domingo, 30 de junio de 2024

Basta que tengas fe

"Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe».

Ante los momentos duros de la vida, como las enfermedades graves, siempre recurrimos a la oración, aunque hayamos dudado de Dios o lo hayamos negado o nunca hayamos creído, siempre elevamos nuestra mirada al Cielo para intentar que desde arriba nos llegue la solución, tanto a una enfermedad como a un problema grave de la vida. Eso se llama confianza, confianza en que Dios (o la fuerza o el universo como lo llaman los que nos quieren ponerle el nombre de Dios) lo puede realizar, porque, en el fondo, todos tenemos una necesidad de algo sobrenatural que tiene más fuerza que nosotros mismos para ayudarnos en los momentos más difíciles.
Esto lo hemos escuchado y lo hemos visto, no sólo en el evangelio, sino que en la vida cotidiana hemos sido testigos de algunos milagros, pero que no siempre se cumplen, no siempre Dios lleva a cabo todos los milagros que le pedimos. ¿Eso es porque no tenemos fe suficiente? No. No es porque no tengamos fe suficiente. Es cierto que cuando Jesús hacia los milagros siempre decía, como en este evangelio: “basta con que tengas fe”, pero, en realidad, no resucitó a todos los muertos, no curó a todos los leprosos, no sanó a todos los enfermos y paralíticos. Hizo muchos milagros, pero no sanó a toda la humanidad.
¿No tendría poder para hacerlo? ¿No quiere escuchar a todos los que sufren? Es que no era su misión sanar el mal del mundo, sino redimir el pecado del alma, sanar el pecado del corazón del hombre. Una sanación que nos trajo con su muerte en Cruz y su Resurrección, y que nos regaló en nuestro bautismo por el Espíritu Santo. Y, así la fe no es para que Dios haga lo que yo quiero, sino para que pueda afrontar las piedras del camino con mayor fuerza y esperando que Él nos de la luz y la sabiduría para poder encontrar una solución o para poder seguir adelante a pesar del dolor de la pérdida.
Es cierto, no es fácil comprender o saber el por qué o para qué de ciertas pérdidas en nuestras vidas, pero sabemos que siempre podemos encontrar la paz gracias a la esperanza de la Vida eterna que nos ha regalado el Señor con su resurrección. Es la misma esperanza que debemos tener cuando se nos complican las cosas diarias, levantar la mirada hacia la Cruz y descubrir en el Amor del Señor la paz necesaria para aceptar la Voluntad de Dios y descubrir el Camino de la Luz para salir de la oscuridad y la desesperanza.

sábado, 29 de junio de 2024

El testimonio del martirio

De los sermones de San Agustín, obispo

El día de hoy es para nosotros sagrado, porque en él celebramos el martirio de los santos apóstoles Pedro y Pablo. No nos referimos, ciertamente, a unos mártires desconocidos. A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje. Estos mártires, en su predicación, daban testimonio de lo que habían visto con un desinterés absoluto, dieron a conocer la verdad hasta morir por ella.
San Pedro, el primero de los apóstoles, que amaba ardientemente a Cristo, y que llegó a oír de él estas palabras: Ahora te digo yo: Tú eres Pedro. Él había dicho antes: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Y Cristo le replicó: «Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Sobre esta piedra edificaré esta misma fe que profesas. Sobre esta afirmación que tú has hecho: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo, edificaré mi Iglesia. Porque tú eres Pedro». «Pedro» es una palabra que se deriva de «piedra», y no al revés. «Pedro» viene de «piedra», del mismo modo que «cristiano» viene de «Cristo».
El Señor Jesús, antes de su pasión, como sabéis, eligió a sus discípulos, a los que dio el nombre de apóstoles. Entre ellos, Pedro fue el único que representó la totalidad de la Iglesia casi en todas partes. Por ello, en cuanto que él solo representaba en su persona a la totalidad de la Iglesia, pudo escuchar estas palabras: Te daré las llaves del reino de los cielos. Porque estas llaves las recibió no un hombre único, sino la Iglesia única. De ahí la excelencia de la persona de Pedro, en cuanto que él representaba la universalidad y la unidad de la Iglesia, cuando se le dijo: Yo te entrego, tratándose de algo que ha sido entregado a todos. Pues, para que sepáis que la Iglesia ha recibido las llaves del reino de los cielos, escuchad lo que el Señor dice en otro lugar a todos sus apóstoles: Recibid el Espíritu Santo. Y a continuación: A quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos.
En este mismo sentido, el Señor, después de su resurrección, encomendó también a Pedro sus ovejas para que las apacentara. No es que él fuera el único de los discípulos que tuviera el encargo de apacentar las ovejas del Señor; es que Cristo, por el hecho de referirse a uno solo, quiso significar con ello la unidad de la Iglesia; y, si se dirige a Pedro con preferencia a los demás, es porque Pedro es el primero entre los apóstoles.
No te entristezcas, apóstol; responde una vez, responde dos, responde tres. Venza por tres veces tu profesión de amor, ya que por tres veces el temor venció tu presunción. Tres veces ha de ser desatado lo que por tres veces habías ligado. Desata por el amor lo que habías ligado por el temor.
A pesar de su debilidad, por primera, por segunda y por tercera vez encomendó el Señor sus ovejas a Pedro.
En un solo día celebramos el martirio de los dos apóstoles. Es que ambos eran en realidad una sola cosa aunque fueran martirizados en días diversos Primero lo fue Pedro, luego Pablo. Celebramos la fiesta del día de hoy, sagrado para nosotros por la sangre de los apóstoles. Procuremos imitar su fe, su vida, sus trabajos, sus sufrimientos, su testimonio y su doctrina.

viernes, 28 de junio de 2024

Vivir la vida de Dios

Disertaciones de San Ireneo, obispo, contra las herejías.

La claridad de Dios vivifica y, por tanto, los que ven a Dios reciben la vida. Por esto, aquel que supera nuestra capacidad, que es incomprensible, invisible, se hace visible y comprensible para los hombres, se adapta a su capacidad, para dar vida a los que lo perciben y lo ven. Vivir sin vida es algo imposible, y la subsistencia de esta vida proviene de la participación de Dios, que consiste en ver a Dios y gozar de su bondad.
Los hombres, pues, verán a Dios y vivirán, ya que esta visión los hará inmortales, al hacer que lleguen hasta la posesión de Dios. Esto, como dije antes, lo anunciaban ya los profetas de un modo velado, a saber, que verán a Dios los que son portadores de su Espíritu y esperan continuamente su venida. Como dice Moisés en el Deuteronomio : Aquel día veremos que puede Dios hablar a un hombre y seguir éste con vida.
Aquel que obra todo en todos es invisible e inefable en su ser y en su grandeza, con respecto a todos los seres creados por él, mas no por esto deja de ser conocido, porque todos sabemos, por medio de su Verbo, que es un solo Dios Padre, que lo abarca todo y que da el ser a todo; este conocimiento viene atestiguado por el evangelio, cuando dice: A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.
Así, pues, el Hijo nos ha dado a conocer al Padre desde el principio, ya que desde el principio está con el Padre; él, en efecto, ha manifestado al género humano el sentido de las visiones proféticas, de la distribución de los diversos carismas, con sus ministerios, y en qué consiste la glorificación del Padre, y lo ha hecho de un modo consecuente y ordenado, a su debido tiempo y con provecho; porque donde hay orden allí hay armonía, y donde hay armonía allí todo sucede a su debido tiempo, y donde todo sucede a su debido tiempo allí hay provecho.
Por esto, el Verbo se ha constituido en distribuidor de la gracia del Padre en provecho de los hombres, en cuyo favor ha puesto por obra los inescrutables designios de Dios, mostrando a Dios a los hombres, presentando al hombre a Dios; salvaguardando la invisibilidad del Padre, para que el hombre tuviera siempre un concepto muy elevado de Dios y un objetivo hacia el cual tender, pero haciendo también visible a Dios para los hombres, realizando así los designios eternos del Padre, no fuera que el hombre, privado totalmente de Dios, dejara de existir porque la gloria de Dios consiste en que el hombre viva, y la vida del hombre consiste en la visión de Dios. En efecto, si la revelación de Dios a través de la creación es causa de vida para todos los seres que viven en la tierra, mucho más lo será la manifestación del Padre por medio del Verbo para los que ven a Dios.

jueves, 27 de junio de 2024

Nuestros cimientos

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos".
El Señorío del Señor no es algo para tomar a la ligera, sino que es algo que tenemos que profundizar y meditar todos los días al levantarnos. Es decir, tenemos que tomar conciencia al levantarnos que el Señorío del Señor es para nuestra vida, para que podamos seguir siendo fieles a lo que decimos que somos: cristianos. El Señor es el Rey de nuestras vidas, pues al aceptar ser cristianos, aceptamos vivir como Cristo, y ¿cómo vivió Cristo? Haciendo la Voluntad del Padre: no he venido a hacer mi voluntad sino la del que me envió.
En realidad, o en verdad, Jesús no nos ha pedido nada que Él no haya vivido primero, por eso, cuando nos invitó a seguirlo (no nos ha obligado a seguirlo) nos dijo: quien quiera venir detrás de mí (es decir: seguirlo) renuncie a sí mismo, cargue su cruz de cada día y sígame.
¿Por qué renunciar a nosotros mismos? Porque solamente renunciando a nuestro YO podemos aceptar la Voluntad del Padre, sino es algo imposible de hacer, porque siempre tendré un pero o un argumento para decir: "después lo hago", o "esto no es para mí", o "no puedo" o simplemente pasar de largo de lo que Él quiere. Que es lo que habitualmente, muchos, hacemos porque no hemos renunciado a nuestros gustos, planes, proyectos, etc., y, sobre todo, porque algunos no hemos descubierto la Voluntad de Dios, o no nos disponemos a discernir cuál es Su Voluntad para mi vida.
Por eso mismo, porque no nos disponemos a discernir Su Voluntad es que nuestro cristianismo se ha edificado como una casa sobre arena, porque no tiene los cimientos firmes y fuertes como debería tenerlos, sino que ante cualquier adversidad o cualquier ideología transitoria me revelo contra Dios o me sumo a otras ideas que me libran de la Voluntad de Dios.
Cuando Jesús nos invita a seguirlo quiere darnos la Gracia necesaria y suficiente para poder ser coherentes con nuestra vida, es decir, ser Fieles a la Voluntad de Dios para nuestra vida, porque sabe que ese es el único Camino que nos lleva a la Vida Verdadera. Aunque, creo, que son pocos los que piensan en la Vida Verdadera, sino qu ese han dejado convencer con que hay que vivir la vida pues sólo son 4 días, y por eso la vivimos de acuerdo a lo que el mundo nos va indicando, y no buscamos, aunque digamos Señor, Señor Su Voluntad. Así en lugar de ser luz para el mundo somos tinieblas porque hoy vamos para este lado y mañana para el otro, en lugar de seguir el Camino que Jesús recorrió primero y que nos demostró que nos conduce a la Vida.
En nuestra vida, ya sea humana o cristiana, siempre habrá tempestades que nos sacudan desde los cimientos, el problema es cómo estarán esos cimientos, tanto de nuestra personalidad como de nuestra fe.
"El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca".

miércoles, 26 de junio de 2024

A quién escuchas?

«Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces.
Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Así todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis".
Depende de qué lado estés de la ideología de turno verás quienes y cuáles son tus profetas verdaderos, y, según tu estilo de vida nos daremos cuenta a qué profeta sigues. En realidad no importa a quién sigues y a quién no, esa es una decisión personal y cada uno puede hace de su capa un sayo (como se dice) Lo importante no es a quién sigues o no, sino qué frutos estás dando con tu vida ¿son buenos frutos o son malos frutos?
Seguramente para muchos los frutos serán la cantidad de personas que siguen a ese profeta o a esa idea o a esa ideología, pero, en realidad la cantidad no es lo que más importa, sino la calidad de la vida que viven los que siguen a tal o a cual, y, sobre todo, la coherencia de esa vida.
En la primera lectura, cuando leyeron ante el rey el libro que habían encontrado, éste dijo:
«Id a consultar al Señor por mí, por el pueblo y por todo Judá, a propósito de las palabras de este libro que ha sido encontrado, porque debe ser grande la ira del Señor encendida contra nosotros, ya que nuestros padres no obedecieron las palabras de este libro haciendo lo que está escrito para nosotros».
Siempre llega un momento donde nos damos cuenta que hemos despreciado un camino, que hemos despreciado unas Palabras, que nos hemos equivocado porque no supimos ver a quién o a qué ideología seguíamos, y llega el momento de cambiar el rumbo.
Hoy, en este siglo, tenemos que mirarnos con sinceridad de corazón y descubrir si estamos siguiendo (hablo para los que seguimos a Cristo) a Cristo verdaderamente o estamos siendo una simple mascarada del cristianismo. Por eso debemos volver a leer el Evangelio y descubrir qué cosas no están siendo bien vividas por nosotros, pues los frutos de nuestra vida cristiana, a veces, no son los frutos del Espíritu: amor, paz, fraternidad, solidaridad, alegría... porque en el caminar de la vida hemos cogido otro sendero y estamos siguiendo a otros profetas que no son los que el Señor nos envía, sino que son los que el mundo quiere que escuchemos.

martes, 25 de junio de 2024

Adelgazar para pasar por la puerta

En el Evangelio encontramos, si leemos bien, consejos y advertencias de Jesús, además de milagros y esas cosas que supo hacer para atraer a la gente hacia sí. Pero lo importante no eran los milagros y signos que hizo, sino lo que nos dijo para que renováramos nuestra forma de vivir, para vivir, realmente, como hijos de Dios. Por eso, Él, el Hijo de Dios se hizo hombre para ensañarnos a los hombres a ser hijos de Dios. Pero, si sólo nos quedamos con que de Jesús necesitamos o queremos sólo sus milagros, entonces, no hemos entendido su misión en la tierra.
En el Evangelio de Dios, san Marcos, rescata dos cosas que me parecen muy interesantes para que las meditemos en silencio y por bastante tiempo, pero con sinceridad de corazón, porque de nada sirve que las advertencias las meditemos a la ligera porque no nos servirán de nada, pues las advertencias son para que paremos las orejas y nos analicemos en profundidad, porque, seguramente, por algo nos lo ha dicho.
"Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas".
¿Nuestra manera de actuar es siempre buena? Es decir, cuando digo o hago algo a alguien, lo hago pensando que eso mismo me gustaría que me lo dijeran a mí o que me lo hagan a mí o a alguien de mi familia. Porque, muchas veces, herimos a la gente con nuestras palabras o con nuestras acciones, o levantamos chismes sobre las personas, pero que, después, si lo mismo hacen con nosotros somos capaces de enfadarnos, de no hablarle a las personas, de darle vuelta la cara y no saludarlo, en fin, de no vivir el amor fraterno porque lo que me han hecho o dicho es lo mismo que yo he dicho o hecho.
A veces no ponemos reparo en las relaciones fraternas y nos dejamos llevar por los impulsos del temperamento o de lo que me dijeron, o de lo que pensé que podría haber sido, o de lo que me pareció que dijo o que dijeron... y así vamos, rompiendo relaciones con quienes han sido familia, o con quienes han sido amigos de toda la vida, o con parte de la comunidad.
"Entrad por la puerta estrecha. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos".
Y esa es la puerta estrecha: la del amor fraterno, la del perdón como Él nos ha perdonado, la del pensar antes de hablar, la de pedir perdón si he dañado a alguien o si me he equivocado. La puerta es tan estrecha que no nos deja pasar con todo aquello que vamos cargando y no logramos soltar en el camino de la Vida: rencores, desavenencias, mentiras, insultos, chismorreos, vanidad, soberbia, malos tratos, etc. etc. Son todas cosas que tenemos que ir haciendo desaparecer de nuestras vidas porque se nos pegan al alma y no sólo no nos dejan pasar a la Vida Nueva, sino que nos hacen daño y así seguimos haciendo daño a quienes queremos o hemos querido.

lunes, 24 de junio de 2024

Una voz que clama en el desierto

De los Sermones de san Agustín, obispo

La Iglesia celebra el nacimiento de Juan como algo sagrado, y él es el único de los santos cuyo nacimiento se festeja; celebramos el nacimiento de Juan y el de Cristo. Ello no deja de tener su significado, y, si nuestras explicaciones no alcanzaran a estar a la altura de misterio tan elevado, no hemos de perdonar esfuerzo para profundizarlo y sacar provecho de él.
Juan nace de una anciana estéril; Cristo, de una jovencita virgen. El futuro padre de Juan no cree el anuncio de su nacimiento y se queda mudo; la Virgen cree el del nacimiento de Cristo y lo concibe por la fe. Esto es, en resumen, lo que intentaremos penetrar y analizar; y, si el poco tiempo y las pocas facultades de que disponemos no nos permiten llegar hasta las profundidades de este misterio tan grande, mejor os adoctrinará aquel que habla en vuestro interior, aun en ausencia nuestra, aquel que es el objeto de vuestros piadosos pensamientos, aquel que habéis recibido en vuestro corazón y del cual habéis sido hechos templo.
Juan viene a ser como la línea divisoria entre los dos Testamentos, el antiguo y el nuevo. Así lo atestigua el mismo Señor, cuando dice: La ley y los profetas llegan hasta Juan. Por tanto, él es como la personificación de lo antiguo y el anuncio de lo nuevo. Porque personifica lo antiguo, nace de padres ancianos; porque personifica lo nuevo, es declarado profeta en el seno de su madre. Aún no ha nacido y, al venir la Virgen María, salta de gozo en las entrañas de su madre. Con ello queda ya señalada su misión, aun antes de nacer; queda demostrado de quién es precursor, antes de que él lo vea. Estas cosas pertenecen al orden de lo divino y sobrepasan la capacidad de la humana pequeñez. Finalmente, nace, se le impone el nombre, queda expedita la lengua de su padre. Estos acontecimientos hay que entenderlos con toda la fuerza de su significado.
Zacarías calla y pierde el habla hasta que nace Juan, el precursor del Señor, y abre su boca. Este silencio de Zacarías significaba que, antes de la predicación de Cristo, el sentido de las profecías estaba en cierto modo latente, oculto, encerrado. Con el advenimiento de aquel a quien se referían estas profecías, todo se hace claro. El hecho de que en el nacimiento de Juan se abre la boca de Zacarías tiene el mismo significado que el rasgarse el velo al morir Cristo en la cruz. Si Juan se hubiera anunciado a sí mismo, la boca de Zacarías habría continuado muda. Si se desata su lengua es porque ha nacido aquel que es la voz; en efecto, cuando Juan cumplía ya su misión de anunciar al Señor, le dijeron: Dinos quién eres. Y él respondió: Yo soy la voz del que clama en el desierto. Juan era la voz; pero el Señor era la Palabra que existía ya al comienzo de las cosas. Juan era una voz pasajera, Cristo la Palabra eterna desde el principio.

domingo, 23 de junio de 2024

Madurar la fe

Después les dijo: “¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?”
Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: “¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?”.

El miedo es algo natural y normal en nosotros, es algo instintivo que, aunque tengamos fe, siempre va a estar. Pero eso no significa que lo podamos vencer con el Don de la Fe. Y ahí está la diferencia. Para que podamos vencer el miedo con la fe es necesario que maduremos nuestra fe, pues, si bien es un Don de Dios, es un Don que hay que seguir madurando a lo largo de nuestra vida.
Cuando recibimos el agua bautismal el Espíritu Santo comienza a inhabitar en nosotros y, a partir de ese momento, es cuando debemos comenzar a madurar en la fe. Un proceso de maduración del que se deberían encargar los padres y los padrinos del bautismo, pues han sido ellos quienes han pedido el bautismo para su hijo o ahijado, y, además, se han comprometido, delante de Dios, a educar a ese nuevo hijo de Dios en la fe.
Pero, lamentablemente, casi nunca ocurre que los padres y padrinos eduquen en la fe, pues, quizás, tampoco ellos sepan cómo educar en la fe, o qué cosas enseñarle. No es que no tengan fe, sino que no han sabido madurar el Don recibido, y, por eso, muchas veces, nos quedamos (si tenemos buena memoria) con algunos conceptos aprendidos en la catequesis de comunión, o, si hemos seguido, en la de confirmación. Pasa que esos conceptos aprendidos en la niñez o adolescencia no son “útiles” para la madurez del adulto, pues han sido preparados para una cierta edad.
Y ¿cómo maduro en la fe? Como todo proceso vamos etapa por etapa, lo que sucede es que no hay una catequesis para mayores o para la tercera o cuarta edad. Por eso, con conciencia, busco herramientas para madurar: primero y principal son la oración personal y la misa, pues en el diálogo personal con Dios recibo su Gracia, y en la misa escucho su Palabra y me alimento con la Eucaristía. Después, también hay libros de espiritualidad muy buenos que ayudan a pensar y reflexionar, movimientos y asociaciones que acompañan el crecimiento espiritual y personal que son un camino de santificación.
Muchas veces nos encontramos con cristianos que dicen que han perdido la fe, pero no es cierto, pues el Espíritu Santo no se va de nosotros, sino que no hemos madurado y como no hemos madurado no sabemos qué hacer, y, como los apóstoles hacemos agua por todos lados y parece que nos hundimos en nuestros problemas y pesares, sin embargo Él está ahí, hay que escucharlo.

sábado, 22 de junio de 2024

El ejemplo de Santo Tomás Moro

"Entonces el Espíritu de Dios vino sobre Zacarías, hijo del sacerdote Joadá, que, erguido ante el pueblo, les dijo:
«Así dice Dios: “¿Por qué quebrantáis los mandamientos del Señor? ¡No tendréis éxito! Por haber abandonado al Señor, él os abandona”».
"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Nadie puede servir a dos señores. Porque despreciará a uno y amará al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero".
Santo Tomás Moro es uno de los santos que me han llamado, desde que conocí su vida, la atención y me ha dado pautas para mi vida, también. Tomás Moro era político, padre familia con 4 hijos, y, sobre todo, cristiano católico. Fue canciller de Enrique VIII y entregó su vida por defender la indisolubilidad del matrimonio ante Enrique VIII (creo que todo conocemos el por qué).
Hace unos días alguien me preguntaba (junto con otros sacerdotes) ¿la iglesia tiene que "meterse" en política? Y en esa pregunta hay dos respuestas y nace de una ignorancia, o falta de conciencia.
Podríamos preguntarnos ¿qué es la política? Alguna definición dice que es la actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo. Es decir que todos somos políticos, porque, de un modo o de otro actuamos en nuestra sociedad y vamos definiendo el perfil de nuestros pueblos y naciones.
Claro que eso me lleva a pensar: ¿La Iglesia tiene que actuar en política? Y ¿quiénes son iglesia? Todos los bautizados somos iglesia, formamos el Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia, así que todos tenemos la opción y, el derecho, de actuar en política pues todos formamos parte, también, de la sociedad civil a la que pertenecemos. ¿Por qué unos van a tener más voz que otros si todos formamos parte de esta sociedad?
Pero, por supuesto, se referían al actuar en política desde los partidos políticos. En esos partidos políticos hay, seguramente, bautizados que son Iglesia y ahí va otra pregunta: ¿esos bautizados saben si sus partidos políticos están de acuerdo con el Evangelio de Cristo? ¿O siendo bautizados aceptan doctrinas que están en contra de los Mandamientos y el Evangelio?
Y, ahí, es donde miro a Santo Tomás Moro y, por eso, San Juan Pablo II lo nombró patrono de los gobernantes y políticos, pues no se dejó corromper por las propuestas de Enrique VIII para actuar en contra de los mandamientos de Dios, sino que siguió fiel al Evangelio, incluso a costa de perder su vida.
Cuando su hija le pidió a Tomás que abdicara de sus ideas religiosas para salvar su vida, Tomás le respondió que si hiciera eso no sería el padre al que ella amaba, porque iría en contra de todo lo que él les había enseñado durante su vida.
Hoy no sólo necesitamos políticos comprometidos con el Evangelio, sino que Santo Tomás Moro nos enseña a todos que se puede ser Fiel a la Vida que el Señor nos dio hasta entregar nuestra vida por defender la Ley de Dios.

viernes, 21 de junio de 2024

Cantaré las misericordias del Señor

De una Carta de san Luis Gonzaga, dirigida a su madre

Pido para ti, ilustre señora, que goces siempre de la gracia y del consuelo del Espíritu Santo. Al llegar tu carta, me encuentro todavía en esta región de los muertos. Pero un día u otro ha de llegar el momento de volar al cielo, para alabar al Dios eterno en la tierra de los que viven. Yo esperaba poco ha que habría realizado ya este viaje antes de ahora. Si la caridad consiste, como dice san Pablo, en alegrarse con los que se alegran y llorar con los que lloran, ha de ser inmensa tu alegría, madre ilustre, al pensar que Dios me llama a la verdadera alegría, que pronto poseeré con la seguridad de no perderla jamás.
Te he de confesar, ilustre señora, que al sumergir mi pensamiento en la consideración de la divina bondad, que es como un mar sin fondo ni litoral, no me siento digno de su inmensidad, ya que él, a cambio de un trabajo tan breve y exiguo, me invita al descanso eterno y me llama desde el cielo a la suprema felicidad, que con tanta negligencia he buscado, y me promete el premio de unas lágrimas, que tan parcamente he derramado.
Considéralo una y otra vez, ilustre señora, y guárdate de menospreciar esta infinita benignidad de Dios, que es lo que harías si lloraras como muerto al que vive en la presencia de Dios y que con su intercesión puede ayudarte en tus asuntos mucho más que cuando vivía en este mundo. Esta separación no será muy larga; volveremos a encontrarnos en el cielo, y todos juntos, unidos a nuestro Salvador, lo alabaremos con toda la fuerza de nuestro espíritu y cantaremos eternamente sus misericordias, gozando de una felicidad sin fin. Al morir, nos quita lo que antes nos había prestado, con el solo fin de guardarlo en un lugar más inmune y seguro, y para enriquecernos con unos bienes que superan nuestros deseos.
Todo esto lo digo solamente para expresar mi deseo de que tú, ilustre señora, así como los demás miembros de mi familia, consideréis mi partida de este mundo como un motivo de gozo, y para que no me falte tu bendición materna en el momento de atravesar este mar hasta llegar a la orilla en donde tengo puestas todas mis esperanzas. Así te escribo, porque estoy convencido de que ésta es la mejor manera de demostrarte el amor y respeto que te debo como hijo.

jueves, 20 de junio de 2024

Pedimos Pan y Perdón

Del Tratado de san Cipriano, obispo y mártir, Sobre la oración del Señor

Continuamos la oración y decimos: Danos hoy nuestro pan de cada día. Esto puede entenderse en sentido espiritual o literal, pues de ambas maneras aprovecha a nuestra salvación. En efecto, el pan de vida es Cristo, y este pan no es sólo de todos en general, sino también nuestro en particular. Porque, del mismo modo que decimos: Padre nuestro, en cuanto que es Padre de los que lo conocen y creen en él, de la misma manera decimos: Nuestro pan, ya que Cristo es el pan de los que entramos en contacto con su cuerpo.
Pedimos que se nos dé cada día este pan, a fin de que los que vivimos en Cristo y recibimos cada día su eucaristía como alimento saludable no nos veamos privados, por alguna falta grave, de la comunión del pan celestial y quedemos separados del cuerpo de Cristo, ya que él mismo nos enseña: Yo soy el pan vivo bajado del cielo; todo el que coma de este pan vivirá eternamente; y el pan que yo voy a dar es mi carne ofrecida por la vida del mundo.
Por lo tanto, si él afirma que los que coman de este pan vivirán eternamente, es evidente que los que entran en contacto con su cuerpo y participan rectamente de la eucaristía poseen la vida; por el contrario, es de temer, y hay que rogar que no suceda así, que aquellos que se privan de la unión con el cuerpo de Cristo queden también privados de la salvación, pues el mismo Señor nos conmina con estas palabras: Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. Por eso pedimos que nos sea dado cada día nuestro pan, es decir, Cristo, para que todos los que vivimos y permanecemos en Cristo no nos apartemos de su cuerpo que nos santifica.
Después de esto, pedimos también por nuestros pecados, diciendo: Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Después del alimento, pedimos el perdón de los pecados.
Esta petición nos es muy conveniente y provechosa, porque ella nos recuerda que somos pecadores, ya que, al exhortarnos el Señor a pedir el perdón de los pecados, despierta con ello nuestra conciencia. Al mandarnos que pidamos cada día el perdón de nuestros pecados, nos enseña que cada día pecamos, y así nadie puede vanagloriarse de su inocencia ni sucumbir al orgullo.
Es lo mismo que nos advierte Juan en su carta, cuando dice: Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, fiel y bondadoso es el Señor para perdonarnos y purificarnos de toda iniquidad.
Dos cosas nos enseña en esta carta: que hemos de pedir el perdón de nuestros pecados, y que esta oración nos alcanza el perdón. Por esto dice que el Señor es fiel, porque él nos ha prometido el perdón de los pecados y no puede faltar a su palabra, ya que, al enseñarnos a pedir que sean perdonados nuestras ofensas y pecados, nos ha prometido su misericordia paternal y, en consecuencia, su perdón.

miércoles, 19 de junio de 2024

Tu Padre ve en lo secreto

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial".
Hoy en día vendría muy bien que nos dedicáramos un poco más a hacer las cosas sin que los demás se enteren, pero se nos ha metido el virus de la vanidad por todos lados y es imposible que dejemos de lado el publicar todo lo que hacemos. Vivimos en el mundo del chimorreo y somos culpables de hacer que los demás nos aplaudan por cada cosa que hacemos. Por lo tanto, como dice Jesús, no tendremos recompensa de nuestro Padre celestial.
Las redes sociales se han convertido para muchos, en el único pasatiempo y en el mayor de los vicios para mostrar al mundo lo que se hace, cómo se vive, o, mejor dicho, para mostrar al mundo lo quiero que vean de lo magnífico que soy y de cómo hago tan bien las cosas, para que todos puedan aplaudir mi vanidad y mi soberbia.
Hemos dejado de alimentar el espíritu para alimentar la superficialidad del mundo que nos rodea, porque aunque mostremos actividades espirituales y religiosas ¿con qué fin lo hacemos? ¿Es necesario que todo lo que hagamos sea para mostrarnos al mundo? ¿No será que nos hemos olvidado de las palabras de Jesús y nos dejamos llevar por la fama de los influencer creyendo que así damos testimonio de nuestra fe?
Es tan fácil dejarnos llevar por los aplausos de la fama que nos convertimos o creemos convertirnos en estrellas de la fe, siendo que eso son sólo fotos y datos que están hoy y mañana se olvidan, siendo sólo un like frívolo que pasa aprisa y queda sin respuesta en el corazón de alguno.
Buscar a Dios en lo secreto y vivir en lo secreto nos permite profundizar en el diálogo y, saliendo de las vanidades del mundo, nos ayuda a descubrir mejor la Voluntad de Dios y no quedarnos con lo que el mundo quiere o pretende de nosotros, sino buscando la Gracia, porque sólo así nuestras obras hablarán de lo que vivimos, y serán esas obras las que permitan a los hombres alabar a Dios, porque, muchas veces, detrás de una hermosa foto hay hechos y obras que no hablan del Amor a Dios y a los hermanos, sino que son todo lo contrario o difieren mucho de lo que Dios nos pide vivir cada día.

martes, 18 de junio de 2024

El camino de la conversión

"No hubo otro como Ajab que, instigado por su mujer Jezabel, se vendiera para hacer el mal a los ojos del Señor. Actuó del modo más abominable, yendo tras los ídolos, procediendo en todo como los amorreos a quienes el Señor había expulsado frente a los hijos de Israel".
La historia que nos cuenta el libro de los Reyes sobre Ajab y su mujer Jezabel parece algo muy duro, pero, si lo miramos a los ojos de lo que ocurre con el apetito de poder, y con el saberse más poderoso unos que otros, podemos llegar a ver que todavía sigue pasando lo mismo en nuestros días. Hay quienes se sienten tan poderosos que creen que pueden hacer cualquier cosa con tal de tener lo que anhelan, de conseguir lo que quieren sin tener consideración de nada ni de nadie, y, por eso mismo se creen mejores que los demás.
El pecado original ha dejado tan dañado el corazón del hombre que, cuando no se concentra en madurar una sana relación con Dios y una búsqueda constante de conversión, cae en situaciones de pecado que no se solucionan fácilmente.
Además, lo que más le cuesta al hombre moderno es la conversión y el pedir perdón por sus actos, aunque, muchas veces sabe que se ha equivocado y que debería pedir perdón, el orgullo es más fuerte que él y la vanidad le cierra el corazón hasta tal punto que pierde relaciones familiares, amistades y muchas otras cosas más, por no reconocer sus errores y pedir, humildemente, perdón.
Frente a esta realidad dolorosa del hombre el Señor nos pone un ideal muy alto, un ideal de vida que, para muchos, es difícil de vivir, pero no imposible si estamos llenos de Dios:
«Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».
La perfección en el amor que es el camino de la santidad, es el ideal de vida que nos presenta Jesús, un Camino que Él recorrió primero y nos enseñó que, a pesar del dolor que produce, es el único Camino que nos lleva a la Vida Verdadera, y a la plenitud del alma, del ser, pues somos hijos del Padre Celestial y hemos de alcanzar, con su Gracia, la vida plena del amor, para que, como Jesús nos lo dijo en la Última Cena: seamos uno en el amor para que el mundo crea.

lunes, 17 de junio de 2024

Nuestra oración es pública y común

 

San Cipriano

Tratado sobre el Padrenuestro 8-9

 

Ante todo, el Doctor de la paz y Maestro de la unidad no quiso que hiciéramos una oración individual y privada, de modo que cada cual rogara sólo por sí mismo. No decimos: «Padre mío, que estás en los cielos», ni: «El pan mío dámelo hoy», ni pedimos el perdón de las ofensas sólo para cada uno de nosotros, ni pedimos para cada uno en particular que no caigamos en la tentación y que nos libre del mal. Nuestra oración es pública y común, y cuando oramos lo hacemos no por uno solo, sino por todo el pueblo, ya que todo el pueblo somos como uno solo.

El Dios de la paz y el Maestro de la concordia, que nos enseñó la unidad, quiso que orásemos cada uno por todos, del mismo modo que él incluyó a todos los hombres en su persona. Aquellos tres jóvenes encerrados en el horno de fuego observaron esta norma en su oración, pues oraron al unísono y en unidad de espíritu y de corazón; así lo atestigua la sagrada Escritura que, al enseñarnos cómo oraron ellos, nos los pone como ejemplo que debemos imitar en nuestra oración: Entonces - dice- los tres, al unísono, cantaban himnos y bendecían a Dios. Oraban los tres al unísono, y eso que Cristo aún no les había enseñado a orar.

Por eso, fue eficaz su oración, porque agradó al Señor aquella plegaria hecha en paz y sencillez de espíritu. Del mismo modo vemos que oraron también los apóstoles, junto con los discípulos, después de la ascensión del Señor. Todos ellos - dice la Escritura- se dedicaban a la oración en común, junto con algunas mujeres, entre ellas Maria, la madre de Jesús, y con sus hermanos. Se dedicaban a la oración en común, manifestando con esta asiduidad y concordia de su oración que Dios, que hace habitar unánimes en la casa, sólo admite en la casa divina y eterna a los que oran unidos en un mismo espíritu.

¡Cuán importantes, cuántos y cuán grandes son, hermanos muy amados, los misterios que encierra la oración del Señor, tan breve en palabras y tan rica en eficacia espiritual! Ella, a manera de compendio, nos ofrece una enseñanza completa de todo lo que hemos de pedir en nuestras oraciones. Vosotros - dice el Señor- rezad así: «Padre nuestro, que estás en los cielos».

El hombre nuevo, nacido de nuevo y restituido a Dios por su gracia, dice en primer lugar: Padre, porque ya ha empezado a ser hijo. La Palabra vino a su casa - dice el Evangelio- y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Por esto, el que ha creído en su nombre y ha llegado a ser hijo de Dios debe comenzar por hacer profesión, lleno de gratitud, de su condición de hijo de Dios, llamando Padre suyo al Dios que está en los cielos.

domingo, 16 de junio de 2024

El Reino de Dios

 "El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo".

El Reino de Dios es algo por lo que rezamos constantemente: venga a nosotros Tu Reino, pero ¿sabemos que significa? ¿Sabemos qué es el Reino de Dios? Jesús utilizaba parábolas para explicárselo a la gente de su tiempo, pero también esas parábolas nos hablan a nosotros de lo que significa, de lo que es. No siempre entenderemos completamente lo que significan pues no podemos llegar a imaginarnos ese Reino real, pero sí podemos, y los hacemos, esperar que llegue a nosotros.
Pero fijaos una cosa: en cada parábola siempre hay alguien que interviene, que hace algo para que ese reino comience a nacer: un sembrador, en el caso de las parábolas de este domingo. Ese sembrador fue el Padre, por medio de Jesús, quien sembró en nosotros, el día de nuestro bautismo, el Reino de los Cielos en nuestra vida. Y, a partir de ese día nos toca a nosotros cultivarlo, así como se cultiva un campo sembrado o un huerto tendremos que regarlo, quitar las malas hierbas, no dejar que entren alimañas a destruirlo, y, sobre todo, enseñar a otros a cultivarlo. Y, quizás, como hacen muchos, compartir la buena semilla para que otros comiencen a sembrarlo en otros huertos y campos.
Esa es la razón por la que el Señor cuando nos enseña el Padre nuestro nos hace decir: “venga a nosotros Tu Reino, hágase Tu Voluntad en la tierra como en el Cielo”. Y ahí está nuestra responsabilidad: vivir en nuestra vida la Voluntad de Dios, pues así es como se sigue cultivando el Reino porque hacer la Voluntad del Padre es lo que hace llover la Gracia sobre el sembrado, y así, la buena semilla que es la Palabra de Dios va echando raíces profundas en nuestra vida, hasta que llega a dar buen fruto y convertirse en un gran árbol, capa de dar cobijo a muchas almas.
Y ahí tenemos otra responsabilidad: el Reino de Dios no es sólo para mí, sino que lo recibo, lo cultivo y da fruto para poder compartirlo con otros, pues el Reino de Dios es un Reino de Amor, un reino de personas que se aman, así como lo define San Lucas en los Hechos de los apóstoles: “con perseverancia acudían a diario al templo con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y eran bien vistos de todo el pueblo; y día tras día el Señor iba agregando a los que se iban salvando”.

sábado, 15 de junio de 2024

Cantar con mente y espíritu

De los Comentarios de san Ambrosio, obispo, sobre los salmos.

¿Qué cosa hay más agradable que los salmos? Como dice bellamente el mismo salmista: Alabad al Señor, que los salmos son buenos, nuestro Dios merece una alabanza armoniosa. Y con razón: los salmos, en efecto, son la bendición del pueblo, la alabanza de Dios, el elogio de los fieles, el aplauso de todos, el lenguaje universal, la voz de la Iglesia, la profesión armoniosa de nuestra fe, la expresión de nuestra entrega total, el gozo de nuestra libertad, el clamor de nuestra alegría desbordante. Ellos calman nuestra ira, rechazan nuestras preocupaciones, nos consuelan en nuestras tristezas. De noche son un arma, de día una enseñanza; en el peligro son nuestra defensa, en las festividades nuestra alegría; ellos expresan la tranquilidad de nuestro espíritu, son prenda de paz y de concordia, son como la cítara que aúna en un solo canto las voces más diversas y dispares. Con los salmos celebramos el nacimiento del día, y con los salmos cantamos a su ocaso.
En los salmos rivalizan la belleza y la doctrina; son a la vez un canto que deleita y un texto que instruye. Cualquier sentimiento encuentra su eco en el libro de los salmos. Leo en ellos: Cántico para el amado, y me inflamo en santos deseos de amor; en ellos voy meditando el don de la revelación, el anuncio profético de la resurrección, los bienes prometidos; en ellos aprendo a evitar el pecado y a sentir arrepentimiento y vergüenza de los delitos cometidos.
¿Qué otra cosa es el salterio sino el instrumento espiritual con que el hombre inspirado hace resonar en la tierra la dulzura de las melodías celestiales, como quien pulsa la lira del Espíritu Santo? Unido a este Espíritu, el salmista hace subir a lo alto, de diversas maneras, el canto de la alabanza divina, con liras e instrumentos de cuerda, esto es, con los despojos muertos de otras diversas voces; porque nos enseña que primero debemos morir al pecado y luego, no antes, poner de manifiesto en este cuerpo las obras de las diversas virtudes, con las cuales pueda llegar hasta el Señor el obsequio de nuestra devoción.
Nos enseña, pues, el salmista que nuestro canto, nuestra salmodia, debe ser interior, como lo hacía Pablo, que dice: Orar con el espíritu, pero orar también con la mente; cantar salmos con el espíritu, pero cantarlos también con la mente; con estas palabras nos advierte que debemos orientar nuestra vida y nuestros actos a las cosas de arriba, para que así el deleite de lo agradable no excite las pasiones corporales, las cuales no liberan nuestra alma, sino que la aprisionan más aún; el salmista nos recuerda que en la salmodia encuentra el alma su redención: Tocaré para ti la cítara, Santo de Israel; te aclamarán mis labios, Señor, mi alma, que tú redimiste.

viernes, 14 de junio de 2024

Cada día un poco más

 

"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo "No cometerás adulterio". Pues yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”.
Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.
"No he venido a abolir la Ley, sino a darle plenitud", le respondió Jesús a los escribas y fariseos, y así lo fue diciendo y haciendo en su vida terrenal, y nos lo enseñó para que, también, nosotros llevemos a plenitud aquello que el Padre nos ha mandado por medio de los mandamientos. El Señor no quiere que caigamos, otra vez, en el mero cumplimiento de la letra de la Ley, sino que descubramos el espíritu de la Ley y lo llevemos a la vida por medio del amor.
Para ello, el Padre nos ha dotado de un valor humano extraordinario para poder llevar a cabo este proceso: la magnanimidad, que no es sólo hacer lo mejor sino ir más allá de lo mejor, por eso, Jesús nos dijo que no sólo seamos buenos, sino "sed perfectos porque vuestro Padre celestial es perfecto, y sed santos porque vuestro Padre es santo". No es simplemente "yo no mato ni robo", sino "amaos unos a otros como Yo os he amado", y la vivencia plena del amor como lo vivió Jesús, no sólo por su Padre sino por nosotros, y no sólo siendo bueno sino aceptando la Voluntad de Dios hasta la muerte y muerte en cruz.
Ese camino que Él recorrió primero que nosotros es el que nos tenemos que animar a recorrer, pero no podremos hacerlo solos, pues "sin Mí no podéis hacer nada", debemos recorrerlo con Él y para eso hemos de estar en Él, alimentarnos de Él, escuchar Su Palabra, hablar con Él pues Él es el Camino que tenemos que vivir.
Cuando sólo nos quedamos con la letra de la Ley o haciendo sólo lo justo y necesario para ser, medianamente, buenos es cuando nos damos cuenta que no hemos comprendido ni entendido el mensaje que Jesús vino a traernos, pues Él no vino a darnos indicaciones sino que vino a darnos una Vida, y una Vida Nueva para hacer Nueva todas las cosas, por eso, hemos de tomar la decisión de renovarnos según lo que el Espíritu Santo nos vaya diciendo, y dejando atrás todo aquello que no es del Espíritu para que nuestra vida, cada día, sea una Vida Nueva como el Padre quiere que lo sea.

jueves, 13 de junio de 2024

La fuerza de las palabras

De los Sermones de san Antonio de Padua, presbítero

El que está lleno del Espíritu Santo habla diversas lenguas. Estas diversas lenguas son los diversos testimonios que da de Cristo, como por ejemplo la humildad, la pobreza, la paciencia y la obediencia, que son las palabras con que hablamos cuando los demás pueden verlas reflejadas en nuestra conducta. La palabra tiene fuerza cuando va acompañada de las obras. Cesen, por favor, las palabras y sean las obras quienes hablen. Estamos repletos de palabras, pero vacíos de obras, y por esto el Señor nos maldice como maldijo aquella higuera en la que no halló fruto, sino hojas tan sólo. «La norma del predicador —dice san Gregorio— es poner por obra lo que predica.» En vano se esfuerza en propagar la doctrina cristiana el que la contradice con sus obras.
Pero los apóstoles hablaban según les hacía expresarse el Espíritu Santo. ¡Dichoso el que habla según le hace expresarse el Espíritu Santo y no según su propio sentir!
Porque hay algunos que hablan movidos por su propio espíritu, roban las palabras de los demás y las proponen como suyas, atribuyéndolas a sí mismos. De estos tales y de otros semejantes dice el Señor por boca de Jeremías: Aquí estoy yo contra los profetas que se roban mis palabras uno a otro. Aquí estoy yo contra los profetas —oráculo del Señor— que manejan la lengua para echar oráculos. Aquí estoy yo contra los profetas de sueños falsos —oráculo del Señor—, que los cuentan para extraviar a mi pueblo, con sus embustes y jactancias. Yo no los mandé ni los envié, por eso son inútiles a mi pueblo —oráculo del Señor—.
Hablemos, pues, según nos haga expresarnos el Espíritu Santo, pidiéndole con humildad y devoción que infunda en nosotros su gracia, para que completemos el significado quincuagenario del día de Pentecostés, mediante el perfeccionamiento de nuestros cinco sentidos y la observancia de los diez mandamientos, y para que nos llenemos de la ráfaga de viento de la contrición, de manera que, encendidos e iluminados por los sagrados esplendores, podamos llegar a la contemplación del Dios uno y trino.

miércoles, 12 de junio de 2024

Discípulos y maestros

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».
Esto es lo que, a veces, no entendemos los cristianos: que la Ley y los Profetas, y, también, el Evangelio son la base de nuestra vida cristiana, y no será revocada ni abolida por ninguna autoridad humana. Por eso debemos prestarle suma importancia en el día a día, y, sobre todo, madurar, desde una oración reflexiva, en su contenido, pues la Palabra de Dios es viva y eficaz y discierne, o mejor, nos ayuda a discernir la Voluntad de Dios para nuestras vidas.
Cuando nos hemos decidido por seguirlo a Jesús, y no sólo por llamarnos cristianos, sino por seguirlo a Jesús sea cual sea el camino por el cual estoy caminando: sacerdotal, consagrado, laical, en todos esos caminos soy discípulo y maestro. Es decir, siempre seremos discípulos del Señor, por lo tanto, siempre tendremos que seguir aprendiendo y madurando, en el estilo de vida que nos ha pedido vivir, en el espíritu. Y, a la vez, seremos maestros pues iremos enseñando con nuestra vida cómo vivir la Palabra, la Voluntad de Dios en el día a día.
Por eso Jesús nos dice: "el que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos". Y, en otro lado nos dice: "«Es imposible que no haya escándalos; pero ¡ay de quien los provoca! Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar". Y, muchas veces, por no vivir coherentemente la Palabra o por vivir en contra de la Palabra escandalizamos a los más pequeños y, otras veces, les mostramos el camino equivocado de fidelidad a la Voluntad de Dios.
Hoy por hoy, necesitamos ser coherentes en nuestra vivencia de la fe cristiana, el mundo necesita que seamos coherentes con lo que vivimos, pues, como el mismo Jesús nos lo repite y nos lo pide: sed luz, sal y fermento en el mundo. Nuestra vida cristiana es la que enseña y manifiesta lo que realmente creemos e intentamos vivir. Nuestras palabras pueden ser muy lindas y estar muy bien argumentadas, pero si en la vida no somos luz sino tinieblas, entonces de nada vale lo que predicamos.

martes, 11 de junio de 2024

Aparentar o ser, esa es la cuestión

"Llegó la noticia a oídos de la Iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía; al llegar y ver la acción de la gracia de Dios, se alegró mucho, y exhortaba a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño; porque era un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe. Y una multitud considerable se adhirió al Señor".
Así tendríamos que ser los apóstoles del Señor, es decir, todos los bautizados y que pertenecemos a una Iglesia Apostólica, como la nuestra, estamos llamados a ser apóstoles del Señor: "hombres buenos, llenos del Espíritu Santo y de fe que exhortamos a todos a seguir unidos al Señor".
¿Por qué? Porque si no estamos llenos del Espíritu Santo, o, mejor dicho, si no vamos actualizando nuestra vida cristiana y nos alimentamos con la Palabra y los sacramentos, no estaremos madurando en nuestra fe y nuestro compromiso con el Señor, sino que estaremos llevando un nombre pero no siendo lo que realmente tenemos que ser.
Y lo que tenemos que ser es lo que dice el Señor:
«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».
Si no maduramos en la relación con el Señor, si no nos alimentamos con el Pan de la Vida, si no recibimos las Gracias necesarias por medio de los sacramentos ¿podemos ser fieles al Señor? ¿Podemos llegar a dar un buen testimonio de una vida cristiana si hacemos sólo lo que tenemos ganas? ¿Podemos llegar a iluminar si no está la Luz del Espíritu en nosotros? ¿No será acaso que daremos una falsa imagen de ser apóstoles de Cristo si no estamos realmente unidos a Él, viviendo la Voluntad de Dios?
A veces, nos acostumbramos a vivir en el mundo y su espíritu se cuela en nuestras vidas, y, sin darnos cuenta, sólo aparentamos ser cristianos, pero no llevamos una vida cristiana. Por eso, no llegamos a ser sal, ni luz, ni fermento como el Señor quiere que seamos, sino que nos conformamos con que lo que hacemos está bien, o, mejor dicho, no está mal lo que hacemos, pero, en realidad no es lo que Dios quiere, sino lo que nos gusta.

lunes, 10 de junio de 2024

Los pobres en el espíritu

"En aquel tiempo al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos".
Hoy que ya hemos terminado con las elecciones europeas, me da para pensar que el programa de Jesús no fue nunca un programa político ni tan siquiera se acercó a lo que se podría hacer desde la política, ni tan siquiera desde un programa humano como lo pensamos en estos tiempos.
Hoy en día no podríamos pensar que las Bienaventuranzas puedan ser atractivas a nivel humano, porque no nos hablan de lo que todos anhelamos sino de lo que todos debemos hacer. Por eso, no hay que mirar o leer las Bienaventuranzas desde el ideal humano, sino desde el ideal divino, sobrenatural y descubriremos el valor que tienen para todos.
Por eso, la primera de la bienaventuranzas es la que le da sentido a todas las demás, pues sin la primera no se entiende el resto: bienaventurados los pobres en el espíritu. La pobreza espiritual (que no es la misma que la material aunque se asemeja) es la que nos mantiene con los pies en el suelo, sabiendo que lo que buscamos no es la riqueza del espíritu que nos lleva a la soberbia y a la vanidad, sino que nos hace ser conscientes de nuestra necesidad del Padre. Se podría decir que la pobreza espiritual va muy unida a la infancia espiritual, al sentirnos niños frente a Dios, sabiendo que no lo sabemos todo, que no podemos todo, que no tenemos todo solucionado y que necesitamos del Padre para poder alcanzar lo que Él ha suscitado en nuestros corazones.
A partir del sentirnos pobres en el espíritu vamos a poder descubrir que Él nos lo da todo sin pedir, porque, como escribe san Pablo: "no sabemos pedir como conviene", pero, si dejamos al Espíritu que habita en nosotros, Él pedirá lo que realmente necesitamos y el Padre nos lo concederá.
Por otro lado, la pobreza espiritual nos hace sentirnos, siempre, cercanos a los demás, nos ayuda a madurar en la verdadera humildad de saber que no somos más que nadie ni estamos más arriba que nadie, sino que nos ayuda a ocupar nuestro lugar, no sólo en la familia, sino en la sociedad y en la comunidad. Y que cualquier cargo o responsabilidad que el Padre nos pida vivir la podremos hacer sin caer en la soberbia o el mal orgullo de querer oprimir al otro o ningunearlo por haber conseguido algo que otros no puedan lograr.
Por eso, y por mas cosas, el espíritu de pobres nos ayuda a reconocernos necesitados de los hermanos y de Dios, sobre todo, y a no caer en la autosuficiencia de que yo puedo con todo, sino que necesito de los demás, ya sea en el llanto, en el desconsuelo y hasta para ser fuerte cuando llegue la hora de defender mi fe.

domingo, 9 de junio de 2024

Familia de Cristo

“Jesús respondió: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y dirigiendo su mirada sobre los que estaban sentados alrededor de Él, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. Porque el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre».

Somos Familia de Cristo, somos Iglesia, cuando hacemos la Voluntad de Dios, cuando vivimos como hermanos y nos sentamos a la misma Mesa a participar del Pan Celestial que alimenta nuestra vida de Fe, de Amor y de Esperanza.
La Voluntad de Dios es lo que centra la vida de la Iglesia, de una Comunidad parroquial, y la descubrimos por medio de Su Palabra y la celebramos en el Banquete Eucarístico, porque Él mismo nos dijo: “Sin Mí no podéis hacer nada”, y con eso se refería a que sin Él no podemos llegar a formar verdaderamente su Cuerpo Místico, pues Él es la Cabeza de este Cuerpo que se llama Iglesia, Familia de los hijos de Dios.
Pero, resulta que, para muchos, no es necesario participar de la vida sacramental para ser Familia de Dios, y así, sin pensarlo, están despreciando el valor infinito que tiene para los católicos la Eucaristía, el Sacramento de la Reconciliación, y, sobre todo el Banquete Celestial que es un Banquete Fraternal, donde purificando el corazón, escuchando la Palabra y alimentándonos con la Eucaristía, seguimos, a pesar de nuestros pecados y errores, construyendo un Reino de Personas que se aman, que es lo que realmente es la Iglesia, y lo pedimos, constantemente en el Padre nuestro: “venga a nosotros Tu Reino, hágase Tu Voluntad en la tierra como en el Cielo”.
¿Cómo podemos vivir nuestra Fe sin alimentarnos con la Palabra y la Eucaristía? ¿Es mentira lo que nos dice Jesús que sin Él no podemos hacer nada? ¿Cómo construimos y formamos parte de la Familia de Dios, de la Iglesia, si en el centro de nuestras vidas no está Cristo y, menos aún, si no nos alimentamos de Él?
Vivir la Voluntad de Dios no es fácil, menos en los tiempos que corren pues vivimos en una sociedad desacralizada, donde Dios no forma parte o no quieren que forme parte de nuestras vidas. Y, si nosotros, a quienes Cristo llamó “sois la luz del mundo”, no nos alimentamos ni vivimos lo que Él nos ha pedido ¿quién iluminará las tinieblas del mundo para que encuentren el Camino de la Salvación? Si no iluminamos nuestras vidas con Su Palabra y no la alimentamos con el Pan de Vida ¿somos verdaderos discípulos de Cristo y enseñamos el Camino hacia Él?

sábado, 8 de junio de 2024

María conservaba todo en su corazón

De los Sermones de san Lorenzo Justiniano, obispo

María iba reflexionando sobre todas las cosas que había conocido leyendo, escuchando, mirando, y de este modo su fe iba en aumento constante, sus méritos crecían, su sabiduría se hacía más clara y su caridad era cada vez más ardiente. Su conocimiento y penetración, siempre renovados, de los misterios celestiales la llenaban de alegría, la hacían gozar de la fecundidad del Espíritu, la atraían hacia Dios y la hacían perseverar en su propia humildad. Porque en esto consisten los progresos de la gracia divina, en elevar desde lo más humilde hasta lo más excelso y en ir transformando de resplandor en resplandor. Bienaventurada el alma de la Virgen que, guiada por el magisterio del Espíritu que habitaba en ella, se sometía siempre y en todo a las exigencias de la Palabra de Dios.
Ella no se dejaba llevar por su propio instinto o juicio, sino que su actuación exterior correspondía siempre a las insinuaciones internas de la sabiduría que nace de la fe. Convenía, en efecto, que la sabiduría divina, que se iba edificando la casa de la Iglesia para habitar en ella, se valiera de María santísima para lograr la observancia de la ley, la purificación de la mente, la justa medida de la humildad y el sacrificio espiritual.
Imítala tú, alma fiel. Entra en el templo de tu corazón, si quieres alcanzar la purificación espiritual y la limpieza de todo contagio de pecado. Allí Dios atiende más a la intención que a la exterioridad de nuestras obras. Por esto, ya sea que por la contemplación salgamos de nosotros mismos para reposar en Dios, ya sea que nos ejercitemos en la práctica de las virtudes o que nos esforcemos en ser útiles a nuestro prójimo con nuestras buenas obras, hagámoslo de manera que la caridad de Cristo sea lo único que nos apremie. Éste es el sacrificio de la purificación espiritual, agradable a Dios, que se ofrece no en un templo hecho por mano de hombres, sino en el templo del corazón, en el que Cristo el Señor entra de buen grado.

viernes, 7 de junio de 2024

En Tí está la Fuente Viva

Opúsculo de San Buenaventura.

Y tú, hombre redimido, considera quién, cuál y cuán grande es éste que está pendiente de la cruz por ti. Su muerte resucita a los muertos, su tránsito lo lloran los cielos y la tierra, y las mismas piedras, como movidas de compasión natural, se quebrantan. ¡Oh corazón humano, más duro eres que ellas, si con el recuerdo de tal víctima ni el temor te espanta, ni la compasión te mueve, ni la compunción te aflige, ni la piedad te ablanda!
Para que del costado de Cristo dormido en la cruz se formase la Iglesia y se cumpliese la Escritura que dice: Mirarán al que atravesaron, uno de los soldados lo hirió con una lanza y le abrió el costado. Y fue permisión de la divina providencia, a fin de que, brotando de la herida sangre y agua, se derramase el precio de nuestra salud, el cual, manando de la fuente arcana del corazón, diese a los sacramentos de la Iglesia la virtud de conferir la vida de la gracia, y fuese para los que viven en Cristo como una copa llenada en la fuente viva, que salta hasta la vida eterna.
Levántate, pues, alma amiga de Cristo, y sé la paloma que anida en la pared de una cueva; sé el gorrión que ha encontrado una casa y no deja de guardarla; sé la tórtola que esconde los polluelos de su casto amor en aquella abertura sacratísima. Aplica a ella tus labios para que bebas el agua de las fuentes del Salvador. Porque ésta es la fuente que mana en medio del paraíso y, dividida en cuatro ríos que se derraman en los corazones amantes, riega y fecunda toda la tierra.
Corre, con vivo deseo, a esta fuente de vida y de luz, quienquiera que seas, ¡oh alma amante de Dios!, y con toda la fuerza del corazón exclama:
«¡Oh hermosura inefable del Dios altísimo, resplandor purísimo de la eterna luz! ¡Vida que vivificas toda vida y luz que iluminas toda luz y conservas en perpetuo resplandor millares de luces, que desde la primera aurora fulguran ante el trono de tu divinidad!
¡Oh eterno e inaccesible, claro y dulce manantial de la fuente oculta a los ojos mortales, cuya profundidad es sin fondo, cuya altura es sin término, su anchura ilimitada y su pureza imperturbable!
De ti procede el río que alegra la ciudad de Dios, para que, con voz de regocijo y gratitud, te cantemos himnos de alabanza, probando por experiencia que en ti está la fuente viva, y tu luz nos hace ver la luz.

jueves, 6 de junio de 2024

Ver a Cristo en nosotros

 Del Comentario de san Agustín, obispo, sobre la carta a los Gálatas.

Dice el Apóstol: Sed como yo, que, siendo judío de nacimiento, mi criterio espiritual me hace tener en nada las prescripciones materiales de la ley. Ya que yo soy como vosotros, es decir, un hombre. A continuación, de un modo discreto y delicado, les recuerda su afecto, para que no lo tengan por enemigo. Les dice, en efecto: En nada me habéis ofendido, como si dijera: «No penséis que mi intención sea ofenderos.»
En este sentido les dice también: ¡Hijos míos!, para que lo imiten como a padre. Por quienes sufro de nuevo dolores de parto —continúa—, hasta ver a Cristo formado en vosotros. Esto lo dice más bien en persona de la madre Iglesia, ya que en otro lugar afirma: Nos mostramos amables con vosotros, como una madre que cuida con cariño de sus hijos.
Cristo es formado, por la fe, en el hombre interior del creyente, el cual es llamado a la libertad de la gracia, es manso y humilde de corazón, y no se jacta del mérito de sus obras, que es nulo, sino que reconoce que la gracia es el principio de sus pobres méritos; a éste puede Cristo llamar su humilde hermano, lo que equivale a identificarlo consigo mismo, ya que dice: Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. Cristo es formado en aquel que recibe la forma de Cristo, y recibe la forma de Cristo el que vive unido a él con un amor espiritual.
El resultado de este amor es la imitación perfecta de Cristo, en la medida en que esto es posible. Quien dice que está siempre en Cristo —dice san Juan— debe andar de continuo como él anduvo.
Mas como sea que los hombres son concebidos por la madre para ser formados, y luego, una vez ya formados, se les da a luz y nacen, puede sorprendernos la afirmación precedente: Por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros. A no ser que entendamos este sufrir de nuevo dolores de parto en el sentido de las angustias que le causó al Apóstol su solicitud en darlos a luz para que nacieran en Cristo; y ahora de nuevo los da a luz dolorosamente por los peligros de engaño en que los ve envueltos. Esta preocupación que le producen tales cuidados, acerca de ellos, y que él compara a los dolores de parto, se prolongará hasta que lleguen a la medida de Cristo en su plenitud, para que ya no sean llevados por todo viento de doctrina.
Por consiguiente, cuando dice: Por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros, no se refiere al inicio de su fe, por el cual ya habían nacido, sino al robustecimiento y perfeccionamiento de la misma. En este mismo sentido habla en otro lugar, con palabras distintas, de este parto doloroso, cuando dice: La responsabilidad que pesa sobre mí diariamente, mi preocupación por todas las Iglesias. ¿Quién sufre angustias sin que yo las comparta? ¿Quién es impugnado por el enemigo sin que esté yo en ascuas?

miércoles, 5 de junio de 2024

Velar por el rebaño

De las Cartas de san Bonifacio, obispo y mártir

La Iglesia, que como una gran nave surca los mares de este mundo, y que es azotada por las olas de las diversas pruebas de esta vida, no ha de ser abandonada a sí misma, sino gobernada.

De ello nos dan ejemplo nuestros primeros padres Clemente y Cornelio y muchos otros en la ciudad de Roma, Cipriano en Cartago, Atanasio en Alejandría, los cuales, bajo el reinado de los emperadores paganos, gobernaban la nave de Cristo, su amada esposa, que es la Iglesia, con sus enseñanzas, con su protección, con sus trabajos y sufrimientos hasta derramar su sangre.

Al pensar en éstos y otros semejantes, me estremezco y me asalta el temor y el terror, me cubre el espanto por mis pecados, y de buena gana abandonaría el gobierno de la Iglesia que me ha sido confiado, si para ello encontrara apoyo en el ejemplo de los Padres o en la sagrada Escritura.

Mas, puesto que las cosas son así y la verdad puede ser impugnada, pero no vencida ni engañada, nuestra mente fatigada se refugia en aquellas palabras de Salomón: Confía en el Señor con toda el alma, no te fíes de tu propia inteligencia; en todos tus caminos piensa en él, y él allanará tus sendas. Y en otro lugar: Torre fortísima es el nombre del Señor, en él espera el justo y es socorrido. Mantengámonos en la justicia y preparemos nuestras almas para la prueba; sepamos aguantar hasta el tiempo que Dios quiera y digámosle: Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

Tengamos confianza en él, que es quien nos ha impuesto esta carga. Lo que no podamos llevar por nosotros mismos, llevémoslo con la fuerza de aquel que es todopoderoso y que ha dicho: Mi yugo es suave y mi carga ligera. Mantengámonos firmes en la lucha en el día del Señor, ya que han venido sobre nosotros días de angustia y aflicción. Muramos, si así lo quiere Dios, por las santas leyes de nuestros padres, para que merezcamos como ellos conseguir la herencia eterna.

No seamos perros mudos, no seamos centinelas silenciosos, no seamos mercenarios que huyen del lobo, sino pastores solícitos que vigilan sobre el rebaño de Cristo, anunciando el designio de Dios a los grandes y a los pequeños, a los ricos y a los pobres, a los hombres de toda condición y de toda edad, en la medida en que Dios nos dé fuerzas, a tiempo y a destiempo, tal como lo escribió san Gregorio en su libro a los pastores de la Iglesia.

martes, 4 de junio de 2024

De ayer para hoy

"Así, pues, queridos míos, ya que estáis prevenidos, estad en guardia para que no os arrastre el error de esa gente sin principios ni decaiga vuestra firmeza. Por el contrario, creced en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él la gloria ahora y hasta el día eterno".
Fantástica advertencia de San Pedro. Hace dos mil años, San Pedro, escribía esta carta a los cristianos, pero pareciera que la ha escrito hace muy poco, aunque, para algunos sea demasiado tarde. ¿Por qué? Porque no son pocos los cristianos que se han dejado arrastrar por las ideologías del mundo, por el pecado del mundo y creyendo que "porque muchos lo hacen", entonces todo está bien.
Al dejarse tentar y arrastrar por las ideologías y vivencias del mundo se han olvidado de lo central del evangelio y de los consejos de Jesús en el mismo, sabiendo que ese es el único Camino de la Salvación. Así, muchas han convertido al cristianismo en un mercadillo de ideas y de idelogías para que cada uno pueda elegir a su manera y vivir el Camino de Cristo según su antojo.
"Estad prevenidos, estad en guardia para que no os arrastre el error de esa gente sin principios ni decaiga vuestra firmeza".
Y no hemos estado prevenidos, ni consagrados, ni sacerdotes, ni laicos, ni obispos, sino que nos ha invadido con mucha fuerza el espíritu del mundo y nos hemos quedado sin los principios esenciales del cristianismo, dejándonos convencer de que está bien lo que yo pienso y lo que yo tengo ganas de vivir, pues soy libre y todo lo puedo hacer. Por eso, hemos ido pervirtiendo el mensaje de Jesús de tal manera que ya no se conoce a Cristo, sino que se sigue a personas que hablan de Jesús, pero que no nos dan la Palabra de Dios como camino de Salvación.
"Les replicó: «Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios».
En lugar de dar a Dios lo que es de Dios, nos hemos dejado tentar y hemos puesto al mundo como Dios, y la fidelidad que le debemos a Dios se la debemos al mundo y al espíritu del Príncipe de este mundo, creyendo que todo está bien, dejando de lado los mandamientos de Dios y el Evangelio de Jesucristo.
"Queridos hermanos:
¡Esperáis y apresuráis la llegada del Día de Dios! Ese día los cielos se disolverán incendiados y los elementos se derretirán los elementos.
Pero nosotros, según su promesa, esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia.
Por eso, queridos míos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con él, intachables e irreprochables y considerad que la paciencia de nuestro Señor es nuestra salvación".

lunes, 3 de junio de 2024

La dieta del espíritu

"Queridos hermanos:
A vosotros gracia y paz abundantes por el conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor.
Pues su poder divino nos ha concedido todo lo que conduce a la vida y a la piedad, mediante el conocimiento del que nos ha llamado con su propia gloria y potencia, con las cuales se nos han concedido las preciosas y sublimes promesas, para que, por medio de ellas, seáis partícipes de la naturaleza divina, escapando de la corrupción que reina en el mundo por la ambición, en vista de ello, poned todo empeño en añadir a vuestra fe la virtud, a la virtud el conocimiento, al conocimiento la templanza, a la templanza la paciencia, a la paciencia la piedad, a la piedad el cariño fraterno, y al cariño fraterno el amor".
Muchas veces decimos que la Palabra de Dios es eterna, que es viva, y, nada más lógico para decir con esta carta de San Pedro. Creo que Dios, como siempre, mira nuestra realidad y nos escribe para que reconozcamos lo que tenemos que hacer y cómo vivir: "escapando de la corrupción que reina en el mundo", que, no es sólo la ambición del dinero (ésta de manera especial) pero hay una ambición que va más allá del dinero: la fama, la popularidad, el poder, y todo lo que se desprende de las mentiras del príncipe de este mundo que nos hace creer que son buenas oportunidades.
Y ¿cuál es el camino para no dejarnos tentar por esta ambición mundana y satánica? "Poned todo empeño en añadir a vuestra fe la virtud, a la virtud el conocimiento, al conocimiento la templanza, a la templanza la paciencia, a la paciencia la piedad, a la piedad el cariño fraterno, y al cariño fraterno el amor". Es que no hay mejor camino que este que nos ha indicado el Señor por medio de San Pedro.
Por supuesto que nada de esto lo conseguiremos en un día, pero sí lo tenemos que tener como método de vida, un cuadro colgado y pegado en el frigorífico como si fuera la dieta para estar mejor. Y, sí, en realidad es la dieta para estar mejor en el espíritu y si el espíritu está mejor el cuerpo también, porque somos cuerpo y espíritu, pero, muchas veces, dejamos de lado lo espiritual por ocuparnos del cuerpo.
Y, si dejamos de oír al mundo nos ocupamos un poco más del espíritu? Quizás sea lo que nos falta para hacer frente a la ambición del mundo, y volver a lo que dejamos de ser: hijos de Dios, que están en el mundo pero no son del mundo.

domingo, 2 de junio de 2024

Corpus Christi

"Mientras comían, tomó pan y, pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo». Después, tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y les dijo: «Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos”.

La fiesta de Corpus Christi no es una fiesta cualquiera, ni tampoco una procesión como tantas otras. La Fiesta del Corpus no reúne en torno al Misterio de nuestra fe: la transubstanciación del pan en el Cuerpo y del vino en la Sangre de Jesús, el misterio de la Eucaristía. Para nosotros, lo sabemos todos por la fe, que es Jesús vivo verdadero en su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, lo que adoramos y comulgamos. Es la Eucaristía la que hace presente el Cielo en la tierra y la que nos alimenta con un Dios que entregó su vida por amor a nosotros, para que nosotros tuviéramos Vida en Él.
A veces nos encontramos con cristianos que no valoran la Eucaristía como el alimento necesario para nuestra vida espiritual, sino que lo consideran algo más o, incluso, algo que no tiene tanto valor como las imágenes y devociones de santos. Es ahí donde vemos que no se nos ha educador o formado bien en nuestra vida cristiana, porque dejamos de lado el comulgar o saludar al Señor en el Sagrario o hacer la Visita al Santísimo cuando está expuesto.
Y así, si miramos con ojos de fe, vamos a descubrir que la procesión del Corpus Christi no es una procesión como tantas otras, sino que salimos juntos al Señor Vivo y Verdadero, así como salían los apóstoles por las calles de Jerusalén, o por los caminos por dónde recorrían Tierra Santa. Del mismo modo que ellos conversaban y convivían con Él, así también nosotros vamos junto a Él en la procesión. Es un acto de adoración y encuentro con nuestro Dios Vivo y Verdadero, no es una imagen como las de Semana Santa o de los Patronos del Pueblo que sólo representan lo que ellos eran, sino que es Jesús Eucarístico, Jesús Vivo Resucita entre nosotros.
En este Domingo de Corpus seremos nosotros, los católicos, quienes daremos testimonio de nuestra Fe, de nuestro saber estar con Jesús, de mostrar que, aunque nos consideren locos es una locura que nos da Vida y de la verdadera, pues es Su Vida la que recibimos cuando estamos con Él, cuando caminamos con Él, cuando nos alimentamos con Él, pues Jesús nos dijo: sin Mí no podéis hacer nada. Por eso, con confianza, con mucho amor y agradecimiento por la Vida que nos dio, no sólo lo acompañamos como lo hicieron los apóstoles, sino que al acompañarlo Él nos bendice, nos fortalece y, sobre todo, nos sigue amando y su Amor se traduce en Gracias, Gracias necesarias y suficientes para poder seguir recorriendo el Camino de la Vida que Él recorrió primero.

sábado, 1 de junio de 2024

El testimonio de los mártires

De las Actas del martirio de los santos Justino y compañeros

Aquellos santos varones, una vez apresados, fueron conducidos al prefecto de Roma, que se llamaba Rústico. Cuando estuvieron ante el tribunal, el prefecto Rústico dijo a Justino:
«Antes que nada, profesa tu fe en los dioses y obedece a los emperadores.»
Justino respondió:
«No es motivo de acusación ni de detención el hecho de obedecer a los mandamientos de nuestro Salvador Jesucristo.»
Rústico dijo:
«¿Cuáles son las enseñanzas que profesas?»
Respondió Justino:
«Yo me he esforzado en conocer toda clase de enseñanzas, pero he abrazado las verdaderas enseñanzas de los cristianos, aunque no sean aprobadas por los que viven en el error.»
El prefecto Rústico dijo:
«¿Y tú las apruebas, miserable?»
Respondió Justino:
«Así es, ya que las sigo según sus rectos principios.»
Dijo el prefecto Rústico:
«¿Y cuáles son estos principios?»
Justino respondió:
«Que damos culto al Dios de los cristianos, al que consideramos como el único creador desde el principio y artífice de toda la creación, de todo lo visible y lo invisible, y al Señor Jesucristo, de quien anunciaron los profetas que vendría como mensajero de salvación al género humano y maestro de insignes discípulos. Y yo, que no soy más que un mero hombre, sé que mis palabras están muy por debajo de su divinidad infinita, pero admito el valor de las profecías que atestiguan que éste, al que acabo de referirme, es el Hijo de Dios. Porque sé que los profetas hablaban por inspiración divina al vaticinar su venida a los hombres.»
Rústico dijo:
«Luego, ¿eres cristiano?»
Justino respondió:
«Así es, soy cristiano.»
El prefecto dijo a Justino:
«Escucha, tú que eres tenido por sabio y crees estar en posesión de la verdad: si eres flagelado y decapitado ¿estás persuadido de que subirás al cielo?»
Justino respondió:
«Espero vivir en la casa del Señor, si sufro tales cosas, pues sé que, a todos los que hayan vivido rectamente, les está reservado el don de Dios para el fin del mundo.»
El prefecto Rústico dijo:
«Tú, pues, supones que has de subir al cielo, para recibir un cierto premio merecido.»
Justino respondió:
«No lo supongo, lo sé con certeza.»
El prefecto Rústico dijo:
«Dejemos esto y vayamos a la cuestión que ahora interesa y urge. Poneos de acuerdo y sacrificad a los dioses.»
Justino dijo:
«Nadie que piense rectamente abandonará la piedad para caer en la impiedad.»
El prefecto Rústico dijo:
«Si no hacéis lo que se os manda, seréis atormentados sin piedad.»
Justino respondió:
«Nuestro deseo es llegar a la salvación a través de los tormentos sufridos por causa de nuestro Señor Jesucristo, ya que ello será para nosotros motivo de salvación y de confianza ante el tribunal de nuestro Señor y Salvador, que será universal y más temible que éste.»
Los otros mártires dijeron asimismo:
«Haz lo que quieras; somos cristianos y no sacrificamos a los ídolos.»
El prefecto Rústico pronunció la sentencia, diciendo:
«Por haberse negado a sacrificar a los dioses y a obedecer las órdenes del emperador, serán flagelados y decapitados en castigo de su delito y a tenor de lo establecido por la ley.»
Los santos mártires salieron, glorificando a Dios, hacia el lugar acostumbrado y allí fueron decapitados, coronando así el testimonio de su fe en el Salvador.