viernes, 14 de junio de 2024

Cada día un poco más

 

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo "No cometerás adulterio". Pues yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”.
Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.
"No he venido a abolir la Ley, sino a darle plenitud", le respondió Jesús a los escribas y fariseos, y así lo fue diciendo y haciendo en su vida terrenal, y nos lo enseñó para que, también, nosotros llevemos a plenitud aquello que el Padre nos ha mandado por medio de los mandamientos. El Señor no quiere que caigamos, otra vez, en el mero cumplimiento de la letra de la Ley, sino que descubramos el espíritu de la Ley y lo llevemos a la vida por medio del amor.
Para ello, el Padre nos ha dotado de un valor humano extraordinario para poder llevar a cabo este proceso: la magnanimidad, que no es sólo hacer lo mejor sino ir más allá de lo mejor, por eso, Jesús nos dijo que no sólo seamos buenos, sino "sed perfectos porque vuestro Padre celestial es perfecto, y sed santos porque vuestro Padre es santo". No es simplemente "yo no mato ni robo", sino "amaos unos a otros como Yo os he amado", y la vivencia plena del amor como lo vivió Jesús, no sólo por su Padre sino por nosotros, y no sólo siendo bueno sino aceptando la Voluntad de Dios hasta la muerte y muerte en cruz.
Ese camino que Él recorrió primero que nosotros es el que nos tenemos que animar a recorrer, pero no podremos hacerlo solos, pues "sin Mí no podéis hacer nada", debemos recorrerlo con Él y para eso hemos de estar en Él, alimentarnos de Él, escuchar Su Palabra, hablar con Él pues Él es el Camino que tenemos que vivir.
Cuando sólo nos quedamos con la letra de la Ley o haciendo sólo lo justo y necesario para ser, medianamente, buenos es cuando nos damos cuenta que no hemos comprendido ni entendido el mensaje que Jesús vino a traernos, pues Él no vino a darnos indicaciones sino que vino a darnos una Vida, y una Vida Nueva para hacer Nueva todas las cosas, por eso, hemos de tomar la decisión de renovarnos según lo que el Espíritu Santo nos vaya diciendo, y dejando atrás todo aquello que no es del Espíritu para que nuestra vida, cada día, sea una Vida Nueva como el Padre quiere que lo sea.

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