Poco podemos agregar a la lectura de la Pasión del Señor. Y digo poco porque en ella se resumen el Camino que el Señor eligió para salvarnos: aceptar la Voluntad del Padre, por Amor a Él y a nosotros, en una obediencia hasta la muerte y muerte de Cruz.
Creo que lo podemos sintetizar en la carta de Pablo a los Filipenses:
"Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de si mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres.
Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre".
El anonadamiento de Jesús, por Amor. No es solo rebajarse ante los hombres, sino elegir el camino de la humildad para poder obedecer en todo momento, algo que nosotros aún no hemos aprendido, porque no nos gusta vivir la humildad, sino que, antes bien, nos crecemos en la soberbia y la vanidad.
Una actitud que no siempre reconocemos, sino que intentamos hacerla pasar por humildad. Sí, cuando alguien nos llama la atención sobre nuestras actitudes soberbias o vanidosas nos enfadamos y, hasta muchas veces, dejamos de hablarle a quien quiere guiarnos por el buen camino.
Jesús aceptó el camino del anonadamiento desde el momento de su concepción, pues siendo Dios se hizo hombre, "siendo rico se hizo pobre". Lo cual no quiere decir que no podía hacer frente a la mentira, a la hipocresía, sino que, en todo momento, siendo fiel "a lo que había visto y escuchado de su Padre", tenía que mostrar el Camino de la Verdad, de la justicia, de la misericordia, debía mostrar el verdadero rostro del Padre.
Pero, llegado el momento, se sometió "como manso cordero llevado al matadero", a la mentira de los hombres, porque ese era el Plan del Padre para salvarnos. Por eso, nunca respondió a las preguntas mentirosas de los hombres, porque ya nada podía hacer por ellos, porque ya no querían oír la Verdad de Dios, sino que querían seguir escuchando sus propias mentiras, nacidas de la envidia, de la soberbia y la vanidad.
Y comenzar en un tiempo tan raro, como es la Cuarentena que estamos viviendo, es aceptar el silencio de Dios para poder llevar al corazón cada uno de los pasos que dio el Señor por nosotros. Acompañarlo desde la soledad de nuestras casas, y del silencio de nuestros hogares, para que la Palabra y el ejemplo lleguen y nos transformen en lo que el Padre ha pensado para cada uno de nosotros: ser verdadera imagen del Hijo, ser verdaderos cristianos que viven y siguen los pasos de Jesús, para mostrar a los hombres el Camino que lleva a la Vida.
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