"El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo".
El Reino de Dios es algo por lo que rezamos constantemente: venga a nosotros Tu Reino, pero ¿sabemos que significa? ¿Sabemos qué es el Reino de Dios? Jesús utilizaba parábolas para explicárselo a la gente de su tiempo, pero también esas parábolas nos hablan a nosotros de lo que significa, de lo que es. No siempre entenderemos completamente lo que significan pues no podemos llegar a imaginarnos ese Reino real, pero sí podemos, y los hacemos, esperar que llegue a nosotros.
Pero fijaos una cosa: en cada parábola siempre hay alguien que interviene, que hace algo para que ese reino comience a nacer: un sembrador, en el caso de las parábolas de este domingo. Ese sembrador fue el Padre, por medio de Jesús, quien sembró en nosotros, el día de nuestro bautismo, el Reino de los Cielos en nuestra vida. Y, a partir de ese día nos toca a nosotros cultivarlo, así como se cultiva un campo sembrado o un huerto tendremos que regarlo, quitar las malas hierbas, no dejar que entren alimañas a destruirlo, y, sobre todo, enseñar a otros a cultivarlo. Y, quizás, como hacen muchos, compartir la buena semilla para que otros comiencen a sembrarlo en otros huertos y campos.
Esa es la razón por la que el Señor cuando nos enseña el Padre nuestro nos hace decir: “venga a nosotros Tu Reino, hágase Tu Voluntad en la tierra como en el Cielo”. Y ahí está nuestra responsabilidad: vivir en nuestra vida la Voluntad de Dios, pues así es como se sigue cultivando el Reino porque hacer la Voluntad del Padre es lo que hace llover la Gracia sobre el sembrado, y así, la buena semilla que es la Palabra de Dios va echando raíces profundas en nuestra vida, hasta que llega a dar buen fruto y convertirse en un gran árbol, capa de dar cobijo a muchas almas.
Y ahí tenemos otra responsabilidad: el Reino de Dios no es sólo para mí, sino que lo recibo, lo cultivo y da fruto para poder compartirlo con otros, pues el Reino de Dios es un Reino de Amor, un reino de personas que se aman, así como lo define San Lucas en los Hechos de los apóstoles: “con perseverancia acudían a diario al templo con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y eran bien vistos de todo el pueblo; y día tras día el Señor iba agregando a los que se iban salvando”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.