"Tened cuidado de vosotros y de todo el rebaño sobre el que el Espíritu Santo os ha puesto como guardianes para pastorear la Iglesia de Dios, que él adquirió con la sangre de su propio Hijo.
Yo sé que, cuando os deje, se meterán entre vosotros lobos feroces, que no tendrán piedad del rebaño. Incluso de entre vosotros mismos surgirán algunos que hablarán cosas perversas para arrastrar a los discípulos en pos de sí. Por eso, estad alerta..."
Esto que le decía Pablo a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso, también nos lo podría (y nos lo dice) a los que formamos la Iglesia del siglo XXI: porque todos somos guardianes del tesoro de la fe que ellos nos han legado; todos somos guardianes del depósito de fe que guarda la Iglesia a través de la Tradición y que fiellmente tenemos que llevar a todos los Hombres; todos somos guardianes de que se mantenga íntegro el Evangelio y que lleguemos a anunciar con alegría y, como dice Pablo: "con lágrimas en los ojos a cada uno en particular", para que el testimonio sea verdadero y fiel a lo que Jesús nos invitó vivir.
Porque si miramos la historia de la Iglesia, y nuestra propia historia en nuestra iglesia, veremos como siempre aparecen lobos rapaces que no buscan llevar a los hombes hacia Dios, sino que los quieren como discípulos propios para "arrastrarlos pos de sí". Y, nosotros, nos tenemos que dar cuenta que el Único Salvador del mundo es Jesús, todos los demás somos instrumentos de Él para "anunciar hasta el confín de la tierra" el mensaje de Salvación.
Los lobos rapaces que se hacen pasar por ovejas en el rebaño del Señor, son los que creen que pueden salvar a los hombres, sin darse cuenta que sólo los llevan por el mismo camino de la perdición, pues van sembrando no los dones del Espíritu Santo, sino los dones del mundo: desaveniencias, discordias, desuniones, rencores, perversión...
"Ahora os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, que tiene poder para construiros y haceros partícipes de la herencia con todos los santificados". Veis lo que dice Pablo, él no los quiere tras de sí, aunque valora el aprecio que tienen por él, sino que los une, cada vez más, a la Palabra de Dios, pues sólo la Palabra da vida, y la Palabra nos conduce al Hijo y el Hijo al Padre; porque sólo la Palabra de Dios eterna como el mismo Dios, y los instrumentos somos, no sólo pasajeros, sino imperfectos y pecadores como todos los hombes, porque hemos nacido con pecado original, y, a pesar de querer vivir la santidad de cada día, la espina del pecado sigue actuando en cada uno. Por eso debemos estar atentos, buscar en la Gracia de Dios la fortaleza para escuchar la Palabra y Obedecer al Amor, para que nuestra vida siga siendo santificada por el Espíritu y así podamos ser testigos fieles de la Vida de Jesús.
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