martes, 21 de abril de 2020

Nacer en el Espíritu

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu».
Anoche lo comentaba en la homilía: nacer de nuevo, no sólo quiere significar nacer de las aguas del bautismo, sino que, cada día, tenemos que nacer de nuevo. Sí, cada día. Porque cada día se nos van "pegando" cosas del mundo y nos van "afeando" la belleza del Hombre Nuevo que nos dio la Vida de Jesús Resucitado.
Nacer del Espíritu es morir a nuestro yo humano y buscar, como decimos en el Padre Nuestro: "hágase tu Voluntad así en el tierra como en el Cielo". Y, para buscar la Voluntad de Dios, tenemos que dejar de lado nuestra voluntad, nuestros deseos, nuestros intereses, nuestros proyectos. Por eso: "quien quiera venir detrás de mí niéguese a sí mismo", dejar de lado nuestro YO para ajustar nuestra vida a Su Voluntad.
Y ese nacer de nuevo implica que no sé lo que tengo que hacer, por eso mismo, nos dice el Señor: dejarnos llevar por el impulso del Espíritu Santo. Claro es que no sabemos cómo dejarnos llevar por el Espíritu Santo si nunca hemos "tomado contacto" con Él, porque nuestra oración no es muy profunda, porque nuestra oración es en algún momento del día, porque no tenemos tiempo antes de comenzar el día para ponernos en oración y dejar que el Señor me ilumine.
¿Cómo dejarnos impulsar por el Espíritu Santo si no lo llamamos? ¿Cómo dejarnos conducir por Él si no le abrimos el corazón? ¿Cómo confiar en Él si no lo conocemos?
Sí, porque nuestra relación espiritual no es con el Espíritu Sante. En parte porque nunca nos hablaron de Él o, mejor dicho, sí lo hemos sentido nombrar, pero no estamos acostumbrados a rezar con Él. Tampoco conocemos sus Dones o su función en esta vida, sino que Él está y se mueve como puede entre nosotros...
¡Ven Espíritu Santo! Son las únicas palabras que necesitamos para que Él llegue a nosotros y nos ayude a ver, a comprender, a aceptar, a fortalecernos para ser fieles y obedientes, por el amor, a la Voluntad de Dios. No nos obligará a hacer nada, no nos quitará nuestra libertad de renegar de la Voluntad de Dios, sino que nos ayudará a comprender, aceptarla y vivirla, por que Él "que nos conoce más que nosotros mismos" y conoce cuál es la Voluntad de Dios para nuestras vidas, sabe que ese Camino es el que nos conviene. Por eso nos dará sus Dones para poder recorrerlo.
Así nacer de nuevo según el Espíritu es poder volver a ser niño para confiar en el Padre, para saber que el Amor del Padre siempre buscará lo mejor para sus hijos, y que, desde la confianza, alcanzaremos el verdadero Amor para ser, como el Hijo, fieles y obedientes en el amor, para construcción del Reino aquí en la tierra como en el Cielo.

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