sábado, 2 de mayo de 2020

El no tan Dulce Jesús

"En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron:
«Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?».
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:
«¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, hay algunos de vosotros que no creen».
Por lo general, se nos ha enseñado, o nos hemos educado, creyendo solo en un Jesús dulce y bueno, que no salen de sus labios palabras duras y fuertes, sin embargo, no es sólo nuestra impresión, sino que era la impresión de aquellos discípulos que lo acompañaban. Y es lógico que siempre esperemos, no sólo de Jesús sino también de muchos otros, palabras dulces y halagadoras, porque hemos sido creados para ser felices y, pareciera que las palabras duras no nos dejan ser felices sino que nos muestran aquello que no queremos ver.
Sin embargo, como Jesús mismo dice: "las palabras que os he dicho son espíritu y vida". ¿Por qué son espíritu y vida? Porque siempre lo que Jesús quiere para nosotros es lo que el Espíritu, que es Don del Padre, sabe lo que necesitamos y qué es lo que nos hace bien. Él siempre va a hablar para hacer madurar nuestro espíritu y para que, así, encontremos el Camino de la salvación.
Nos gustaría que siempre nos dijeran halagos, pero es necesario que, también, los que nos quieren de verdad, nos ayuden a mejorar y mostrarnos, por eso, nuestros defectos y errores para que aprendamos a corregirlos y a crecer. Aunque, muchas veces lo decimos: me gusta que me digan siempre la verdad, no siempre recibimos la verdad con agrado y sabiendo que esa verdad nos hará bien. Sino que, a veces, ante la verdad le ladramos a quién nos lo dice, y, en otros casos, le damos vuelta la cara para no tener que seguir escuchándolos.
Por eso mismo, cuando Jesús les hablaba del Camino a la Salvación, y ya no les mostraba sólo los milagros, sino el esfuerzo que, cada uno, tendríamos que hacer para alcanzar la Salvación, entonces, eso ya no era lindo y gozoso para nuestros oídos, por eso la exclamación. "este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?" Y, por eso, muchos cristianos (que se hacen llamar cristianos) no le hacen caso a Cristo, sino que le hacen más caso a las cartas, al horóscopo, a Buda, a las religiones orientales... buscando un camino más fácil y cómodo para llegar a Dios, y dejan de lado el llamado de Jesús: "quien quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, cargue la cruz de cada día y sígame"...

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