El relato del encuentro de Jesús con los peregrinos de Emaús nos lleva mirar nuestro peregrinar después de la Pascua: ¿hemos entendido lo que ha sucedido? ¿Ya se nos ha olvidado lo que hemos vivido en la Semana Santa?
Vivimos en un tiempo que pasa tan aprisa que las vivencias de todos los días quedan, seguramente, en el olvido muy rápido y, por eso, nos vamos olvidando de lo que escuchamos, de lo que sentimos, incluso de los propósito que nos habremos hecho en estos días.
Los Peregrinos como los discípulos ante el escándalo de la Cruz se había olvidado de lo que Jesús ya les había dicho: “y en tres días resucitaré”. Pero la rapidez de cómo sucedieron los hechos y el dolor y el miedo de la crucifixión hicieron que se olvidaran de la mejor parte.
Por todo eso no pudieron quedarse a esperar lo que sucedió, siendo que lo que iba a suceder era lo más importante y esencial de todo lo vivido con Jesús: su resurrección. Pues, como dice el Apóstol, si Jesús no hubiera resucitado vana sería nuestra fe.
Y, como no se quedaron a ver lo que pasaba, se volvieron con tristeza, una tristeza que les ocultaba a la vista la compañía que tenían en el camino, no podían ver a Jesús, estaban tan metidos en sus propios pensamientos y en sus propios miedos que no podían ver a quien estaba a su lado, ni entender lo que les iba diciendo.
Nos pasa muchas veces que esperamos respuestas De Dios pero no las vemos o no las escuchamos porque no son las que queremos escuchar, o vamos corriendo tanto, o vamos tan metidos en nosotros mismos que no nos damos cuenta que nos está hablando de lo que necesitamos escuchar.
Y es ahí donde ellos tuvieron la Gracia de hacerlo pasar a su casa al Señor, y en la Eucaristía (al partir el Pan) descubrieron a Jesús Resucitado, y se les abrió el entendimiento y se les encendió el corazón por la alegría de ver al Señor Resucitado.
Así puede pasarnos a nosotros, sólo cuando dejemos entrar al Señor en nuestras vidas y nos sentemos con Él en la mesa Eucarística podremos llegar a comprender todo lo que nos viene diciendo por el camino de la vida, y, finalmente, abrir el corazón a su Palabra y al milagro de creer que siempre está caminando a nuestro lado, pero que nos falta el valor y la confianza para dejarlo entrar en nuestra casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.