"Queridos hermanos:
Revestíos todos de humildad en el trato mutuo, porque Dios resiste a los soberbios, mas da su gracia a los humildes. Así pues, sed humildes bajo la poderosa mano de Dios, para que él os ensalce en su momento. Descargad en él todo vuestro agobio, porque él cuida de vosotros.
Sed sobrios, velad. Vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quién devorar. Resistidle, firmes en la fe, sabiendo que vuestra comunidad fraternal en el mundo entero está pasando por los mismos sufrimientos".
Ayer en el evangelio veíamos que Jesús "sabiendo que la gente lo quería proclamar como rey, se retiró, otra vez, a la montaña, él solo", porque sabía que ese no era su lugar, que esa no era su misión. Humanamente uno podría decir: qué mejor que ser rey, ¿quién no quiere tener tanto poder? Incluso, si os acordáis, cuando la madre de los hijos de Zebedeo vino a pedirle a Jesús: "quiero que cuando estés un tu reino mis hijos estén uno a tu derecha y el otro a tu izquierda", es decir, si ellos no llegan a ser reyes, por lo menos que compartan tu poder. Porque en este mundo lo que todos queremos es tener poder. Y lo peor es que, a veces, algunos nos creemos que lo tenemos y nos hacemos los poderosos queriendo que todo el mundo nos haga caso y nos demuestre su obediencia...
Sin embargo, el Señor, no "vino para ser servido sino para servir", porque el mayor poder no es el poder, sino el servicio en el amor, y la mayor fortaleza es la humildad en Dios. Por eso, hoy, el Señor nos lo dice: "revestíos todos de humildad". Claro es que no es la falsa humildad del que se dice que no sirve para nada, pero es solo porque no quiere hacer nada, pero le gusta mandar a todos a hacer algo.
No, la verdadera humildad es la que nos ayuda a descubrir que nuestra vida es de Dios, que Él nos ha dado unos valores, unos talentos, y con su Gracia, nos ayuda a ponerlos en práctica para el bien de los Hombres, y de su Plan de Salvación.
Como diría alguien, humildad es verdad más justicia, no sólo con los demás, sino con uno mismo: reconocer verdaderamente quién soy, con todas sus implicancias, y llevar a cabo la Voluntad de Dios en mi vida, para, así, alcanzar la verdadera perfección y santidad.
Y nos sigue diciendo: "sed sobrios, velad... porque Dios resiste a los soberbios... sed humildes bajo la podersos mano de Dios... porque el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quién devorar". La soberbia no es furto del Espíritu Santo, sino que es fruto del pecado y que, para el Dablo, es el mejor de los pecados, porque nos aleja, paulatinamente del Plan de Dios, haciéndonos creer que somos los salvadores del mundo. Y, no! Sólo tenemos un Salvador que es Jesucristo Nuestro Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.