"Y habiéndolos llamado, les prohibieron severamente predicar y enseñar en nombre de Jesús. Pero Pedro y Juan les replicaron diciendo:
«¿Es justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros más que a él? Juzgadlo vosotros. Por nuestra parte no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído».
¿A quién obedecer? Esa es la cuestión, diría un poeta. Pero, realmente, esa es la cuestión de nuestras vidas ¿a quién obedezco? ¿A mí mismo, a mis instintos, a mis gustos, a mis ganas? ¿Le obedezco a Dios? ¿A los ídolos? ¿Al mundo?
Nos guste o no, siempre estamos obedeciendo, aunque creamos que somos libres, y es cierto, somos libres, y por eso optamos, en cada momento, a qué o a quién obedecemos. Nuestra vida tiene que tener un sentido y por eso obedecemos de acuerdo al sentido que le damos a nuestras vidas.
Los apóstoles, después del llamado de Jesús eligieron seguirlo y obedecerle, y por eso se entregaron por completo a la Voluntad de Dios, como se lo había demostrado Jesús quien, como dice el escritor de la carta a los Hebreos, "siendo hijo,a prendió, por el sufrimiento, a obedecer", y Él mismo lo decía: "no hago otra cosa que lo que he visto hacer a mi Padre", "mi alimento es hacer la Voluntad del que me envió".
Pero nosotros hemos nacido en un tiempo en donde la libertad es lo primero que aprendemos a pedir y que queremos vivir. Pero tampoco sabemos bien qué es ser libre o para qué sirve ser libre. También es cierto que no queremos ser esclavos porque esa palabra es muy dura y no es propia del siglo XXI. Pero ¿no somos esclavos de algo o alguien? Nos esclaviza el trabajo, el tener, las pasiones, las ideologías... y sin embargo nos llamamos libres de todo.
Claro es que, lo importante es saber elegir qué esclavitud quiero vivir, o poder discernir si lo que estoy viviendo es lo que realmente me está haciendo pleno o no.
María, nuestra Madre, nos ha demostrado que la esclavitud a la Voluntad de Dios es lo que la hizo la "Bienaventurada por generaciones", y vivió plenamente su libertad haciendo la Voluntad del Padre, y alcanzó la plenitud de su ser mujer y ser el modelo de la Humanidad.
Por eso, lo más importante es saber discernir cuál es el Camino que quiero seguir, es decir, poder darle a mi vida el sentido que realmente quiero o, en nuestro caso, el sentido que Dios quiere que tenga, pues para eso hemos elegido ser cristianos, y el cristiano sólo tiene una sentido: ser Fiel a la Vida que el Padre ha soñado para su hijo, y nos la ha mostrado en el Hijo.
Así, nuestra pregunta sería ¿he discernido mi vocación? ¿he sabido escuchar al Señor que me llama? y ¿a quién quiero seguir y ser obediente? Según eso orientar nuestra vida, libre y conscientemente, para no tener que culpar a nadie de las elecciones que diariamente hago y realizo.
«¿Es justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros más que a él? Juzgadlo vosotros. Por nuestra parte no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído».
¿A quién obedecer? Esa es la cuestión, diría un poeta. Pero, realmente, esa es la cuestión de nuestras vidas ¿a quién obedezco? ¿A mí mismo, a mis instintos, a mis gustos, a mis ganas? ¿Le obedezco a Dios? ¿A los ídolos? ¿Al mundo?
Nos guste o no, siempre estamos obedeciendo, aunque creamos que somos libres, y es cierto, somos libres, y por eso optamos, en cada momento, a qué o a quién obedecemos. Nuestra vida tiene que tener un sentido y por eso obedecemos de acuerdo al sentido que le damos a nuestras vidas.
Los apóstoles, después del llamado de Jesús eligieron seguirlo y obedecerle, y por eso se entregaron por completo a la Voluntad de Dios, como se lo había demostrado Jesús quien, como dice el escritor de la carta a los Hebreos, "siendo hijo,a prendió, por el sufrimiento, a obedecer", y Él mismo lo decía: "no hago otra cosa que lo que he visto hacer a mi Padre", "mi alimento es hacer la Voluntad del que me envió".
Pero nosotros hemos nacido en un tiempo en donde la libertad es lo primero que aprendemos a pedir y que queremos vivir. Pero tampoco sabemos bien qué es ser libre o para qué sirve ser libre. También es cierto que no queremos ser esclavos porque esa palabra es muy dura y no es propia del siglo XXI. Pero ¿no somos esclavos de algo o alguien? Nos esclaviza el trabajo, el tener, las pasiones, las ideologías... y sin embargo nos llamamos libres de todo.
Claro es que, lo importante es saber elegir qué esclavitud quiero vivir, o poder discernir si lo que estoy viviendo es lo que realmente me está haciendo pleno o no.
María, nuestra Madre, nos ha demostrado que la esclavitud a la Voluntad de Dios es lo que la hizo la "Bienaventurada por generaciones", y vivió plenamente su libertad haciendo la Voluntad del Padre, y alcanzó la plenitud de su ser mujer y ser el modelo de la Humanidad.
Por eso, lo más importante es saber discernir cuál es el Camino que quiero seguir, es decir, poder darle a mi vida el sentido que realmente quiero o, en nuestro caso, el sentido que Dios quiere que tenga, pues para eso hemos elegido ser cristianos, y el cristiano sólo tiene una sentido: ser Fiel a la Vida que el Padre ha soñado para su hijo, y nos la ha mostrado en el Hijo.
Así, nuestra pregunta sería ¿he discernido mi vocación? ¿he sabido escuchar al Señor que me llama? y ¿a quién quiero seguir y ser obediente? Según eso orientar nuestra vida, libre y conscientemente, para no tener que culpar a nadie de las elecciones que diariamente hago y realizo.
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