"Al que oiga mis palabras y no las cumpla, yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la Palabra que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día".
El P. Efraín me decía algunas veces: "ten cuidado con las palabras, porque las palabras son las que te juzgarán", haciendo referencia a este pasaje de Jesús. Y sí, en realidad, son nuestras propias palabras las que hablan por nosotros, y son nuestros actos que dicen si esas palabras son verdaderas o son una máscara en nuestras vidas.
Es claro que Jesús no habla de nuestras palabras, pero lo podemos comparar, o asemejar a lo que hablamos constantemente. Y, en esto estoy seguro, creo que hoy se habla demasiado. No se si os habéis fijado que hay mucha gente que se pasa el día hablando: si se encuentran en la calle hablan, si están en el mercado hablan, si están en el banco de la iglesia hablan ¿nunca hacen silencio? ¿Siempre tienen tema para hablar?
A veces miro a la gente (en realidad siempre me gusta observar las conductas propias y extrañas) y veo que hay quienes tienen siempre algo para hablar, aunque estén las 24 horas juntos, siempre están hablando de algo. Me sorprende y, hasta me asombra, porque no se si yo tendría tanto de qué hablar, se me acaban los temas muy rápidamente.
Y en esto tenemos que tener en cuenta que todo será tomado, pesado y medido y tenido en cuenta para el último día. Porque no sólo pensemos en las palabras que decimos queriéndonos mostrar como alguien que no somos, sino las conversaciones que tenemos criticando a los demás, faltando a la verdad y a la caridad con nuestros hermanos, hablando por detrás de los demás o sembrando cizaña para hacer daño a otras personas. Nada de eso queda sin respuesta, nada queda en el vacío de Dios, sino que todo es tomado en cuenta para mi salvación o condenación.
Y, volviendo a la Palabra de Jesús, como muchas veces lo repito, algo que aprendí de un amigo hace mucho tiempo, es que tenemos que hacer el esfuerzo de la gran peregrinación de nuestras vidas: la que va de la cabeza al corazón, para que la Palabra de Dios no quede sólo en en entendimiento, sino que, intentemos con la Gracia del Espíritu Santo, llevarla a la vida cotidiana. De este modo la Palabra me dará Vida y mi vida hablará de la Palabra.
miércoles, 24 de abril de 2024
Demasiadas palabras
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