«En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios».
Nos hemos acostumbrado a ser una sociedad eficiente, que busca siempre la eficiencia en todo, y, también, en lo espiritual. Si no recibo lo que pido, entonces no me sirve lo que estoy haciendo. Y voy buscando otras espiritualidades que me den lo que necesito, y si no lo consigo, hago un batiburrillo con todas las recetas de otras espiritualidades y termino haciendo de una religión un panteísmo creyendo un poco en cada una, y haciendo de mi vida un muestrario de muchas cosas que, todas juntas, no me llevan a ningún sitio pues no soy fiel a ninguna de ellas.
La eficiencia que buscamos lo vemos no sólo en las horas que trabajamos los adultos, buscando tener lo suficiente para que siempre nos falte algo que comprar o algo que hacer para poder sostener una vida que me han hecho creer que es la mejor. Sino que, también, lo vemos en las actividades de los niños y adolescentes: tienen que saber y hacer de todo para que puedan llegar a tener un futuro eficiente en donde sepan hacer de todo, o se sientan seguros porque han hecho lo que les ha gustado.
Y en todo ese ser eficiente y buscar la perfección de lo intelectual nos olvidamos del interior del hombre, de la espiritualidad, y sobre todo, para nosotros los cristianos nos olvidamos de Cristo.
En nuestra relación con lo espiritual nos olvidamos de nuestra relación personal con el Señor, con Su Palabra, con los sacramentos y vamos dejando todo de lado para cuanto lo necesitamos, pero cuando lo necesitamos ya no somos los niños que éramos antes, y el biberón ya no nos alimenta a los 40 o 50 años. Así sucede cuando dejo de lado lo espiritual y no voy madurando espiritualmente en la misma medida en que voy creciendo.
Es decir busco al Señor porque me dio pan y alimentó mi vida, pero no seguí sus pasos y ahora no lo encuentro, lo llamo pero no me escucha. Y ¿cuál es mi pregunta? ¿Por qué el Señor no me escucha? ¿Por qué Dios se alejó de mí? ¿Por qué ya no hace los milagros que le pido? ¿No será acaso que no he seguido sus pasos y me he perdido en el camino de la eficiencia terrenal sin buscar los bienes del cielo que son los que más sostienen mi vida?
lunes, 15 de abril de 2024
Ser eficiente
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