jueves, 18 de abril de 2024

Miedo al Espíritu

En el relato de hoy de los Hechos de los apóstoles se nos cuenta cómo Felipe es guiado por el Ángel del Señor y por el Espírtu Santo, cómo siendo obediente a ellos anuncia el Evangelio a quien se encuentra por el camino.
Es un pasaje que siempre me hace pensar en la disponibilidad que tendríamos que tener los cristianos, desde el momento en que comenzamos a tomar conciencia de que hemos sido bautizados en el Espíritu Santo y configurados, por Él, a imagen de Cristo Resucitado, y, por eso, no sólo nos llamamos sino que somos hijos de Dios, cristianos.
Claro es que después de nuestro bautismo nadie nos enseña a vivir en la disponibilidad del Espíritu del Señor, que es Quien sabe y conoce cuál es el Plan del Padre para cada uno, sino que nos enseñan a estar disponibles para lo que sentimos, para lo que nos gusta, para lo que el mundo nos exige hoy, pero no se nos enseña a buscar la Voluntad de Dios para nuestras vidas, y, ni siquiera, muchas veces, a conocer a Dios como Padre y a tejer, por ello, una relación personal filial con Él.
Así vamos forjando nuestra vida según nuestro buen entender, nuestros gustos y de acuerdo al espíritu del mundo que, sin ser, muchas veces, malo, no es el camino que Dios quiere que recorramos.
Por eso, no son pocos, los que comienzan a recorrer un camino sin discernir cuál es la Voluntad de Dios para sus vidas y cuando se encuentran con el Padre, y comienzan una relación personal con Él descubren qué es lo que el Padre pensaba para él, pero ya no quieren "quemar" los proyectos que se habían hecho, ni tan siquiera aceptar que Dios puede querer algo mejor para ellos. Buscan así parches espirituales que les proporcionen una cierta satisfacción para quedar en conciencia bien, pero sabiendo, en el fondo de sus corazones, que ese no es el camino a recorrer.
Sin embargo, aquellos que tienen el valor y la fuerza para "quemar las naves" y dejar las redes en la playa y seguir a Jesús, son los que, no sin esfuerzo, comienzan a vivir la plenitud de su vida en Cristo, sea en el matrimonio, en la vida consagrada, en la vida sacerdotal, pero conscientes y seguros que ese es el Camino que Dios pensó para alcanzar la santidad.

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