sábado, 18 de mayo de 2024

A tí qué?

En aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?».
Al verlo, Pedro dice a Jesús: «Señor, y éste ¿qué?».
Jesús le contesta: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme».
A veces, en nuestra vida, trabajo, familia, comunidad, etc., no sólo vamos haciendo las cosas que nos corresponde hacer, sino que, también, vamos mirando y observando lo que los demás hacen, y, es ahí donde surgen las comparaciones. Esas comparaciones, muchas veces, conllevan envidias o egoísmos. Y, como en este caso de Pedro, nos gustaría saber si la otra persona es mejor considerada que yo o no, qué va a ser de ella, si va a alcanzar un mayor rango, etc. Todo eso cuando queda sólo en mi cabeza, se podría decir que sólo me hace daño a mí, pues me carga con pensamientos nada buenos o acerca de la otra persona o acerca de mí. Lo malo es cuando esos pensamientos salen hacia afuera y comienza un cotilleo, comenzamos a comentarlo entre otras personas y vamos bombardeando la buena fama de mis hermanos.
Por eso, en este caso, como en todos, Jesús nos dirá: "¿a tí qué?" y yo le agregaría "qué te importa" o ¿por qué te importa lo que lo el otro esté haciendo o lo que le vaya a suceder? Tú ponte a trabajar en lo que te corresponde y no mires lo que hace el otro, salvo que lo que hace el otro te inspire para ser mejor, para crecer, para madurar. Si no es así, no busques cosas que no te ayuden a crecer ni a tí ni a tu hermano, y menos hagas de ese pensamiento un comentario desfavorable o malo.
Ya sabemos que las comparaciones son malas, pues nunca son objetivas, sino que salen de uno mismo y están viciadas del pecado original, por eso, Jesús no quiere que las hagamos, sino que vivamos lo que nos corresponde a nosotros mismos, pues, cada uno tiene su propio camino y su propia vocación, y, para ello, el Padre nos ha dado, a cada uno, dones y valores personales que, en algunos casos, pueden ser parecidos a los de mi hermano, pero nunca serán los mismos, pues todos somos diferentes y nuestra misión es diferente.
Lo que importa es que siempre estemos dispuestos a hacer Su Voluntad, sin mirar si el otro lo hace o no. La fidelidad a Dios es personal y sólo yo puedo cumplir la misión que el Padre me ha pedido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.