"Hermanos:
El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo.
No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!
Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga.
Pero, si lo hago a pesar mío, es que me han encargado este oficio".
Siempre me he identificado con estas frases de san Pablo, pues pareciera que los que predicamos somos los mejores, y no es así, como todos, todos tenemos nuestros pecados personales, pero para ser fieles al llamado del Señor tenemos que intentar, aunque no siempre lo consigamos, interpretar lo que Él quiere decirnos para anunciarlo a todos, lo quieran o no escuchar. Porque, en realidad, a todos los que nos ha ungido con el Don del Espíritu Santo nos ha dado la capacidad de reflexionar sobre su Palabra y discernir lo que nos quiere decir. Todos tenemos, por eso mismo, el deber de anunciar la Palabra de Dios a todos, la quieran o no escuchar, porque sabemos que ESE es el Camino de la Salvación.
"¿No sabéis que en el estadio todos los corredores cubren la carrera, aunque uno solo se lleva el premio? Pues corred así: para ganar.
Pero un atleta se impone toda clase de privaciones; ellos para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita.
Por eso corro yo, pero no al azar; lucho, pero no contra el aire; sino que golpeo mi cuerpo y lo someto, no sea que, habiendo predicado a otros, quede yo descalificado".
Así, es esta una carrera en la cual si llegamos a la meta ganamos todos, no habrá primeros o segundos, pero si habrá descalificados porque no han alcanzado la meta, o, porque en el camino han perdido la fe, quizás en Dios, quizás en sí mismos. Por eso, Pablo, nos anima a esforzarnos, como lo hacen los atletas, a luchar contra aquello que nos quiere sacar del Camino, a luchar contra nuestra carne que no nos deja hacer lo que debemos, sino que quiere que hagamos lo que no podemos. Porque las privaciones que sufren los atletas para alcanzar la medalla de oro, son las mismas privaciones que nos pide el Señor para alcanzar la corona que no se marchita, por eso necesitamos descubrir el valor de lo que Jesús nos propone para que podamos aceptar el Camino que nos ha indicado recorrer.
No siempre vemos con claridad cuál es el valor de una vida en Dios, pero si dejamos que el Espíritu nos anime, vamos a descubrir que el esfuerzo y la lucha son poca cosa comparado con lo que vamos a conseguir.
viernes, 13 de septiembre de 2024
Una lucha diaria
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