"Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
Y les dijo:
- «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».
Una vez que hemos conocido y creído en el Nombre de Jesús, entonces es cuando el Señor nos envía a proclamar el Evangelio, a anunciar lo que hemos creído, pues no podemos quedarnos con tan gran Noticia guardada para nosotros mismos, sino que hemos de contagiar a otros para que, también ellos, alcancen la Salvación.
«¿Es justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros más que a él? Juzgadlo vosotros. Por nuestra parte no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído».
Así lo demostraron Pedro y Juan al Sanedrín cuando les querían prohibir hablar en nombre de Jesús. ¿A quién obedecer: a los hombres o a Dios? Y, en esto de obedecer a los hombres, está mi YO, mis miedos, mis temores, mi vergüenza, mis inseguridades... todo eso forma parte del hombre, y, es, muchas veces, más fuerte en mí que la obediencia a Dios. Y es el Señor quien me envía, por eso tengo que saber que será Él quien ponga las palabras en mi boca, quien me lleve a dónde tengan necesidad de Su Palabra.
Claro que, para poder obedecerle a Dios, tengo que estar maduro en mi fe, bien enraizado en la Palabra y la Vida del Señor, para que lo que diga, lo que hable, lo que exhorte sea por que Él me lo ha dicho o porque haya discernido que es Su Voluntad, y no porque es lo que yo creo, lo que yo pienso, lo que yo... porque, en algunos casos, vemos cómo muchos predican su propia versión de la Palabra y no la Verdad de la Palabra.
Sí, es que es tan difícil o tan fácil predicarse uno mismo que, si no estamos bien maduros en la renuncia a mi YO se nos mezclan nuestras ideas con la Palabra y, en lugar de iluminar, oscurecemos la Verdad del Evangelio.
Y ¿cuál es el problema de no predicar la Verdad del Evangelio? Que es la Palabra de Dios la que salva, y no las ocurrencias de los hombres, no mi verdad ni mi palabra, sino la Palabra de Dios la que ilumina verdaderamente el Camino hacia la Vida. Por eso, no nos dejemos engañar por las falsas palabras y los falsos profetas.
sábado, 6 de abril de 2024
Predicad el Evangelio
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