En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».
Esto es lo que, a veces, no entendemos los cristianos: que la Ley y los Profetas, y, también, el Evangelio son la base de nuestra vida cristiana, y no será revocada ni abolida por ninguna autoridad humana. Por eso debemos prestarle suma importancia en el día a día, y, sobre todo, madurar, desde una oración reflexiva, en su contenido, pues la Palabra de Dios es viva y eficaz y discierne, o mejor, nos ayuda a discernir la Voluntad de Dios para nuestras vidas.
Cuando nos hemos decidido por seguirlo a Jesús, y no sólo por llamarnos cristianos, sino por seguirlo a Jesús sea cual sea el camino por el cual estoy caminando: sacerdotal, consagrado, laical, en todos esos caminos soy discípulo y maestro. Es decir, siempre seremos discípulos del Señor, por lo tanto, siempre tendremos que seguir aprendiendo y madurando, en el estilo de vida que nos ha pedido vivir, en el espíritu. Y, a la vez, seremos maestros pues iremos enseñando con nuestra vida cómo vivir la Palabra, la Voluntad de Dios en el día a día.
Por eso Jesús nos dice: "el que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos". Y, en otro lado nos dice: "«Es imposible que no haya escándalos; pero ¡ay de quien los provoca! Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar". Y, muchas veces, por no vivir coherentemente la Palabra o por vivir en contra de la Palabra escandalizamos a los más pequeños y, otras veces, les mostramos el camino equivocado de fidelidad a la Voluntad de Dios.
Hoy por hoy, necesitamos ser coherentes en nuestra vivencia de la fe cristiana, el mundo necesita que seamos coherentes con lo que vivimos, pues, como el mismo Jesús nos lo repite y nos lo pide: sed luz, sal y fermento en el mundo. Nuestra vida cristiana es la que enseña y manifiesta lo que realmente creemos e intentamos vivir. Nuestras palabras pueden ser muy lindas y estar muy bien argumentadas, pero si en la vida no somos luz sino tinieblas, entonces de nada vale lo que predicamos.
miércoles, 12 de junio de 2024
Discípulos y maestros
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