martes, 11 de junio de 2024

Aparentar o ser, esa es la cuestión

"Llegó la noticia a oídos de la Iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía; al llegar y ver la acción de la gracia de Dios, se alegró mucho, y exhortaba a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño; porque era un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe. Y una multitud considerable se adhirió al Señor".
Así tendríamos que ser los apóstoles del Señor, es decir, todos los bautizados y que pertenecemos a una Iglesia Apostólica, como la nuestra, estamos llamados a ser apóstoles del Señor: "hombres buenos, llenos del Espíritu Santo y de fe que exhortamos a todos a seguir unidos al Señor".
¿Por qué? Porque si no estamos llenos del Espíritu Santo, o, mejor dicho, si no vamos actualizando nuestra vida cristiana y nos alimentamos con la Palabra y los sacramentos, no estaremos madurando en nuestra fe y nuestro compromiso con el Señor, sino que estaremos llevando un nombre pero no siendo lo que realmente tenemos que ser.
Y lo que tenemos que ser es lo que dice el Señor:
«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».
Si no maduramos en la relación con el Señor, si no nos alimentamos con el Pan de la Vida, si no recibimos las Gracias necesarias por medio de los sacramentos ¿podemos ser fieles al Señor? ¿Podemos llegar a dar un buen testimonio de una vida cristiana si hacemos sólo lo que tenemos ganas? ¿Podemos llegar a iluminar si no está la Luz del Espíritu en nosotros? ¿No será acaso que daremos una falsa imagen de ser apóstoles de Cristo si no estamos realmente unidos a Él, viviendo la Voluntad de Dios?
A veces, nos acostumbramos a vivir en el mundo y su espíritu se cuela en nuestras vidas, y, sin darnos cuenta, sólo aparentamos ser cristianos, pero no llevamos una vida cristiana. Por eso, no llegamos a ser sal, ni luz, ni fermento como el Señor quiere que seamos, sino que nos conformamos con que lo que hacemos está bien, o, mejor dicho, no está mal lo que hacemos, pero, en realidad no es lo que Dios quiere, sino lo que nos gusta.

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