto del Padre como del Hijo, es un amor para todos los hombres, para toda la humanidad, aunque no todos se hagan eco de ese Amor.
"Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor".
¿Por qué muchos no se hacen eco de ese amor? Porque para aceptar el Amor de Cristo hay que permanecer en Su Amor, y permanecer en Su Amor, hay que aceptar, como Él, la Voluntad del Padre, pues el amor de Jesús hacia nosotros, es el Amor del Padre hacia nosotros. Y aceptar y permanecer en ese Amor implica aceptar los Mandamientos de Dios, algo que no todos aceptan y, algo que no todos quieren vivir.
"Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud".
Claro que si los que queremos seguir a Cristo, o que decimos que somos cristianos, no aceptamos los Mandamientos ni la Voluntad de Dios, entonces no llegamos a poder vivir en plenitud la alegría cristiana. Porque la alegría de Jesús es hacer la Voluntad del Padre, y, por eso nos enseñó a decir: "hágase Tú Voluntad en la tierra como en el Cielo", porque sabe que ese es el Camino para alcanzar la verdadera alegría del alma, así como Él la alcanzó siendo obediente hasta la muerte y muerte en Cruz.
"Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado".
Y aquí está el resultado y la exigencia del vivir en el Amor del Padre y del Hijo: amar como Él nos ha amado, y ahí encontraremos la paz y la alegría de sabernos verdaderos hijos de Dios, pues nos reconocemos como hermanos y, a pesar de las diferencias, podemos llegar a amarnos y, sobre todo, a perdonarnos para poder ser perdonados. Pues el perdón es fruto del amor, y la Gracia del Perdón produce la alegría de la salvación, para poder seguir caminando en Gracia de Dios.
martes, 14 de mayo de 2024
Permancer en el Amor
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