martes, 28 de mayo de 2024

Alcanzar la cima de la vocación

"Por eso, ceñidos los lomos de vuestra mente y, manteniéndoos sobrios, confiad plenamente en la gracia que se os dará en la revelación de Jesucristo.
Como hijos obedientes, no os amoldéis a las aspiraciones que teníais antes, en los días de vuestra ignorancia.
Al contrario, lo mismo que es santo el que os llamó, sed santos también vosotros en toda vuestra conducta, porque está escrito: «Seréis santos, porque yo soy santo».
San Pedro nos habla de nuestra vocación primera: la santidad. Sí, todos somos santos porque el Espíritu Santo inhabita en nosotros, y eso es lo que seremos si nos mantenemos Fieles a la Vida que el Señor nos ha regalado y nos pide vivir: "Yo soy la Vida". En ese Camino: "Yo soy el Camino", podremos realizar nuestra vocación primera, pues no es algo que podamos hacer por esfuerzo propio sino que es algo a lo que llegaremos manteniéndonos en la Gracia de Dios.
Cuando leemos o miramos la vida de los santos vamos a descubrir que ellos han sido como nosotros, pero que, a diferencia de algunos, han tenido la grandeza de hacerse pequeños a los ojos de Dios, y, por eso, descubrir que nada podían hacer sin estar en una permanente relación con el Señor: con sus sacramentos, con Su Palabra. Y no es que ellos nunca han pecado o que hayan sido perfectos, sino que desde su pecado e imperfección han confiado en la misericordia del Señor y se han dejado conducir.
Como diría Teresita de Lisieux: "como un pequeño gorrión me subo a las alas del águila para que ella me lleve a lo alto de la cima", hablando de su ideal de perfección que era la santidad. Y así, con pequeños gestos y confianza heroica en la Providencia alcanzó la cima de la santidad, marcando y señalando el Camino de la Infancia Espiritual.
Hoy, sobre todo hoy, en estos tiempos en los que los hombres aspiran a la grandeza del mundo es cuando más necesita el mundo de almas que se entreguen en el camino de la Infancia Espiritual, pues es el único camino que nos trae la salvación, y con pequeños sacrificios se logran conquistar almas perdidas que, unidas a la Gracia de Dios, alcanzan su salvación.

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