miércoles, 18 de septiembre de 2024

El amor de los hijos de Dios

"Hermanos:
Ambicionad los carismas mayores. Y aún os voy a mostrar un camino más excepcional.
El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.
Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor no pasa nunca".
Éste es el carisma mayor, a lo que tenemos que llegar, lo que tenemos que ambicionar: el Amor, pero no un amor cualquiera, sino el Amor a la medida de Dios. Claro que me diréis, "pero amar así es imposible", pues sí, es imposible para los hombres, pero no para los hijos de Dios, porque los hijos de Dios tienen algo que no tienen todos los hombres: el Espíritu del Amor, el Espíritu Santo.
Cuando los hijos de Dios nos dejamos llevar por los comentarios, por las habladurías, por el egoísmo, por la vanidad, por el orgullo, por la soberbia, en fin, por el pecado original y el propio, entonces no llegamos a amar ni un milímetro como nos amó el Señor.
Cuando no cultivamos la relación con Dios, cuando no vivimos sacramentalmente, es decir, la confesión y la eucaristía, se nos va "metiendo" en el corazón el espíritu del mundo y nos vamos alejando del espíritu de Dios.
Es cierto que nunca podremos llegar a amar como Dios, porque el Amor de Dios es infinito y eterno, pero sí podemos amar como Dios nos amó: perdonándonos desde la Cruz, aceptando la Voluntad de Su Padre, compadeciéndose del que lo necesitaba, ofreciendo el perdón al arrepentido, y, sobre todo, entregando su vida por amor a todos, aunque no todos lo quisiera y lo amaran.
Por eso es que, los hijos de Dios, los que llevamos desde el bautismo el Espíritu Santo en nosotros, debemos aprender a amar como Dios nos lo pide, porque Él fue el primero que nos enseñó a amar cuando por amor entregó a su Unigénito a la muerte y muerte en Cruz, para que nosotros tuviéramos vida y Vida en abundancia.
Así que no nos quedamos sólo con lo bonito que es el himno a la caridad de San Pablo, sino que tengamos como regla de vida poder amar como Dios nos lo pide por medio de san Pablo:
"El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta".

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.