sábado, 30 de mayo de 2020

La astucia y el Espíritu

El otro día veíamos cómo Pablo usó de la astucia para no ser condenado a muerte, y, del mismo modo, volvió a usarla para poder llegar a Roma, donde lo quería el Señor para anunciar el Evangelio. Claro es que no fue como hombre libre, sino que fue preso para que pudiera ser juzgado por el César, que era el privilegio que tenían los que gozaban de la condición de ser ciudadanos romanos.
"Cuando llegamos a Roma, le permitieron a Pablo vivir por su cuenta en una casa, con el soldado que lo vigilaba...
Permaneció allí un bienio completo en una casa alquilada, recibiendo a todos los que acudían a verlo, predicándoles el reino de Dios y enseñando lo que se refiere al Señor Jesucristo con toda libertad, sin estorbos".
La astucia para ser Fiel a la Voluntad de Dios, es lo que le permitió poder alcanzar la meta. Pero no una meta que él había planeado, sino la meta que el Señor le había propuesto: llevar el anuncio del Evangelio a Roma y de ahí hasta el fin del mundo. Y, porque fue Fiel, el Señor pudo, con su Gracia, hacer que el mensaje fuera predicado por Pablo "sin estorbos" por mucho tiempo, haciendo que no sólo fuera predicado, sino que puidera echar raíces profundas en esa comunidad y en tantas otras.
Los apóstoles fueron así sembrando en todo el mundo conocido la semilla de la Fe, de la Esperanza y, sobre todo del Amor, para que el mundo pudiera ser un germen de Hombres Nuevos que vivan a imagen de Nuestro Señor.
Si ponemos la mirada en el evangelio de hoy vamos a ver a un apóstol diferente. Pero no diferente porque Pedro no haya sido Fiel como lo fue Pablo, sino diferente porque el Espíritu Santo aún no había transformado definitivamente el corazón de Pedro, y, como hombre sólo pensaba en cosas de hombre:
"En aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?».
Al verlo, Pedro dice a Jesús:
«Señor, y este ¿qué?».
Jesús le contesta:
«Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme».
Lo humano siempre nos deja preocuparnos de cosas humanas, que son guiadas por la envidia, los celos... y no nos deja poner la mirada en un punto más alto. Por eso le preocupaba a Pedro qué es lo que pasaría con Juan, el discípulo a quien Jesús amaba, porque veían que con él tenía una especial relación. Y Jesús le responde muy bien, en otras palabras, se podría decir "a tí que te importa lo que le suceda", lo que te tiene que importar es que sea Fiel por eso ¡Sígueme!.
Seguir el llamado de Jesús sin mirar hacia otro lado que no sea Su Vida y Su Palabra, es lo que más le tiene que importar a un apóstol. Por eso, cuando el Espíritu Santo descendió sobre ellos ya no miraron más al suelo, sino que con la mirada puesta en Dios siguieron fieles a la Su Voluntad y entregaron su vida para cumplir con el mandato del Señor.

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