martes, 7 de julio de 2020

Sembradores...

"Puesto que siembran viento, cosecharán tempestades; “espiga sin brote no produce harina”.
Le dice Dios al Pueblo por medio de Oseas, el profeta. Y es una frase que hemos oído muchas veces, y, otras tantas, hemos repetido. Y, quizás, no siempre hemos sabido de dónde venía ni a qué se refería, pero, seguramente, nos hará mucho bien si nos la ponemos a reflexionar para nuestra vida.
Sí, generalmente, cuando tenemos una frase así, que suena bien y que, sobre todo, hace referencia a lo que otros hicieron o hacen, nos gusta repetirla y decirla, para acusar a algunos o para hacerlos culpables de lo que hicieron. Pero nunca usamos esas frases para reflexionar sobre lo que nostros mismos hacemos o decimos, porque, en este caso, también nosotros, sí, cada uno de nosotros, vamos sembrando en el día a día algo. Y ¿qué es lo que sembramos?
Sembramos con nuestros actos y con nuestras palabras, y, también, con nuestros silencios. No hay nada que nosotros, cada uno, realice que no quede sin respuesta en el mundo, en la sociedad, en los demás, y, en nuestra propia vida. Como se dice habitualmente: todo está conectado, y, en idioma crisitano diríamos: por la comunión de los santos (que no son los que ya están en el Cielo, sino los que intentamos serlo) todo repercute en el Cuerpo Místico de Cristo, en la vida de todos los que formamos la Iglesia.
Teniendo esto en cuenta tenemos que ponernos a pensar, en cada momento, qué es lo que estoy sembrando para saber cuál va a ser la consecuencia de lo que yo estoy haciendo o dejo de hacer, porque de eso me tendré que hacer responsable. O mejor dicho, Dios me hará responsable de mis actos o de mis silencios.
Claro es que tenemos la Gracia que nos ha dado el Señor de poder "sanar" los daños que hago, porque por el arrepentimiento y el pedido sincero de perdón puedo devolver la Gracia y ayudar a quien he dañado, pero para eso tengo que crecer en humildad para poder pedir perdón como es debido. Porque la Gracia de la Confesión surte efecto cuando reparo el daño causado.
Por eso no nos acostumbremos a penar que son los demás los que siembran vientos, sino que yo mismo lo estoy haciendo con mis actos, palabras o silencios; y así podré comenzar a valorar mejor mi siembra, y con la Gracia de Dios seré un buen sembrador de los Dones que el Espíritu ha dejado en mi corazón.

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