viernes, 31 de julio de 2020

Examinad si los espíritus vienen de Dios

De los hechos de san Ignacio recibidos por Luis Gonçalves de labios del mismo santo

    Ignacio era muy aficionado a los llamados libros de caballerías, narraciones llenas de historias fabulosas e imaginarias. Cuando se sintió restablecido, pidió que le trajeran algunos de esos libros para entretenerse, pero no se halló en su casa ninguno; entonces le dieron para leer un libro llamado
    Con la frecuente lectura de estas obras, empezó a sentir algún interés por las cosas que en ellas se trataban. A intervalos volvía su pensamiento a lo que había leído en tiempos pasados y entretenía su imaginación con el recuerdo de las vanidades que habitualmente retenían su atención durante su vida anterior.
    Pero entretanto iba actuando también la misericordia divina, inspirando en su ánimo otros pensamientos, además de los que suscitaba en su mente lo que acababa de leer. En efecto, al leer la vida de Jesucristo o de los santos, a veces se ponía a pensar y se preguntaba a sí mismo: «¿Y si yo hiciera lo mismo que san Francisco o que santo Domingo?» Y, así, su mente estaba siempre activa. Estos pensamientos duraban mucho tiempo, hasta que, distraído por cualquier motivo, volvía a pensar, también por largo tiempo, en las cosas vanas y mundanas. Esta sucesión de pensamientos duró bastante tiempo.
    Pero había una diferencia; y es que, cuando pensaba en las cosas del mundo, ello le producía de momento un gran placer; pero cuando, hastiado, volvía a la realidad, se sentía triste y árido de espíritu; por el contrario, cuando pensaba en la posibilidad de imitar las austeridades de los santos, no sólo entonces experimentaba un intenso gozo, sino que además tales pensamientos lo dejaban lleno de alegría. De esta diferencia él no se daba cuenta ni le daba importancia, hasta que un día se le abrieron los ojos del alma y comenzó a admirarse de esta diferencia que experimentaba en sí mismo, que, mientras una clase de pensamientos lo dejaban triste, otros, en cambio, alegre. Y así fue como empezó a reflexionar seriamente en las cosas de Dios. Más tarde, cuando se dedicó a las prácticas espirituales, esta experiencia suya le ayudó mucho a comprender lo que sobre la discreción de espíritus enseñaría luego a los suyos.

jueves, 30 de julio de 2020

Como el alfarero

"Él les dijo:
«Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo».
Esta imagen que Jesús nos presenta me hace acordar a San Pablo, porque fue de esos escribas que tuvo que sacar de su tesoro lo nuevo y lo antiguo. Sí, porque al descubrir a Jesús y aceptar su mensaje tuvo que mirar hacia adentro de sí y comenzar a reconstruir su vida de fe, su doctrina, su pensamiento, y, en ese proceso, seguramente, tuvo que decidir qué seguir conservando y qué aceptar como nuevo plan de vida.
Es así que, cuando nos decidimos, verdaderamente, por ser cristianos tenemos que comenzar a hacer un cambio de mentalidad. Y es ahí cuando vuelve a la mente el mensaje del Señor a Jeremias cuando lo hizo bajar a la casa del alfarero (de más está decir que es una de las canciones que más nos gustan de la misa: la canción del alfarero):
"Entonces el Señor me dirigió la palabra en estos términos:«¿No puedo yo trataros como este alfarero, casa de Israel? - oráculo del Señor -.
Pues lo mismo que está el barro en manos del alfarero, así estáis vosotros en mi mano, casa de Israel».
Pero.. y sí, siempre hay un pero en nuestras vidas... Pero, me gustan mucho las profecías, las parábolas, y las canciones, pero... no me gusta que esas palabras lleguen a mi vida y me pidan que cambie, que modifique, que rompa mis plantes y vuelva a comenzar.
Así es, descubrir que en nuestras vidas es el Señor quien tiene el poder y no yo, aceptar que no es mi voluntad la que debe predominar sino la del Señor, no es lo más fácil que nos puede tocar. Sino que es el principio de la aceptación a la Voluntad de Dios lo que nos puede llevar a la santidad, pero no sin el dolor de tener que sacar de nuestro tesoro mucho que había acumulado, pero que no servía para nada de lo que Dios me estaba pidiendo.
Así es que sí, tengo, quizás cada cierto tiempo, volver a abrir el tesoro y descubrir qué cosas he acumulado y que no sirven para el Reino de los Cielos, que tesoros llevo acumulados en el corazón que no me dejan ser Fiel a la Voluntad de Dios.

miércoles, 29 de julio de 2020

Dichosos los que hospedan al Señor

De los Sermones de san Agustín, obispo

    Las palabras del Señor nos advierten que, en medio de la multiplicidad de ocupaciones de este mundo, hay una sola cosa a la que debemos tender. Tender, porque somos todavía peregrinos, no residentes; estamos aún en camino, no en la patria definitiva; hacia ella tiende nuestro deseo, pero no disfrutamos aún de su posesión. Sin embargo, no cejemos en nuestro esfuerzo, no dejemos de tender hacia ella, porque sólo así podremos un día llegar a término.
    Marta y María eran dos hermanas, unidas no sólo por su parentesco de sangre, sino también por sus sentimientos de piedad; ambas estaban estrechamente unidas al Señor, ambas le servían durante su vida mortal con idéntico fervor. Marta lo hospedó, como se acostumbra a hospedar a un peregrino cualquiera. Pero, en este caso, era una sirvienta que hospedaba a su Señor, una enferma al Salvador, una creatura al Creador. Le dio hospedaje para alimentar corporalmente a aquel que la había de alimentar con su Espíritu. Porque el Señor quiso tomar la condición de esclavo para así ser alimentado por los esclavos, y ello no por necesidad, sino por condescendencia, ya que fue realmente una condescendencia el permitir ser alimentado. Su condición humana lo hacía capaz de sentir hambre y sed.
    Así, pues, el Señor fue recibido en calidad de huésped, él, que vino a los suyos y los suyos no lo recibieron; pero a cuantos lo recibieron dio poder de llegar a ser hijos de Dios, adoptando a los siervos y convirtiéndolos en hermanos, redimiendo a los cautivos y convirtiéndolos en coherederos. Pero que nadie de vosotros diga: «Dichosos los que pudieron hospedar al Señor en su propia casa.» No te sepa mal, no te quejes por haber nacido en un tiempo en que ya no puedes ver al Señor en carne y hueso; esto no te priva de aquel honor, ya que el mismo Señor afirma: Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.
    Por lo demás, tú, Marta -dicho sea con tu venia, y bendita seas por tus buenos servicios-, buscas el descanso como recompensa de tu trabajo. Ahora estás ocupada en los mil detalles de tu servicio, quieres alimentar unos cuerpos que son mortales, aunque ciertamente son de santos; pero ¿por ventura, cuando llegues a la patria celestial, hallarás peregrinos a quienes hospedar, hambrientos con quienes partir tu pan, sedientos a quienes dar de beber, enfermos a quienes visitar, litigantes a quienes poner en paz, muertos a quienes enterrar?
    Todo esto allí ya no existirá; allí sólo habrá lo que María ha elegido: allí seremos nosotros alimentados, no tendremos que alimentar a los demás. Por esto, allí alcanzará su plenitud y perfección lo que aquí ha elegido María, la que recogía las migajas de la mesa opulenta de la palabra del Señor. ¿Quieres saber lo que allí ocurrirá? Dice el mismo Señor, refiriéndose a sus siervos: Os aseguro que se pondrá de faena, los hará sentar a la mesa y se prestará a servirlos.

martes, 28 de julio de 2020

Sembrad para vosotros en la justicia

De las Homilías de san Basilio Magno, obispo.

    Oh hombre, imita a la tierra; produce fruto igual que ella, no sea que parezcas peor que ella, que es un ser inanimado. La tierra produce unos frutos de los que ella no ha de gozar, sino que están destinados a tu provecho. En cambio, los frutos de beneficencia que tú produces los recolectas en provecho propio, ya que la recompensa de las buenas obras revierte en beneficio de los que las hacen. Cuando das al necesitado, lo que le das se convierte en algo tuyo y se te devuelve acrecentado. Del mismo modo que el grano de trigo, al caer en tierra, cede en provecho del que lo ha sembrado, así también el pan que tú das al pobre te proporcionará en el futuro una ganancia no pequeña. Procura, pues, que el fin de tus trabajos sea el comienzo de la siembra celestial: Sembrad para vosotros mismos en justicia, dice la Escritura.
    Tus riquezas tendrás que dejarlas aquí, lo quieras o no; por el contrario, la gloria que hayas adquirido con tus buenas obras la llevarás hasta el Señor, cuando, rodeado de los elegidos, ante el juez universal, todos proclamarán tu generosidad, tu largueza y tus beneficios, atribuyéndote todos los apelativos indicadores de tu humanidad y benignidad. ¿Es que no ves cómo muchos dilapidan su dinero en los teatros, en los juegos atléticos, en las pantomimas, en las luchas entre hombres y fieras, cuyo solo espectáculo repugna, y todo por una gloria momentánea, por el estrépito y aplauso del pueblo?
    Y tú, ¿serás avaro, tratándose de gastar en algo que ha de redundar en tanta gloria para ti? Recibirás la aprobación del mismo Dios, los ángeles te alabarán, todos los hombres que existen desde el origen del mundo te proclamarán bienaventurado; en recompensa por haber administrado rectamente unos bienes corruptibles, recibirás la gloria eterna, la corona de justicia, el reino de los cielos. Y todo esto te tiene sin cuidado, y por el afán de los bienes presentes menosprecias aquellos bienes que son el objeto de nuestra esperanza. Ea, pues, reparte tus riquezas según convenga, sé liberal y espléndido en dar a los pobres. Ojalá pueda decirse también de ti: Reparte limosna a los pobres, su caridad es constante.
    Deberías estar agradecido, contento y feliz por el honor que se te ha concedido, al no ser tú quien ha de importunar a la puerta de los demás, sino los demás quienes acuden a la tuya. Y en cambio te retraes y te haces casi inaccesible, rehuyes el encuentro con los demás, para no verte obligado a soltar ni una pequeña dádiva. Sólo sabes decir: «No tengo nada que dar, soy pobre.» En verdad eres pobre y privado de todo bien: pobre en amor, pobre en humanidad, pobre en confianza en Dios, pobre en esperanza eterna.

domingo, 26 de julio de 2020

Los valoes y la sabiduría de nuestros mayores

Hoy es la fiesta de los santos Joaquín y Ana, padres de la Virgen María y abuelos de Jesús, por eso es un día para dar Gracias y rezar por nuestros abuelos y mayores, porque ellos son los que nos han transmitido una serie de valores a nuestras vidas, y, dentro de esos valores, también el Don de la Fe.
A veces, los valores que nos han transmitido los abuelos pareciera que no son útiles en esta época de la historia, porque parece que vienen de gente que ha vivido en otras épocas, y esas "antigüedades" no sirven en esta hora de la historia. Sin embargo, si nos ponemos analizar bien los valores o cómo vivían nuestros mayores, vamos a descubrir que ellos han pasado momentos peores que los nuestros, han vivido con menos recursos que nosotros, no han tenido tanto conocimiento al alcance de sus manos, pero, sin embargo, han podido saltar millones de obstáculos, han sabido formar y sostener una familia, han podido alimentar a un montón de hijos, darles estudios, formarlos para vivir con fortaleza y dignidad, y ¡muchas otras cosas más!
Nosotros, que tenemos mucho más que ellos, ya sea en recursos, en conocimientos, y en tantas otras cosas, pareciera que vamos perdiendo dignidad, que no podemos llevar adelante una familia, que no soportamos ciertos obstáculos en nuestras vidas, y, por eso, siempre vamos buscando el camino más fácil para alcanzar, quizás, una gloria efímera, sin pensar en los valores que vamos perdiendo.
Y, buscando nuevos tesores y creyendo que los valores que nos presenta este siglo XXI son mejores que los anteriores, dejamos enterrados los hemosos valores que nos han transmitido nuestros abuelos y mayores, y, en cambio vendemos todo para comprar piedritas brillantes que pierden su brillo al poco de usarlos, y, en las que no encuentro la verdadera felicidad.
Por eso Jesús nos presenta hoy estas parábolas del Reino de los Cielos: hay algo que es mucho más valioso que las piedras brillantes de bixutería que vamos comprando todos los días, y sin embargo, no las buscamos, no las apreciamos, las dejamos enterradas debajo de las nuevas ideologías que lo que hacen es hacerle perder la dignidad al Hombre, al varón y a la mujer, sin descubrir que lo esencial de nuestras vidas no son esas bixuterías, sino el tesoro que llevamos escondido en nuestra vasija de barro.
Y así, lo más valioso e importante que tienen las vidas de nuestros abuelos, sus enseñandas, su sabiduría, su experiencia de vida, las vamos dejando ocultas, como, a veces, los ocultamos a ellos detrás de las paredes de una residencia, para que no se vuelvan carga pesada en nuestras vidas.
Dejemos de lado la bixutería que nos presenta el mundo y vayamos a la búsqueda del gran tesoro que es la vida misma, y los valores y sabiduría que nos han dejado de herencia nuestros mayores y abuelos.

sábado, 25 de julio de 2020

Partícipes de la Pasión

De las Homilías de san Juan Crisóstomo, obispo, sobre el evangelio de san Mateo

    Los hijos de Zebedeo apremian a Cristo, diciéndole: Haz que se siente uno a tu derecha y otro a tu izquierda. ¿Qué les responde el Señor? Para hacerles ver que lo que piden no tiene nada de espiritual y que, si hubieran sabido lo que pedían, nunca se hubieran atrevido a hacerlo, les dice: No sabéis lo que pedís, es decir: «No sabéis cuán grande, cuán admirable, cuán superior a los mismos coros celestiales es esto que pedís.» Luego añade: ¿Podéis beber el cáliz que yo tengo que beber o recibir el bautismo con que yo he de ser bautizado? Es como si les dijera: «Vosotros me habláis de honores y de coronas, pero yo os hablo de luchas y fatigas. No es éste tiempo de premios, ni es ahora cuando se ha de manifestar mi gloria; la vida presente es tiempo de muertes, de guerra y de peligros.»
    Pero fijémonos cómo la manera de interrogar del Señor equivale a una exhortación y a un aliciente. No dice: «¿Podéis soportar la muerte? ¿Sois capaces de derramar vuestra sangre?», sino que sus palabras son: ¿Podéis beber el cáliz? Y, para animarlos a ello, añade: Que yo tengo que beber; de este modo, la consideración de que se trata del mismo cáliz que ha de beber el Señor había de estimularlos a una respuesta más generosa. Y a su pasión le da el nombre de «bautismo», para significar con ello que sus sufrimientos habían de ser causa de una gran purificación para todo el mundo. Ellos responden: Sí, podemos. El fervor de su espíritu les hace dar esta respuesta espontánea, sin saber bien lo que prometen, pero con la esperanza de que de este modo alcanzarán lo que desean.
     ¿Qué les dice entonces el Señor? En efecto, mi cáliz lo beberéis y recibiréis el bautismo que yo he de recibir. Grandes son los bienes que les anuncia, esto es: «Seréis dignos del martirio y sufriréis lo mismo que yo, vuestra vida acabará con una muerte violenta y así seréis partícipes de mi pasión. Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mi otorgarlo; es para quienes lo ha reservado mi Padre.» Después que ha levantado sus ánimos y ha provocado su magnanimidad, después que los ha hecho capaces de superar el sufrimiento, entonces es cuando corrige su petición.
    Los otros diez se disgustaron contra los dos hermanos. Ya veis cuán imperfectos eran todos, tanto aquellos que pretendían una precedencia sobre los otros diez, como también los otros diez que envidiaban a sus dos colegas. Pero -como ya dije en otro lugar- si nos fijamos en su conducta posterior, observamos que están ya libres de esta clase de aspiraciones. El mismo Juan, uno de los protagonistas de este episodio, cede siempre el primer lugar a Pedro, tanto en la predicación como en la realización de los milagros, como leemos en los Hechos de los apóstoles. En cuanto a Santiago, no vivió por mucho tiempo; ya desde el principio se dejó llevar de su gran vehemencia y, dejando a un lado toda aspiración humana, obtuvo bien pronto la gloria inefable del martirio.

viernes, 24 de julio de 2020

Test personal

Hoy no tendría que escribir nada más, pues el Señor se ha encargado de hacer una explicación de la parábola, pero creo que no voy a poder. A ver qué sale. Lo que en realidad he pensado es que volvamos a leer despacio la explicación de la parábola del sembrador:
«Vosotros, pues, oíd lo que significa la parábola del sembrador: 1. si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino.
Creo que sí, son muchas las veces que oímos sin entender, u oímos sin escuchar, no sólo porque no entendemos sino porque, a veces, no nos gusta escuchar lo que Dios nos está diciendo, y, por eso, nos hacemos los que no entendemos para no aceptar lo que se nos dice.
2. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que escucha la palabra y la acepta enseguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumbe.
¿Cuantos hemos dejado de creer en Dios porque las situaciones de la vida no son como nosotros queremos? O, quizás, no hemos dejado de creer pero sí hemos levantado nuestra voz al Cielo: ¿por qué a mí Señor? Como si a mí no me pudiera pasar nada porque soy cristiano y creo en Dios. Es decir, no ha hechado raíces la Palabra y menos aquella en la cual Jesús me une a Cruz para "completar en mi carne lo que él comenzó", es decir, unir mi cruz a su Cruz para salvar al mundo.
3. Lo sembrado entre abrojos significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y se queda estéril.
Bueno, estoy es lo de todos los días... casi no tenemos tiempo para ponernos en oración, y menos para ponernos a reflexionar la Palabra de Dios y dejar que sea Él quien ilumine mi día a día, quien me ayude a discernir lo que quiere para mí. Hay tantas cosas por hacer en el día que ponerme a rezar o relfexionar la Palabra es perder el tiempo, y no tengo tiempo para perder, y por eso, pierdo la Gracia de Dios para hacer lo que debo, porque me gusta más lo que quiero que lo que debo.
4. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese da fruto y produce ciento o sesenta o treinta por uno».
Para escucharla y entenderla tengo que aceptar que no pierdo el tiempo cuando estoy en y con Dios, porque el hijo tiene que aprender a escuchar al Padre para saber por dónde ir y qué hacer, y, sobre todo para que el Padre le de todo lo necesario para poder vivir en Fidelidad a la Vida que le ha concedido vivir y que, si la vive en fidelidad, alcanzará la plenitud y la Bienaventuranza prometida.
Entonces ¿cuál de todas es mi actitud frente a la Palabra de Dios?

jueves, 23 de julio de 2020

Ser cristiano

Quisiera pensar un poco más en estas frases de san Pablo:
"Yo he muerto a la ley por medio de la ley, con el fin de vivir para Dios".
"He muerto a la ley", no quiere decir que no sea fiel a los mandamientos de Dios, sino que ya no vive sólo para "cumplir" con los mandamientos, sino que ahora "vive" para Dios. Porque, muchas veces, sólo nos quedamos con el cumplir con la letra de ley, y eso no lo que Dios ha querido con los mandamientos, sino que ellos son el mínimo a cumplir, y, lo que, nosotros, los cristianos, estamos llamados es a vivir en el espíritu de la Ley. Por eso Jesús, cuando le dijeron que quería abolir la Ley y los Porfetas, Él respondió: "no he venido a abolir, sino a dar plenitud", y nos fue desgranando los mandamientos dándole a cada uno una vuelta más de "tuerca", haciéndonos ver cuál es el espíritu de la Ley, que, en definitiva el los llevó a la plenitud del Amor: "un mandamiento nuevo os doy: 'amáos unos a otros como Yo os he amado'.
Por esa razón, Pablo ya no vive de acuerdo a la Ley, sino que vive de acuerdo al Espíritu, y así, comenzó un nuevo camino junto a Cristo, haciendo de su vida una vida en Cristo:
"Estoy crucificado con Cristo; vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí".
Aceptó el desafío que Cristo nos planteó antes de llamarnos a ser sus discípulos: "quien quiera venir en pos de mí niéguese a sí mismo, cargue su cruz de cada día y sígame". Un camino que, para muchos es despersonalizante, y para otros es imposible, para Pablo fue el Camino mejor encontrado, y lo siguió hasta llegar a la meta. Claro que, ese Camino, lo tuvo que "luchar" cada día, porque tenía muy en claro sus propias debilidades, pero sabía así que desde esas debilidades se manifestaría el poder de Dios, que era lo que Él tenía que llevar a todos los hombres: el poder y el Amor de Dios. Y así, crucificó su carne en favor del espíritu, para que no sea su carne la que dominara en su vida, sino que el Espíritu fuese su guía y fortaleza.
"Y mi vida de ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí".
La fidelidad en el amor, es lo que movió a Pablo a aceptar, cada día, los sufrimientos que le ocasionaba ser apóstol de Jesús. Y no sólo los sufrimientos que le provocaban aquellos que lo querían hacer callar, sino los propios sufrimientos para combatir su propio pecado. Pero no aceptaba los sufrimientos con dolor sino con el gozo de saber que todos ellos tenían un fin salvador: "Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros: así completo en mi carne, lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia".
No es sufrir por sufrir, sino que es vivir en Cristo y vivir con Cristo lo que nos hace cristianos, por eso, al unir nuestra vida a Cristo, como el sarmiento a la Vid, nuestra vida cobra un nuevo sentido y un nuevo valor.

miércoles, 22 de julio de 2020

Ardía en deseos de Cristo

De las Homilías de san Gregorio, papa, sobre los Evangelios

    María Magdalena, cuando llegó a al sepulcro y no encontró allí el cuerpo del Señor, creyó que alguien se los había llevado y así lo comunicó a los discípulos. Ellos fueron también al sepulcro, miraron dentro y creyeron que era tal como aquella mujer les había dicho. Y dice el Evangelio acerca de ellos: Los discípulos se volvieron a su casa. Y añade, a continuación: María se había quedado fuera, llorando junto al sepulcro.
    Lo que hay que considerar en estos hechos es la intensidad del amor que ardía en el corazón de aquella mujer, que no se apartaba del sepulcro, aunque los discípulos se habían marchado de allí. Buscaba al que no había hallado, lo buscaba llorando y, encendida en el fuego de su amor; ardía en deseos de aquel a quien pensaba que se lo habían llevado. Por esto ella fue la única en verlo entonces, porque se había quedado buscándolo, pues lo que da fuerza a las buenas obras es la perseverancia en ellas, tal como afirma la voz de aquel que es la Verdad en persona: El que persevere hasta el fin se salvará.
    Primero lo buscó, sin encontrarlo; perseveró luego en la búsqueda, y así fue como lo encontró; con la dilación iba aumentando su deseo, y este deseo aumentado le valió hallar lo que buscaba. Los santos deseos, en efecto, aumentan con la dilación. Si la dilación los enfría, es porque no son o no eran verdaderos deseos. Todo aquel que ha sido capaz de llegar a la verdad es porque ha sentido la fuerza de este amor. Por esto dice David: Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Idénticos sentimientos expresa la Iglesia cuando dice, en el Cantar de los cantares: Desfallezco de amor; y también: Mi alma se derrite.
    Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Se le pregunta la causa de su dolor con la finalidad de aumentar su deseo, ya que, al recordarle a quién busca, se enciende con más fuerza el fuego de su amor.
    Jesús dijo: «¡María!» Después de haberla llamado con el nombre genérico de «mujer», sin haber sido reconocido, la llama ahora por su nombre propio. Es como si le dijera: «Reconoce a aquel que te reconoce a ti. Yo te conozco, no de un modo genérico, como a los demás, sino en especial.» María, al sentirse llamada por su nombre, reconoce al que lo ha pronunciado, y, al momento, lo llama «rabbuní», es decir: «maestro», ya que el mismo a quien ella buscaba exteriormente era el que interiormente la instruía para que lo buscase.

martes, 21 de julio de 2020

Tenéis a Cristo en vosotros

San Ignacio de Antioquía

No permita Dios que permanezcamos insensibles ante la bondad de Cristo. Si él imitara nuestro modo ordinario de actuar, ya podríamos darnos por perdidos. Así pues, ya que nos hemos hecho discípulos suyos, aprendamos a Vivir conforme al cristianismo. Pues el que se acoge a otro nombre distinto del suyo no es de Dios. Arrojad, pues, de vosotros la mala levadura, vieja ya y agriada, y transformaos en la nueva, que es Jesucristo. Impregnaos de la sal de Cristo, a fin de que nadie se corrompa entre vosotros, pues por vuestro olor seréis calificados. 
Todo eso, queridos hermanos, no os lo escribo porque haya sabido que hay entre vosotros quienes se comporten mal, sino que, como el menor de entre vosotros, quiero montar guardia en favor vuestro, no sea que piquéis en el anzuelo de la vana especulación, sino que tengáis plena certidumbre del nacimiento, pasión y resurrección del Señor, acontecida bajo el gobierno de Poncio Pilato, cosas todas cumplidas verdadera e indudablemente por Jesucristo, esperanza nuestra, de la que no permita Dios que ninguno de vosotros se aparte. 
¡Ojalá se me concediera gozar de vosotros en todo, Si yo fuera digno de ello! Porque, si es cierto que estoy encadenado, sin embargo, no puedo compararme con uno solo de vosotros, que estáis sueltos. Sé que no os hincha con mi alabanza, pues tenéis dentro de vosotros a Jesucristo. Y más bien sé que, cuando os alabo, os avergonzáis, como está escrito: El justo se acusa a sí mismo. 
Poned, pues, todo vuestro empeño en afianzaros en doctrina del Señor y de los apóstoles, a fin de que todo cuanto emprendáis tenga buen fin,así en la carne como en el espíritu, en la fe y en la caridad, en el Hijo, en el Padre y en el Espíritu Santo, en el principio y en el fin, unidos a vuestro dignísimo obispo, a la espiritual corona tan dignamente formada por vuestro colegio de presbíteros, y a vuestros diáconos, tan gratos a Dios. Someteos vuestro obispo, y también mutuamente unos a otros, así como Jesucristo está sometido, según la carne, a su Padre, y los apóstoles a Cristo y al Padre y al Espíritu, a fin de que entre vosotros haya unidad tanto corporal como espiritual. 
Como sé que estáis llenos de Dios, sólo brevemente os he exhortado. Acordaos de mí en vuestras oraciones, para que logre alcanzar a Dios, y acordaos también de la Iglesia de Siria, de la que no soy digno de llamarme miembro. Necesito de vuestras plegarias a Dios y de vuestra caridad, para que la Iglesia de Siria sea refrigerada con el rocío divino, por medio de vuestra Iglesia. 
Os saludan los efesios desde Esmirna, de donde os escribo, los cuales están aquí presentes para gloria de Dios y que, juntamente con Policarpo, obispo de Esmirna, han procurado atenderme y darme gusto en todo. Igualmente os saludan todas las demás Iglesias en honor de Jesucristo. Os envío mi despedida, a vosotros que vivís unidos a Dios y que estáis en posesión de un espíritu inseparable, que es Jesucristo.

lunes, 20 de julio de 2020

Una sola alegría y una sola esperanza en la caridad

San Ignacio de Antioquía
Como en las personas de vuestra comunidad, que tuve la suerte de ver, os contemplé en la fe a todos vosotros y a todos cobré amor, yo os exhorto a que pongáis empeño por hacerlo todo en la concordia de Dios, bajo la presidencia del obispo, que ocupa el lugar de Dios; y de los presbíteros, que representan al colegio de los apóstoles; desempeñando los diáconos, para mí muy queridos, el ejercicio que les ha sido confiado del ministerio de Jesucristo, el cual estaba junto al Padre antes de los siglos y se manifestó en estos últimos tiempos.
Así pues, todos, conformándoos al proceder de Dios, respetaos mutuamente, y nadie mire a su prójimo bajo un punto de vista meramente humano, sino amaos unos a otros en Jesucristo en todo momento. Que nada haya en vosotros que pueda dividiros, antes bien, formad un solo cuerpo con vuestro obispo y con los que os presiden, para que seáis modelo y ejemplo de inmortalidad.
Por consiguiente, a la manera que el Señor nada hizo sin contar con su Padre, ya que formaba una sola cosa con él -nada, digo, ni por sí mismo ni por sus apóstoles-, así también vosotros, nada hagáis sin contar con vuestro obispo y con los presbíteros, ni tratéis de colorear como laudable algo que hagáis separadamente, sino que, reunidos en común, haya una sola oración, una sola esperanza en la caridad y en la santa alegría, ya que uno solo es Jesucristo, mejor que el cual nada existe. Corred todos a una como a un solo templo de Dios, como a un solo altar, a un solo Jesucristo que procede de un solo Padre, que en un solo Padre estuvo y a él solo ha vuelto.
No os dejéis engañar por doctrinas extrañas ni por cuentos viejos que no sirven para nada. Porque, si hasta el presente seguimos viviendo según la ley judaica, confesamos no haber recibido la gracia. En efecto, los santos profetas vivieron según Jesucristo. Por eso, justamente fueron perseguidos, inspirados que fueron por su gracia para convencer plenamente a los incrédulos de que hay un solo Dios, el cual se habría de manifestar a sí mismo por medio de Jesucristo, su Hijo, que es su Palabra que procedió del silencio, y que en todo agradó a aquel que lo había enviado.
Ahora bien, si los que se habían criado en el antiguo orden de cosas vinieron a una nueva esperanza, no guardando ya el sábado, sino considerando el domingo como el principio de su vida, pues en ese día amaneció también nuestra vida gracias al Señor y a su muerte, ¿cómo podremos nosotros vivir sin aquel a quien los mismos profetas, discípulos suyos ya en espíritu, esperaban como a su Maestro? Y, por eso, el mismo a quien justamente esperaban, una vez llegado, los resucitó de entre los muertos.

domingo, 19 de julio de 2020

Sembradores de buena o mala semilla?

"Hermanos:
El Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables".
San Pablo conocía muy bien sus debilidades, y no se cansaba de decir que tenía constantes luchas entre el espíritu y la carne, es por eso que, suplicaba a Dios constantemente por la ayuda del Espíritu. Así pudo alcanzar la meta y no perder la fe, porque dejó que el Espíritu vienes en su ayuda y lo djeó actuar en él.
Ahora bien ¿cuáles son nuestras debilidades? Hay muchas, y hay otras que no las reconocemos. Las debilidades de la carne son todas las naturales que tenemos por pertenecer a la raza animal, sí, ya se que suena difícil, pero es así, somos animales-racionales, algunos más que otros pero bueno... no entremos en detalles. Entonces tenemos una serie de instintos básicos como todos los animales: conservación de la especial, supervivencia, hambre, sed, etc... Y, lo que, tamibén nos sucede que, al pertenecer a la Familía de de Adán y Eva hemos heredado el pecado original que habita en nosotros y que, como también dice Pablo: no hacemos el bien que deseamos sino el mal que no queremos. De ahí vienen las divisiones, las discusiones, las maldades y todos esos frutos por un lado de nuestro pecado personal y por otro de la cizaña que nos siembra el maligno en nuestras vidas.
Por eso reconocer nuestro pecado y nuestras debilidades no es malo, es saber que tengo mucho para pedirle al Espíritu Santo y mucho para crecer, como persona y como cristiano. Y ésta es la última cosa que nos tiene que importar más: crecer como cristiano. Es ahí cuando tengo que insistir con el Espíritu, no para que me esuchce, porque siempre está esperando mi oración, sino para que yo lo escuche a Él y sea obediente a sus impulsos, a la Palabra del Padre para nosotros.
Porque si no lo dejemos al Espíritu que obre en nosotros nos transformamos no en sembradores del Reino de Dios, sino en sembradores de cizaña y vamos así dejando semillas de maldad por donde vamos caminando. Que a veces lo hacemos de forma inconsciente... bueno, es casi creíble, pero por eso tenemos que pedir al Espíritu que nos ayude a pensar las coas antes de actuar, antes de decirle, antes de que salgan de mis labios palabras que no ayuden a mi hermano debo morderme la lengua y clamar con fuerza al Espíritu para que no sea sembrador de cizaña. Porque, seamos sinceros, a veces, el diablo no tiene mucho trabajo porque porque ya me encargo yo de hacer sus maldades sin que él me lo pida, porque no he cuidado mis instintos, y sobre todo, no he sabido cuidar mi lengua.

sábado, 18 de julio de 2020

Siempre estará

"En aquel tiempo, al salir de la sinagoga, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús.
Pero Jesús se enteró, se marchó de allí, y muchos le siguieron".
¿Por qué comenzar con esta frase? Me parece que, también, hoy es el contexto en el que nos movemos como cristianos, como Iglesia, en el mundo de hoy. Hay una clase o un sector de la sociedad, sobre todo política, que quiere matar a Jesús, cree que matando a la Iglesia matará a Jesús, y por eso busca de todas las formas encerrarla y dejar sin lugares donde predicar la Buena Noticia. Creen, muchos, que si le quitan el poder a la Iglesia Dios va a desaparecer de la historia de la humanidad. Y no saben que están muy equivocados, porque una vez que Dios entró en la Historia de la Humanidad, esa Historia es ahora Historia de Salvación y no podrán quitarlo de ahí.
"Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Isaías:
«Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, en quien me complazco. Sobre él pondré mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, nadie escuchará su voz por las calles.
La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no lo apagará, hasta llevar el derecho a la victoria; en su nombre esperarán las naciones».
Porque Cristo no necesita una estructura jerárquica, ni idelicia, para vivir en la Historia, necesita corazones dispuestos a recibirlo, corazones dispuestos a escuchar y corazones dispuestos a vivir, y así, con cada uno de nosotros, Él seguirá vivo en la Historia del mundo, pues Él es el Señor de la Historia, Él es el creador del Hombre.
A veces escuchamos las voces de gente de Iglesia tiene miedo por si los políticos quitan la materia de religión, por si los ministros quitan los subsidios a los colegios concertados, por si esto por si lo otro, y nos olvidamos que la Iglesia no comenzó ni con colegiios, ni con templos, le bastó al Señor encontrar 12 corazones abiertos a creer y dispuestos a dar la vida por Su Mensaje de Vida. Las clases de religión fueron dadas en las casas y compartidas de padres a hijos, y de hijos a nietos; en las casas de vivía la fe de un modo sencillo pero fuerte e intenso que hizo que las raíces cristianas llegaran a lo más profundo del mundo, para permanecer, después de 2000 años alimentando a todo un gran pueblo de Dios.
No, los cristianos no necesitamos grandes cosas para sobrevivir. Cristo necesita corazones dispuestos a vivir según la Voluntad de Dios para seguir llevando el mensaje de Salvación a todo el mundo y hasta los confines de la tierra.

viernes, 17 de julio de 2020

Hay uno que es más que el templo

Le contestó Jesús a los fariseos:
"Pues os digo que aquí hay uno que es más que el templo".
Una sola frase que me ha hecho pensar muchas cosas, sobre todo porque, también nosotros, valoramos más el templo que al Señor que está en el Templo, pues si no estuviera el Señor en el Sagrario, si no supiésemos que Dios se ha quedado entre nosotros ¿tendríamos Templos? Es más ¿seríamos iglesia si Jesús no ha hubiese fundado? Pues no. Somos Iglesia Católica porque Jesús la fundó sobre Pedro y los Apóstoles, y por eso, para nosotros, no es más importante el Templo que el Señor que está en el Templo.
Pero, lamentablemente, esa realidad no la tenemos muy metida en nuestro corazón, y es así como el Sagrario no es el lugar más visitado en nuestras iglesias, pues nuestros corazones van más dirigidos a las imágenes de Jesús, de la Virge o de los Santos, y quizás, en el mejor de los casos, dejamos la visita al Sagrario para el último momento.
Es decir le damos más importancia a lo accesorio que a lo esencial.
Claro que no quiero decir que la oración a María y a los Santos no nos ayude a ser fieles a Dios, espero que nuestra oración sea para eso. Pero, eso es lo que nos lleva a no ser plenos en nuestra vida de fe, porque la Gracia viene por medio de Jesús, Él es Dios.
Hace mucho tiempo hablando con alguien sobre el tema de las imágenes en Semana Santa, les decía que lo importante es la imagen de Jesús, que las demás forman parte pero no son lo central, lo mismo que la Virgen. Alguien me dijo: sí, pero María es la Madre que lo parió. Y, sí, respondí, es la que lo parió pero quien murió en la Cruz y resucitó fue Jesús y no María: El es el Señor.
Por eso, en nuestro vivir, muchas veces nos detenemos en lo accesorio y no en lo esencial, como el mismo Jesús dice: "buscad primero el Reino de Dios y su Justicia, lo demás se os dará por añadidura", y, ¿donde busco el Reino de Dios? Escuchando al Señor, en la escucha de la Palabra y en la reflexión de la Palabra es donde me encuentro con el Señor. En el diálogo con el Padre puedo descubrir Su Voluntad, porque sino me quedo en cosas anecdóticas y no voy a lo central que es la Fidelidad a la Voluntad de Dios.
"Si comprendierais lo que significa “quiero misericordia y no sacrificio”, no condenaríais a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado".
Los fariseos se quedaban con lo que Jesús hacía, pero no veían más allá de lo que Él les estaba diciendo y demostrando con su vida, y por eso no comprendieron el mensaje de Salvación que Él les traía. Por eso, no dejemos que lo accesorio nos impida descubrir lo esencial de nuestra fe.

jueves, 16 de julio de 2020

Parir vientos

"Como la embarazada cuando le llega el parto se retuerce y grita de dolor, así estábamos en tu presencia, Señor: concebimos, nos retorcimos, dimos a luz... viento; nada hicimos por salvar el país, ni nacieron habitantes en el mundo".
Hace mucho tiempo, hablando con una gran amiga, me contaba acerca de este párrafo, porque eso es lo que ella vivió en uno de sus embarazos esa experiencia, pues hizo todo el trabajo de parte y al nacer el niño murió, por una enfermedad congénita. Y me decía que lo que experimentó fue eso: dar a luz... viento, pues la vida de su hijo se habia esfumado en el último suspiro.
Un gran dolor del corazón de una madre, aunque la fe le asegurara que su hijo vivía en Dios, su experiencia fue esta lectura, y ahí pudo, con el tiempo, sacar reflexiones para ella y para cuantos la escuchábamos.
A veces, en nuestra vida, nos suceden estos dolores pues nos esforzamos mucho para que algo salga como tiene que salir, trabajamos muchos para poder alcanzar nuestros proyectos, dejamos de lado muchas cosas para llegar a la meta que nos propusimos, pero cuando llegamos o cuando alcazamos... sólo hay vientos, pues parece que no hemos realizado nada que valga la pena, y sentimos el sinsabor de la pérdida del tiempo, de la vida.
Es la sensación más rara, extraña y dolorosa en el corazón del hombre, pues nada hay que pueda llenar ese vacío que se siente, que duele, que vuelve todo negro en el proyecto vital.
Es que, cuando nos dejamos llevar sólo por nuestros intereses y proyectos, sin contar con la ayuda del Padre del Cielo, las grandes obras se vuelven viento pues no llenan nuestro corazón. Nos fatigamos sin medida buscando nuestra propia gloria, sabiendo que nada hay que no sea o me lo haya dado el Padre del Cielo, sin embargo, me dejo enceguecer por la vanidad que me lleva a una carrera contra el tiempo, y en el camino voy dejando de lado lo más importante de mi vida: vivir en Dios, y aprovechar cada momento para compartir mi vida con los que amo.
Es en esos momentos donde mejor resuenan las palabras de Jesús:
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
¿Cuál es su yugo? ¿Cuál es su carga? Su yugo y su carga, es mi cruz, es mi dolor, es mi angustia, es mi soledad, es todo aquello que se me hace pesado en la vida y no sé como llevarlo. Y, ahí, en ese preciso momento es cuando Él se hace mi Cireneo para ayudarme a seguir caminando, pues Él sabe que, en muchos momentos de nuestras vidas, necesitamos un Cireneo que nos ayude a llevar la pesada Cruz para que no desmayemos, para que ese peso no nos deje sin fuerzas, sino que tomemos un poco de aire y retomemos con paso firme el Camino que el Padre quiere que recorramos, y, sobre todo, pensemos que el Camino a recorrer es el que El Padre me ha indicado, no el que yo he proyectado.
Así, con la ayuda de tan Gran Cireneo, como dice san Pablo, alcanzaré la meta sin perder la fe.

miércoles, 15 de julio de 2020

El regalo más grande

"Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".
¿Se puede llegar a conocer a Dios estudiando, buscándolo en la naturaleza? ¿Si nos esforzamos en buscarlo lo encontraremos? Puede ser que estudiando lleguemos al conocimiento de Dios, puede ser que, a traves de la naturaleza y de otras tantas cosas podamos acercarnos a Él, pero tenemos que saber que la Fe es un Don que viene de lo alto, y el conocimiento del Padre es una revelación que nos hace el Hijo. Y, aunque nos esforcemos de estudiar todos los libros que tengamos a mano, si no tenemos una experiencia de fe y de encuentro personal, nunca llegaremos a saber Quién y Cómo es el Padre.
Si nos ponemos a pensar un poquito es, como dicen muchos: se pueden llegar a leer muchos libros acerca de cómo cuidar a los hijos cuando nacen, pero hasta que no nazca el niño y lo tengas entre tus manos... recién ahí sabrás lo que es ser padre y cómo aprender a escuchar el llanto y la voz de tu hijo, y saber qué es lo que le pasa en cada sonido, en cada llanto, en cada mirada.
Por eso mismo, si nos escudamos en todo lo que podemos llegar a estudiar y aprender por medio de los libros y los razonamientos intelectuales, podremos sí, acercarnos al conocimiento de Dios, pero si no nos hacemos pequeños y aceptamos el desafío de ser niños e hijos ante el Padre Dios, nunca podremos experimentar su cercanía, su sabiduría, su amor, su providencia.
"Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien".
No somos pocos los que nos escudamos detrás de nuestra sabiduría humano y detrás de los libros de ciencias religiosas para saber y hablar de Dios, pero es así como nuestras palabras quedan vacías cuando no hay una verdadera experiencia personal de ser hijo ante el Padre, de haber confiado en su Providencia ante la oscuridad de la Fe, de haber sabido dejar todo confiando en la Luz de su Espíritu para poder andar un Camino que sólo Él conocía. Solamente cuando nos ponemos a escuchar su Voz y a oír los latidos de su Corazón podemos decir que conoocemos al Padre, porque el Hijo nos lo reveló, porque el Hijo nos llevó hasta Él, porque fue cuando pudimos encontrarnos verdaderamente con el Hijo cuando conocimos al Padre:
"Felipe... quien ve al Hijo ve al Padre".
Es el regalo más maravilloso que nos podían haber dado: el Don de la Fe, un camino de oscuridad pero que nos asegura acercarnos al Amor del Hijo y del Padre, para que nuestra vida pueda sostenerse en la Verdad, en el Amor, en la Esperanza y así poder caminar con pie firme hacia la Vida Verdadera.

martes, 14 de julio de 2020

Ay de tí...

"En aquel tiempo, se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho la mayor parte de sus milagros, porque no se habían convertido:
«¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza.
Pues os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras".
¿Por qué Jesús hace estas recriminaciones a las ciudades? Pero ¿sólo la hace a esas ciudades o es una recriminación para todas las edades? Claro que es una recriminación que llega hasta nuestros días, y debe llegar a nuestros corazones para saber si hemos sido fieles o no a los milagros que Él hizo en nuestras vidas y en nuestro tiempo.
Porque los milagros que Jesús hacía no era para llevarse Él la palma de la gloria, no eran para que la gente lo aplaudiese y así comenzar a ser famoso, sino para que descubrieran en Él al Mesías Salvador, para que pudieran escuchar Su Palabra y así alcanzar la conversión y la Salvación.
Aquellos que tuvieron el corazón abierto y dispuesto para creer pudieron convertirse, seguirlo y salvarse, pero hubo quienes no lo reconocieron, le exigían, cada vez, más milagros, porque no le bastaban los que hacía, porque, en realidad, no querían creer, porque creyendo tenían que convertirse y ese no era el plan que ellos querían para sus vidas.
Pero, también, existe la posibilidad que todo lo que hemos escuchado durante tanto tiempo en las Misas, todas las oraciones que hemos hecho, todas las veces que hemos comulgado con el Señor, todas las veces que nos hemos confesado, y todas las veces que el Señor nos ha demostrado su amor, no hayan servido para convertir nuestro corazón a Su Voluntad, y sigamos siendo los mismos sin haber modificado ni un ápice nuestra vida.
¿Es posible que digamos creer y no vivir lo que creemos? ¿Es posible que no hayamos valorado suficientemente lo que el Señor ha hecho por nosotros y en nosotros y sigamos pidiendo más signos? ¿Es posible que no podamos vivir en la confianza y el abandono porque todavía no queremos dejarnos conducir por Su Voluntad?
Sí, todo es posible, y es posible también que no seamos capaces de ver que, como Tiro y Sidón, no hemos sabido valorar la presencia de Dios en nuestras vidas, ni todo lo que Él ha hecho por nosotros, y, por eso, todavía no querramos convertirnos para ser Fieles a Su Voluntad.

lunes, 13 de julio de 2020

A tí, Señor, me manifiesto tal como soy

De las Confesiones de san Agustín, obispo.

    Conózcate a ti, Conocedor mío, conózcate a ti como soy por ti conocido. Fuerza de mi alma, entra en ella y ajústala a ti, para que la tengas y poseas sin mancha ni defecto. Esta es mi esperanza, por eso hablo; y en esta esperanza me gozo cuando rectamente me gozo. Las demás cosas de esta vida tanto menos se han de llorar cuanto más se las llora, y tanto más se han de deplorar cuanto menos se las deplora. He aquí que amaste la verdad, porque el que obra la verdad viene a la luz. Yo quiero obrar según ella, delante de ti por esta mi confesión, y delante de muchos testigos por este mi escrito.
    Y ciertamente, Señor, a cuyos ojos está siempre desnudo el abismo de la conciencia humana, ¿qué podría haber oculto en mí, aunque yo no te lo quisiera confesar? Lo que haría sería esconderte a ti de mí, no a mí de ti. Pero ahora, que mi gemido es un testimonio de que tengo desagrado de mí, tú brillas y me llenas de contento, y eres amado y deseado por mí, hasta el punto de llegar a avergonzarme y desecharme a mí mismo y de elegirte sólo a ti, de manera que en adelante no podré ya complacerme sino es en ti, ni podré serte grato si no es por ti.
    Comoquiera, pues, que yo sea, Señor, manifiesto estoy ante ti. También he dicho ya el fruto que produce en mí esta confesión, porque no la hago con palabras y voces de carne, sino con palabras del alma y clamor de la mente, que son las que tus oídos conocen. Porque, cuando soy malo, confesarte a ti no es otra cosa que tomar disgusto de mí; y, cuando soy bueno; confesarte a ti no es otra cosa que tomar disgusto de mí; y, cuando soy bueno, confesarte a ti no es otra cosa que no atribuirme eso a mí, porque tú, Señor, bendices al justo; pero antes de ello lo transformas de impío en justo. Así, pues, mi confesión en tu presencia, Dios mío, es a la vez callada y clamorosa: callada en cuanto que se hace sin ruido de palabras, pero clamorosa en cuanto al clamor con que clama el afecto.
    Tú eres, Señor, el que me juzgas; porque, aunque ninguno de los hombres conoce lo íntimo del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él, con todo, hay algo en el hombre que ignora aun el mismo espíritu que habita en él; pero tú, Señor, conoces todas sus cosas, porque tú lo has hecho. También yo, aunque en tu presencia me desprecie y me tenga por tierra y ceniza, sé algo de ti que ignoro de mí.
    Ciertamente ahora te vemos como en un espejo y borrosamente, no cara a cara, y así, mientras peregrino fuera de ti, me siento más presente a mí mismo que a ti; y sé que no puedo de ningún modo violar el misterio que te envuelve; en cambio, ignoro a qué tentaciones podré yo resistir y a cuáles no podré, estando solamente mi esperanza en que eres fiel y no permitirás que seamos tentados más de lo que podamos soportar, antes con la tentación das también el éxito, para que podamos resistir.
    Confiese, pues, yo lo que sé de mí; confiese también lo que de mí ignoro; porque lo que sé de mí lo sé porque tú me iluminas, y lo que de mí ignoro no lo sabré hasta tanto que mis tinieblas se conviertan en mediodía ante tu presencia.

domingo, 12 de julio de 2020

No hay peor sordo que el que no quiere oír

"Él les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice:
"Por más que oigan, no comprenderán,
por más que vean, no conocerán.
Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido,
tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos,
para que sus ojos no vean,
y sus oídos no oigan,
y su corazón no comprenda,
y no se conviertan,
y yo no los sane".
Dentro de la predicación de Jesús no sólo encontramos lo que nos dice directamente, sino podemos ver lo que dice indirectamene, para que, como dice el refrán: "al que le quepa el sayo que se lo ponga". En este caso, no sólo le hablaba en parábolas a la gente que lo escuchaba sino también a aquellos que no lo querían escuchar.
Muchas veces damos por entendida las cosas y la voluntad de Dios. Muchas veces creemos que sabemos lo que hay que hace o cómo hacerlo. Muchas veces sabemos mucho de la Palabra de Dios porque la hemos escuchado mucho tiempoo o, incluso, porque la hemos estudiado. Pero, en realidad, no siempre escuchamos para entender u oímos para comprender lo que nos está pidiendo el Señor. Y Jesús se refiere a esos oídos que no quieren escuchar y a esos ojos que no quieren ver, porque, como diría también otro refrán: no hay peor sordo que el que no quiere oír (y, también lo modificamos y podemos decir: no hay peor ciego que el que no quiere ver)
Dios constantemente nos está halbando y manifestando su Voluntad, porque se ocupa de que sus hijos puedan encontrar el Camino que los conduzca a la Vida, a la liberación final, a la plenitud de nuestro ser; pero no siempre queremos recorrer el Camino que nos propone Dios, porque ya hemos hecho nuestros planes y así "acomodamos" la Palabra de Dios a nuestros intereses y no a los Planes del Señor.
Por todo esto es que nos dice San Pablo:
"Porque sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto.
Y no solo eso, sino que también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo".
Es hora de despertar del sueño y descubrir el Verdadero Camino que nos conduce a la Vida, y aunque nos cueste el dolor de tener que abandonar nuestros planes y proyectos, saber que ese será el mejor de los Caminos. Porque "considero que los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos manifestará".

sábado, 11 de julio de 2020

De la Regla de San Benito

    Cuando emprendas alguna obra buena, lo primero que has de hacer es pedir constantemente a Dios que sea él quien la lleve a término, y así nunca lo contristaremos con nuestras malas acciones, a él, que se ha dignado contamos en el número de sus hijos, ya que en todo tiempo debemos sometemos a él en el uso de los bienes que pone a nuestra disposición, no sea que algún día, como un padre que se enfada con sus hijos, nos desherede, o, como un amo temible, irritado por nuestra maldad, nos entregue al castigo eterno, como a servidores perversos que han rehusado seguirlo a la gloria.
    Por lo tanto, despertémonos ya de una vez, obedientes a la llamada que nos hace la Escritura: Ya es hora que despertéis del sueño. Y, abiertos nuestros ojos a la luz divina, escuchemos bien atentos la advertencia que nos hace cada día la voz de Dios: Hoy, si escucháis su voz, no endurezcáis el corazón; y también: El que tenga oídos oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias.
    ¿Y qué es lo que dice? Venid, hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor. Caminad mientras tenéis luz; para que las tinieblas de la muerte no os sorprendan.
    Y el Señor, buscando entre la multitud de los hombres a uno que realmente quisiera ser operario suyo, dirige a todos esta invitación: ¿Hay alguien que ame la vida y desee días de prosperidad? Y si tú, al oír esta invitación, respondes: «Yo», entonces Dios te dice: "Si amas la vida verdadera y eterna, guarda tu lengua del mal, tus labios de la falsedad; apártate del mal, obra el bien, busca la paz y corre tras ella. Si así lo hacéis, mis ojos estarán sobre vosotros y mis oídos atentos a vuestras plegarias; y, antes de que me invoquéis, os diré: Aquí estoy
    ¿Qué hay para nosotros más dulce, hermanos muy amados, que esta voz del Señor que nos invita? Ved cómo el Señor, con su amor paternal, nos muestra el camino de la vida.
    Ceñida, pues, nuestra cintura con la fe y la práctica de las buenas obras, avancemos por sus caminos, tomando por guía el Evangelio, para que alcancemos a ver a aquel que nos ha llamado a su reino. Porque, si queremos tener nuestra morada en las estancias de su reino, hemos de tener presente que para llegar allí hemos de caminar aprisa por el camino de las buenas obras.
    Así como hay un celo malo, lleno de amargura, que separa de Dios y lleva al infierno, así también hay un celo bueno, que separa de los vicios y lleva a Dios y a la vida eterna. Éste es el celo que han de practicar con ferviente amor los monjes, esto es: tengan por más dignos a los demás; soporten con una paciencia sin límites sus debilidades, tanto corporales como espirituales; pongan todo su empeño en obedecerse los unos a los otros; procuren todos el bien de los demás, antes que el suyo propio; pongan en práctica un sincero amor fraterno; vivan siempre en el temor y amor de Dios; amen a su abad con una caridad sincera y humilde; no antepongan nada absolutamente a Cristo, el cual nos lleve a todos juntos a la vida eterna.

viernes, 10 de julio de 2020

Si hubiésemos cumplido los mandamientos

De la carta de san Clemente primero, papa, a los Corintios.

Ya veis, queridos hermanos, cuán grande y admirable cosa es la caridad, y cómo no es posible describir su perfección. ¿Quién será capaz de estar en ella, sino aquellos a quienes Dios mismo hiciere dignos? Roguemos, pues, y supliquémosle que, por su misericordia, nos permita vivir en la caridad, sin humana parcialidad, irreprochables. Todas las generaciones, desde Adán hasta el día de hoy, han pasado; mas los que fueron perfectos en la caridad, según la gracia de Dios, ocupan el lugar de los justos, los cuales se manifestarán en la visita del reino de Cristo. Está escrito, en efecto: Entrad en los aposentos, mientras pasa mi cólera, y me acordaré del día bueno y os haré salir de vuestros sepulcros.
Dichosos nosotros, queridos hermanos, si hubiéremos cumplido los mandamientos de Dios en la concordia de la caridad, a fin de que por la caridad se nos perdonen nuestros pecados. Porque está escrito: Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito y en cuya boca no se encuentra engaño. Esta bienaventuranza fue concedida a los que han sido escogidos por Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, a quien sea dada gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Roguemos, pues, que nos sean perdonadas cuantas faltas y pecados hayamos cometido por asechanzas de nuestro adversario, y aun aquellos que han encabezado sediciones y banderías deben acogerse a nuestra común esperanza. Pues los que proceden en su conducta con temor y caridad prefieren antes sufrir ellos mismos y no que sufran los demás; prefieren que se tenga mala opinión de ellos mismos, antes que sea vituperada aquella armonía y concordia que justa y bellamente nos viene de la tradición. Más le vale a un hombre confesar sus caídas, que endurecer su corazón.
Ahora bien, ¿hay entre vosotros alguien que sea generoso? ¿Alguien que sea compasivo? ¿Hay alguno que se sienta lleno de caridad? Pues diga: «Si por mi causa vino la sedición, contienda y escisiones, yo me retiro y me voy a donde queráis, y estoy pronto a cumplir lo que la comunidad ordenare, con tal de que el rebaño de Cristo se mantenga en paz con sus ancianos establecidos.» El que esto hiciere se adquirirá una grande gloria en Cristo, y todo lugar lo recibirá, pues del Señor es la tierra y cuanto la llena. Así han obrado y así seguirán obrando quienes han llevado un comportamiento digno de Dios, del cual no cabe jamás arrepentirse.

jueves, 9 de julio de 2020

Comulgar en la mano o en la boca... esa es la cuestión

"Hermanos:
Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía».
Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:
«Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía».
Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva".
Os parecerá raro que ponga esta cita evangélica pues no aparece en las lecturas del día de hoy, pero todo tiene una explicación.
Hace varios días, y especialmente ayer, leía varios artículos sobre la Sagrada Comunión: si recibir la comunión en la mano o en la boca. Para muchos sólo se puede recibir en la boca, y, pareciera que es una herejía recibirla en la mano. Otros dicen que es Palabra de Dios que hay que recibirla en la boca. Y así, unos y otros, como decía Jesús, "atan pesadas cargas en los hombros de la gente", porque van haciendo dudar a los fieles y haciéndoles pensar que están pecando gravemente cuando comulgan en la mano.
Y, en realidad, no es Palabra de Dios comulgar en la mano, en todo caso, como narra san Pablo, el Señor entregó el Pan y el Vino en la mano a los apóstoles en la Última Cena, y, si nos guiamos por la Palabra de Dios, lo lógico sería recibirla en la mano.
La liturgia de la Iglesia, que es palabra humana y no es Palabra de Dios, permite la dos opciones y no cuestiona si es pecado o no, una cosa o la otra. Pero, como siempre, en la vida social y en la eclesiástica hay gente que quiere saber más y se pone a dictar leyes que no están escritas ni siquiera en el Corazón del Señor, y van creando confusión y dolor de pecado en el corazón de los fieles.
¿Qué es lo importantes cuando vamos a Comulgar? Tener el corazón preparado para recibir al Señor, saber que Él quiere alimentarnos con Su Vida para que nosotros, débiles por el pecado, podamos crecer y santificarnos, y, así, poder llevar la Buena Noticia de la Salvación a todos los hombres.
Se que los que escribieron esos artículos no van a leer el mío, y se también, que muchos harán comentarios diferentes, pero no puedo, en conciencia dejar pasar y dejar que otros cuestionen la buena disposición del corazón de la gente, y les llenen el coraón de dudas. Esforcémonos por ayudar a la gente a vivir en santidad, y no atemos pesadas cargas a sus hombros, cargas que no ayudamos a llevar.

miércoles, 8 de julio de 2020

Nueva evangelización

"En aquel tiempo, Jesús, llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia".
¿Por qué Jesús elige a los discípulos, a los apóstoles? ¿No podía Él hacer solo su misión? Sí, Jesús podía haber hecho Él solo la misión que le encomendó el Padre, pero sabía que su misión no terminaría en pocos años, y, además sabía cómo iba a terminar Él su vida en la tierra. Pero, sobre todo, no quiere Dios hacer las cosas por sí solo, sino que quiere hacerla con nosotros, que nosotros seamos partícipes y protagonistas de la Historia de la Salvación, por eso elige hombres como cada uno de nosotros, y nos llama para ser sus discípulos, cada uno con su estilo de vida propio y particular, pero con una misión igual:
"A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:
«No vayáis a tierra de paganos ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel.
Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos».
Es fue la primera instrucción que Jesús le da a los 12: anunciar el Reino a las ovejas descarriadas de Israel; porque ellos habían perdido la originalidad del mensaje y lo habían convertido en un mensaje humano, pues habían trasnformado la Ley de Dios en prescripciones humanas que no cumplían con lo que Dios quería.
La Gran Misión que Jesús les dio a sus discípulos, antes de ser elevado a los Cielos fue: Id al mundo entero y proclamad el evangelio.
Así nosotros hemos recibido esa Buena Noticia y hemos optado por seguirle, por ser, nosotros también, sus enviados, sus discípulos, sus apóstoles. Y, en estos tiempos que corren, quizás, tendremos que volver al primer mandato de Jesús, pero en este caso con una corrección (sin querer ser más que Jesús, ya me entenderán): "no vayais a tierra de paganos ni entréis en las ciudades de Samaria sino id a las ovejas descarriadas de la Iglesia. Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos".
¿Por qué digo "id a las ovejas descarriadas de la iglesia"? Porque hemos perdido, como lo hizo el Pueblo de Israel, la originalidad del Mensaje Evangélico, nos hemos creído que nosotros somos Jesús y no sus enviados, y por eso hemos convertido el evangelio en prescripciones humanas, y cada uno lo interpretamos como nos da la gana, perdiendo así la Originalidad del Mensaje, es decir, la fuerza original, la Vida que Jesús quería darnos con su Palabra, la hemos perdido porque dejamos que el mundo se hiciera protagonista del mensaje, y, hemos "acomodado" el mensaje evangélico a las propuestas del mundo quitándole, así, la verdad de lo que Jesús vino a traernos.
La Nueva Evangelización de la que tanto se habla no es sólo un cambio de formas y vestidos, sino una transformación del corazón para aceptar la Palabra de Dios tal cual es: Palabra de Dios y no palabra humana. Volver a la raíz del Mensaje de Cristo, tiene que ser el camino para la Nueva Evangelización.

martes, 7 de julio de 2020

Sembradores...

"Puesto que siembran viento, cosecharán tempestades; “espiga sin brote no produce harina”.
Le dice Dios al Pueblo por medio de Oseas, el profeta. Y es una frase que hemos oído muchas veces, y, otras tantas, hemos repetido. Y, quizás, no siempre hemos sabido de dónde venía ni a qué se refería, pero, seguramente, nos hará mucho bien si nos la ponemos a reflexionar para nuestra vida.
Sí, generalmente, cuando tenemos una frase así, que suena bien y que, sobre todo, hace referencia a lo que otros hicieron o hacen, nos gusta repetirla y decirla, para acusar a algunos o para hacerlos culpables de lo que hicieron. Pero nunca usamos esas frases para reflexionar sobre lo que nostros mismos hacemos o decimos, porque, en este caso, también nosotros, sí, cada uno de nosotros, vamos sembrando en el día a día algo. Y ¿qué es lo que sembramos?
Sembramos con nuestros actos y con nuestras palabras, y, también, con nuestros silencios. No hay nada que nosotros, cada uno, realice que no quede sin respuesta en el mundo, en la sociedad, en los demás, y, en nuestra propia vida. Como se dice habitualmente: todo está conectado, y, en idioma crisitano diríamos: por la comunión de los santos (que no son los que ya están en el Cielo, sino los que intentamos serlo) todo repercute en el Cuerpo Místico de Cristo, en la vida de todos los que formamos la Iglesia.
Teniendo esto en cuenta tenemos que ponernos a pensar, en cada momento, qué es lo que estoy sembrando para saber cuál va a ser la consecuencia de lo que yo estoy haciendo o dejo de hacer, porque de eso me tendré que hacer responsable. O mejor dicho, Dios me hará responsable de mis actos o de mis silencios.
Claro es que tenemos la Gracia que nos ha dado el Señor de poder "sanar" los daños que hago, porque por el arrepentimiento y el pedido sincero de perdón puedo devolver la Gracia y ayudar a quien he dañado, pero para eso tengo que crecer en humildad para poder pedir perdón como es debido. Porque la Gracia de la Confesión surte efecto cuando reparo el daño causado.
Por eso no nos acostumbremos a penar que son los demás los que siembran vientos, sino que yo mismo lo estoy haciendo con mis actos, palabras o silencios; y así podré comenzar a valorar mejor mi siembra, y con la Gracia de Dios seré un buen sembrador de los Dones que el Espíritu ha dejado en mi corazón.