"Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos."
Hemos finalizado una semana de fiestas y festejos de nuestro Santos Patronos y estamos al inicio de la Novena del Cristo de la Misericordia, no podemos decir que en nuestro Pueblo no hay fiestas religiosas que nos llevan a reavivar las raíces de nuestra Fe.
Y, por eso mismo, el evangelio de este domingo nos viene tan bien para poder analizarnos a la luz de lo que decimos creer. Es decir, como Jesús le decía al Pueblo de Israel, también nosotros podemos caer en el mismo saco, pues, aunque tengamos muchas fiestas religiosas ¿nuestro corazón está cerca de Dios?
Por supuesto, dirán muchos, ¿cómo puede decir que nuestro corazón no está cerca de Dios? Es cierto, nuestros corazones están cerca de Dios, pero… ¿nuestra vida está en Dios? ¿vivimos según lo que Dios nos pide en el Evangelio? ¿Amamos como Jesús nos amó? ¿Damos frutos que sean del Espíritu Santo? Etc., etc.
Porque, también, un día le dijo Jesús a un fariseo que le había respondido muy bien a las preguntas: “tú no estás lejos del Reino de Dios”, lo que quiere decir que tampoco estás en él, sino que todavía falta camino por recorrer.
Y así, nuestra vida, aunque es cristiana, y estamos convencido de lo que somos, no siempre actuamos según los criterios del Evangelio, sino que nos dejamos llevar por nuestros instintos y nuestro pecado personal, además de unir nuestros pensamientos a los del mundo actual.
Cuando no estamos completamente unidos a Dios, lo cual no quiere decir que tengamos que ser monjes o curas, sino que nuestra vida tenga un sustento y un alimento en la Palabra y los sacramentos, entonces es cuando nos dejamos llevar por los vientos mundanos. Son esos momentos en los cuales me dejo llevar por el egoísmo, por la vanidad, por el egocentrismo, y, sobre todo cuando no veo en mi conducta malas acciones hacia los demás, y, siempre pienso que son los demás los que actúan mal.
La falta de conciencia de mi propio pecado es lo que me aleja de la Gracia de Dios, y así, poco a poco, no es que reniegue de Dios, sino que mi vida ya no es testimonio de una vida cristiana, sino que mi ejemplo desdice todo lo que digo creer. Por eso, no te quedes viviendo en los laureles de que eres cristiano y vas a misa o rezas, sino que examina tu forma de actuar y verás si estás o no estás en Dios.
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